martes, 22 de febrero de 2022

Literatura pastoril, de Ana Francisca Abarca de Bolea II

 

Representación novela Pastoril

 Existían dos modelos, principalmente en el Barroco, a saber el del cordobés Góngora y el de los Argensola, aragoneses y dice Albar: “En los gongoristas abundancia verbal, riqueza expresiva, colorismo-que sólo se da esporádicamente en los aragoneses-y en los argensolistas, un carácter armonioso y admonitivo”. El gongorismo arrastró a los autores prosistas oradores y poetas, entre ellos  a Ana María Francisca Abarca de Bolea, dando colorido a sus escritos, dando riqueza a sus modos de expresión y los lanzaba a una abundancia verbal o de palabras. Angelines escribe que el bucolismo y la intención recopiladora justifican las definiciones de Alvar sobre la obra de Doña Ana, como”fusión de novela pastoril sacra y de misceláneas a lo Cigarrales”.

Como he dicho Alvar coincide con Angelines Campo al decir que el barroquismo de Ana Francisca no es exagerado aunque lo califica de rebuscado, sino que está dotado de una gentil grandilocuencia, con “cuatro o cinco tópicos adquiridos en  Dios sabe que devocionarios”. Le pasaba a Ana Francisca como a todos los aragoneses,”que su barroquismo no era exaltado”.

En el siglo XVII surge la novela pastoril, de la que María Angeles Campo, en su Tesis Doctoral, hace que salgan las palabras de Aurora Egido, que dicen: “su invención se asienta en la movilidad de la égloga que les permite en cada  una de ellas el uso de la prosa y el verso, o la inclusión de narraciones, descripciones, cartas y diálogos dramáticos”.

Don Ricardo del Arco Garay en la página 78 de su libro “La erudición aragonesa en el siglo XVII”, escribe: "A las tertulias lastanosianas acudiría más de una vez Gracián; y  a  ello, sin duda, alude en su Criticón (III, 12), al decir: ”No hay rato más entretenido ni más aprovechado que el de un “bel parlar” entre tres o cuatro. Recrease el oído con la suave música, los ojos  con las cosas hermosas, el olfato con las flores, el gusto en un convite; pero el entendimiento con la erudita y discreta conversación entre tres o cuatro amigos entendidos, y no más; porque en pasando de ahí es bulla y confusión; de modo que es la dulce conversación banquete del entendimiento, manjar del alma, desahogo del corazón, logro del saber, vida de la amistad y empleo mayor del hombre”. Esta afirmación demuestra que la unión de literatos que rodeaba a Lastanosa no era un ente oficial. sino un club de amigos.

Y es en esta época de la novela pastoril y campesina, cuando se cuidan los jardines para en ellos representar y leer y juzgar y meditar sobre la poesía, la santidad, la tragedia y los misterios de la Naturaleza.

Salió a la luz la “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista” el año 1679, siendo la “única obra de ficción escrita por Doña Ana Francisca Abarca de Bolea…que guardó inédita durante mucho tiempo”. En la portada de su obra informa que “la escribió en su nunca ociosa juventud”.

Ella era humilde y tenía miedo de que su obra no le diera una digna categoría de escritora y en la dedicatoria “a  Don Pedro Abarca de Bolea se insiste en esta lejanía temporal”, entre su escritura y su publicación, como se demuestra en estas líneas : …un libro manuscrito que años pasados escribió…que la modestia de esas señoras quiere ocultar tanto tesoro aprisionándolo en el retiro de su primera formación…”

Don Vicente de Alambra “recordando que su padre (el editor) recibió el manuscrito el día de Resurrección”, escribe: “Este libro sepultado-muchos años ha tenido-el sepulcro del olvido-mas hoy ha resucitado”.

El Instituto de Estudios altoaragoneses publicó no hace mucho tiempo un libro de Actas del I y II curso en torno a Lástanosa, titulado “La cultura del Barroco y los jardines” y en él se lee en el Acta escrita por José Enrique Laplana Gil, de la Universidad de Zaragoza, como existe otra línea de investigación, ”que muestra cómo también en la prosa novelística se produjo en el Barroco la sustitución progresiva, lenta pero inexorable de lo pastoril por lo cortesano, en la que el pastor, ubicado en el centro de un paisaje natural, aunque arquetípico, cede su puesto al cortesano paseante, y casi nunca jardinero, que atraviesa las calles, cuadros, grutas, laberintos, fuentes y estanques de un paisaje recreado por el artificio humano", porque como dice  Fray Alonso Remón "pasear por los jardines es recreación propia de príncipes y poderosos”.

