El día 30 de Mayo del año 2001,en el que nos
vamos desenvolviendo, me encontré con mi amigo Sebastián, que tiene un concepto
del tiempo, dados su noventa y ocho años, más claro que el mío, pues me recordó
que en tal día se celebraba la fiesta de San Fernando, Rey y Patrono de España.
Estos días, según dicen la televisión y nuestros asados cuerpos, han
subido las temperaturas, a pesar de estar en primavera, más que en los veranos
del recién pasado siglo XX, siglo que el veterano Sebastián Grasa, conoce mejor
que el resto de los habitantes del pueblo de Siétamo, porque me dijo que nació
en 1903 y para más detalle, el día dos de Noviembre. Al encontrarlo, nos
pusimos a hablar del tiempo y me hizo observar unos nubarrones, de los que
hacía unos días no se veía ninguno en nuestros cielos, pero aquel día treinta de Mayo, por la tarde y en pocas
horas se habían ido situando por encima de las Sierras de Gratal y Guara y se
comenzaba a notar el soplo de un aire que aliviaba el calor.
Yo le dije: ¡cómo aciertan en sus pronósticos estos hombres y mujeres
de la televisión! ; yo creo que mañana quizá se noten signos de tormenta y
Sebastián me contestó: si, pero que no caiga
alguna tormenta como aquella que nos fastidió en la pardina Ferrera,
cercana a la Sierra de Santo Domingo, en
la provincia de Huesca y que llega cerca del pueblo de Longás, en la provincia
de Zaragoza. Añadió que estaban el 28 de Junio, labrando la tierra, que había
estado sembrada de veza, ya recogida y observó como unas nubes blancas y otras
negras, daban vueltas sobre la Sierra de Santo Domingo, "huegante"
con el monte de Biel y exclamó : ¡me
parece que va a caer piedra sobre nosotros y sobre nuestros bueyes ! y le
contestó un boyatero: ¡calla, que tú siempre ves venir cosas malas!.Pero
rápidamente llegaron aquellas boiras sobre la finca y empezó a caer una
terrible "pedregada", con unas piedras redondas de hielo, como huevos
de gallina, dándoles el tiempo justo
para quitarles las clavijas a los bueyes y hacerlos entrar en el corral.
Aquel maldito fenómeno atmosférico duró
unos veinte minutos, que se hicieron eternos y al ir a mirar los trigos, vieron
como no había quedado una sola espiga, ni siquiera paja, tan necesaria en
aquellos tiempos, para echarles cama a los animales y para darles de comer. Al
recorrer los campos pudieron ver como hasta los "buchos" se habían
quedado sin hojas e incluso se vieron
muertos algunos conejos, perdices e
incluso liebres.
Entonces yo le pregunté : y esto ¿en qué año ocurrió ? y él me contestó que eso había pasado el
dieciocho de Junio de 1930.Se sintió muy desgraciado, porque entonces no había
seguros como ahora y tendría que pagar el arriendo de la finca, pero luego se
le notó una reacción positiva ,porque dijo que el año siguiente ya cogió buena
cosecha.
Pero hacen ya setenta y dos años, que se dio cuenta de que, allá en Salinas de Jaca, no se podían comprar
máquinas para cultivar la tierra ni había hombres para trabajarla y tuvo que emigrar a Siétamo. Allá sigue la finca, pero no
cultivada, sino explotada por una sociedad de cazadores vascos. Hoy parece que
está ocurriendo lo mismo en el Somontano y en la Tierra Baja. ¿Qué pasará con la agricultura dentro de no tantos años?.
Ahora, allá, en Siétamo, lo tenemos con sus noventa y ocho años, con el
viejo temor de que vuelva otra vez una "pedregada". Pero yo le pido
al Señor que, aunque sea para que
Sebastián llegue a los cien años sin
sufrir, que estos días venideros refresque, pero que no caiga pedrisco.
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