En la obra del “Pireneo Disputada”, escrita por el D. D. Fray DOMINGO
LA RIPA, Monge Benito Claustral, Prior Conventual del Sagrado Real Claustro de
San Juan de la Peña, y Cronista del Reyno de Aragón editada en 1685, nos habla de
que el Padre Abarca, Religioso y Jesuita, dice de que Jaca está situada en la
punta Oriental de Vasconia. LA RIPA, escribe
en su libro:”Porque aquellas (zonas) que menciona (Vizcaya y otras),
pertenecían a la Vasconia, como reconoce
el P. Abarca, y en su opinión la Antiquísima ciudad de IACA y su condado de
Aragón, es la punta oriental de la Fortísima y Antigua Vasconia; de esta manera no hay inconveniente alguno en contar
la Provincia de Aragón entre las otras que pertenecían a Vasconia, aunque haya
grande distancia entre las unas, y las
otras Regiones”. Por eso, cuando convocados a la Cruzada para conquistar
Zaragoza, los aragoneses, los vizcaínos y los del Bearn, se queda uno un poco
extrañado de que Vizcaya, tan lejana de
Ayerbe, acudiera a la conquista de Almudévar y de Zaragoza, pero cuando lee uno
que “haya grande distancia entre Vizcaya y Ayerbe”, se explica los motivos que
convocaron a esas zonas, para conquistar Zaragoza (En 1118), como la relación
de parentesco de los López de Botaya con los Señores de Vizcaya. El rey que la
conquistó fue Alfonso el Batallador.
El Padre Abarca, Religioso y Docto Jesuita
reconoce la raza vasca al otro lado de los Pirineos. El D. D. Fray DOMINGO LA RIPA,
autor del citado libro, en la página 422, escribe que el Padre Abarca dice:” El
Condado de Aragón es la punta oriental de la Fortísima y Antigua Vasconia”. El
apellido ABARCA es una palabra vasca, el de RIPA, es también de origen vasco y se
extiende por El Sur de Francia y por el País Vasco. El apellido Almudévar, se
le adjudicó a un bearnés en Almudévar y que venía del Bearne, de donde acudieron a la Convocatoria de Roma, para
tomar Zaragoza a los moros. Acudieron también los Señores de Vizcaya y estos
apellidos están relacionados con el Real Monasterio de San Juan de la Peña, al
lado del pueblo de Botaya, de donde venían
Pilar y Polonia López, de la ilustre casa, que fue
de un familiar de los Señores de Vizcaya.
En Wikipedia, la enciclopedia
libre, pone que Iñigo López, fue el primer Señor de Vizcaya y que murió el año
de 1076. Su origen dicen algunos que, es posiblemente navarro. El Monasterio de
Leyre y el de San Juan de la Peña, están muy próximos por la separación en
millas o kilómetros, pero históricamente, tiene una proximidad humana por los
reyes, nobles y guerreros, enterrados en uno y en otro, siendo unas veces
navarros, otras aragoneses, pero siempre de la Vasconia Oriental. Iñigo López, primer
Señor de Vizcaya, según la hipótesis más difundida, es hijo de Lope Valazquez,
que con su hermano Galindo, suscribe varias escrituras del rey García Sánchez
III de Pamplona, hacia el año de 1040 hasta el de 1051.Tuvieron ambos otro
hermano, llamado García de Botaya, ”que había sido monje en el Monasterio de
San Juan de la Peña y había fallecido alrededor de 1057, año en el cual su
hermano Lope, hace una donación al citado Monasterio por el alma de su hermano,
que había marchado sin permiso a tierras lejanas, donde había fallecido”. En
1053, donó la iglesia de San Juan de Gaztelugatxe al Monasterio de San Juan de
la Peña. Es curioso el amor que tenía el primer Señor de Vizcaya, Don Iñigo
López, pero después intervino en Nájera, en Haro, en San Millán de la Cogolla y
en muchos otros puntos históricos. Pero en la Historia se ve como los Señores
de Vizcaya se unieron en Ayerbe a los hijos del Bearn y de Aragón, para entrar
en Almudévar y en Zaragoza. Vemos como el primer Señor de Vizcaya, tenía por
apellido López ( muerto en 1076), igual que los dueños de Casa López de Botaya.
