Igual que yo mismo, que no he
sido creador en esta vida de comedias, sino una comedia creada por esa misma
vida, Luis, ciudadano esclavo como tantos españoles, de la época de la Guerra
Civil de 1936, tampoco fue creador de la “La prima Angélica”, obra teatral de
Carlos Saura, sino usado por los males de dicha Guerra. “En ella el pasado
(1936) y el presente (1973) se funden y esto se muestra mediante la confusión
del tiempo histórico que se produce en los planos de la película…Así se delata
el tema de la presencia de las heridas del pasado en el presente, clásico
asunto del psicoanálisis. La fusión del tiempo tiene también otras
consecuencias frustantes como el contraste entre el amor infantil de
Luis y Angélica, que ha sido acaso su único amor y la relación adulta de un
Luis con una Angélica ya casada en una situación que hace imposible la
recuperación de aquella relación afectiva”.
El Mundo está poblado de individuos masculinos
y femeninos y algunos de ellos representan comedias, mientras que otros u otras
son como muñecos de una materia cárnico- cerebral, que no representan una vida
propia, sino que su vida propia, vive como si
su individualidad pudiera estar
representada por muñecos de carne, aparentemente empujados por un espíritu.
Tanto es así que recuerda su existencia la de esos muñecos de trapo, que no se
mueven ellos, sino que son movidos por cuerdas que desde fuera de sus cuerpos y
de sus espíritus, alguien o algo les da una vida, que parece que no les
pertenece, sino que sus movimientos obedecen, no se sabe si a una inteligencia recortada o a una semipérdida de ella.
Existen varios caminos que
conducen a los seres humanos a asimilarse a un buen camino, que muchas veces se
pierde por “despiste propio o ajeno” o por el envejecimiento no ya de los
caminos usados, sino por el deterioro que acarrea la vejez a los órganos
humanos desde el cerebro, hasta todas las partes corporales de la materia
corporal de los hombres.
Yo conocí al caballero Carlos
Saura, cuando todavía siendo un niño, pues no había llegado a ser tal caballero,
ni a crear Películas de Cine, pues aparte de su simpatía personal, heredada yo
creo que de su madre, creó por sí mismo o en colaboración, películas como La Caza
y El Jardín de las Delicias. Es un cineasta, fotógrafo y escritor español, que
ilustra las pantallas de los cines filmográficamente desde el año de 1950 hasta
el 2010. Ha llevado una vida múltiple, pues a su afición cinematográfica, en
1992 le concedieron la Medalla de Oro de la Academia de las Ciencias y las
Artes Cinematográficas de España. Recibió además premios de Francia y de Italia
e investido doctor honoris causa por la Universidad de Zaragoza.
Presentó multitud de películas
entre las cuales el año de 1973 su obra La prima Angélica, en la cual, “el
pasado de 1936 y el presente de 1973, se funden”. “Así se delata
la presencia de las heridas del pasado en el presente”.
De la amistad en la infancia de
Carlos Saura conmigo, sale el olvido de Sauras
de esa amistad, vivida entre juegos de
niño, en su propia casa, cuando el día seis de Noviembre de este año de 2018,
fui a entregarle un artículo sobre su niñez. Si, Carlos Sauras se
había olvidado de nuestra antigua amistad, pues al entregarle el artículo sobre
su vida colegial y artística en La Diputación de Huesca, en el Teatro Olimpia,
no me hizo caso y yo comprendí su actitud, porque ya teníamos ambos el día
cinco o seis de Noviembre de 2018, ochenta y siete años de edad, en que el
humor se está acabando y no nos acordamos con claridad de nuestro antiguo
pasado. Yo no me enfadé, pues me di cuenta, de que su memoria, ya no estaba
fresca, sino entorpecida por el paso de los años. Yo mismo me di cuenta de la
pérdida de mi memoria y asimilé la disminución de su memoria a mi olvido de mi
ilusión juvenil, cuando lo recibimos en compañía de su hermano Antonio en la
Diputación Provincial de Huesca, donde yo era vicepresidente.
Yo conocí a Carlos Saura, siendo
ambos niños, en el Colegio de San Viator, y que además lo visitaba en su propia
casa, acompañados por su madre, que apreciaba enormemente mi presencia.
Pasó este tiempo de la enseñanza
primaria y volví a conocerlo, junto con su hermano Antonio, en la Diputación
Provincial, donde yo era Vicepresidente. Él fue el que me reconoció y en
aquella visita inolvidable, me recordó nuestros juegos infantiles.
