No se ha acabado porque tengo
ochenta y ocho años y la viví con mis padres y abuelas, mis tíos, mis hermanos
y todos los que fueron vecinos nuestros. Sufríamos nosotros y veíamos sufrir a
nuestros vecinos, en
Siétamo, en Huesca, en Jaca y
en Ansó.
Yo me acuerdo de esa Guerra, en
la que murieron, dicen que un millón de españoles y otros que huyeron de su
Patria a Francia, a Méjico y otras naciones, multitudes humanas.
Hoy, día uno
de Abril de 2.019, se cumplen ochenta años del
fin de la Guerra Civil, de la que se está acabando la memoria de los españoles
de recordarla, pero todavía no se ha acabado todavía su recuerdo en mi memoria
y con más de ochenta y ocho años, en que todavía me encuentro, me acuerdo de la
tristeza, que en mí y en todos los españoles, causó.
Cuando estoy tomando un café en
un velador del Bar, que se encuentra delante del Campo de Baloncesto, veo al
otro lado el edifico Ayuntamiento de Siétamo, obra nueva que se levantó sobre las ruinas de varias casas ,y que enseña sus ventanas
posteriores al Bar, desde el que las estoy contemplando y al otro lado norteño se muestra la fachada
de dicho Ayuntamiento.
Veo desde la silla en que estoy
sentado el Campo de Baloncesto, en el que los jóvenes juegan a meter goles en
los canastos y cuando no juegan los mayores, son los niños los que patinan por
esa superficie de cemento. Y mis compañeros que están sentados en el velador,
se sienten felices de ver a la niñez y a la juventud divertirse con sus juegos,
pero yo, con mis ochenta y ocho años, parece que tengo un doble sistema ocular,
pues no sólo veo hacer deporte a los jóvenes, sino que veo, como en sueños,
aquel barrio que ocupaba la actual pista de baloncesto. Antes de la Guerra
Civil, en su parte norteña, se alzaban las casas de la señora Juana, madre de
mi querida señora Concha, la de mi amigo Puyuelo y la Confitería. Por el Este
se encontraba el Cuartel de la Guardia Civil, al 2lado de la noble casa de Cavero con su
escudo pétreo. Al sur recuerdo la casa derribada del señor Jorge que era el
barbero y practicante de Siétamo . Su casa estaba derribada por los cañonazos, pero todavía después de la Guerra, se usaba
una habitación como clínica y barbería. Y yo, sentado en el Bar me veo sentado
en tan “esplendorosa clínica”, en la que el practicante Señor Jorge, con su
blusa usada en aquellos tiempos, me cosía una ruptura de la piel de mi cabeza,
producida por la caída de mi burra torda, subiendo de la fuente, a la que había
llevado a beber.
Al lado de esta ruina usada como clínica y barbería, se encontraban otras ruinas, en las que en una pared, derribada por los cañonazos sufridos en la Guerra, encontramos con mi compañero Rafael, una vieja pistola, que nos avisó de que antes de esta Guerra Civil, hubo otras carlistas-liberales u otras guerrillas particulares. No me acuerdo que destino le adjudicamos a aquella profética arma. Porque las calles adjuntas a estas ruinas estaban sembradas de balines, que se dispararon entre “rojos y blancos”, parece que para conquistar las ruinas del Palacio del Conde de Aranda. ¡Qué contraste se presentaba en mi cerebro al ver al mismo tiempo, el maldito paisaje entre el antiguo pueblo viviente y levantado hoy sobre las ruinas del mismo, que se me representaban al mismo tiempo en mi imaginación y en la retina de mis ojos!.
Al lado de esta ruina usada como clínica y barbería, se encontraban otras ruinas, en las que en una pared, derribada por los cañonazos sufridos en la Guerra, encontramos con mi compañero Rafael, una vieja pistola, que nos avisó de que antes de esta Guerra Civil, hubo otras carlistas-liberales u otras guerrillas particulares. No me acuerdo que destino le adjudicamos a aquella profética arma. Porque las calles adjuntas a estas ruinas estaban sembradas de balines, que se dispararon entre “rojos y blancos”, parece que para conquistar las ruinas del Palacio del Conde de Aranda. ¡Qué contraste se presentaba en mi cerebro al ver al mismo tiempo, el maldito paisaje entre el antiguo pueblo viviente y levantado hoy sobre las ruinas del mismo, que se me representaban al mismo tiempo en mi imaginación y en la retina de mis ojos!.
En aquella
Calle Baja, que
acaba actualmente en las ruinas del Palacio del Conde de Aranda
y Barón de Siétamo, estaba el suelo de la misma forma que si hubieran
descargado millones de tiros, que dejaron el suelo cubierto de balines de los
fusiles, que disparaban por un lado los “rojos” y desde el Palacio, los
“blancos”. Acabada la Guerra, allí acudíamos mis compañeros, Rafael, cuyo padre
fue fusilado, durante la Guerra, Antoñito del Herrero, Godé, Ferrando, que perdió varios dedos de su
mano derecha, jugando con aquellos mortíferos objetos. Siempre acudía algún individuo
a contemplar ese triste espectáculo. Efectivamente, porque me lo contó mi doble primo
Vallés Almudévar de Fañanás, que acudió a Siétamo, desde dicho pueblo, donde
acababan de fusilar a su madre y a su hermano de unos dieciséis años de edad.
Con su mente desesperada, subió desde Fañanás a Siétamo para ver si encontraba algún
pariente de Casa Almudévar.