Después de siglos, Pilar López, se casó con un Casaus y Polonia, como
está escrito en un cristal de casa Ripa de Jaca, se casó con otro Casaus. De
estos dos matrimonios, nacieron mi padre Manuel Almudévar Casaus en Siétamo y
Don Paco RIPA Casaus, en Jaca. Fueron primos hermanos y se trataron siempre con
gran cariño.
Esta familia de López, está
citada en carteles turísticos en Botaya, porque era descendiente de un hermano,
a saber García de Botaya, hermano Lope, Señor de Vizcaya. En Wikipedia, la enciclopedia libre en el apartado dedicado
a Iñigo López, Señor de Vizcaya, pone: ”Lope
y Galindo también tuvieron otro hermano, llamado García DE BOTAYA, quien había
sido monje en el Monasterio de San Juan de la Peña y había fallecido alrededor
de 1057, año en el cual su hermano Lope hace una donación al citado Monasterio
por el alma de hermano que había marchado sin permiso a tierras ajenas, donde
había fallecido. Lope Velázquez aparece en varias ocasiones confirmando documentos
con el que sería su hijo, Iñigo López, y debió fallecer alrededor de 1057, la
última vez que figura en la documentación. Iñigo López tuvo varios hermanos”.
Dice también que “los orígenes familiares no han sido confirmados, muy
probablemente su origen fue navarro”. El Señor de Vizcaya realizó al Monasterio
de San Juan de la Peña, varias donaciones.
Mi primo segundo, Luis Ripa hijo
de Paco Ripa, venía a Huesca y últimamente a Siétamo, a recordar tiempos
pasados de su familia, concretamente de la madre de Don Paco Ripa, Polonia Casaus López de
Botaya. Pilar Casaus López de Botaya, nació en Huesca pues los Casaus, dirigían
una Banca en el Coso Bajo de Huesca y murió en Siétamo, a los setenta y cinco
años de edad, el diecisiete de Enero de 1931. Yo nací en noviembre del año de
1930 y ya no me acuerdo de ella. Mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, falleció el
diecisiete de Enero de 1931, a los ochenta y ocho años de edad.
El hijo de Don Paco Ripa, se
llamaba Luis y se casó con Sandu de “Apellido Indart”, que venía del “Solar
vasco y navarro”. Hay apellidos que
pueden tener un origen común, variando
de uno a otro por una escasa letra. Por ejemplo mi apellido Almudévar,
confirmado en la Villa de Almudévar, viene
del Bearn y en Valencia aparece el bilingüe Onofre Almudévar en unas ocasiones
y otras al mismo Onofre, lo llaman
Almudéver. Al de los Indart se asemeja el apellido Indarte, que dicen que se
halla también por el País Vasco.
Sandu, esposa de Luis Ripa era hija de un militar y
ella con su familia se escondió en una
vivienda de la Vía Layetana de Barcelona y dice en su libro: “Fui a mirar por
las contraventanas de la Vía Layetana a la Jefatura Superior de Policía y horror!,
había parados, dos camiones descubiertos, en uno, cuerpos de muertos, en el
otro muchos brillos, expolio se iglesias y conventos…Allí mismo y mirando hacia
abajo, comprendí que algo muy serio estaba pasando y que quizás eso era la
guerra”.
