martes, 27 de diciembre de 2022

El bien y el mal, en la Catedral de Tudela

 




Esta mañana mi yerno me ha llevado a Tudela, más bien he aprovechado yo,  unido con mi esposa para acompañarlo a  él, unido con su también esposa,  porque después de vivir  en Pamplona durante veinticuatro años de matrimonio, han sentido los dos, un sentimiento de celebrar el aniversario, haciendo un viaje a esa ciudad el día de San Francisco Javier. Llevan mucho tiempo viviendo en Pamplona y han viajado por casi toda Navarra, pero después de tantos años no habían bajado desde Pamplona a visitar esa ciudad del Ebro, desde la que se observa el Moncayo. Yo había pasado por Tudela hacía muchos años, pero ya no me quedaba casi ningún recuerdo de una ciudad navarra tan histórica. Cuando bajando por la autopista observé ese Monte Sagrado, en el que se asientan el Monasterio aragonés de Veruela, y cerca de él, en la Ermita de San Juan, Ana María Abarca de Bolea, tía del Conde de Aranda, escribió un relato pastoril en 1640. En aquel Monasterio de Veruela, después de la Desamortización de Mendizabal, los Jesuitas lo conservaron con su sabiduría y sus oraciones y debajo, en Tarazona, que se encuentra a veintidós kilómetros de Tudela, se venera a la Virgen, que está en las laderas del Moncayo. Tanto en Tudela como en Tarazona se elevan una Catedral en cada una, y ambas resultan impresionantes, pues parece un terreno sacro desde tiempos primitivos y que continuó siéndolo durante el Imperio Romano. El  Moncayo se divisa en días claros desde Siétamo y en la carretera de Barbastro  a unos cinco kilómetros de Huesca se alza una  figura férrea de Alfonso el Batallador, Rey de Navarra y Aragón, que conquistó Tudela y al que enterraron en el Monasterio Navarro-Aragonés de Montearagón.  Hoy yace en San Pedro el Viejo de Huesca. Hoy con Santiago Adiego, hemos visto en la Catedral de Tudela una carta manuscrita por don Alfonso el Batallador, en que hace donación de la Mezquita,  que luego sería Catedral, a la ciudad de Tudela. En Tarazona estaba también una fortaleza árabe, llamada  la Alhama  a escasos kilómetros de la citada de Tudela.

Encima de  Navarra y de Huesca, se encuentra el Ducado de Aquitania, donde se encuentra el Bearn, con sus ciudades de  Pau y Oloron, y este Vizcondado tuvo siempre un interés especial por expulsar a los moros de Navarra y de Aragón. Y en el pueblo de Hecho, entonces  totalmente euskaldun,  nació Alfonso el Batallador, el año 1104, que llegó a participar con un éxito casi total,  en las luchas de la Reconquista, que le trajeron  la muerte. Unido con los Bearneses, tomaron el pueblo de Almudévar y asaltaron Zaragoza. En Almudévar se distinguió un bearnés, que fue premiado con el título de Bayle y le cambiaron su apellido por el de Almudévar. Con Alfonso el Batallador colaboraron los hijos del Bearn, de los cuales yace en el Pilar de Zaragoza el vizconde de Bearn, Gastón. Los navarros fueron los primeros que entraron en la ciudad de Zaragoza, levantándose en aquella zona el templo de San Miguel de los Navarros.

En 1126 hubo un acuerdo entre el Rey de Navarra y Aragón con Castilla. Así lo confirma en una Escritura de 1127, Alfonso el Batallador en un texto que se refiere a Tudela y confirmado por el obispo de Calahorra, el Señor de Logroño, el de Nájera y el de Alfaro.

Visitando la Catedral y su Museo, se ven escritos en árabe y mosaicos en capillas, que ponen de manifiesto, el gobierno de los moros, a los cuales,  una vez  desposeídos del poder, los dejaron vivir, labrando las tierras de Tudela. Alfonso el Batallador, hombre de un genio guerrero extraordinario, hizo campañas guerreras hasta penetrar en Andalucía y en 1126, regresó al Norte, acompañado de muchos mozárabes y con su botín. No sé si trajo algún mozárabe a Tudela, pero en Huesca, asentó varios de ellos en las orillas del río Isuela, alrededor de San Miguel. En 1134 intentó conquistar Fraga, donde fue herido y murió en Poleñino.

