martes, 16 de octubre de 2012

El CASTILLO, SENDER Y MIS ANTEPASADOS




Han pasado ya más de los doscientos años del aniversario de la muerte de Don Pedro Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, conocido por el Conde de Aranda, pero su segundo apellido era Pons de Mendoza, apellido de su madre Doña Josefa, y que él mismo cambió por Ximénez de Urrea, que era el apellido que le ligaba a su título de Conde de Aranda y que le hizo heredero de un enorme patrimonio en Epila. Éste se regaba por el río Jalón. El casi gigantesco Palacio, está unido al convento cercano, con el que todavía está comunicado por un pasaje elevado sobre la calle, por el que pasaban con su esposa a oír misa. A estas ventajas se unió la proximidad a Zaragoza y a Madrid, teniendo en cuenta que Epila, es un punto desde el que podría, en caso de necesidad, acudir a la defensa de España. Hay quien dice que vivió sus últimos años en Siétamo, pero no fue así, sino que se quedó en Epila con sus caballos, sobre los que iba a darse vuelta por sus huertas y a estudiar el cultivo de semillas de cáñamo nuevas en nuestra tierra; cáñamo del que tanto se cultivaba en aquellos tiempos, como sabemos que en Siétamo, su pueblo natal, había varias balsas para ponerlo a remojo, para convertido en tejido, en la Paul Saltadera, al lado del río Guatizalema. Hay que tener en cuenta, que él, perteneciente a una familia ilustre del Alto Aragón, que era antes de la boda de su padre, conocida por el título que poseía de Marqués de Torres y antes entre otros títulos, por Barón de Clamosa y de Barón de Siétamo, recibió el título de Conde de Aranda por ser hijo de Don Pedro  Alcántara Buenaventura Abarca de Bolea, nacido en 1699 y de Doña Josefa Ponz de Mendoza, que era de Épila, siendo su padre el que había heredado el título de Conde de Aranda. Y fue en Siétamo, donde nació el año 1719 el citado Conde, a saber Don Pedro Pablo Abarca de Bolea y en su Parroquia bautizado, donde todavía se conserva un pequeño mantón de Bautismo, que muy probablemente se le pondría para recibir el dicho bautismo.  Ferrer dice que es del siglo XIX, y por lo tanto se usaría dicho mantón para los bautismos de la Familia Aranda.
Fachada Principal Palacio de Epila

Fachada posterior Palacio de Epila
 
Cuando en el mes de Febrero del año de 1998,se celebró en Épila un funeral por su alma, los de Siétamo asistimos y vimos el Palacio en sus exteriores, pues todavía su Ayuntamiento no había recibido su entrega, y al contemplarlo y ver también el pueblo, nos dimos cuenta de la pequeñez del nuestro, es decir de las ruinas que causó la Guerra Civil en el Castillo y el poco progreso industrial que se ha dado en Huesca capital y en consecuencia en los pueblos de sus alrededores, como Siétamo. Al observar el desarrollo de Épila y ver sus obras antiguas que no habían padecido las terribles consecuencias de la Guerra, nos dimos cuenta que ésta había traído la ruina del Castillo-Palacio y la pobreza consecutiva del pueblo de Siétamo.
El pueblo ha sacado sus consecuencias, pero hace unos años, se empezaron a construir   unos setenta chalets nuevos, y empezaron a reconstruir la muralla y el torreón del Palacio. Este Torreón no se ha reconstruido. Ahora,  con la autovía, esperemos que venga un nuevo desarrollo.