En aquella ocasión, Antonio “inició la pintura que actualmente cubre el
techo de una gran sala en el Edificio de la Diputación Provincial de Huesca, se
plantearon tres premisas que han condicionado el desarrollo de la misma. Las
tres se refieren tanto al ámbito específico al que la obra iba destinada como a
una situación cenital”. Esta obra quedó como recuerdo monumental de Antonio, que como
yo, nació en el año de 1930 y que con su
hermano un poco más joven que yo, Carlos, estuvieron gozando y dando alegría a
los ciudadanos de su ciudad natal, es decir Huesca.
En esa época infantil de Carlos
en que convivimos como niños, asistiendo al Colegio de San Viator, situado en
la Calle de Villahermosa, en el antiguo Palacio de los Duques de Villahermosa,
hicimos una gran amistad, pues convertíamos nuestras preocupaciones en juegos, por ejemplo
de automóviles de hoja de lata, que
hacíamos correr por el suelo de su piso. Mi vida sin ninguna producción
extraordinaria, se quedó con aquellos infantiles recuerdos de la vida durante
la niñez, pero Carlos con su cerebro agudo y creador, creó un mundo del Cine, de la vida y del
amor, que hicieron, al encontrarnos de nuevo en la Diputación, establecer una
comunicación, que él mismo me hizo soñar en la belleza y en la vida con su alegría
y la belleza de sus sueños y darme cuenta de las épocas de la vida, que algunos
pasan como Luis y Angélica, que duraron desde 1936 hasta 1973.
Carlos Saura, con su genio
creador, inundó el universo con la belleza de sus películas, y con su vida de
amor, pero se olvidó con el tiempo de su propia valía, es decir de sus
amistades infantiles, de la simpatía de su trato y en definitiva del amor
humano, adorando a varias mujeres.
Yo mismo lo pude comprobar al
hablarle en la base del escenario del Teatro, de que los años habían comenzado
a abandonar su memoria superior. A pesar de haber su fama convocado a multitud
de oscenses en las butacas del Teatro Olimpia, al bajar el Genio de Carlos del
escenario, fue marchando el público hacia sus domicilios, sin pararse a hablar
con el Gran Escritor. Pasó delante de mí una bella mujer, ilusionada, pero cuyo
saludo a Carlos fue de una duración escasísima. Luego pasé yo, con una ilusión
que había llenado mis recuerdos de ilusión. Pero no
hizo caso de mi presencia. Le leí una frase del antiguo escrito que hice
cuando convivimos hacía ya muchos años y escuchó con gran atención, pero yo
desengañado por el cansancio vital del Genio de Carlos, le dejé de leer el
papel, en que le conté hace ya muchos años, nuestros juegos infantiles y en
nuestra madurez, de la que tuve que escribir la belleza de sus pensamientos y
la alegría de su vida. Al darme cuenta del cansancio vital de mi antiguo amigo
y ahora olvidado de mi pobre persona, le dejé el papel y me marché.
Allí se quedó con varios
elementos artísticos, rodeándolo pero sólo y recogido por una bella hija suya.
Me di cuenta de la vejez mía
y de la
del también envejecido Carlos y me
marché sin dar explicaciones ni recibirlas. Al día siguiente me encontré con el
inteligente y amable Enrique Mored y me hizo dar cuenta de que estaba en un
error, pues al llevar a Carlos a Madrid, me explicó que él mismo, se dio cuenta
en su conversación con él, que le explicó el proyecto que tenía de ir a
Galicia, donde había descubierto una llamativa historia, que quería dársela a
pueblo. Me añadió Enrique Mored, que le preguntó por una obra, por la que
circuló el tren, y que él le contestó, que había sido proyectada por mi difunto
amigo Arenas, que vivió al lado de Santa Ana, en el segundo piso, de la misma
casa en que yo vivía en el entresuelo.
Me di cuenta de que era Carlos un
cerebro, que no había perdido su genio sobre los temas políticos.
Al salir del grupo de políticos y artistas de
la Radio –Televisión, me sonrió el Presidente de la Diputación, que estaba esperando,
tal vez, reunirse con aquella corte de miembros del Arte y de la Política.
Aquella sonrisa me dio fuerzas para seguir repartiendo escritos, ya antiguos
que recordaban la simpática vida y antigua alegría de Carlos Saura, acompañado
todavía, tan lejos en el tiempo por la artística alegría de aquella Señora,
amiga del arte musical, que tuve la suerte de escuchar, en casa de Marieta
Pérez, Imprenta al lado de la Farmacia de mi primo José Antonio Llanas Almudévar,
que era Fermina Atarés de Sauras. con ese apellido originado muy cerca
de San Juan de la Peña, donde ejerció de Abad mi pariente Ripa. Si, aquel
paisaje histórico y señorial del conjunto montañoso y monástico, con el
Convento de Monjas, casi en su base, que con
su feminidad, endulzaban y llenaban de
amor a sus habitantes, puede ser que dejara a Carlos Saura una mente elevada por
aquel conjunto montañés y conventual de San Juan de la Peña.
