Mi yerno Santiago es un hombre que tiene curiosidad por todo lo que, viajando por el mundo, se ve. Su apellido es una palabra vaco-ibérica, que se da también entre el Somontano de Huesca y el río Alcanadre, que lo separa del Somontano de Barbastro. Baja el río desde el Sobrarbe, pasa por la Sierra de Guara y penetra en el Somontano y pasa por el pueblo de Abiego, del mismo Somontano de Guara. Esa palabra equivalente al apellido Adiego de Santiago, es la que recibe como su nombre, el pueblo de Abiego. Es un pueblo, para mí, misterioso, pues en él se encuentra un antiguo convento, una fuente labrada en piedra y tiene un Ayuntamiento moderno, cuya arquitectura, se debe a un hijo del mismo pueblo, que se llama Porta. Este hombre es un cerebro que sólo se ocupa de buenas acciones, por ejemplo la de la fachada de dicho ayuntamiento, que por imaginarias ideas, la lanza hacia adelante. Es un artista de la madera, pues además de trabajarla técnicamente, añade el arte escultórico en maderos y en piezas para sostener los aleros. Creo que llegó a pensar en un ariete hidráulico, pero no se llegó a tal realización. Se encuentra el río muy profundo, al que tuvo que sacar el agua necesaria para el pueblo y yo, como no soy técnico, recibí sus explicaciones, que hicieron el milagro de subir el agua de la “enorme profundidad”, del río por el que corría. De ahí se dedujo que Abiego y Adiego, son la misma palabra ibérica, que significa una enorme “profundidad”. Mi yerno Santiago tiene la mente profunda y cuando voy a Pamplona, me lleva por aquellas hermosas tierras, acordándome de que me llevó a visitar el pueblo de Arbuniés y entonces yo, le expliqué que a tres o cuatro kilómetros de Siétamo, estaba situado Arbaniés, embellecido por una iglesia parroquial, toda de piedra, que en su interior, encierra pinturas románico-góticas. Pero además, a su lado se contempla un magnífico frontón, también de piedra, que nos hace recordar a ambos las tierras de Navarra. Pero no es éste el único detalle que asimila a Arbuniés y a Arbaniés, sino que en un antiguo pajar, se muestra un espléndido “Lauburu”, que se apoya en una especie de corazón invertido. Además pertenece al grupo de “lauburus”, que simulan girar sus hojas de derecha a izquierda, que hace alusión a la vida eterna, al contrario que otros, que giran de izquierda a derecha, protegiendo los acontecimientos de la vida.
Siguiendo la carretera hacia la
Sierra, fuimos a Coscullano, donde el dueño de Casa Mur, tiene un “lauburu”, tallado
no sobre piedra, sino sobre una puerta
de madera. Llegamos a los pies de Guara,
que mide dos mil diecisiete metros de altura, y que puede ser palabra
vasco-ibérica, que significa arriba y que como Arbaniés y Arbuniés, sólo una letra diferencia las dos
palabras, en Guara, son la u y la a, las que sustituyen a la o, de “Gora”. Llegamos a casa Mur y en una de las dos
puertas, se exhibe un “lauburu”, también que gira hacia la izquierda. Al lado
de la iglesia hay un frontón en el que, según me dijo Mur, jugaban a la pelota
vasca.
Después de conversar con el dueño,
señor Mur y con su familia, nos marchamos por Siétamo a Velillas. En Velillas
guardan un balcón forjado, en el que se ven escenas de baile en tiempos ya
viejos. No lo pudimos fotografiar, pero lo hizo Santiago con un llamador, que
como fondo tiene una hermosa joven, con un ave antigua en una de sus manos y
una pierna masculina, que para llamar, tiene que dar patadas en el hermoso
cuerpo de la hembra. Pero nos llamó la atención un “lauburu” de mil setecientos
y pico, sobre la puerta de la casa del “Ferrero”, al que yo conocí, hace ya
muchos años. Encima está el frontón, en
el que yo vi jugar en las fiestas del pueblo.
De Velillas salimos de la carretera general
240, cruzamos la autovía de Lérida a Siétamo y a escasos kilómetros, porque se
ve desde Velillas, se encuentra el pueblo de Torres de Montes. Está el pueblo
lleno de escudos infanzones y en dos casas, la de Lera y la de Mairal, se
encuentran otros dos “lauburus”, en cada una de ellas. Están acompañados por
otros motivos ornamentales y uno de los lábaros gira hacia el Este y otro al
Oeste. La hija de mi amigo el señor Lera, respondiendo a mi pregunta sobre el
frontón, me respondió lamentándose, de la mala noticia de que sólo quedaba un
parte de él, pues lo derribaron, para hacer algún espacio deportivo. Cinco son los lábaros que se encuentran unos
en el ayuntamiento de Siétamo, que está a doce kilómetros de Huesca, uno de
madera en Coscullano, otro en Velillas, a cinco kilómetros de Siétamo y cuatro en Torres de Montes,en casa de Lera y en la de
Mairal, a otros cinco de Velillas.
Estamos en el Alto Aragón, que según
algunos es como una parte de la oriental
de Navarra, pues ya en el Sobrarbe está enterrado el Rey de Navarra, Iñigo
Arista, que por cierto también dicen que está en Leire. Por todas partes se ven
“lauburus” y frontones, como en Retascón, en la provincia de Zaragoza. De los
lábaros nadie ha dicho casi nada y los frontones han sido casi abandonados del
todo, pero en los pueblos visitados, en todos ellos existen los lábaros y los frontones.
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