Hay que recordar la historia, ver a los habitantes del castillo, que no sólo fueron los Abarca de Bolea, sino que antes que ellos lo habitaron los Señores de Castro, que con su  hija se casó un Abarca de Bolea. Este fue don Bernardo que se unió en Siétamo con la hija del Señor de Castro, poseedor del Castillo del mismo pueblo, a saber doña Jerónima de Castro y Pinós. Conservo los papeles en que el Señor de Castro vende a su hija todos los bienes que poseía, y que dice así: ”In Dei nomine amen. Sea a todos manifiesto que yo el noble Don Pedro de Castro y Pinós, Señor de los Castillos y lugares de Siétamo,  Olivito, Loscertales,  Clamosa, Puy de Cinca y Torres de Montes, con otros lugares infrascritos de grado y muy cierta ciencia testificado bien y plenariamente de mi derecho en todo y por todo…..cedo, transporto y desamparo a vos la noble señora doña Isabel (Jerónima) de Castro y Pinós, “fiyya suya”, los castillos y lugares y sus términos en el Reyno de Aragón”. Dicen que esta venta la hizo para que se pudiera casar su hija con un Abarca de Bolea. No se si fue este Castro o algún antepasado suyo el que fue excomulgado por el Abad de Montearagón,  por haberse llevado de Huesca a Siétamo una mujer. No sé si él estaba viudo ni si la mujer estaba casada o era soltera. Parece ser que los Barones de Castro poseyeron Siétamo desde 1348, perteneciendo antes a Jerónimo de Sigena.
Hay que recordar a las personas y a los hechos históricos que tuvieron algo que ver con el castillo-palacio de Siétamo, porque tenemos que recordar la Historia de Aragón, la participación que tuvo Siétamo en ella y tenemos que olvidar toda la negra historia que se acumuló sobre personas como, Don Pedro Pablo ABARCA DE BOLEA, del que tengo un retrato sacado de una revista, en la que dice: ”Don Pedro Abarca de Bolea volteriano encubierto”. El Jesuita Ferrer lo niega.
Y tenemos que estudiar si hay algún procedimiento para que Siétamo tenga vivo el recuerdo de sus antepasados y viva la inquietud por la prosperidad, recordando a aquellos personajes que hicieron labores militares, diplomáticas y literarias.
Yo, Ignacio Almudévar Zamora,  nací el 16 de Noviembre del año 1930, cuando el castillo- palacio todavía se conservaba y además bien, porque a mi padre, en aquellos años le obligaba la Ley, a pagar jornales de paro, que él empleaba para arreglar el castillo, donde además vivían varias familias; unos dicen que era varias y mi padre me dijo que allí se habían acogido hasta catorce. Cardús Llanas afirmaba que vivían dos. Un 18 de Noviembre me encontré en Huesca con la  sietamense  Josefa Lasierra Javierre, prima del Cardenal del mismo apellido Javierre y acordándome de que ella vivía  en el Castillo, antes de la Guerra Civil, le pregunté que cuantas familias vivían en él. Me contestó que a última hora sólo vivía la suya, pero que habían llegado a vivir catorce. El año 1936 tuvo lugar la explosión de la Guerra Civil y mis hermanos y yo, los que quedábamos en Siétamo,  porque mis hermanos mayores, a saber Mariví y Manolo, estaban en Huesca en casa de mi abuela materna, para hacer su primera comunión, fuimos sacados de la Iglesia, donde nos habíamos acogido contra los tiros y cañonazos, a casa de Ribera, en la carretera y subidos en un camión, llevados a Huesca a casa de mi abuela ,doña Agustina Lafarga  Mériz, viuda de don Ignacio Zamora Blasco. Al llegar a Huesca, en la Plaza de Santo Domingo había, no sé si esperando, mucha gente, entre los que se encontraba mi primo hermano José Antonio Llanas Almudévar. Aquel día, por la mañana, salía yo de casa y al llegar a la calle, mi padre me hizo volver a entrar rápidamente; entré y una vez en el patio escuché un estallido, cuya causa siempre he desconocido, aunque hasta hace poco me dijeron que una bala de cañón había caído por detrás de la despensa. Ya no subí arriba sino, que otra vez nos sacaron de casa y fuimos llevados a la bodega de la Iglesia, que se encuentra a la derecha del  portal de nuestra casa… Se llenó la bodega  de gente y me acuerdo de mi tía Luisa con su delantal con un gran bolsillo, que constantemente entraba y salía de la bodega, porque iba a casa a buscar alimentos para los refugiados que allí estábamos. Me