Sobre la puerta de entrada, en
esta casa, se exhibe una losa de piedra arenisca, en la que se lee: “Casa
Gaspar”. Sieso es un pueblo pequeño del
Somontano Oscense, a una distancia de un
kilómetro de Casbas, con un arte arquitectónico, instalado debajo de la Sierra
de Guara, y que mira al Sur, como aquel que busca encontrar una vida feliz,
proporcionada por un lado por el clima serrano y por el Viejo Monasterio de las
Monjas de Casbas, donde estuvo de Abadesa Ana María Abarca de Bolea, tía de Don
Pedro Abarca de Bolea, Marqués de Torres y Conde de Aranda. Una tía suya, a saber Ana María Abarca de Bolea, nacida en
Zaragoza, pero de la Familia de los
Marqueses de Torres de Siétamo, fue Abadesa de dicho Monasterio.
Pero ya está desaparecida la vida espiritual, la vida
litúrgica y musical, además de los “lamines” o agradables dulces del Monasterio de Casbas y que el pueblo
sencillo los llamaba “Pedos de monja”, que se repartían entre los fieles que
por ahí acudían.
En Sieso de Huesca se alza la
Iglesia de San Martín, con partes de ella que son de Arte Románico. Los Claver,
tuvieron un importante papel en la conquista de Huesca a los moros, y
sobresalieron en la Batalla de San Jorge, pero no sólo en esta heroica intervención, sino que participaron más tarde en las luchas
marinas del Mar Mediterráneo.”Estas aventuras marinas están representadas
talladas en piedra, en el Pórtico de la Iglesia Parroquial de Sieso de Huesca.
Representa esta labor pétrea de la Iglesia Parroquial de Sieso, la aventura que
vivió Don Roberto Claver y Capdevilla en uno de sus viajes a las Indias, en que
estuvo tres días luchando con las aguas en una tabla, hasta que un barco ruso
lo salvó”.
El 13 de Febrero de 1536, firmó
Miguel Claver el testamento a favor de Doña Violante Almudévar y en 1540 “deja
testificado como Señora mayorada y usufructuaria a la referida VIOLANTE ALMUDÉVAR,
su mujer” Tuvieron cuatro hijos a saber Nicolás Claver alias Valeta, Miguel
Pascual y Mateo, pero no nombran a ninguna hija.
Pero en Sieso además del pueblo
sencillo, siempre existió el Arte de fabricar armas e instrumentos de Paz, como
lámparas, calderas para hacer limpia la matacía de los cerdos y sillas y
sillones férreos, para descansar las personas, e instrumentos de guerra, usados
entre otros muchos, por el noble Miguel Claver, de una familia de la
Montaña, que luchó en Huesca en la Batalla de San Jorge.
Han pasado los siglos y un día
cualquiera del año 2.017 me encontré en
Casa de Nicolas, dueño de la Casa, que había alojado la Herrería de su cuñado Eusebio
Bernués, dedicado a este noble Oficio de Herrero. Se encuentra este antiguo
Taller, convertido en Museo de la Herrería, y del que no se hace ninguna
propaganda. Es tan sólo una casa vecinal, en la que hay que introducirse, para
contemplar muchos objetos, unos militares, otros ornamentales, objetos que se
han empleado durante siglos para el sacrificio de “tocinos”, con cuyos jamones,
embutidos y “tocino” graso se alimentaban aquellos vecinos de Sieso. Existían
también muebles de gran nobleza, como sillones, llenos de adornos férreos, que
usaban los dueños de casas nobles e
infanzonas.
Se encuentra este antiguo Taller en la Calle
que sube hacia la pequeña Plaza, en que se asienta el solar de aquella Casa antiquísima de los Almudévar, mis
antecesores. Ya no tiene tejado, pero se observa el Arco pétreo de la antigua
puerta de entrada en dicha casa. Iba yo a preguntar por la familia que es
poseedora de las ruinas de Casa Almudévar y al no encontrar a nadie, me dirigí
por la dirección contraria, es decir hacia el Norte y frente a Casa de Gaspar,
que reúne multitud de obras de forja, trabajadas por el Herrero Eusebio Bernués.
