Buenos ratos y otros malos componen nuestras vida, pero no sólo las nuestras, sino todas las de los que nos proporcionaron la nuestra y tuvieron que abandonar la suya. Estoy en el piso y suena el timbre, al que llama un hijo mío para llevarse a su madre a la casa grande, de la que vinimos muchos Almudévar y a la que llegaron otros con el mismo apellido y que eran más “madrugadores” que los actuales, aunque también hemos tenido que madrugar, para llegar al mundo antes que nuestros nietos.
Vamos a pasar un” buen rato” en Siétamo, los padres, hijos ,”jóvenes” , nietos y nietas, tal vez lleguen también algunos de mis hermanos, consuegros, al tiempo que añoraré a mis padres, abuelos, hermanos ,sobrinos y parientes más lejanos. Y todos ellos me harán recordar a mis, ya lejanos, pero próximos antepasados. La casa al vernos llegar, parece que se alegra y que vuelve a vivir con emoción todos los ratos pasados y en aquel rincón del hogar, parece que está hablando mi abuelo Manuel Almudévar Vallés con Manuel Bescós Almudévar, que se firmaba en sus escritos, con el seudónimo, que él mismo se puso de Silvio Kosti. Aparecen por todas partes las figuras de mi tío José María, de mis tías Pilar, madre de los Llanas, Teresina y Luisa, que acompañada por sus sobrinos echaba una yerba, que mataba a los “pedilluelos” que parasitaban a las gallinas. Mi padre en aquel colgador, se ponía unas veces la boina y otras la gorra visera, y cogía el bastón, para darse vuelta por los campos sembrados. Y en la alcoba donde yo dormía, aparece la señora Concha, que me arrrascaba las espaldas, mientras exclamaba:¡”ay, “jo mío”, ladrón, tu serás ladrón de gobierno¡” . Por todas esas cosas y muchísimas más, se me alegraba el corazón al ver como mi hijo Ignacio venía a buscar a su madre, mientras su hija Belén, con su primo Pablo, allá en Siétamo, hacían sonar el piano de su tía Natalia. Entre tanto los primos pequeños, María, Ignacio y Luis, recogían los periódicos y revistas, las colocaba en los cristales de las puertas de las alcobas y se ponían a venderlos.
Estoy esperando a mi hija Elena que con su esposo Santiago y con su hijo e hija, lleguen de Pamplona, para acompañarlos en su visita para recordar Siétamo, donde tantas veces nos hemos sentado en los bancos del hogar y donde otra multitud de veces nos sentaremos y se volverán a sentar, para tostar tajadas de pan y comerlas con ajo y aceite.¡Qué ratos más buenos y sencillos se pasaban y se pasan y se pasarán sentados en aquel hogar!.
Estos pensamientos sobre los tiempos presentes, pasados y futuros me hicieron recordar aquella frase que dice: “Para Dios no hay ni pasado ni futuro, todo está presente”.Ese pensar en el tiempo y en los tiempos, tratando de unificar él o los que ya pasaron, con el presente, que es aquel en que vivimos y con el futuro, al que mirábamos como miramos los horizontes lejanos, me ha llevado a considerar las teorías del inglés de origen americano, T.S. Eliot. Meditando sobre ellas se intuye que los tiempos presente y pasado están presentes en el tiempo futuro y el futuro entrelazado con el tiempo actual. Basta fijarse en la cultura japonesa porque ha conservado los dioses de sus antepasados y ha hecho surgir novedades tecnológicas modernas. De los buenos y malos ratos en nuestras vidas, debemos conservar los valores antiguos, pero a base de que ellos sean el motor y la energía de los cambios sociales, científicos y culturales, con sencillez y sin violencia.
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