Su niñez era feliz, en compañía
de sus padres, de sus cuatro hermanos y de sus primos Pepe Cardús y de su hermana Patrito. Pero gozaba con sus
primo-hermanos de Siétamo y su padre don Feliciano Llanas, en la huerta de la
Torre Casaus, situada debajo del Cerro coronado por San Jorge, creó un jardín
con sus paredes, que daban a la carretera de Zaragoza, llenas de verde hiedra,
entre cuyas ramas, anidaban los ruiseñores. En cierta ocasión observé a nuestra
común tía Luisa, contemplar y escuchar la vida de esos pájaros cantores, que por
desgracia ya casi no se ven. Los pavos reales, volaban de unos árboles elevados
a otros y acudían a la puerta de la Torre, donde vivía nuestra tía Luisa,
acompañada por nuestro tío José María. Querían los pavos a nuestra tía, es
decir de Lurdes y mía y a veces delante del jardín los pavos machos, elevaban
su larga cola e iban poniendo sus plumas en forma de bellos abanicos, de
hermosos dibujos y colores. Cuando caía al suelo alguna de dichas plumas, las
recogía nuestra tía y las iba colocando en un jarrón en el patio de la
vivienda. Don Feliciano tenía una gran sensibilidad y puso avenidas
ensombrecidas por unas rejas semicirculares, de las que colgaban racimos de
moscatel. En el centro del jardín instaló un cenador dotado con mesas y bancos
de piedra tallada, donde parecía invitarse a los poetas. En su casa no le
faltaban poetas como el gran escritor, hermano de su padre Don José María
Llanas Aguilaniedo. Escribió la obra Pityusa, en que definía la belleza de sus
paisajes y de su luz en unas islas de las Baleares. Parece romántico que el
novio de Lurdes y luego su esposo Manolo, atraído por la belleza ambiental de
las islas, se enamorara de la belleza y simpatía humanas de Lurdes Llanas.
Al final del paseo enrejado
construyó una piscina, en la que se bañaba Lurdes con sus amigas, como Clotilde
Arizón y Pepita Morlán. La “caseta” estaba toda ella recubierta con pequeñas
baldosas, que debían ser francesas, de colores blanco, negro y azul, que
representaban figuras humanas, animales y paisajes. Cuando derribaron la “caseta”, acudí yo a
buscar alguna de ellas para tener siempre un recuerdo de la piscina, de la
“caseta” y del jardín, pero estaban colocadas con un cemento tan fuerte, que se
rompían al saltar. A pesar de ese inconveniente, conservo una colgada en la habitación de mis
padres, en Siétamo. Si Lurdes la viera,
sonreiría obligada por los recuerdos que aquella baldosa, le produciría. Y ¿Dónde fueron a parar las mesas y los
bancos de piedra tallada del cenador?. Sencillamente, José Antonio Llanas, su hermano,
siendo alcalde de Huesca, mandó colocarlos en no recuerdo qué lugar. El
querría, sin duda conservar la belleza del jardín cultivado por su padre,
aunque yo mismo he olvidado el lugar donde están o podrían estar instalados los
bancos y las mesas. Su madre, mi tía Pilar que era la hermana mayor de mi
padre, también amaba el arte y era devota, colocando un cuadro de María Auxiliadora, delante del presbiterio.
