martes, 20 de noviembre de 2018

Víctor Périz Pérez, hombre con educación eterna.




Este señor, apellidado Périz, nació en Bolea, en su casa, llamada Casa Périz. Su padre era miembro de Casa Lample de Bolea y su madre tenía su origen en Sierra de Luna, pueblo por el que se pasa al otro lado del Gállego, yendo hacia Navarra.
En Bolea vive y vivió en la Calle de la Fuente, en el número 11 y esta casa natal está junto a la conocida Casa de Garcés. En esta Casa de Garcés,  conocía a dos amos, cuando yo ejercía de Veterinario en la noble Villa de Bolea. Uno de ellos se llamaba Jesús y el otro Félix. Jesús estaba casado y era el “dueño mayor de la casa”. Yo, con 29 años estaba de Veterinario en Bolea y tenía una gran amistad con sus dueños. Una hermana de  Garcés  se casó con un Guardia Civil, cuya amistad conmigo duró varios años, pues un día pasó sobre su moto por el pueblo de Siétamo, y se paró en la carretera para saludarme. Tengo un recuerdo de la calle de la Fuente, que  además  de  recibir  sus aguas, se exhibía una antigua iglesia, muy cercana a las casas de Garcés y de Périz.
Yo, cuando ejercía mi profesión en Bolea,  no  recuerdo  haber  estado  en  casa Périz, pero hoy día 16 de Noviembre de este año de 2.018, me he encontrado en Huesca con el señor Víctor Périz y Pérez, habiendo llegado a cumplir yo mismo ochenta y ocho años de edad. Yo, ya tengo una edad, que se está saliendo de la vida humana en este mundo. Pero los recuerdos que la vida que me ha dejado de aquellos pueblos, como Bolea, me hacen despedir de esta vida humana, con cariño. Sí, yo estuve de Veterinario en Bolea cuando tenía veintinueve años y hoy, en que me he encontrado en Huesca con el señor Víctor Périz  y Pérez,  me encuentro cargado de años, pues he cumplido ochenta y ocho.
Le he acompañado a la Oficina de Forestales para rellenar un impreso, en que se pide   la petición de que le concedieran el favor de poder quemar los restos de una poda de árboles.
Se ha quedado Víctor muy satisfecho de reconocerme y le he acompañado al Gran Chalet, donde trabajan los Forestales. Quería Víctor pedir un permiso para hacer desaparecer unos restos de matorral y le he acompañado a dicha Oficina.
Le han entregado el permiso de dar fuego a esos restos forestales y al marchar me ha contado Víctor sus experiencias recibidas en el Servicio Militar. Ahora ya no existe un Servicio Militar Obligatorio, pero Víctor me ha confesado que guarda una gran experiencia de dicho Servicio. Ahora ya no existe Servicio Militar Obligatorio, pero Víctor me ha confesado, que él guarda una gran experiencia del mismo.
Las enseñanzas que recibió Víctor, fueron unas grandes experiencias, que le han sido útiles para toda su vida. Le enseñaron lo que debía respetar de la Sociedad y cumplir el deber de sus obligaciones ciudadanas.
Su comportamiento se lo enseñaron en el Cuartel con gran educación, que le inclinó a cumplirlo con la misma  educación  y exacto cumplimiento.
Cuando Víctor tenía necesidad de comunicar algo a sus superiores, se dirigía a su oficina y llamaba con los nudillos de su mano derecha y con la izquierda cogía el picaporte para abrirlo. Cuando le daban permiso para entrar en la oficina del Oficial, abría la puerta, la empujaba y entraba dentro. Al entrar decía: ¿da usted su permiso,  mi  capitán?. Y   al  recibirlo  decía, mirando frente a frente con los dos brazos en posición de firmes: ¿da usted su permiso para entrar?. Al recibir el si, le comunicaba lo que le habían mandado y al acabar, inclinaba su cabeza, como haciendo un gesto de despedida y exclamaba: ¡A sus órdenes, mi capitán!.

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