sábado, 19 de febrero de 2022

Molinos y molineros



Alfonso Daudet escribió Cartas de mi molino, yo las leí hace ya mucho tiempo y en mí solo dejaron una nostalgia que se acentúa en mi interior cuando visito algún viejo molino o cuando desde el mirador de mi casa veo el que mi abuelo construyó a orillas del río Guatizalema. En él aprendió el oficio de molinero Miguel Muro que se fue a otro molino a orillas del río por excelencia: el Flumen. Fue en otros tiempos llamado, molino de Casayús. Pasó a la familia Porta que, después de modernizarlo, vio cómo ardía. No se amilanaron los Porta y lo volvieron a construir en Huesca y es que los molinos, tan dinámicos, deben transmitir su dinamismo a los hombres; no paran nunca, ya sean movidos por el impulso del agua de los ríos o por el del viento. Llegó a ser tan grande la identificación entre molino y molinero, que si aquel se paraba por cualquier azar, este se despertaba. Algo extraño tienen los molinos que en el pueblo provocan coplas: «Qué polvo tiene el camino, qué polvo tiene el molino...». Y en el poeta hacen surgir la inspiración para escribir sus cartas líricas, en Don Quijote despertaron gigantes de brazos giratorios y en don José Porta, ¿qué excitaron los molinos? Sencillamente un impulso «superabundante», continuado y espontáneo a trabajar y a crear trabajo, como hace él mismo. Algunos juzgarán esa espontaneidad y esa capacidad de trabajo como algo que ha de hacer fácil el camino hacia el triunfo. Como RETABLO DEL ALTO ARAGÓN 60 dice Julián Marías, esa espontaneidad está regulada por normas, que no deben impedir que fluya; pero a lo largo de la trayectoria de los hombres se presentan a veces ocasiones en que esas normas las reprimen y cohíben, dejando al hombre como «mineralizado», deshumanizado. Pasa lo mismo cuando la escala del termómetro marca varios grados bajo cero y se hielan las aguas del río; este no corre y por consiguiente no mueve el molino. Don José ha luchado para vencer las dificultades pero al mismo tiempo contagia su entusiasmo a los demás; cuando yo hablo con él me parece ver el mundo de color de rosa. El molino es una máquina y sin embargo conlleva poesía, pero el molinero es un hombre y además de trabajo conlleva humanidad. Es humano porque reparte trabajo, por lo menos tan noble como el ocio y sublime comparado con el paro; don José expande su sentido humano a todo el río de la vida y a su devenir; no atiende solamente su molino sino que acude a los que quedan marginados en la orilla por no poder entrar en la rueda del trabajo o porque este los desgastó con el paso de los años. Se integra en la Cruz Roja porque esta acude al hombre, allá donde se encuentre herido, solo o en situación doliente, es en resumen un colectivo de hombres solidarios con el hombre. Hacen falta filósofos como el griego Heráclito, que consideren el devenir de las aguas por el río, poetas que canten a los sauces llorones y a las libélulas, pero hacen falta hombres que como José Porta, se lancen espontáneos al trabajo que genera el río en el molino y se preocupen también del molinero. En tu cabeza, don José, ruedan sonoras las poleas y preside tu víscera cardiaca, una cruz roja.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cosas curiosas (año de 1997)

           Monasterio de Leyre (Navarra) Hay en el mundo muchas cosas raras y precisamente en los días de la boda entre la Princesa Doña C...