Llamaba la atención y lo recordaban muchas personas, después de la Guerra
Civil, pues en ella fue destruido el cuadro y todas las tallas litúrgicas. Muchos fieles de Siétamo, como el Cardenal Javierre, que cuando vino a
Siétamo se miraba atentamente al lugar en que estuvo colgado el cuadro de la
Virgen María. También Lurdes se acordaba de la parroquia de Siétamo, pues
cuando se casó con Manolo, tuvo la ilusión de hacerlo en dicha iglesia. Se
acordaba de la iglesia y de su madre, que murió cuando ella no tenía mas que
cuatro años. Hay en la casa de Llanas de Huesca un hermoso busto de la niña Lurdes
y uno se pregunta: ¿quién lo mandó esculpir?. Sería tal vez su madre o su padre
o ambos de acuerdo o lo mandaría esculpir su tía Teresina, hermana de Pilar,
con la que se volvió a casar Don Feliciano Llanas. Ni Lurdes ni ninguno de sus
hermanos se sintieron muy tristes pero no solos, cuando murió su madre, pues su
tía Teresina, que los había atendido durante años en Siétamo, siguió queriéndolos y cuidándolos en su casa
de la Farmacia de Llanas de Huesca. Me acuerdo de ver a don Feliciano Llanas en
Siétamo y de acompañarlo a la balsa de la huerta, donde pescaba y otras veces
sacaba fotografías. Pero recuerdo con pesar, pero sin miedo como me
llevaron, antes de la Guerra Civil a
verlo echado en su cama, porque estaba ya en sus últimos días. No sentí miedo
porque, a pesar de su estado me miró y
me sonrió. Pero la muerte es normal en la vida de los humanos, ya que tuvo que
sufrir la de su hermano Feliciané, que se cayó por las escaleras de caracol,
por las que yo tantas veces subí al piso de arriba o bajé al piso principal. En la Farmacia estaba
Joaquín Santafé, nacido en Ibieca y que a los trece años ya entró a trabajar en
la preparación de medicamentos compuestos con productos simples, que se
mezclaban en botes de porcelana. ¡Qué bellos eran esos botes, con su tapa
acabada en un asa, por la que se cogía con la mano esa tapa, para abrirla y en
sus lados circulares, tenían un espacio rodeado de rasgos de pintura azul y en
medio nombres de productos empleados para confeccionar medicamentos, como
Cinamomum Cánfora. Era una gran persona y veía en Lurdes como a una hija. En
cierta ocasión me llevaron Lurdes con
Joaquín a Zaragoza y mi prima me compró
un juego, de aquellos que fabricaban hace unos setenta años y que yo guardé
siempre con cariño y llevé conmigo a Siétamo, cuando volvimos a vivir, con mi
padre y mis hermanos María, Luis y Jesús. Hace poco tiempo se lo di a Pepe
Sapiña Llanas, que comprendió todos los
recuerdos de tiempos ya pasados en las distintas fases en la vida de Lurdes, su
querida madre y en la mía. Yo recuerdo al esposo de Lurdes, Manuel Martínez-
Sapiña, que estaba empleado en el Banco de España de Huesca. Era un auténtico
caballero, hijo de un coronel del Ejército y de una señora simpática y
agradable. Tenía un hermano, que me parece que fue Juez. Su familia, procedía
de Menorca, donde conservaban las tierras agrícolas que explotaron sus
antepasados. Hace tiempo que busco el libro de José María Llanas
Aguilaniedo, titulado Pityusa y
publicado en 1907, pero hace poco hablando con Teté, esposa de Pepe, me dijo
que cuando era niña, en el colegio, leían dicho libro. Me dijeron que
describía, en dicha novela, los paisajes de una de las islas Baleares. No sé
nada de la descripción de paisajes, pero según la profesora y Doctora Ana
Suárez Miramón: ”Llanas, a través de sus novelas, intentó llevar al lector
hacia el convencimiento y la satisfacción de esa “necesidad estética” que
siente todo hombre y toda mujer, y que diferencia a unos de otros sólo por el
grado”.”Pityusa “ constituyó para Llanas el ideal del equilibrio, la plenitud
armonizadora de su arte literario”. He citado la tendencia estética de su
hermano Feliciano con la fotografía y el jardín de la Torre, también de su
sobrino José Antonio Llanas con la enorme colección de pintores, de los que
recogió cuadros y es que poseían las mismas inquietudes que José María Llanas, que “trató de decir e introducir en sus obras
lo que podrían ser según él en el futuro las tendencias estéticas y para
conseguir sus fines pretendía que los intelectuales luchasen siempre frente al
vulgo indiferente que desdeña el Arte y la Belleza”.”Según Llanas, Arte y
Belleza deben ser, para la Humanidad, las máximas aspiraciones porque afectan a
la ética y a la estética”. Según las teorías de José María Llanas, la pareja de
Manolo y de Lurdes poseía la estética, pues era equilibrada, bella y elegante,
pero al mismo tiempo seguían la ética o la moral, pues dejaron abundantes hijos
e hijas, guapos y con sus estudios superiores. A la hija mayor le puso el
nombre de Pilar, como lo tenía su madre y a la siguiente el suyo propio, es
decir Lurdes, a la radióloga de un humor extraordinario, María José y al
corpulento urólogo, le llamó Nacho, como yo.
