Hay ocasiones en que yo acudo a
su despacho, para que me dirija por el camino de la vida y yo acepto mis
terminales ocasiones de prolongar mi vida y el Doctor juicioso, prudente,
entendido, intelectual, sabiendo que todo tiene fin, se empeña en hacer durar
mi vida con conocimiento. Yo sé que no se quedaría su sabiduría satisfecha de
ver a un hombre, con su cuerpo todavía vivo, pero con un espíritu muerto. Yo, como veterinario, cuando veía
a un hermoso caballo, con su vida perdida, convertido en un cadáver, me
encontraba sólo en el mundo, y mi amigo el Doctor, cuando me ve perdiendo el
significado de las palabras, parece empeñarse en que vuelva mi memoria a hacer
de este hombre una persona, que se vaya prolongando por el calendario de la
vida.
Me acuerdo del caballo del Doctor
Tordesillas, al que contemplé en mi pueblo de Siétamo, montado por él mismo.
Iba con varios caballistas, haciendo una excursión desde Huesca. Abrevaron sus
caballos en el abrevadero de Siétamo y estuve unos momentos conversando con
él, que estaba montado sobre su caballo, despejando su espíritu de los trabajos
de medicina semanales. Me alegré de ver al Doctor Tordesillas sonriente,
montado en su caballo y recordé cuando me veía a mí mismo, montado en otro
caballo alazán, que ahora no podría montar con tranquilidad.
En Agosto de 1978, en mi artículo:” El ballet de los
caballos”, introduje un antiguo verso, que así canta: “Ay, cuanto de dolor-Está
presente- Al infante valiente, - a hombres y a caballos, juntamente”. “Ahora el
Doctor Tordesillas, unas veces juntamente y otras separadamente, sufre los
dolores de su caballo y los de sus clientes, pero no puede disimular el gozo
que le produce, montar a su caballo” y añade “la compenetración entre dos seres
vivos (caballo y caballero), para mí constituye una amistad muchas veces
superior a la que existe entre dos personas”.
Parece que el Doctor, que es un
caballero y su caballo, en la “Plaza de la Vida”, se unen amistosamente, para defenderse
de los ataques del toro bravo, que parece identificarse con la “Patología negra
que ataca al Doctor Tordesillas y a su amado caballo”, que es el negro toro.
En la arena de la Plaza de Toros
y en la arena de la Vida, el Doctor y su caballo, se unen para defenderse del
Toro Negro, portador de las heridas y de la muerte, que puede provocar al Caballo
y a su Caballero, las enfermedades y la muerte. “Hasta el caballo tiene
elegancia y coquetería, arqueando el cuello y la cola, con sus crines
trenzadas”.
Pero el Doctor Tordesillas,
estuvo en el pueblo de su mismo nombre y no amaba el trato que en dicho pueblo
vallisoletano, le daban a un toro, sacrificándolo en público, para divertirse.
En sus fiestas, al Doctor Tordesillas, no le gustó esa falta de respeto al
“Juramento Hipocrático”
“Este Juramento es un catecismo
del ejercicio de la Medicina, que ha sido respetado por el Universo a través de
cien generaciones”. Dice este Juramento: “Para el tratamiento me inspiraré en
el bienestar de los enfermos, en lo que yo pueda y sepa, jamás en daño suyo, ni
con mala intención”. Y en el Capítulo 5,
dice: “Pura y santamente viviré y ejerceré mi arte”.
Este Juramento de Hipócrates en
favor del tratamiento amoroso a las personas, el DOCTOR TORDESILLAS lo extendía
a los caballos, que con su nombre, forman con el hombre la unidad de los CABALLEROS.
El Doctor Tordesillas sigue
cabalgando y yo voy por la “Plaza de la
Vida” y él se da cuenta de que poseo un desplazamiento lento, pero progresivo
del cerebro, que afecta poco a poco mi memoria, mi capacidad intelectual e
incluso mi comportamiento con él, que es un Doctor que piensa en el
comportamiento del enfermo, ”para que su tratamiento se inspire en el bienestar
de los enfermos, en lo que él pueda y sepa, jamás en daño suyo, ni con mala
intención”.
En cambio yo, con mis ochenta y
siete años, tengo un trastorno progresivo de mi cerebro, que afecta a mi
memoria, a mi capacidad intelectual y ya habrá quien juzgue mi comportamiento.
Pero el Doctor Carlos Tordesillas
se ha dado cuenta de que la “ribastigmina”, acompañada de otras fórmulas químicas,
bloquea esas enzimas, ayudando a que aumente la acetilcolina en el cerebro, que
afecta poco a poco, la capacidad intelectual, la memoria y el comportamiento.
Es
un sabio Doctor Don Carlos Tordesillas y su sabiduría me transmita confianza en
una larga vida, pero cuando me acuerdo del romance medieval , que dice: ”Ay,
cuanto de dolor- Está presente- Al infante valiente,- Y a hombres y caballos,
juntamente”, le deseo al Doctor Don Carlos Tordesillas, que siga siendo feliz,
prolongando la vida de los hombres, y contemplando la vida de su caballo.
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