Hace escasos meses que celebramos
muchos, por entonces, jóvenes en la Facultad de Veterinaria de Zaragoza, el
cincuenta aniversario de haber comenzado nuestra carrera de Veterinaria. ¡Qué
emoción produce en los corazones el encontrarse con los compañeros!; si, porque
emociona el volverse a reunir en aquellas aulas, pasillos, laboratorios y agradecer
juntos, en aquella capilla, el haber podido pasar cincuenta años, trabajando
cada uno en distintas actividades relacionadas con el ganado, como la
enseñanza, la alimentación, ya fuera a los hombres o a los animales, deportivas
con caballos, o con múltiples canes, ya fueran de caza o de compañía. Había llegado el momento de recordarnos unos a
otros nuestros problemas y nuestros éxitos en la profesión.
Entre otros veterinarios estaba
el hijo del pueblo leridano de Guissona, Chaume Alsina Calvet, del que me
acordé hasta de su segundo apellido y
sin embargo no lo reconocí de momento, hasta que al identificarse, entraron
múltiples recuerdos en mi memoria, como su elegancia, ya que en aquellos viejos tiempos
vestía su traje, ropaje que ahora ya no
llevamos cada día, ni él ni nosotros; y sonreía continuamente, sonrisa que después
de pasado tanto tiempo, todavía alegra a su pueblo y a la empresa por él creada.
Han pasado, como he dicho escasos
meses de nuestro encuentro en Zaragoza y, al despedirnos, nos invitó a los
asistentes al aniversario, a acudir a Guissona,
donde nos mostraría las diversas instituciones, que en dicho pueblo había
fundado y a mí me parece, que era el
ciudadano, que no sólo “daba el pan” a sus paisanos, sino a un enorme mapa, que
recorre cada día con unos ciento setenta vehículos, para abastecer a su
población, servida por trescientas y pico tiendas.
El día cinco de Junio del año
2007, hemos vuelto a coincidir con Chaume en su pueblo de Guissona, al que él
volvió al acabar la carrera; en dicho pueblo no había mas que una pequeña
Cooperativa, que él con su inteligencia y con su espíritu comercial, hizo
evolucionar y llegar a una cumbre de esplendor, en medio de un Valle, parecido
a nuestras tierras de Adahuesca y de Siétamo y rodeado de pequeñas colinas, en
cuyas cumbres se divisan masías e iglesias. Al ver aquel paisaje se preguntaban
algunos y algunas sobre detalles arquitectónicos, que por allí se veían, como
por ejemplo las ventanas coronadas de arcos, en muchas masías, que no eran
ermitas ni templos.
El día cinco, como he escrito,
acudimos a Guissona, los viejos compañeros de Facultad para ver las obras, que
se han creado. El, siempre sonriente, como en su juventud, acompañado por su
esposa no nos dejó ni un solo momento. Después nos mostró el enorme Matadero,
obra inmensa en extensión y en producción; pasamos después por la Residencia de
Jubilados, alguno de los cuales, al aproximarse Chaume a ellos, empezaron a
derramar lágrimas, como reconociendo su agradecimiento a la obra realizada por
él.
El matadero es enorme, por ser
mixto, es decir que en él se sacrifican
desde pollos, conejos, pasando por cerdos y acabando en el ganado vacuno. Pero además, en tan práctico matadero se fabricaban unas
magníficas tortas de bizcocho, también fabricadas en Guissona. Al contemplar el
gran edificio, donde se fabrican yogures, flanes y otros productos lácteos, que
se preparan paralelamente al funcionamiento del Matadero de Pollos, quedé
admirado por la rapidez y eficacia con que trabajaban aquellas personas con
aquellas máquinas, que mataban ocho mil
pollos a la hora, separaban las distintas piezas y las sacaban en bandejas de
plástico, envueltas y etiquetadas.
Ocurría lo contrario en otros mataderos, que en todo un día mataban hasta cinco
mil pollos, pero tenían después que separar las distintas piezas con cuchillos.
En un secadero están colgados en
estos momentos unos setecientos mil jamones, de los cuales muchos los pasan por
máquinas, que les quitan los huesos y les dan formas
rectangulares. Pero es difícil
seguir en una mañana todos los procesos que se siguen en este Matadero, porque
allí se fabrican chorizos, longanizas, butifarras, salchichas e incluso por
medio de largas cadenas, preparan canelones con cifras casi increibles, puesto que en una hora sacan unos doce mil.
