A esta figura literaria, me la
presentó mi amigo, el profesor de la lengua aragonesa, Francho Nagore. Murió en
1995.El rey ha encendido una llama, que pretende ser eterna, en memoria de los
muertos que son tantos, que superan el número de los hombres que todavía
estamos vivos. A parte del brillo de esa llama y de la luz eterna, que en los
funerales se desea, que brille para ellos, hay otros que en condiciones
adecuadas, surgen desde debajo de la tierra de los cementerios, y son los
fuegos fatuos. Me he aproximado por la noche a las verjas de nuestros viejos
camposantos y no me fue dado, poderlas
contemplar y pretendo superar mi
frustración, encendiendo
candeletas, cuya luz me parece un reflejo de la luz eterna de que gozan, y un
substituto de los fuegos fatuos, que por fatuos no se asoman a bailar sobre las
tumbas, cuando los vivos pretenden observarlos.
Todo el mundo es un inmenso cementerio, son tan
muertos los que yacen en la tierra, los sumidos en el fondo de los mares y
pantanos, como aquellos que los vivos enterraron, cual si fueran inmortales en
iglesias, basílicas o en los mármoles de los panteones. Al excavar la tierra o
haciendo las labores de su oficio, los agricultores encuentran calaveras por
doquiera. Por ellas circularon, igualmente, “las locas alondras” de las
ilusiones y elevados pensamientos de alto vuelo, como vuelan en el cielo las
águilas.
¿Dónde fueron a parar las
ilusiones de aquel niño gitano que arrastraron las aguas del río de mi pueblo? y
la ilusión de Omaira, la niña colombiana, que resistió tres días anegada en el
barro, allá en Armero?. Pasaron a la Historia grandes pequeños hombres y Omaira la pequeña, la niña
grande por ser ingenua, dulce, esperanzada y pura, pienso ¿ésta, no pasará?.
Yo busco por valles y colinas
entre las piedras viejas de molinos y casas y en las trincheras de guerras, ya
olvidadas, el pensar de las gentes sencillas, la ilusión de sus vidas y el
lugar dónde han ido a parar. ”Los suspiros son aire y va al aire, las lágrimas
son agua y van al mar”, pero el vivir y sufrir de los que fueron vivos, quiero
saber, ¿dónde estarán?.
Muchos cuerpos están en las fosas
comunes pero sus almas, sus vidas, ¿dónde están?. Tiene más suerte y éxito mi
amigo Angel Crespo, porque busca en aquellos que dejaron su talento en papel o
en pergamino y conoce el pensamiento de Dante, y de Petrarca y de otros muchos
recopilando en su cerebro las “confidencias de Parnaso”, incluyendo las que
están escritas en nuestra “fabla” aragonesa.
Busca también la luz de los vivos
y los muertos y se expresa: “Como la fronda desprendida-lenta baja y tapiza el
suelo- de oro y de altura descendida- así va esta luz entre el cielo y la
tierra que la convida”.
Entre la vida y la muerte está el
hombre y Angel Crespo condensa este
problema de una forma genial.
“Ser o no ser: he aquí el poema”.
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