sábado, 29 de junio de 2019

De Angués a Siétamo.


   

Conocer a los hombres es un problema que siempre me ha atraído, porque conocer a uno de ellos es muy interesante, pero conocer a un padre, a un hijo como Rafael y a un nieto también llamado Rafael, nos aclara el camino que Dios ha señalado a los hombres, pero más que señalarlo, es darles a los hombres libertad para seguir el camino, que su entendimiento y su conciencia les indican a los hombres, a través de los tiempos.
Parece que la búsqueda de ese camino, conduce al hombre a buscar a Dios, que nos ha  dado  la  inteligencia  primero, sobre todo en tiempos pasados, para poder comer y vivir y transmitir la vida a sus hijos. El padre de Rafael y abuelo del siguiente Rafael, nació  en  Angüés, donde trabajó desde obrero del campo y de la ganadería hasta como mecánico de coches, de tractores y aperos agrícolas.
Ya siendo mayor, le salió la oportunidad en Siétamo de trabajar en una profesión moderna en aquellos tiempos, como era la porcinocultura. Yo como veterinario bajaba al mesón, a visitarle los cerdos, que él cuidaba con muchos conocimientos, pero el dueño del Mesón no lo trataba muy bien, pero en medio de los problemas, estaba su hijo, entonces Rafaelito, que con su inteligencia y su agudeza mental, aprendió a castrar y a operar a los animales de su padre.
Siempre sonreía y hacía agradable la vida al consciente Rafael, su padre.
Ha pasado el tiempo a pesar de sus viajes por las Islas Canarias y del paso de la vida paternal de Don Rafael, su padre por la vida, y sigue tan sonriente como hace ya muchos años, cuando todavía era un niño.

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