La palabra Papirroy es aragonesa y yo la
aprendí cuando era un niño inocente. Yo no sabía que aparte de su significado
aragonés, en castellano, se le llamaba petirrojo, que es equivalente al nombre
aragonés. En mi niñez, gozaba, con frecuencia, en contemplar a ese petirrojo,
qué con su imagen redondeada, con una cabeza desarrollada, rematada en un pico
fino, con un pecho colorado. Era muy fácil observarlo, cuando daba cortos saltos
para ir a comer algún gusano entre las hojas pardas, en fase de descomposición,
o para tragarse alguna miga de pan, que le dábamos o para picar insectos o
algún fruto de las plantas, que por ahí se desarrollaban.
Este pajarito forma
pareja con otro petirrojo, pero se suele quedar sólo el resto del tiempo, en el
que cultiva su amistad con las personas, que lo admiran y le proporcionan
alimentos. El último petirrojo que he conocido, estaba en el Parque de Huesca y
me miraba, como aquel que espera recibir alguna laminería, de mis manos. Al
mismo tiempo que parecía que me estaba pidiendo “lamines, daba pasitos cerca de
mí, buscando la amistad conmigo, en lugar de procurar escaparse de mi persona.
Este pajarito vive parte de su vida emparejado en el Altoaragón y cuando está
libre de los hilos del amor, hace amistad con los hombres del campo. Este
petirrojo, en estos momentos, ya está a
punto de desaparecer de este Somontano, como sucedió en Europa, cuando los
escarabajos atacaban las cosechas, pero al cesar esos envenenamientos, los
petirrojos han recuperado su proliferación poco a poco. Los hay emigrantes, como
los petirrojos que hacen sus nidos en los bosques del Norte de Rusia y de los países
escandinavos, pero en el Sur, son sedentarios y buscan su vida en el Atlántico
y en las arboledas mediterráneas.
Yo recuerdo la última vez
que nos encontramos con un petirrojo o papirroy en la arboleda del Parque de
Huesca. El papirroy con sus pequeños saltos me miraba, como si quisiera
saludarme, al tiempo que parecía pedirme algún alimento. Yo me sentí triste por
no podérselo dar, pero al fin cesó nuestra conversación muda, pero cariñosa.
El petirrojo siguió buscando
sus alimentos y esperando que algún ser humano se los proporcionara.
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