Caminaba en su soledad, buscando algún pariente suyo, pero sólo encontró los cadáveres de los milicianos, en el camino, que se habían convertido en alimento para los cuervos. Aquella soledad de su alma, le hizo al acabar la ilusión por esta vida material y cuando acabó la Guerra, se hizo sacerdote.
Jesus Valles e Ignacio Almudevar. |
Caminaba en su soledad, buscando algún pariente suyo, pero sólo encontró los cadáveres de los milicianos, en el camino, que se habían convertido en alimento para los cuervos. Aquella soledad de su alma, le hizo al acabar la ilusión por esta vida material y cuando acabó la Guerra, se hizo sacerdote.
Era aquella Guerra una lucha
civil, en que tomaron parte todas las “filosofías materialistas de la Tierra”.
Y el pueblo se sublevó contra la Sociedad y cada individuo aplicaba la justicia
general de los Republicanos que a él le dominaba con los fusilamientos o
crímenes de su madre y de su hermano. En tanto los soldados de una y otra idea, luchaban
en el frente,
y la población civil, quería solucionar todos sus problemas vitales y
apoyándose cada uno en resolverlos, algunos políticos, trataban de resolver sus
situaciones vitales y económicas. En el frente, como escribe Jesús Vallés
Almudévar, se veían los cadáveres de los soldados y milicianos, y en los
pueblos los herederos del caciquismo antiguo, seguían practicándolo,
antiguamente con la Horca y en el 36 con el fusil.
Un día había un camión en la
puerta de Casa Almudévar, que habían convertido
en Cuartel y empezaron a cargarlo de
jóvenes y niños y niñas, para llevarlos a Barbastro. Sus padres habían huido de
la “zona roja” y los conducían a Barbastro, para llevarlos a Rusia. Estaban
esperando que los subieran al camión y ya habían comenzado a hacerlo, pero un
militar republicano de estatura pequeña, del que Joaquina se acuerda que era
de esa baja estatura, ya que casi arrastraba por el
suelo la punta de su espada, debía de tener un corazón amante de la Patria
Española. Me dice la señora Joaquina que su corazón no admitía el destierro de
su Patria y ordenó que no siguieran subiendo aquellos jóvenes y que bajaran al
resto. Esta orden la dio cuando le contestaron
a su pregunta de dónde querían llevar a esos niños y niñas, que
tenían como destino la Gran Rusia Soviética. Ese portador de su espada era el
representante de España y no estaba de acuerdo con las disposiciones inspiradas
por Rusia, que le importaba más su dominio mundial, por medio del comunismo.
La memoria de la señora Joaquina, me dio
conocimiento de los nombres de muchos de esos jóvenes españoles, a los que
querían desterrarlos de su Patria a la fría y lejana Rusia.
Me ha recordado muchos, entonces
niños y niñas, como Rafael de Gaspar y sobre todo a Joaquina Larraz, que me
ha nombrado a muchos de estos niños, que querían
expulsar de nuestra Patria y que yo he visto con frecuencia, a sus
hermanos Carmen y Antonio. También a sus vecinos de calle los Lobateras; a los hijos del Herrero de la Calle Alta y a
un enorme grupo de hijos de Siétamo, sierra de de cuyos nombres ya no me
acuerdo.
El camión se hubiera llenado de
niños, con todos los que querían llevar a Barbastro, de donde los llevarían
como “gente libre a Rusia”.
El ambiente de Siétamo era
horrible, pues sus edificios se estaban convirtiendo en ruinas, el de los niños
querían hacerlo desaparecer y algunos que se estaban encontrando en dueños del
ambiente, se pusieron a fusilar en la pared de la huerta a un señor de Fañanás, pariente defrancia una
Maestra de la Escuela de Siétamo y unos de Siétamo, cuya casa tienen todavía su
dueño e Siétamo, mataron en Los Molinos de Sipán a varios trabajadores , que
allí vivían.
¡Qué recuerdos tan tristes se
provocan en la mente cuando pasas por esa carretera camino de la Sierra de Guara!. Todavía viven en Huesca un
“peletero”, que se acuerda de aquellos vecinos suyos y que me encuentro en la
Ermita de la Virgen, a la que va con frecuencia.
Yo he buscado por encima del río Guatizalema,
los restos de un cura recién ordenado, y de un periodista madrileño que vino a
ayudarme a buscar sus restos y no los encontramos. Me he enterado en fecha
posterior de que el gobierno, se preocupó en eliminar la multitud de restos
mortuorios en aquella zona.
En una revista de la Guerra Civil, sale un
artículo en que cuando los milicianos estaban tratandok de conquistar Siétamo,
una Compañía de soldados gubernamentales, estaban sentados tomando el sol, en
las orillas del río Guatizalema. Pasó por su lado un comisario y les abroncó
por no luchar por la
conquista del pueblo
de Siétamo. Eran dos cuerpos, uno
militar y otro revolucionario y no se entendían. Pero aquella Guerra siguió
luchando y se derramó mucha sangre española por los campos, pueblos y ciudades
españolas. En el frente de Teruel murió mi joven primo de Siétamo Narbona y un
pariente suyo de Huesca trajo su cadáver al cementerio de Huesca.
Ha tenido nuestra Guerra Civil
muchos escritores sobre su historia. Uno de ellos fue el periodista sevillano,
que fue fiel a la ´república y cuando la vio derrotada, marchó al exilio. En
sus historias se ve la represión caciquil en Andalucía o la crueldad inhumana
de las “Checas” en el Madrid Rojo.
La historia de la Guerra Cicivil en España, atrajo la atención del Mundo, de
tal manera que Ernest Hemingwuay, escribió “Por quién doblan las campanas”, que
manifiesta el impacto internacional de la Cruel Guerra Civil en España.
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