Y mis hermanos y yo, los mismos
días de Julio de 1936, oímos en nuestra casa de Siétamo, un ruido atronador de
un bala de cañón, que nos hizo refugiarnos en la bodega de la iglesia y por la
tarde, nos llevaron a Huesca. De ahí fuimos a Jaca y Paco Ripa, que estaba
viudo, nos proporcionó mantas y otras ropas, para combatir el frío. “Ardía Barcelona ese
otoño en detenciones, asesinatos y registros. Un día llamaron a nuestro piso
para hacernos un registro, cuando el policía se dirigía a abrir un cajón de una
cómoda, yo tímidamente le dije: “en ese cajón hay estampas religiosas” y ante
mi asombro, me contestó:”yo también tengo”.
Igual que Sandu veía por la vía
Layetana, camiones con cuerpos de muertos y expolios de iglesias y conventos,
en Siétamo se veían volar cuervos que rapiñaban la carne de los difuntos, como
escribe el entonces niño Jesús Vallés Almudévar, que durante la Guerra Civil,
subía desde Fañanás a Siétamo. Los
“rojos” destruyeron el Altar Mayor y los iconos de numerosos santos, que un
ciudadano, que vivía en la Calle Baja, ordenaba sacar de la iglesia a la Plaza Mayor,
donde los abrasaban.
¡Qué mal lo pasaron la familia
Almudévar y la Indartt, durante la Guerra Civil!, pues las autoras de
“Recuerdos de la misma”, escriben: “Se decía, que sólo por ir a misa los domingos,
asesinaban”. Eso en Cataluña, pero en Siétamo al Guardia Civil Borruel, lo
cogieron en la torre de la iglesia de Siétamo, le cortaron los testículos y se
los metieron en la boca. Y al cura, nacido en Alquézar, de veinticuatro años de
edad, lo fusilaron junto al río Guatizalema.
La familia Almudévar Zamora,
huimos de Siétamo, primero a Huesca y después a Jaca y en esta histórica
ciudad, nos encontramos con la Familia Ripa. Don Paco, preocupado por nosotros,
nos proporcionó algún colchón y ropa para que no sufriéramos el frío de la
Montaña. Cierto día en que venía a Jaca, desde Sabiñánigo, una peregrinación de
Santa Orosia, que traían su cabeza para que se “vieran” con su cuerpo, que se conserva en la Catedral de Jaca. Allí
se encontraba una multitud de ciudadanos creyentes e impresionaba la presencia
de individuos con sufrimientos síquicos o endemoniados, Y allí nos encontramos
mi padre y mis hermanos con el Señor Don Paco Ripa. Admirábamos a Santa Orosia
y a Don Paco le surgían pensamientos sobre la humanidad, como le surgieron, a Fray
Domingo La Ripa, en viejos tiempos, al escritor del Libro “Corona Real del
Perineo”, que se llamaba Fray Domingo La Ripa, su pariente.
Cierto día iba yo por Jaca con mi
madre, Doña Victoria Zamora Lafarga y se oyeron los sonidos que producían unos
aviones, al mismo tiempo que sonaba una
sirena de alarma. Nos introdujimos en la Catedral y al oírse los sonidos de las
bombas, mi madre se acostó en el suelo y se metió debajo de uno de los bancos
de la última fila. Este terror es semejante al de Sandu, cuando por la Vía
Layetana veía pasar camiones, con cadáveres de hombres asesinados.
Escribe Sandu que su madre, ”empezó
a buscar en Barcelona, guías de montaña para atravesar el Pirineo, mediante
dinero, naturalmente” y mi padre con mi
abuela Agustina Lafarga Mériz, subieron a Siresa, desde Ansó, para ver si se les daría paso a Francia, pero
no hizo falta, porque la Guerra se estaba acabando, y al poco tiempo bajaron a
Huesca. ¡Qué sufrimientos y qué aventuras tan parecidas pasaron la familia de
Indart en Barcelona y la de Almudévar de Siétamo!.