Don Ricardo del Arco en su obra “La erudición aragonesa en el siglo XVII”, en torno a Lastanosa escribía sobre “el laberinto creado por Ana Abarca de Bolea en su Vigilia”, que se encontraba en un hermoso jardín situado en las laderas del Moncayo… y el laberinto que tenía Lastanosa, en sus maravillosos jardines”.

Es curioso observar la similitud que existía entre estos laberintos, uno el que ideó Ana Francisca y otro el que tenía el Señor Lastanosa, con el que descubrí en el mes de Octubre del año 2002, que se encuentra en Madrid en un jardín del siglo XVII de los Duques de Osuna y que se llama  El Capricho, que se encuentra cerca del aeropuerto de Barajas, que me ha dejado alucinado y me ha hecho recordar los jardines que tenían en Huesca, Don Antonio Abarca de Serué, padre de Francisca Abarca Vilanova, sobrina de Ana Francisca y también monja en Casbas, que fue la que hizo publicar, años más tarde la obra “Vigilia y Octavario de San Juan Baptista”. Angelines Campo en su obra Doña Ana Francisca Abarca de Bolea, en la página 112, se expresa: “Quedan ya muy lejanos los tiempos en que Doña Ana en la Vigilia y Octavario de San Juan Baptista mostraba su entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de este su sobrino don Antonio, que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y tutora de su hija pequeña, Doña María Victoria”. Estos jardines que tenía en Huesca Don Francisco Abarca y Vilanova, se encontraban en la confluencia de las calles Costa y la de los Salesianos, donde acaba el Coso Alto.  Allí se encuentra la Casa del Barco y en ella y la siguiente casa de la calle Costa y tal vez también en el recreo de los Salesianos, encontró  el señor Eliseo Carrera  en los restos de un jardín, el escudo de los Abarca, con fecha 1622 y que conserva en  su chalet. El jardín estaba pues, cercano a su casa de la casa Sancho Abarca.
Jardin "El Capricho" (Madrid)

El jardín “El Capricho” de Madrid tiene unos seis mil metros cuadrados de extensión, está rodeado por una pared, es posesión del Ayuntamiento de Madrid y se abre los fines de semana. Al entrar en él, se encuentra uno con un espacio como el ruedo de una plaza de toros, donde se divertían con toros y vaquillas, subidos los espectadores nobles en sus carrozas  y en carros los campesinos y pastores, que además de torear los toros o vaquillas, se refugiaban en ellos.

En el Octavario de Ana Abarca de Bolea, celebraban corridas de toros, en las que lanceaban algunos señores a caballo y ayudados por los pastores y campesinos.                              

Ha pasado la vida de Ana María Abarca de Bolea, pero gusta recordar detalles de ese tiempo pasado, como el encuentro del escudo de su pariente Don Francisco Abarca y Vilanova y contemplar en la Catedral de Huesca la capilla de los hermanos Lastanosa, que se encuentra al entrar en ella y que está cerrada por una reja.  No se puede observar  muy bien, por falta de luz en los días corrientes y por la vejez de las pinturas que suben  hasta la cúpula (1645-48) de dicha capilla, presidida por la imagen de los Santos Orencio y Paciencia(Giusepe Martínez) y  debajo de ella se encuentran enterrados los mecenas oscenses, con dos estatuas orantes de alabastro, a saber Juan Orencio, canónigo y Juan Vicencio de Lastanosa. Ya no queda nada de aquel palacio y de aquellos jardines, pero la Catedral de Huesca guarda la Capilla y la Cripta, que nos recuerda sus vidas, sus obras y su muerte. Hace unos días, en este mes de Diciembre del actual año de 2002, el Ingeniero Forestal Don Angel Claver me preguntó por el paso de los Lastanosa, a lo que yo creí que se trataba de algún paso de la procesión de Semana Santa, pero no se trataba de eso, sino de un pasaje subterráneo que algunos oscenses creían que existía entre dicha capilla y la Casa-Palacio de los Lastanosa,  que se encontraba por la actual farmacia  de Mingarro. No me extrañó porque también contaban que en Santo Tomás, antigua residencia en Huesca de los Abades de Monte Aragón,  se encontraba otro pasaje, que conducía al Monasterio. Me decía Don Angel que en la Guerra Civil, estaba la actual puerta de hierro abierta y entonces se introdujo por ella, sin pedir permiso a nadie, porque tal vez estuviera abierta para acoger a alguno que oyendo bombardear, quisiera introducirse en la Cripta o porque tal vez entonces el descuido imperaba ,lo mismo en los centros oficiales que en los religiosos; además el muchacho era entonces valiente y curioso.