Estaba el dueño de Casa Gaspar, pues su cuñado el Herrero ya había muerto hace
unos años.
El Herrero Eusebio Bernués tenía
unos brazos fuertes, para golpear el hierro, que calentaba en una Forja y luego
a base de golpes con grandes martillos,
golpeados con fuerza y con habilidad, transformaba
las piezas de hierro, en Obras de Arte, porque además de la fortaleza de sus
brazos, tenía la sensibilidad artística de su corazón.
He llegado a esta casa de Gaspar,
donde trabajaba el Herrero Eusebio Bernués y me ha introducido en el patio
maravilloso, donde se dulcificó mi corazón, por la vista de dos Pilas de Aceite
de 1.500 litros de capacidad, cada una de ellas. Entre ambas hay una puerta, que no es grande de tamaño, pero engrandece el
espíritu, por contener detrás de ellas un buen aceite de oliva, procedente de
las oliveras del pueblo de Sieso. Aquel patio mostraba hierro por todas sus
partes, convertido en una sala, en que se exponen Obras de Arte, ejecutadas por
el Herrero Emilio Bernués. En lo alto del patio de esta casa, se alza un Arco
Románico, que sujeta los maderos que sostienen el piso superior. Existe el Arco
férreo que sostiene el piso de Arriba, pero entrando a la derecha, para subir
al segundo piso, asciende una barandilla artística con adornos de hierro
trabajados a lo largo de ella.
Pero aquel Herrero en unos tiempos en que casi no existían los ascensores, fabricó uno, que tiene un aspecto antiguo por el que subí al piso alto. Era una cabina de chapa metálica, en la que introducido con Nicolás Pérez, cogió éste un trozo metálico, forrado con cuero, lo manejó y suavemente nos subió hacia arriba.
Pero aquel Herrero en unos tiempos en que casi no existían los ascensores, fabricó uno, que tiene un aspecto antiguo por el que subí al piso alto. Era una cabina de chapa metálica, en la que introducido con Nicolás Pérez, cogió éste un trozo metálico, forrado con cuero, lo manejó y suavemente nos subió hacia arriba.
De este Herrero no sé los años
que hacen de su muerte, pero se intuye un cerebro, que buscaba la Paz, pues no
quería las luchas del Cerro de San Jorge, sino los instrumentos de hierro, que
se utilizan en la Paz. Y adelantando su inteligencia a los tiempos en que
vivía, construyó un ascensor, que
todavía asciende a su hermana al piso, donde tiene su lecho para descansar, desde
el espacio de tertulia que se da en la Calle.
Entra uno en el Patio y puede
admirar y sentarse en uno de los dos sillones de hierro, que allí pasan su
larga y fuerte vida. Para subir por su propio pie al piso primero, se agarra
uno con sus manos al férreo e inclinado apoyo que acompaña a las escaleras. En
la pared izquierda está colgado un yugo, en el que se enganchaban dos asnos,
uno macho y otro hembra, para tener continuidad en los seres que trabajaran en
el campo y delante del yugo, cuelga una silla de caballo, en la que el Herrero
montaba, para ir a visitar a los clientes que le pedían la fabricación de
herramientas de adorno y de trabajo. El ascensor era una copia de alguno que
habría visto en Barcelona, en tiempos pasados, y lo fabricó él totalmente. ¡Qué
impulsos le hacían realizar el progreso de aparatos nuevos! Y ¡cómo lo
lograba!.
El Herrero Eusebio Bernués,
soñaba y trabajaba en el progreso de la técnica industrial, pero al mismo
tiempo, envejecía y disminuían los habitantes del Somontano de la Sierra de
Guara y ahora, en Sieso de Huesca, ha quedado un Museo, abandonado por el
público, donde Juan Nicolás goza de la vida, viendo el afán de progreso que
tenía su cuñado.
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