domingo, 11 de noviembre de 2018

El gran creador de las comedias de la vida…..





Igual que yo mismo, que no he sido creador en esta vida de comedias, sino una comedia creada por esa misma vida, Luis, ciudadano esclavo como tantos españoles, de la época de la Guerra Civil de 1936, tampoco fue creador de la “La prima Angélica”, obra teatral de Carlos Saura, sino usado por los males de dicha Guerra. “En ella el pasado (1936) y el presente (1973) se funden y esto se muestra mediante la confusión del tiempo histórico que se produce en los planos de la película…Así se delata el tema de la presencia de las heridas del pasado en el presente, clásico asunto del psicoanálisis. La fusión del tiempo tiene también otras consecuencias  frustantes  como el contraste entre el amor infantil de Luis y Angélica, que ha sido acaso su único amor y la relación adulta de un Luis con una Angélica ya casada en una situación que hace imposible la recuperación de aquella relación afectiva”.
 El Mundo está poblado de individuos masculinos y femeninos y algunos de ellos representan comedias, mientras que otros u otras son como muñecos de una materia cárnico- cerebral, que no representan una vida propia, sino que su vida propia, vive como si  su  individualidad pudiera estar representada por muñecos de carne, aparentemente empujados por un espíritu. Tanto es así que recuerda su existencia la de esos muñecos de trapo, que no se mueven ellos, sino que son movidos por cuerdas que desde fuera de sus cuerpos y de sus espíritus, alguien o algo les da una vida, que parece que no les pertenece, sino que sus movimientos obedecen, no se sabe si a una  inteligencia  recortada  o  a  una   semipérdida  de ella.
Existen varios caminos que conducen a los seres humanos a asimilarse a un buen camino, que muchas veces se pierde por “despiste propio o ajeno” o por el envejecimiento no ya de los caminos usados, sino por el deterioro que acarrea la vejez a los órganos humanos desde el cerebro, hasta todas las partes corporales de la materia corporal de los hombres.     
Yo conocí al caballero Carlos Saura, cuando todavía siendo un niño, pues no había llegado a ser tal caballero, ni a crear Películas de Cine, pues aparte de su simpatía personal, heredada yo creo que de su  madre,  creó  por    mismo o en colaboración, películas como La Caza y El Jardín de las Delicias. Es un cineasta, fotógrafo y escritor español, que ilustra las pantallas de los cines filmográficamente desde el año de 1950 hasta el 2010. Ha llevado una vida múltiple, pues a su afición cinematográfica, en 1992 le concedieron la Medalla de Oro de la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas de España. Recibió además premios de Francia y de Italia e investido doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza.
Presentó multitud de películas entre las cuales el año de 1973 su obra La prima Angélica, en la cual, “el pasado de 1936 y  el  presente de 1973, se funden”. “Así se delata la presencia de las heridas del pasado en el presente”.  
De la amistad en la infancia de Carlos Saura conmigo, sale el  olvido  de  Sauras  de esa amistad, vivida entre juegos de niño, en su propia casa, cuando el día seis de Noviembre de este año de 2018, fui a entregarle un artículo sobre su niñez.  Si, Carlos  Sauras  se había olvidado de nuestra antigua amistad, pues al entregarle el artículo sobre su vida colegial y artística en La Diputación de Huesca, en el Teatro Olimpia, no me hizo caso y yo comprendí su actitud, porque ya teníamos ambos el día cinco o seis de Noviembre de 2018, ochenta y siete años de edad, en que el humor se está acabando y no nos acordamos con claridad de nuestro antiguo pasado. Yo no me enfadé, pues me di cuenta, de que su memoria, ya no estaba fresca, sino entorpecida por el paso de los años. Yo mismo me di cuenta de la pérdida de mi memoria y asimilé la disminución de su memoria a mi olvido de mi ilusión juvenil, cuando lo recibimos en compañía de su hermano Antonio en la Diputación Provincial de Huesca, donde yo era vicepresidente.
Yo conocí a Carlos Saura, siendo ambos niños, en el Colegio de San Viator, y que además lo visitaba en su propia casa, acompañados por su madre, que apreciaba enormemente mi presencia.
Pasó este tiempo de la enseñanza primaria y volví a conocerlo, junto con su hermano Antonio, en la Diputación Provincial, donde yo era Vicepresidente. Él fue el que me reconoció y en aquella visita inolvidable, me recordó nuestros juegos infantiles.  