acuerdo de ver a mi amigo, entonces Rafael Bruis, niño de mi edad, que estaba allí con su madre, que le decía: no llores, “miate a Inacier”, que no llora, y yo pensaba: yo no lloro pero tengo miedo, y lo tenía porque en toda la mañana y parte de la tarde se escuchaba un continuo bombardeo, que nunca había oído. Por la tarde, cuando se paró de oír el bombardeo, nos sacaron con lo puesto y nos llevaron, como he dicho antes, al camión. Yo me he preguntado muchas veces por qué no nos llevaron en el coche Ford con el que tantas veces mi tío José María, nos llevaba a Huesca. Una vez se lo pregunté a mi padre y me contestó que el automóvil estaba estropeado. Oyendo comentarios después de la Guerra, me llamó la atención escuchar que los restos del automóvil los encontraron en el Barranco. No recuerdo si andando o en coche llegamos con nuestra madre a casa de nuestra abuela, que toda alarmada nos acogió con todo su cariño.

 
¿Qué recuerdo tengo yo del castillo antes de ocurrir estos hechos que nos sacaron de Siétamo?. Me acuerdo de verlo como un enorme conjunto pétreo, que se asomaba por el Norte al pueblo de Siétamo, con su gran torre, y en el  lado Sur, al  cual pasábamos  un rato después, que era más alegre porque allá abajo brillaba el sol del mediodía, se contemplaba la bajada que conducía a la huerta, que era en tiempos pasados, propiedad de los Condes, pero luego, al desaparecer su familia, pasó a ser propiedad de mis antepasados. En dicha huerta se entraba por el portal de piedra, que mandó construir mi bisabuelo Manuel Almudévar Cavero. Desde esa torre del Castillo se veía, mirando hacia el pueblo, a la derecha un edificio donde se guardaban los carros y galeras y sobre todo me acuerdo de la puerta del castillo, donde uno se encontraba a la gente que en él vivía y con la que conversaba mi tío José María, con el que yo entraba en el patio, donde elevando su altura, se veía un vástago, que me parecía ser de madera, que se alzaba verticalmente y que estaba sujeto a los maderos con dos anillas. Decían  que todo aquel conjunto era una horca, que sin más explicaciones me traía unos recuerdos tristes. Subíamos por las escaleras a un cuarto alto en el que se encontraba el palomar y recuerdo como mi tío cogía los huevos de las palomas, ya que iba a comenzar el Otoño y no  habría exceso de alimentos en el monte. Bajábamos luego y saliendo del Palacio, a la derecha, había una pared que bajaba de Norte a Sur, hasta la muralla y se penetraba al otro lado de la pared por una puerta que abría mi tío y dentro de ese espacio estaba una especie de huerto, del que me acuerdo de ver en él un hermoso pozo con su brocal de piedra y sobre él un arco de hierro en que había una carrucha para por su medio, sacar el agua del fondo. Cada vez que veo la fotografía de mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, vigilando el horizonte, desde lo más alto del Torreón del Castillo, me acuerdo del cariño que tenía a su tierra y que a mí me ha transmitido, pues él murió después de nacer yo, en el año de 1930. Años después llegó la Guerra Civil y ya no se pudo subir tan alto, sino que había que mirarse a la parte baja del Castillo. Al lado de su entrada, se contemplaba el pos de piedra, una piedra blanca, con un arco superior de hierro forjado,en el que arriba tenía una carrucha, por la que se hacía correr una soga, para subir agua para beber y para regar el huerto. En este pozo, parece que más tarde los republicanos echaron cantidad de fusiles y de otras armas. Se pueden ver todavía los restos del palacio, pues gracias a Dios, después de la Guerra, pudimos volver a Siétamo, pero no a vivir porque la casa estaba medio destruida  y pasábamos alguna temporada allí, acogidos en la Posada, pero el  recuerdo del castillo me impresionó, así como  por el aspecto del pozo, que lo han abierto. Tengo un recuerdo alegre y romántico de tal huerto porque a su lado, se encontraba un manzano verde con numerosas manzanas, de las que mi tío cogió alguna y me la dio para que la comiera. Arriba, desde los balcones, algunas mujeres, entre las que unas pocas llevaban las sayas largas y una toquilla en la cabeza, nos miraban y nos hablaban con cariño. Eran habitantes del castillo.