Manolo vino a estudiar Medicina a Huesca y guardo un buen recuerdo de su
persona, con la que cultivé una extraordinaria amistad y que últimamente vino a
verme a Huesca, pero no pudo y al volver
a San Sebastián, enfermó. Casi todos los
días me encuentro con Pepe, el hermano pequeño, que lleva acompañado de su
simpática esposa, al Colegio de San Viator, a sus hijos. A éste
asistieron, hace ya muchos años sus
tío-abuelos José Antonio, Pablo y Lorenzo. Sus hijos son encantadores y aún
teniendo cualidades heredadas de su madre, como la dulzura galáica, son guapos
y elegantes como su abuela Lurdes Llanas.
Se casaron en la Iglesia de
Siétamo y aunque ya no se veía el cuadro que en ella instaló su madre Pilar,
sus corazones estaban llenos de ilusión. Se fueron a vivir cerca de la
Catedral, en una casa que entonces era nueva y allí iba yo a ver a sus hijas,
ya que de una de ellas fui padrino en su bautizo. Marcharon a Santiago de
Compostela, el lugar más lejano de su isla menorquina, pero un lugar elegante y
devoto, punto al que peregrinan muchos europeos, de los que algunos pasan por Huesca,
donde todavía no me he enterado de alguien leyera su libro Pityusa, que hace ya
años leían en Galicia. Siendo Vicepresidente de la Diputación de Huesca, fui
una vez a visitarla, acompañada por su familia, pero estaba sola, porque sus
hijos estarían en la Universidad y su marido Manolo, hombre bueno toda su vida,
se había marchado ya al cielo.
Poco nos vimos desde que se
marchó con su familia a Santiago de Compostela, pero al ver el fruto en sus
hijos y nietos, descubro una familia feliz. Después de quedarse viuda, vino por
Huesca y me insistió en que fuera con mi esposa a pasar unos días en su chalet
que tenía en una playa cercana a
Valencia. Volví a comunicarme con sus hijas, una de las cuales me recordó que
yo había sido su padrino bautismal y yo le enseñé la medalla, que todavía llevo
colgada en mi cuello y que me regaló su madre Lurdes Llanas.Yo no pude ir a
acompañarla en la playa, pero me acuerdo
muchas veces de que hubiera sido la ocasión para recordar su vida en Galicia
Las palabras de José María
Llanas, cuando acabó su obra La Moral en el Arte, me han valido para juzgar la
vida de mi prima Lurdes Llanas y de su familia, porque escribía así:”La verdad
es, que desde las primitivas concepciones de la moral a la moral del tiempo
presente, llamada independiente o científica, se ofrece como una
continuación…un eco de la moral metafísica, íntimamente ligada por mil hilos
invisibles a la moral religiosa””No es extraño que la generación actual,
conformándose con esa especie de moral provisoria, prescinda con tanta
frecuencia de ella”.
Poco me queda de vida, pero
he tenido en mi prima Lurdes un modelo y espero encontrarme con ella, allá en
el cielo.
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