En el Testamento que hizo en Bayona y en Sariñena, dejaba el Reino de Navarra y Aragón a las Órdenes Militares del Temple,de San Juan de Jerusalén y del Santo Sepulcro. Aragón se quedó pasmado ante este Testamento y Navarra aprovechó esta circunstancia para restaurar su independencia, nombrando como Rey a Don García Ramírez. En Aragón eligieron a Ramiro el Monje, que tuvo que abandonar su vida religiosa en el Monasterio de Tomieres. Casó a su hija Petronila con el Conde de Cataluña y parece ser que entonces, cuando avisaron a los navarros,  estos no quisieron unirse a territorios tan alejados de Navarra. Ahora ya no está Pamplona alejada de Cataluña por los medios de circulación, pero los nacionalismos, crean opiniones egoístas, entre los pueblos. Tudela está limitando con Aragón con el Moncayo, con la ciudad de Tarazona a unos veinte kilómetros, con la provincia de Logroño y casi rozando con la provincia castellana de Soria, al otro lado del Moncayo.

Están casi juntas Navarra por medio de Tudela y Aragón por medio de Tarazona, pues sus festejos son parecidos, porque el Cipotegato es un paisano vestido de arlequín, que cuando el 28 de Agosto, que celebra la Fiesta de San Atilano, corre por las calles de su ciudad y sufre el lanzamiento de tomates, lanzados por sus paisanos. Parece que los hijos de Tarazona, quieran olvidar las luchas que durante siglos han soportado y las convierten en juergas agresivas, pero sin que hagan daño al Bufón, llamado Cipotegato. Sus fiestas además presentan espectáculos taurinos, pasa calles, bailes folclóricos y otras diversiones. Más arriba, se encuentra Tudela, donde en días de fiesta,  como la de San Francisco Javier, se ve pasar algún grupo de acordeonistas y otros con sus txistus vascongados y cantan en las calles y en los bares. En la Plaza de los Fueros, se exhiben en las fachadas de sus casas, los escudos de los pueblos navarros y en su cara del Mediodía, están pintadas con muy buen gusto, escenas de corridas de toros. En Tarazona hacen espectáculos taurinos,  pero en Tudela los consagran en fachadas de la Plaza de los Fueros. Pero en Tudela se canta la Jota navarra, que emociona los corazones y en dicha Plaza de los Fueros,  se encuentra un enorme Bar, al que llaman Bar de la Jota.

Hasta ahora he estado recordando la Historia pasada a lo largo de los  siglos por Tudela, representando a España, pero hoy, Fiesta de San Francisco Javier, he asistido con mi esposa Feli  y con mi hija Elena con su esposo Santiago a Misa, en  la Catedral, para dar gracias al Señor por haber dejado pasar a la pareja veinticuatro años de felicidad. Y el paso por una Catedral imponente y por su Museo, me ha impresionado. Hemos llegado a Tudela y mi yerno,  ha aparcado el coche en una plaza alta, pequeña, en la que se contemplaban casi todas las casas, viejas, con unos dibujos enormes en las paredes de los edificios derribados  o tal vez caídos. Representaban aquellas pinturas enormes seres humanos, con rostros cansados de la vida y que hacían que el corazón se entristeciera más y más. En una antiquísima casa, al menos así me parecía a mí, en unas ventanas de madera, estaban colgados unos ramos de pimientos picantes, puestos a secar, tal vez haga unos cincuenta años. Su color rojo se conservaba fuerte, pero, me hacían recordar aquellos viejos tiempos en que en los pueblos se colgaban esos ramos,  para hacer picante el sabor de las judías. Yo, no creía que esos pimientos de coral, estuviesen en uso y al verlos unidos a aquel triste ambiente, hacían picar el dolor de la vieja historia.  O algún antiguo hijo de Tudela querría tener presentes, aquellos tiempos pasados en que se cultivaban los huertos con amor. Lo que sí es cierto,  es que esos huertos se han convertido en enormes huertas, con sus naves de plástico transparente.