Al entrar lo primero que vio fue la cripta, donde estaban enterrados los Mecenas oscenses, uno el Señor de Lastanosa y otro su hermano el Canónigo y adornadas sus tumbas, como he dicho, por dos figuras orantes, pero él de lo que se acuerda es de una enorme estatua, que,  siendo niño y estando casi a obscuras, le pareció gigantesca, a modo de una aparición blanca, que le dio la impresión de que  se tratara de un monje o de un obispo. La impresión que le produjo esta visión, añadida al estado ruinoso de lo que él creía pasadizo, lo alarmó y le hizo desistir de continuar investigándolo. Este relato contado por Don Angel después de sesenta y seis años es un tanto borroso.

También  me llamó la atención la  protección a las artes y a las letras en la ciudad de Huesca de los marqueses de Torres, pero fue la Doctora María Angeles  Campo la que me hizo leer sus vidas, cuando me regaló su tesis doctoral sobre Doña Ana Abarca de Bolea Mur y Castro, de dicha familia, cuyos descendientes heredaron el título de Condes de Aranda y que tenían su principal residencia en el Castillo –Palacio de Siétamo. Tengo un gran recuerdo de este Palacio, pues pertenecía a mi padre y escribió sobre mi abuelo, Ramón J. Sender, haciendo una descripción de él, a saber de Manuel Almudévar Vallés, y tal Palacio fue destruido por unos y por otros en la Guerra Civil del año 1936.

Con esta advertencia de que mis escasos conocimientos, vienen principalmente de la Doctora María Angeles  Campo, reconozco que con la lectura de sus obras y la asistencia a sus conferencias, el público de Huesca, quedaría satisfecho y enterado de la vida y obras literarias de Doña Ana Abarca de Bolea, en las que hacen notar los cambios, que era necesario traer a esta sociedad.

Fue Doña Ana, monja de Casbas, una mujer muy ligada a la Monarquía española, pues en el Altar de la Virgen, que trasladó al lado del altar Mayor, está pintado, según me parece, el Rey de España Don Felipe IV; además el Monasterio de Casbas tiene el título de Real y ella misma, en los panegíricos y en los poemas dedicados a exaltar la gloria de los miembros de la realeza, escribe en estilo barroco aragonés es decir nada confuso, mostrando al mismo tiempo su forma de ser personal, con un enorme amor a lo aragonés, a sus gentes (en el Octavario) a su tierra, ”como si quisiera alejarse de la poesía elitista y aristocrática, inspirada en acontecimientos solemnes dentro de la oficialidad”.

Como he escrito, estuvo Doña Ana Francisca muy ligada a la Monarquía española, que en el siglo XVI, había hecho de España un Imperio y mantenía la unidad del País, pero en 1598, cuando tomó la Corona Felipe III, España empezó a decaer, de tal modo que Quevedo en 1639 en sus Migajas sentenciosas, escribió, viendo “el sentimiento de fatalismo y de aflicción que envolvía a la sociedad española del Seiscientos”,  lo siguiente “Primero nos faltarán más lágrimas que causas de llorar”. El año 1700,al morir sin heredero Carlos II, se había convertido el Imperio español en el botín del despojo de los europeos, que hicieron perder en 1713,por el Tratado de Utrecht, Italia y Flandes. La familia de Doña Ana había siempre luchado con los soldados españoles y seguiría haciéndolo su sobrino Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, años más tarde. Ella esperaba que se regenerara la Monarquía, para que España fuera un País próspero.
Pico Moncayo(Zaragoza)

Llama la atención el aragonesismo que identifica de un modo real a Doña Ana con el ambiente aragonés que impregna su obra “La Vigilia y el Octavario de San Juan Baptista”. En primer lugar elige el paraje donde tiene lugar esta novela religiosa, que describe haciendo notar que se dan las “impresiones señoriales (de) un magnífico  paisaje montañoso al comienzo de la estación estival” y este paraje es el del Moncayo, en los límites de Aragón con Castilla y donde no muy distantes se encuentran las ermitas de San Juan Bautista y la de Nuestra Señora. Y no puede dejar separadas esta zona del Moncayo y la de la Sierra de Guara, debajo de la cual se encuentra el Monasterio de Casbas, en el que Doña Ana entró ya, a sus tres años y es lo que hace cuando la zagala Marica, se pone a cantar el “Romance de Guara”, que entre otras cosas dice que esta Sierra “se divisaba desde Moncayo con capirote de nieve”. Y la misma Marica canta “a una fuentecilla que unos pocos días sacaron en un convento de monjas, donde ella tenía una amiga que fue compositora del romance”. Además de ser una mujer que predicaba las necesidades de Aragón, como en este caso el problema del agua, se identifica con él ,comparando a la fuente “consigo misma en una clara referencia biográfica”.