El padre de Sandu era capitán del
Ejército y tuvo que pedir su cese, ante la Ley de Azaña. Al contemplar en
Barcelona los crímenes que se cometían y el gobierno, prácticamente anarquista,
se presentó de nuevo, como capitán, pero fue hecho prisionero. Un alma buena
facilitó su marcha entre los detenidos y corrió a refugiarse en diversos
domicilios. En tanto su esposa “volvió a abrir su taller de costura, pero tuvo
que ponerlo al servicio de la República, o sea militarizarlo para coser uniformes
de soldado”. Y vivían separados, pero con una unión, que siempre estaban preocupados el uno del otro.
Era el capitán Indart, un hombre
responsable y se presentó en el Ejército para evitar aquella situación, que los comunistas, anarquistas y miembros de unos catorce
sindicatos, decían crear una democracia, pero no paraban de asesinarse unos a
otros. El gran escritor Premio Nobel,
Orwell, estuvo voluntario en nuestra Guerra Civil, en un Sindicato y
vino a España para luchar por la Democracia. Estuvo en Monflotite al lado de Huesca, donde fue herido. Lo
llevaron al hospital provisional de Siétamo y de allí lo llevaron a Tarragona.
Se curó, pero al darse cuenta de que era
buscado por los comunistas para ser fusilado, se escapó a Francia. Su obra literaria
da una idea clara de la Guerra Civil.
Pero su apellido Indart, tenía un
blasón, certificado por Don Vicente de Cadenas y Vicent.”La muy compleja
historia y heráldica del apellido Indart aparece en la magna “Enciclopedia
Hispanoamericana de Heráldica” de los hermanos García Carrafa. El hecho de
encontrarse el apellido Indart en el “Solar Vasco Navarro”, nos hace creer que
el apellido Indart ha realizado alguna prueba de nobleza e hidalguía. Yo no
conozco actos valientes en lejanos tiempos, pero leyendo el folleto de Alvara y
Mercedes Indart, se ve como se expuso a la muerte para defender a España de una
dictadura comunista. Luis Ripa, hijo de
Don Paco Ripa, se casó con Sandu Indart y unió a dos familias vasco –navarras,
de brillante historia.
Pero Don Paco Ripa, hijo de
Polonia Casaus López de Botaya, primo hermano de mi padre Don Manuel Almúdévar,
que fue hijo de la hermana de Polonia, a saber Pilar Casaus, pertenecía a una
línea sucesoria, por Apolonia o Polonia López
( así escrito en los cristales de la Casa Ripa de la Calle Mayor),que venía de
la familia de los Señores de Vizcaya. Así como del capitán Indart, hay que
investigar en Navarra y en Guipuzcoa, algún hecho meritorio, de Ripa se sabe
que pertenecía la misma familia de Fray Domingo La Ripa, gran personalidad en
el Monasterio de San Juan de la Peña, pues entre otras cosas, escribió “La
Corona Real del Pireneo Disputado” y que salió en 1685. Cuando oía hablar a Don
Paco, me parecía oír las palabras de la Historia de Aragón, desde el Monasterio
de San Juan de la Peña, la Alcaldía de Jaca y su función realizada en varios
Gobiernos Civiles de España. Era un señor alto y delgado, con una elegancia, que
en aquellos tiempos, casi no se conocía.
Estaba unido al pueblo y por eso no podré nunca olvidar su presencia en la
procesión “antidiabólica”, que venía el día de Santa Waldesca de Yebra de Basa
a Jaca.
