Le he regalado a un Señor, que
estaba desayunando en un Bar, unos folios, que le he escrito sobre el Quijote. Yo
creía que no podría soportar la lectura de dicho “rollo” literario, después de tomarse su café. Pero, al marcharme del Bar, le he preguntado, qué
tal le había sentado el trabajo literario, sobre el Quijote, que es el mejor
escritor del Mundo. Me he quedado sorprendido al escuchar su respuesta, porque
me pareció que se le había roto la
dureza del pensamiento moderno, que sólo lo emplea en las cuentas, en las
compras, en las ventas, en los precios, y en los intereses, dejando los
pensamientos del cerebro olvidados y los sentimientos del corazón, abandonados.
¿Por qué digo esto?. Sencillamente porque leyendo la breve historia del
Quijote, se le despertó su cerebro y se le nutrió su sensibilidad.
Es un señor que hace la vida con sus negocios y me
parecía que se le olvidaban los pensamientos cerebrales y los sentimientos de
su corazón. Y al preguntarle por su lectura quijotesca, yo le noté el corazón
sensible, como si soñara una vida, que
ya está olvidando.
Y él, no le dio espacio libre al
alcohol, sí no que buscó el trabajo diario. Tal vez, otros señores que pululan por la sociedad
actual, piensan en el juego de
cartas o en jugarse el dinero en las
“maquinetas” automáticas.
¿Este señor pensaba racionalmente
y sentía la vida en su corazón?. Sí, porque leyó las aventuras de Don Quijote,
que yo le proporcioné, con un interés enorme y sin perder ni un segundo en distraerse
de la vida del Quijote, que tenía delante de sus ojos. Cuando acabó de leer las
aventuras de Don Quijote y de Sancho Panza, se le notaba un aumento de su
sensibilidad.
El señor, al leer estas letras, conmovió
su corazón y al acordarse de Don Quijote y de Sancho Panza, recordó en sus
oídos la Jota Aragonesa, que le hacía arder su corazón o aquel canto, que
recordó de cuando era niño y que sonaba : “Ay
Mari Crú, ay Mari Crú, maravilla de mujer, tu eres un rojo clavel, mi
vida sólo eres tú, y por jurarte yo eso,
me diste en la boca un beso, que aún me quema , ¡Mari Crú!.
En estos momentos se acuerda el
Señor, de la música de Opera y sobre todo de la Zarzuela y de todos los tonos
de la misma música, que tiene pasajes,
que conmueven los corazones.
Pero la música de aquellos
pasados años, sigue sonando, porque nos
recuerda la poesía, la historia. Sus sonidos hacen volver a nuestros oídos el
humor, las penas y las ilusiones, del pueblo. Y hoy en día, el “Género chico” con
sus zarzuelas, hace recordar la alegría
y la belleza, cuando cantan “madrileña bonita, flor de verbena; eres como un
ramito, de hierba buena”, que compuso Sorozákbal en “ El manojo de rosas”.
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