¡Qué recuerdos de aquel Monasterio en que cantaban canciones
litúrgicas y en el pueblo de Atarés, fabricaban a mano, unas pequeñas
“carraclas”, que usaban los campesinos para buscar una conversación con Dios, cerca del elevado
Monasterio. En tanto en el pueblo de Botaya, al lado del Monasterio Nuevo en la parte Norte, vivían las hermanas
López de Botaya, una casada con Ripa de Jaca y otra con Manuel Almudévar de
Siétamo. Esta López de Botaya, al ser invadido el Monasterio y robado, se trajo
a Siétamo, un Libro de Historia del Monasterio. No sé si Fermina Atarés de Sauras se acordaría de aquellas “carraclas” u objetos de madera, para hacer
sonar el ruido en las procesiones de Semana Santa y por los niños corriendo por
las calles, recordando al pueblo, la redención de Cristo. No es extraño que si
se fabricaban “carraclas” en Atarés, para la Semana Santa, que Victorino, Presidente de los Danzantes
Oscenses y famoso hortelano, hermano de Flora Solanes, hiciera sonar a las
espadas en las Danzas de San Lorenzo, contra el demonio, al que hacían , en
Atarés, huir de dicho pueblo en la
Semana Santa.
Flora Solanes, hermana del famoso Danzante y Hortelano oscense, Victorino, le mandaba a Fermina Atarés de Sauras, a la capital madrileña, ”tortetas y morcillas”,de las que se fabrican en la Tabla Nueva.
Flora Solanes, hermana del famoso Danzante y Hortelano oscense, Victorino, le mandaba a Fermina Atarés de Sauras, a la capital madrileña, ”tortetas y morcillas”,de las que se fabrican en la Tabla Nueva.
Estas compras las pagaba doña Flora
Solanes a medias con MARIETA PÉREZ. Cada vez que doña Fermina se veía tan bien
suministrada de productos oscenses, le hablaba a Sampietro de multitud de temas
familiares; una vez le decía que su hijo Carlos lo que debía hacer era abrir en
la Puerta del Sol, un buen centro de fotografía, que le daría más dinero que el
Cine y no podía callarse de los distintos amores de su hijo.
Pero yo guardo un grueso libro
con cubiertas de cuero animal, editado en el año Mil seiscientos ochenta y ocho
en Zaragoza en el que está escrita la Historia del Monasterio, por Fray Domingo
La Ripa, Monje Benito Claustral.
¡Carlos, que visiones antiguas obtendrías
representando una película de aquel Monasterio y de aquellos cercanos pueblos del mismo!. Porque la Historia dice la relación
del Monasterio de Leyre con el de San Juan de la Peña, que están próximos uno
del otro. ”En la Monástica carta que dio el Rey Sancho el Mayor en San Salvador
de Leyre, para la Restauración de la Disciplina Monástica por medio de los
Monjes de Cluni, en fecha 21 de Octubre, día de las Santas Nunilona y Alodia, veneradas en el
Monasterio de Leyre, y traídas desde Adahuesca, después de martirizadas por los
moros, recuerda su origen y les eleva oraciones”.
Cerca del pueblo de Fermina
Atarés de Sauras, en el Monasterio de Leyre, están los cuerpos mártires de las
hijas de Adahuesca, Nunilona y Alodia. Su madre era cristiana y su padre moro y
por no abandonar su amor a Cristo fueron sacrificadas por orden de su padre.
Estos hechos ocurrieron cuando los moros dominaban en Alquézar y en Huesca.
La obra “La prima Angélica”, es un análisis
sobre el pasado año de 1936 y el presente de 1973, quienes ue se funden”. Este
Libro escribe del pasado heroico
de las santas mujeres de Adahuesca,
Nunilona y Alodia, mártires. Carlos Saura, tal
vez, comparara su martirio,
con lo que sufrió Luis, trayendo desde Barcelona a Segovia, los restos de su
madre, para inhumarlos en el panteón familiar. En Segovia se quedaba en esta
ciudad a pasar el verano en casa de su tía Pilar y de su prima Angélica. La
Guerra Civil de 1936, le impidió a Luis volver a Barcelona donde conviviría con
sus padres y en Segovia la continuada convivencia con su prima Angélica, le
conmovió en su corazón un sentimiento de amor.
¿Quiénes serían más felices,
Nunilona y Alodia o Luis y su prima
Angélica?.
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