El Monasterio de San Juan de la
Peña, donde está enterrado el Conde de Aranda, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea,
nacido en Siétamo, se encuentra casi al lado del pueblo de Botaya. En el
Monasterio pensaba y escribía Fray Domingo La Ripa y en Botaya, vivían los
López de Botaya, pertenecientes a los Señores de Vizcaya. No es extraño que se
conociera la familia Ripa con la familia de los López de Vizcaya, que vivían en
Botaya. Pilar Casaus López se casó con Don Manuel Almudévar Vallés, que poseía
el Castillo del Conde de Aranda en Siétamo y el padre de Don Paco Ripa de Jaca,
se casara con Polonia Casaus López. He
estado en Botaya y entré en la iglesia, donde se estaba celebrando la Misa de
la fiesta del pueblo. Allí, parecían escucharse las voces de mis antepasados y
al salir de Misa, se contemplaban aquellas chimeneas, que se asomaban al
ambiente callejero, pero que debajo de ellas, se conservaban las palabras, que
ya desaparecieron. Pensé si quedaría en aquel bello pueblo montañés, algún pariente
de la Familia de los López de Botaya. Está, como he dicho Botaya, muy cerca del
Monasterio de San Juan de la Peña y un miembro de la familia de los Señores de
Vizcaya, a saber García de Botaya, estuvo de fraile en el mismo, pero se salió
y murió en lugar desconocido en 1057. Su hermano Lope hizo una donación al
citado Monasterio, por el alma de su hermano, que había marchado a tierras
lejanas. El Rey Sancho Garcés IV de Pamplona, realizó varias donaciones, entre
las que se encuentra la iglesia de San Juan de Gaztelugattxe al Monasterio de San Juan de la Peña.
Con la Desamortización, llegó la
ruina a este Monasterio, que ahora parece haberse corregido en parte, porque de
allí desaparecieron joyas históricas, como libros de Fray Domingo de La Ripa y
cocinas de tiempos pasados y mesas donde los frailes consumían sus alimentos,
en silencio. Los López de Botaya, guardaron algún libro de su pariente Fray
Domingo.
Hoy se puede visitar el
Monasterio con devoción, con amor al Altoaragón y respeto a la Historia pasada,
empezando por la pequeña de mi propia historia. Estamos cerca del Monasterio de
Leyre de Navarra, en la parte oriental del País Vasco, como declaró el historiador
Abarca. Al subir a la meseta del Monasterio, te encuentras no sólo éste, sino
que vives el pasado y el presente de la familia de Vizcaya, con las dos
hermanas Casaus López, que no vi, pero
que en la Misa de la Fiesta de Botaya, me dio la impresión de escuchar sus
voces.
Al entrar en el Monasterio Viejo
y en el Nuevo, me acordé de Fray Domingo La Ripa, que vivió el espíritu de ese
Monasterio y que parece que transmitió su personalidad a Don Paco Ripa, su
pariente, que tenía su voluntad dispuesta a servir a la Ciudad de Jaca y su
espíritu a venerar a los endemoniados humildes, haciéndolos seres libres, que
venían de Yebra de Basa. Tengo una carta escrita por Don Paco, de un viaje que
realizó a Pamplona, desde el Oriente Jaqués al Occidente de Iruña. No la
encuentro, pero como un día lo logre,
comunicaré su contenido a los altoaragoneses. Recuerdo alguna de mis visitas a
Casa Ripa, de la Calle Mayor de Jaca, y en ella se respira un aire histórico,
con su hogar, sus cristales en los que está escrito el nombre de la antepasada,
Polonia López de Botaya. Es agradable la
permanencia en la galería, adornada por parras y en la parte baja, se encuentra
alguna piedra románica, que en viejos tiempos recogerían en las ruinas de la
Catedral o de las antiguas Murallas de Jaca, que se derribaron. Pero lo que
llama más la atención, es la capilla privada, que se encuentra a la derecha de
la puerta del piso. Es una capilla con su altar y con todas las piezas
litúrgicas, que acompañan a estos lugares de culto divino. Hay cáliz, copón, casullas,
albas, campanillas y todas las piezas litúrgicas que sirven para el culto de
una iglesia. Allí, en un banco me senté y pedí al Señor que hiciera felices a
la familia Ripa, que la fundaron.
