La pintora Chonín Laplana dispone de sus dedos como de pinceles, que toman del ambiente la belleza de las figuras y el color de sus imágenes. Extienden en la superficie de los lienzos la belleza del ambiente o el desengaño de las imágenes, del dolor que se reparte en el corazón vital de sus modelos a los que representa. Pero es su corazón el que sonríe y sus lagrimales los que lloran; yo no percibo brotar ni surgir lágrimas de sus ojos, porque no la he visto nunca brotar esas lágrimas, pero a pesar de no verlas, no dudo que de su bondad, surgen lágrimas, cuando veo el cuadro de dos generaciones trabajadoras, la más mayor, tal vez vieja, que porta sobre su cabeza un cuenco de color de bronce, lleno de semillas de plantas, obtenidas en lugares pobres, secos y medio salvajes y a una linda nieta, cargada de ramas de viejas plantas, para dar de comer caliente a sus hermanos. Miro con deseos de encontrar belleza en sus rostros y me quedo sorprendido, de ver sus cuatro ojos, vivos y brillantes. ¡Este cuadro-retrato pintado con óleo, conmueve mi corazón, porque aquellas dos mujeres, una con apariencias de vejez y otra joven, lanzan a la superficie de la tierra africana sus ojos, que miran aquellas tierras de plantas pobres, pero convierten aquellos ojos, en óculos divinos, que todo lo ven, en aquel paisaje en el que sólo hay miseria! Son dos generaciones de mujeres que han enseñado al hombre, su amor, siempre apoyándose, no en política, sino en sus miradas, que parece que sus ojos, se los ha puesto el Señor, para contemplar a sus familiares, alcanzándoles la mísera leña y los pobres alimentos, que no puede hacerlas olvidar esa vida tan pobre.
En otro cuadro, aparece una joven, con sus cántaros llenos de agua, uno de ellos, posado sobre su cabeza y acompañada por un asno con sus cántaros también rellenos de agua… “y todavía sonríe”. Este cuadro artístico en que esa joven todavía sonríe y llena sus muñecas de coloridas pulseras, yo lo he vivido, cuando en mi pueblo yo también iba a buscar agua a la fuente con mi burreta Platera, y en otras ocasiones iba tan sólo a beber agua. Tengo todavía una cicatriz en mi cabeza, que me quedó cuando me caí de nuestra burra Platera, que cada día nos traía agua en cántaros a nuestra casa, que era depositada en una tinaja, volviendo de cargarla en la Fuente de Siétamo. Toda la bella imagen de su figura asnal, aparece en el cuadro, cargada de cántaras, llenas de agua, en tanto caminaba al lado de su dueña sonriente y feliz.
¡Cómo estamos ahora admirados de contemplar a esas personas africanas ayudadas por sus asnos, llevando el agua para beber y lavar sus ropas, desde la Fuente a sus casas africanas!. ¿Es que ya no nos acordamos de que cuando, después de la Guerra Civil, en Siétamo, teníamos que ir a buscar el agua a la fuente, cargándola, en los lomos de nuestros asnos?. Haciendo estas consideraciones, se da uno cuenta de que el progreso camina lento en su evolución, porque ¿qué diferencia de tiempo separa nuestra instalación de grifos en nuestras casas, con la que espero que muchos africanos, ya han alcanzado o están a punto de hacerlo. ¿Cuántas mujeres representadas en los magníficos cuadros de africanas, por Chomín Laplana, que expone en el Palacio de Villahermosa, alcanzaron su libertad sexual, en aquellos tiempos en que fueron representadas con oleo?. Y ¿por qué en tiempos paralelos a los que ellas gozaron y sufrieron nuestras inteligentes mujeres, no alcanzaban a penas, una escasa libertad de derechos de libertad?.
Contemplemos con atención los bellos cuadros de la artista pictórica Asunción Laplana, que representan “Las tardes en Castiello de Jaca” y el “Rincón de Siétamo” y yo que ¡he conocido a las tres ancianas, sentadas en sus tres silletas, que llevaban a la iglesia para rezar!. Conozco, no sólo esas pequeñas sillas, en las que hilaban lana, sino las dos casas de detrás, una casa de Felipe Cavero, casada con Nati Arnal y soy admirador de sus flores, colocadas una en la pared y otra sobre una pileta de piedra al lado de la puerta de su casa. Así mismo están florecidas unas hermosas flores en los dos balcones de ambas casas.
La contemplación de aquellas bellas mujeres africanas y de las ancianas del rincón de Siétamo, clama a nuestras memorias por la libertad de todas las mujeres del Mundo, pues están muchas, aunque no todas las morenas de las Africas, sin gozar en sus domicilios del agua, como tampoco lo estaban los vecinos de mi pueblo de Siétamo, hasta que, años después de la Guerra Civil, hicimos los hijos del pueblo, llegar el agua a nuestras casas. Y uno se mira y goza de contemplar en la era, cuando el marido y la mujer, trabajan en la “pallada” y la hija cansada duerme sobre ella . Y “Al amanecer”, en la playa, los pescadores y pescadoras, están en la playa, pescando mariscos.
Pero este problema de las Fuentes no ha sido un trabajo especial para las mujeres y para los hombres, sino que a cada fuente acudían, al principio, los grupos humanos primitivos que están por todo el Mundo y al extenderse por él, la humanidad tiene tendencia a unirse, convivir gozar unos con otros seres humanos de sus figuras unos con otros, para ser todos unidos, el Pueblo del Señor.
“Einstein se fue de Cataluña con muchos discos de música catalana… y recomendó a sus miembros que abandonaran la palabra nacionalismo”. Recomendó la Paz, pues “la Paz no puede alcanzarse por la fuerza. Solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento”, como lo hace la pintora Chomín Laplana.
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