Así nos lo demostró Julio Urra, con su esposa Mari-Carmen, que nos regaló una bolsa de alcachofas, que tienen un agradable sabor y equilibran las funciones de la vida en los que de ellas, se alimentan. En esta ciudad se da el contraste entre lo viejo y lo nuevo, entre el bien y el mal, entre los pimientos viejos y las alcachofas tiernas y buenas. Pero pensando en aquellos que colgaron las guindillas en una vieja ventana, ¿no querrían exponer al público una bandera de Tudela, como productora de alimentos vegetales?.

Seguimos por calles y callejas la Catedral y al fin, llegamos a ella y al mirar las esculturas de su gran puerta de entrada, otra vez me encontré entre el bien y el mal, porque en una de sus mitades, estaban los ángeles acompañando, juntamente con pacíficos santos al Señor. En cambio en la otra mitad, aparecían innumerables diablos, con rostros feos y de criminales, que estaban haciendo sufrir a los pobres pecadores, entre los que yo, me encuentro. Uno de esos demonios, llevaba colgados de sus espaldas, a dos muchachos con los pies hacia arriba y sus cabezas colgando por sus piernas. El escultor que tal trabajo realizó, me hizo volver a pensar en la vida agradable y la mala vida. La primera acompañada por la virtud y la segunda por el pecado. Entonces me acordé de que en la Plaza de los Fueros, el día de Resurrección, ponían una Virgen de los Dolores y en lo más alto de la Plaza , bajaban un niño por medios mecánicos, vestido de Angel, que iba a ver a la Virgen para comunicarle que su Hijo había resucitado. Está la Plaza llena de gente que gozan de ver bajar al Niño para dirigir su mensaje a la Virgen Santísima. Estando allí reunidos casi todos los habitantes de Tudela, a todos les conserva sus virtudes, como no sólo se las ha conservado,  sino que se las ha aumentado a Julio Urra y a su esposa María del Carmen. Son vecinos de Tudela y ambos tienen un carácter equilibrado, pues sonríen constantemente y están todo el tiempo,  pendientes de sus prójimos. A nosotros nos acompañaron a al Museo de la Catedral,  pendientes como estaban de arreglar la caldera de su calefacción. Pero además de lo que he dicho, después  nos regalaron un bolso de alcachofas, que explican la antigua propaganda de los pimientos rojos, colgados cerca de la Catedral, en la Plaza dedicada a un judío, llamado Yehuda Ha-Leví, y me parece  que con el propósito de anunciar una verdura estupenda en Tudela. Así como en Tarazona lanzaban tomates sobre el Cipotegato, para corregirlo de sus pecados, en Tudela lo tienen previsto desde hace siglos, para que las virtudes,  entraran en su población por medio del Angel y la Virgen.  

  Entramos en la Catedral por su puerta principal, superando el escrúpulo que nos producía su parte izquierda, toda ella esculpida con demonios.

 Dentro de ella reinaba la Paz y uno se admiraba de la bondad de Santa Ana. Los cuatro turistas llegamos a participar en la celebración de la Misa y el sacerdote, nos explicó datos sobre la vida de San Francisco Javier, señalándonos con su mano,    un trozo de las Cadenas, que en la Batalla de Las Navas de Tolosa, protegían al Califa y las recuperó el Rey navarro, Sancho VII el Fuerte y éste rey le dio una parte a Tudela, porque había nacido él, cerca de esta ciudad. Luego nos hizo besar la reliquia de un trozo del hábito de San Francisco Javier. 

Por el interior del Museo pudimos ver gran cantidad de Cristos, Vírgenes, santos y santas. Pero la Historia nos hace ver que en otros tiempos han habitado en Tudela moros y judíos. Y allí pudimos ver piedras con escrituras árabes y un libro, escrito en el idioma de los judíos. En la casilla de entrada en el Museo se veían estrellas de David,  que ya no se conocen en España.

Al ver como la historia hace desaparecer la arquitectura de tiempos pasados, uno se pone, como he dicho antes, triste, pero al asistir a Misa, al ver a casi todos los asistentes a la misma, ya viejos y contemplar por los suelos tumbas de nuestros antepasados, daban ganas de llorar.

Al entrar por la puerta principal de la Catedral, ya se veía la razón por la que los humanos tenemos que llorar, porque como he escrito antes, en media puerta estaban los santos y los ángeles y en la otra los diablos y las calderas del infierno. El infierno con sus demonios me inyectaba tristeza, pero el cielo con sus santos y con sus ángeles, me hacía recobrar la Esperanza

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