Luis, el hijo de Don Paco, de
tipo elegante, se casó con Sandu Indart,
apellido vasco (como Iriarte) y después de tener dolores comunes de la Guerra
Civil Española, lo recuerdo por Huesca, en casa de Llanas. Recuerdo también a
su hermana Blanquita, que rimaba con la belleza de su padre Don Paco y la de su
hermano Luis. Su marido, el Ingeniero Tello, estaba destinado en Huesca, nos
comunicábamos mucho y cuando se fue a Madrid, nos dejó catorce ejemplares de
Historia publicados por la Diputación de Huesca. Todavía los conservo.
Igual que en la capilla de los Ripas, recé un
Padre Nuestro por Don Paco Ripa, ahora me entran ganas de recitar un Ave María
por Sandu.
El Monasterio de la Peña me
recuerda a Fray Domingo La Ripa, y la
capilla de la Calle Mayor de Jaca, me trae a la memoria a mi tío Don Paco Ripa.
Los tiempos pasados, hicieron pensar,
hacer la caridad y sufrir y los actuales hacen olvidar los hechos vividos y muchas veces no nos amamos, los hermanos
con la hermana, ni los tíos y primos con sus próximos, ya que nos va
distanciando el tiempo, al mismo tiempo que los parientes lejanos no recordamos
el sublime pensamiento de Fray Domingo de La Ripa y el amor al prójimo de Don
Paco Ripa, como descubrí en la procesión de los sufrientes miembros que pedían
protección a Santa Waldesca. ¡Paco Ripa era un amante del culto divino, que
cultivaron sus antepasados en su Capilla de la Calle Mayor¡.
Yo, recuerdo al ilustre jacetano
Don Paco Ripa y venero su bondad, su elegancia y respeto la familia que dejó en
este mundo, como a Luis Ripa, su esposa Sandu Indart, a sus dos
hijos y a su hija. Tuvo también Don Paco, una hija elegante, y bella, de un humor extraordinario. Hace ya muchos
años conocí a su hijo y hace escaso tiempo le escribí a su hija, llamada Blanca,
como su madre. A esta le escribí lo siguiente: “Te llamas Blanca, como tu buena
y hermosa madre Blanca Ripa. Conocí a tu madre, que en las calles de Huesca,
animaba mi espíritu, así como también a tu padre, el Ingeniero Tello, zaragozano,
que estaba destinado en Huesca. Era un señor amabilísimo, al que daba un gran
placer, escuchar sus comentarios con mi padre Manuel Almudévar Casaus. Este
segundo apellido de Casaus era el que los reconocía como primos hermanos. Cuando
destinaron a tu padre de Ingeniero a Madrid, se acordó de regalarle a mi padre,
los catorce tomos de la Revista Argensola, porque le creaba molestias el
llevarla a Madrid y yo todavía los tengo en Siétamo y cuando los veo, me
acuerdo del Ingeniero Tello, esposo de mi prima segunda, Blanca Ripa. Los
cuadros al óleo de nuestros antepasados, a saber el matrimonio Casaus López, los
guardan en Casa de Llanas. Era el Señor Casaus un banquero, que se formó en Francia y su esposa de Casa
López de Botaya, y que nació en este pueblo, al lado de San Juan de la Peña. De
este Monasterio recogieron algún libro de Ripa, que cuando la Desamortización,
se llevaron muchos y otros los destrozaban. A esta carta que yo le dirigí a
Blanca Ripa, me contestó por el Ordenador, lo siguiente: “Soy Blanca Tello
Ripa, la nieta de Paco Ripa, el primo de Manolito Almudévar, tu padre. Sigo
visitando Jaca, desde hace cincuenta años,
desde Madrid. Me encanta recordar estas tierras, que me ayudaron a crecer”.
Si, las tierras de Jaca le
ayudaron a crecer, en cambio mi padre que se murió a los ochenta y ocho años,
se fijaba tanto en las diversas tierras en las que vivió, que su sobrina, lo
llamaba Manolito, porque esas tierras le daban vida, a pesar de la muerte, que
tantas víctimas creó. La verdad es que cuando estaban juntos Manolito y el
Paquito, al que tantas veces he llamado don Paco, parecían dos niños ingenuos.
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