Retrato de la Madre Berride, tía de mi madre Victoria.
En estos últimos días del
invierno, cuando yo voy paseando por los parques y las calles de esta ciudad de
Huesca, ¡ de repente! entre el mal tiempo revuelto y frío, que hace correr a la
gente, a la poca gente que circula, se me iluminan los ojos con una luz solar
deslumbrante, que se filtra entre las ramas deshojadas de los árboles o
atraviesa las calles, para besar una fachada, unas veces vieja, pero otras
nueva. Esa luz, que uno no sabe si es natural o está infiltrada por los
contaminantes que llenan nuestra vida, al iluminar esas dos fachadas, a saber
la vieja y la nueva señala dos aspectos de la misma, uno el pasado en la
fachada vieja y otro el presente en la fachada nueva: el tiempo actual con un
sol deslumbrante pero contaminado y el pasado con aquel sol tan apetecido y tan
buscado por personas y animales "juntamente”; tiempos en los que se
cantaba: "sal, sal caracol, saca tus cuernos al sol, que tu madre
está en el sol y tu padre en la caseta empinando la boteta". Y como
los caracoles, se unían después de la lluvia para bañarse en el sol, las
mujeres, unas jóvenes y otras viejas, también buscaban un carasol y cosían y cosían unas, mientras otras se
peinaban a sí mismas o a sus vecinas, sentadas en sus pequeñas silletas que el
domingo llevaban a la iglesia, para asistir a misa y algunas limpiaban el pelo
de los niños para evitar que en él
organizasen su vida los pequeños liendres de piojos.
Huesca tiene su pasado, su presente y su futuro, pero siempre es y
siempre será Huesca, y queremos que sea una Huesca mejor y por esa razón
los oscenses tenemos que recordar los ricos tesoros de historia, de cultura y
de civilización de nuestra ciudad, recordando a San Lorenzo, a San Orencio, a
Santa Paciencia y al Santo Cristo de los Milagros, al que ahora veneramos como
lo veneraron nuestros antepasados y antecesores hace ya, quinientos años. Tenemos que recordar también
a los primitivos vasco-íberos, a los celtas, a Sertorio y a los romanos, a
nuestros reyes navarros y aragoneses, a nuestra Universidad, al Temple, a los
hermanos Argensola, a San José de Calasanz, a Artiga, autor de la construcción
del pantano de Arguis y a tantos otros
como a Joaquín Costa.
Si, es precisa una actitud, enclavada en el pasado y en el presente
para que el futuro de nuestros hijos sea feliz, como escribe Valle Inclán en su
poesía que dice así: "Tañía en la gloria del alba-una campana celestial-y
el alma de ( las yerbas) los hombres iba-trémula de amor y de humildad-a
juntarse con la campana -en el aire lleno de paz". Si, un aire lleno de
paz y de felicidad.
Hemos de acordarnos de aquellas mujeres y de esos hombres que vivían en
esas casas viejas a las que besa el sol, igual que besa la Iglesia del antiguo
convento de Santa Rosa, que nos debe recordar a la Madre Berride, a la que le
pasaba como a nosotros "cuando llevan al Señor Sacramentado por las calles
en las procesiones de la Catedral, San Lorenzo y Santo Domingo", que toda
ella se llenaba de gozo y de paz. Para la Madre Berride todo era templo, desde
la Catedral de piedra, pasando por Santo Domingo, por Salas y por ella misma
"parca en el sueño", trabajadora en su casa, asistiendo a los pobres
con lo que renunciaba para ella, escuchando la lectura de "la doctrina de
Fray Luis de Granada, de Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz, pasando
los distintos grados de las Moradas, gozando de los éxtasis místicos, rezando
por España, por Aragón y por los problemas de Huesca, a saber pestes y
sequías".
Si nos acordamos de Arguis,
construiremos los pantanos de Montearagón y de Biscarrués, que harán que no
sean necesarias tantas rogativas, pero si hay que organizarlas nos acordaremos
de la Madre Berride, que las hacía en Santo Domingo, en los Dolores de
Monflorite, en el Viñedo del Somontano, en Salas y en la Catedral dirigidas al
Santo Cristo de los Milagros. En cierta ocasión se organizó una romería para
pedirle a San Orencio la lluvia y fueron los oscenses a Loreto; al acabar la
rogativa empezó a llover intensamente, de tal forma que los munícipes y el
clero se quedaron a dormir en Huerrios, pero la Madre Berride, sacrificada
ella, se fue a Huesca. Y en Huesca siguen los restos de la Madre porque
primeramente se enterraron en Santo Domingo, luego en Santa Rosa la vieja y por
fin, está depositada en el nuevo Colegio de la misma Santa. Ahí podéis ir a
rezarle.
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