sábado, 2 de marzo de 2019

La ermita de Salas





Tengo viejos recuerdos de la Ermita de Salas, no sólo  míos,  sino  también  de    ya difunto primo José Antonio Llanas. “Y José  Antonio  recordando  sus  años  infantiles,  hablaba de los santeros de las ermitas, ya que el santero de Salas lo conocía porque iba a la Farmacia de su padre con la “capilleta” de las Vírgenes, a recordar a la gente que hicieran oración y de paso que le echaran una limosna en la caja petitoria para poder vivir como ermitaño y en la ermita donde “la gente no sabe la existencia de los santuarios de comedores y cuartos para dormir. Y los santeros esperaban el día en que hacían  la  romería  las Cofradías, porque a los cofrades, los sentaban a comer con ellos”. Pero José Antonio cuando, con sus amigos iba a Salas a coger regaliz de palo, se encontraba al santero, que le daba agua de su botijo y era de agradecer porque por allí el agua no era potable.
Y José Antonio recordando sus años infantiles habla de los santeros de las ermitas, ya que al santero de Salas lo conocía porque iba a la Farmacia de su padre con la “capilleta” de las Vírgenes  a  recordar  a la gente que hiciera oración y de paso, que le echaran una limosna  en la caja petitoria, para poder vivir como ermitaño  y en la ermita,  donde “la gente no sabe la existencia en los santuarios con comedores y cuartos para dormir. Y los santeros esperaban el día en que hacían  la  romería  las cofradías,  porque  los cofrades los sentaban a comer con ellos”. Pero José Antonio cuando con sus amigos iba a Salas a coger regaliz de palo, se encontraba al santero, que les daba agua de su botijo y era de agradecer porque por allí el agua de su botijo, solucionaba su sed.
 Existían otras cofradías, como la  del  Monasterio de Loreto, la de la ermita de Cillas, cuyo santero cura tenía éxtasis, y la  del   Santuario  de  San Come y San Damián, que fue tal vez el último de ellos, que tuvo santero, pagado por los  Condes de Guara y por la de Santa Lucía, pero dice que en los años cuarenta, apareció por  Huesca , una mujer pidiendo limosna para la Virgen de  Torreciudad. “Decían que se levantaría una iglesia enorme y que acudiría todo el mundo y la gente ignoraba la existencia de ese santuario”.  
Estos encuentros de los niños y mozos con los santeros se dieron en la Ermita de Salas, durante largos tiempos, pues esta Ermita se levantó en honor de Santa María, Madre de Dios, en el Sur- Este de la urbe de Huesca, en el término agrícola del Almériz, se levantó al principio del siglo XIII por La reina Doña Sancha, esposa de Alfonso II.  Fue un punto de peregrinación, incluso desde Castilla. Más tarde el pueblo de Quicena hacía su peregrinación a estas Vírgenes y ahora la  hacen,  nuevamente a pie. Es esta iglesia de estilo románico. Sobre la puerta  se  exhibe  un espléndido rosetón  y por el Norte se levanta una galería de arcos del siglo XVI, donde tal vez se encontraba la hospedería, que hoy ha desaparecido.
Pero José Antonio Llanas con sus compañeros y amigos, iban a recoger raíces de regaliz, hicieron amistad con el santero y a veces hacían alguna merienda, bajo la galería de los arcos del siglo XVI. Yo tengo un recuerdo de ir a ver y saludar a un camarero, que había renunciado a su profesión e iba a dormir bajo los arcos de esta galería. El día que lo saludé, quise conocer sus pensamientos, pero con amabilidad, no pude entender su confundida psicología. Yo llegué hasta la ermita y  el  habitante del espacio de debajo de los arcos, siguió andando hasta Huesca.
Este encuentro con el joven camarero, con su cerebro desbocado, me recordó el descerebro desbocado de los hombres en distintas ocasiones. El joven buscaba el consuelo de su descerebro, en las Vírgenes que protegieron a Huesca y durante siglos los descerebrados guerreros que luchaban en los años de 1936, que unos alababan a Dios y otros lo maldecían.
¿Qué pasa en los cerebros humanos, que unas veces aman a las Vírgenes de Salas y otras se pierden en la soledad, que les impulsa a dormir en los claustros de  Salas  o  en el  otro mundo por las  guerras?.
Se viven en este templo bienes artísticos, entre los que destaca un retablo del siglo XVIII dedicado a la Virgen. En este retablo aparecen en una hornacina, dos imágenes de la Virgen, una del siglo XVIII, sentada y otra del siglo XV, en tamaño natural.




Santuario de Nuestra Señora de Salas de Huesca, por Valentin Carderera .

Estas imágenes de la Virgen son una Santa María de la Huerta y más tarde se trasladó a este templo otra imagen de la Virgen de la Virgen de Salas. Los milagros de ésta los relató en las  Cántigas de Santa María del Rey Alfonso X el Sabio, en Salas.
Ya se escuchan escasamente esa Cántigas, pero en esta Ermita se veneran las dos vírgenes, que son una sola, aunque por un lado está la Virgen de Salas  y  por el  otro, la de La Huerta y allí acude el pueblo devoto de Quicena y la de Huesca. En aquella arboleda celebran sus banquetes y sus cantos y sus bailes y se escucha música y se recogen raíces de regaliz “de palo”.
Huesca no puede olvidar este grande y bello santuario de las vírgenes de Salas y de la Huerta y cada oscense guarda en su corazón algún recuerdo amoroso o triste de tiempos pasados. 

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