En aquella ocasión, Antonio  “inició la pintura que actualmente cubre el techo de una gran sala en el Edificio de la Diputación Provincial de Huesca, se plantearon tres premisas que han condicionado el desarrollo de la misma. Las tres se refieren tanto al ámbito específico al que la obra iba destinada como a una situación cenital”. Esta obra quedó como recuerdo monumental de  Antonio,  que  como  yo, nació en el año de 1930 y que con su hermano un poco más joven que yo, Carlos, estuvieron gozando y dando alegría a los ciudadanos de su ciudad natal, es decir Huesca.     
En esa época infantil de Carlos en que convivimos como niños, asistiendo al Colegio de San Viator, situado en la Calle de Villahermosa, en el antiguo Palacio de los Duques de Villahermosa, hicimos una gran amistad, pues convertíamos nuestras preocupaciones en juegos,  por  ejemplo  de automóviles de hoja de lata, que hacíamos correr por el suelo de su piso. Mi vida sin ninguna producción extraordinaria, se quedó con aquellos infantiles recuerdos de la vida durante la niñez, pero Carlos con su cerebro agudo y   creador,  creó un mundo del Cine, de la vida y del amor, que hicieron, al encontrarnos de nuevo en la Diputación, establecer una comunicación, que él mismo me hizo soñar en la belleza y en la vida con su alegría y la belleza de sus sueños y darme cuenta de las épocas de la vida, que algunos pasan como Luis y Angélica, que duraron desde 1936 hasta 1973.
Carlos Saura, con su genio creador, inundó el universo con la belleza de sus películas, y con su vida de amor, pero se olvidó con el tiempo de su propia valía, es decir de sus amistades infantiles, de la simpatía de su trato y en definitiva del amor humano, adorando a varias mujeres.
Yo mismo lo pude comprobar al hablarle en la base del escenario del Teatro, de que los años habían comenzado a abandonar su memoria superior. A pesar de haber su fama convocado a multitud de oscenses en las butacas del Teatro Olimpia, al bajar el Genio de Carlos del escenario, fue marchando el público hacia sus domicilios, sin pararse a hablar con el Gran Escritor. Pasó delante de mí una bella mujer, ilusionada, pero cuyo saludo a Carlos fue de una duración escasísima. Luego pasé yo, con una ilusión que había llenado mis recuerdos de ilusión.  Pero no  hizo caso de mi presencia. Le leí una frase del antiguo escrito que hice cuando convivimos hacía ya muchos años y escuchó con gran atención, pero yo desengañado por el cansancio vital del Genio de Carlos, le dejé de leer el papel, en que le conté hace ya muchos años, nuestros juegos infantiles y en nuestra madurez, de la que tuve que escribir la belleza de sus pensamientos y la alegría de su vida. Al darme cuenta del cansancio vital de mi antiguo amigo y ahora olvidado de mi pobre persona, le dejé el papel y me marché.
Allí se quedó con varios elementos artísticos,  rodeándolo  pero sólo y recogido por una bella hija suya.
Me di  cuenta  de  la  vejez  mía  y  de  la del  también envejecido Carlos y me marché sin dar explicaciones ni recibirlas. Al día siguiente me encontré con el inteligente y amable Enrique Mored y me hizo dar cuenta de que estaba en un error, pues al llevar a Carlos a Madrid, me explicó que él mismo, se dio cuenta en su conversación con él, que le explicó el proyecto que tenía de ir a Galicia, donde había descubierto una llamativa historia, que quería dársela a pueblo. Me añadió Enrique Mored, que le preguntó por una obra, por la que circuló el tren, y que él le contestó, que había sido proyectada por mi difunto amigo Arenas, que vivió al lado de Santa Ana, en el segundo piso, de la misma casa en que yo vivía en el entresuelo.
Me di cuenta de que era Carlos un cerebro, que no había perdido su genio sobre los temas políticos.
 Al salir del grupo de políticos y artistas de la Radio –Televisión, me sonrió el Presidente de la Diputación, que estaba esperando, tal vez, reunirse con aquella corte de miembros del Arte y de la Política. Aquella sonrisa me dio fuerzas para seguir repartiendo escritos, ya antiguos que recordaban la simpática vida y antigua alegría de Carlos Saura, acompañado todavía, tan lejos en el tiempo por la artística alegría de aquella Señora, amiga del arte musical, que tuve la suerte de escuchar, en casa de Marieta Pérez, Imprenta al lado de la Farmacia de mi primo José Antonio Llanas Almudévar, que era  Fermina   Atarés  de  Sauras. con ese apellido originado muy cerca de San Juan de la Peña, donde ejerció de Abad mi pariente Ripa. Si, aquel paisaje histórico y señorial del conjunto montañoso y monástico, con el Convento de Monjas, casi en su  base,  que  con  su feminidad, endulzaban y llenaban de amor a sus habitantes, puede ser que dejara a Carlos Saura una mente elevada por aquel conjunto montañés y conventual de San Juan de la Peña.