La obra “La Vigilia y Octavario de San Juan Baptista” pertenece a la literatura pastoril, en la cual, se esconden como si fueran pastores y campesinos, hasta los más refinados cortesanos haciendo ver el “decoro y la verosimilitud del estado pastoril”. El contraste entre el comportamiento de los cortesanos y el rústico de los pastores lo pone Doña Ana en evidencia, en la Corrida de toros que se celebra en el Moncayo, como una más de las fiestas, que se celebran para honrar a San Juan Baptista. Aquí se ve la diferencia que se daba entre los caballeros, que en la fiesta de los toros han tenido como herederos a los actuales rejoneadores y  los pastores a los toreros de a pié. A ambos, los asistentes a los toros en el Moncayo, les manifestaron su “admiración por la bizarría de los pastores”, ya que todos, los cortesanos y los rústicos iban vestidos de pastores. Ahora ya no hay diferencia social entre una y otra clase de toreros.

Aquella obra la realizaban “siete galanes, siete damas, una niña, un padre anciano, dos graciosos y una graciosa. Es decir, que en esta novela figuran varios de los personajes-tipo de la comedia del siglo XVII, si bien traspuestas al ámbito pastoril”.

En “El Octavario y vigilia de San Juan Baptista, trata Doña Ana el tema amoroso, teniendo cuidado de no entrometerse demasiado en él, por no salirse del ambiente ético y acabando todos en boda, aunque dicha boda no se celebra en el Moncayo, sino una vez terminada la novela.

Y casa a los nobles con muchachas de familias pastoriles, como si quisiera igualar a las clases sociales, según un sentido muy cristiano Y busca, para ello a cortesanos, que son parientes suyos, como a Don Luis Abarca, capitán de corazas  y a Don Juan de Castro,”tan calificado como de aventajado caballero”. Se declara pariente de ellos, por ejemplo cuando dice, que don Juan de Castro recita unas décimas “que compuso una monja deuda suya”.

Esas bodas vienen a reforzar la teoría de Doña Ana, que expone en su obra: “El fin bueno en mal principio”. En esta obra, recitada por Gerardo explica que dos caballeros, de no tan buena conciencia como Castán y Abarca, a saber el milanés Lisardo y don Fulgencio de Sylva, nacido en Lisboa, cortejaban en Salamanca con las primas Doña Francisca y Doña Clara Pimentel, de tal modo que esta última pareja concertó su boda. Trataban de conquistarlas, no con hechos de armas sino con los esfuerzos de su ingenio. Schevill y Bonilla, apoyan a Doña Ana, diciendo que los “crímenes y maldades quedan siempre borrados por el perdón y el arrepentimiento: las manchas del honor se limpian con el casamiento”.

Parece llamarle la atención a Doña María Angeles Campo, que a Doña Ana Francisca Abarca de Bolea no le repugnara que hubiera gentes con la posesión de bienes materiales, pues dice con motivo de la financiación del “Octavario y Vigilia  de San Juan Baptista”: ”Para celebrar las fiestas de Juan se unían gustosos desde el opulento ganadero hasta el menos crecido rabadán”. El dinero ha sido y es necesario, pues en aquellos tiempos se creaban amparos para los necesitados, pero no lograban que en ellos estuvieran sanos y bien alimentados, como ocurre ahora, en que hay más abundancia de dinero y hay una inquietud social entre los ciudadanos. La misma Doña Ana  hace ver, ”cómo se unían gustosos desde el opulento ganadero hasta el menos crecido repatán”. Ahora se habla de la diferencia entre los que poseen el dinero, llamando a unos capitalistas y a otros proletarios, pero en Aragón, entonces y hasta hace muy poco tiempo los llamaban ricos y pobres. Entonces si un pobre conseguía unas buenas abarcas era un hombre feliz y si un rico tenía mala cosecha y no podía pagar, le embargaban todo y quedaba pobre.

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