Para recorrer tan largos pasillos, disponían de una máquina de aluminio, con
motor eléctrico, a la que acoplaban varias vagonetas, en las que fuimos
nosotros trasladados, después de vestirnos con una bata blanca, cubrir nuestras
cabezas con un sombrero cada uno y calzar nuestros pies con unos plásticos azules.
Era un pequeño tren en el que íbamos contentos, como niños, mirando las
distintas fases de la producción del Matadero. En una sala se veían máquinas
nuevas y grandes, pero no funcionaban y al preguntárselo a Chaume, me dijo que
se iban a emplear para sacrificar cerdos ibéricos, que pesaban unos ciento
cincuenta kilos y a ellos se adaptarían mejor las máquinas cortadoras.
Después de ver una factoría de
tanto volumen, me interesé por su creador, es decir por Chaume. Hace ya
cincuenta años me admiró su eterna sonrisa, que no ha perdido y su capacidad
para sacar adelante los estudios en la Facultad. Ahora al llegar al
Supermercado de Guissona, nos pusimos a almorzar, tomando cada uno lo que
apetecía y él echaba las monedas en las máquinas, para sacarnos las bebidas que
le pedíamos. Pero no eran sólo las organizaciones sociales y fabriles, que estaban en el pueblo donde él nació, sino
que me enteré de que en Bujaraloz
obtenía componentes para los piensos compuestos que producía y en
el oscense pueblo de Sena, dirige granjas de
cerdos, en cantidades de las que yo, no
me acuerdo, porque tales cifras producen mareos en mi cabeza. En cambio en la
suya, se efectúan pensamientos totalmente humanos, como el de crear un campo de
golf, en una finca de su familia para que los escasos jóvenes agricultores que
viven por aquellos pueblos, puedan divertirse, para que no tengan necesidad de
marcharse de su tierra. Vi unos grupos de viviendas modernas adosadas, pero con
aspecto de chalets y me dijeron que las había levantado para las numerosas
familias de inmigrantes, que trabajaban en sus factorías de Guissona. El nació
en tal pueblo, pero sus padres eran naturales del pequeño pueblo de Palauet y
él recordaba su pasado y amaba tanto esa casa, que la estaba reconstruyendo.
Merecía la pena, ya que en su fachada ponía como fecha de inauguración el año
mil seiscientos uno y en dicha casa se conservaban escritos en los que se
citaban cantidades de libras barcelonís. El, al ver esas cifras de dinero,
pensaba que tal materia sería necesaria para hacer crecer la vida en este
mundo, sin olvidarse del otro y así ha procedido durante los últimos cincuenta
años.
Como escribe Fernando
Arrabal sobre el catalán, como
Chaume, Dalí, que con esos pensamientos,
”consiguió….hallar en su propia obra los
ecos, los paralelos y las perspectivas de la realidad”. La realidad es la que
preside la cabeza de Chaume, pensando en dar de comer, como lo hizo Cristo en
la multiplicación de los panes y de los peces, en dar alojamiento a las familias
y en recoger a los ancianos.
En la reunión en la que nos
explicaba el funcionamiento de su obra, yo le pregunté que era lo que iba a
pasar, al subir tanto los cereales, necesarios para la alimentación del ganado
y me contestó que él seguiría buscando la calidad de sus productos y ajustaría
el precio todo lo que pudiera, pero al llegar a Andorra, donde nos llevó un
compañero andorrano y gran participante en la política de su País, le pregunté
a éste que era lo que iban a hacer para encontrar solares y me contestó que en
Mónaco toman el mar para ampliar el espacio del Principado y en Andorra, se comían la piedra. Entonces
pensé en la respuesta a la pregunta: si se elevan los precios, Chaume procurará
seguir dando de comer a tantos hombres
y mujeres de este mundo, con productos agradables al gusto y con proteínas de origen animal,
aunque tenga que hacer esfuerzos como los habitantes de Mónaco o los de
Andorra.
Como he dicho la normalidad rige la vida de Chaume, porque se casó con
una mujer maravillosa, que lo ha acompañado durante muchos años, lo ha animado
en momentos difíciles y no lo ha dejado sólo en ningún momento. Han tenido
siete hijos, que trabajan en las empresas creadas por Chaume y que
como el armario que vimos en Andorra, en kque los síndicos guardaban sus
papeles y que se abría con siete llaves, en
este “armario” de Guissona, los
siete hermanos serán las llaves que
continuarán sus ideas y las de su buena madre.
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