 ¡Qué   recuerdos   de  aquel Monasterio en que cantaban canciones litúrgicas y en el pueblo de Atarés, fabricaban a mano, unas pequeñas “carraclas”, que usaban los campesinos para buscar  una conversación con Dios, cerca del elevado Monasterio. En tanto en el pueblo de Botaya,  al lado del  Monasterio Nuevo en la parte Norte, vivían las hermanas López de Botaya, una casada con Ripa de Jaca y otra con Manuel Almudévar de Siétamo. Esta López de Botaya, al ser invadido el Monasterio y robado, se trajo a Siétamo, un Libro de Historia del Monasterio. No sé si  Fermina Atarés de Sauras  se acordaría de aquellas  “carraclas” u objetos de madera, para hacer sonar el ruido en las procesiones de Semana Santa y por los niños corriendo por las calles, recordando al pueblo, la redención de Cristo. No es extraño que si se fabricaban  “carraclas”  en Atarés, para la Semana Santa,  que Victorino, Presidente de los Danzantes Oscenses y famoso hortelano, hermano de Flora Solanes, hiciera sonar a las espadas en las Danzas de San Lorenzo, contra el demonio, al que hacían , en Atarés, huir  de dicho pueblo en la Semana Santa. 


Flora Solanes, hermana del famoso Danzante y Hortelano oscense, Victorino, le mandaba a Fermina Atarés de Sauras, a la capital madrileña, ”tortetas y morcillas”,de las que se fabrican en la Tabla Nueva.
Estas compras las pagaba doña Flora Solanes a medias con MARIETA PÉREZ. Cada vez que doña Fermina se veía tan bien suministrada de productos oscenses, le hablaba a Sampietro de multitud de temas familiares; una vez le decía que su hijo Carlos lo que debía hacer era abrir en la Puerta del Sol, un buen centro de fotografía, que le daría más dinero que el Cine y no podía callarse de los distintos amores de su hijo.
Pero yo guardo un grueso libro con cubiertas de cuero animal, editado en el año Mil seiscientos ochenta y ocho en Zaragoza en el que está escrita la Historia del Monasterio, por Fray Domingo La Ripa, Monje Benito Claustral.
 ¡Carlos, que visiones antiguas obtendrías representando una película de aquel Monasterio y de aquellos cercanos pueblos  del  mismo!. Porque la Historia dice la relación del Monasterio de Leyre con el de San Juan de la Peña, que están próximos uno del otro. ”En la Monástica carta que dio el Rey Sancho el Mayor en San Salvador de Leyre, para la Restauración de la Disciplina Monástica por medio de los Monjes de Cluni, en fecha 21 de Octubre, día de las Santas Nunilona y Alodia, veneradas en el Monasterio de Leyre, y traídas desde Adahuesca, después de martirizadas por los moros, recuerda su origen y les eleva oraciones”.
Cerca del pueblo de Fermina Atarés de Sauras, en el Monasterio de Leyre, están los cuerpos mártires de las hijas de Adahuesca, Nunilona y Alodia. Su madre era cristiana y su padre moro y por no abandonar su amor a Cristo fueron sacrificadas por orden de su padre. Estos hechos ocurrieron cuando los moros dominaban en Alquézar y en Huesca.
 La obra “La prima Angélica”, es un análisis sobre el pasado año de 1936 y el presente de 1973, quienes ue se funden”. Este Libro escribe  del  pasado  heroico  de las santas mujeres de Adahuesca, Nunilona y Alodia, mártires. Carlos Saura, tal   vez,  comparara  su  martirio, con lo que sufrió Luis, trayendo desde Barcelona a Segovia, los restos de su madre, para inhumarlos en el panteón familiar. En Segovia se quedaba en esta ciudad a pasar el verano en casa de su tía Pilar y de su prima Angélica. La Guerra Civil de 1936, le impidió a Luis volver a Barcelona donde conviviría con sus padres y en Segovia la continuada convivencia con su prima Angélica, le conmovió en su corazón un sentimiento de amor.
¿Quiénes serían más felices, Nunilona y  Alodia o Luis y su prima Angélica?.



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