Gracias a Dios, después de la Guerra pudimos volver a Siétamo, acogidos en la Posada, pero el recuerdo del castillo me impresionó por su aspecto de ruina y porque delante de él, me acuerdo de ver y de recoger con otros niños del pueblo los balines de los fusiles, del suelo, acumulándolos con  las dos manos, tocando por su parte de abajo la tierra y acercándolos, amontonando la metralla. Esta la llevábamos a guardar en no me acuerdo que misteriosos escondites. Aquellos balines era de dos clases: unos acababan en punta y otros terminados en redondo.
Los niños tendíamos a juntarnos y a recoger las ruinas de las casas, acordándome de ver en un agujero de una pared ruinosa, unas avispas, a las que nos pusimos a expulsar, tirando con palos los bordes del agujero y cuando llegamos al fondo, encontramos una pistola, que por cierto no perteneció a la Guerra Civil, sino que era más antigua. Esta casa o más bien sus ruinas estaban en el hoy pequeño parque, que se encuentra detrás del Ayuntamiento. No sé que se hizo con la famosa pistola. ¡Pobres niños!, que sumidos en la pobreza tenían que andar por aquel paraje arruinado, lleno de subidas por las paredes a medio caer y de bajadas, como las bodegas abiertas a nivel del suelo por los cañonazos. Pepe Ferrando, que todavía vive,  siendo todavía niño, se puso a jugar con una bomba de mano, que le explotó y le cortó tres dedos de su mano derecha. En el Castillo hay unos subterráneos que quedaron abiertos y por ellos bajaban los niños para ver si había algún túnel que condujera a la huerta baja, que está al otro lado de la carretera. Parece ser que el Doctor Cardús descubrió que algunos antepasados bajaron a los árboles de la balsa de la huerta y desde allí escaparon a un lugar seguro. A veces subíamos por el castillo, donde me llamó la atención una enorme cuna, que no sé de que material estaría fabricada, pero llamaba la atención la redondez de sus formas y estaba colgada a gran altura, por lo que no podíamos alcanzarla. El suelo de la habitación en la que estaba guardada, había desaparecido y la contemplábamos desde un suelo inferior.
Los niños vestían con un pantalón rajado por su parte  ínfero posterior, sostenido por un tirante cruzado por un hombro y algunos llevaban camisa y otros,  al parecer, no podían llevarla, como tampoco podían llevar calzado bueno, ya que andaban con alpargatas viejas o con unas sandalias hechas por sus padres con el material tirado de alguna rueda de coche o de un camión. He dicho de las sandalias que estaban hechas por sus padres, pero algunos ya no los tenían, por haberse muerto o por haber sido ejecutado ya por unos, ya por otros. ¿Quien tuvo la culpa de esas muertes y quien la tuvo de las ruinas que regían en todo el pueblo y en el castillo-palacio, que ahora nos preocupa?.  Entonces les preocupaba a los niños el comer, pues si conseguían un trozo de pan, lo devoraban con avidez y si podían untarlo con un poco de chocolate, lo mordían y lo echaban por la boca por la superficie de la tajada de pan.
¡Pobres niños, que se tuvieron que quedar allí donde la Guerra se desarrolló y vieron como se luchó en Siétamo y como fue cayendo poco a poco!. Algunos no pudieron verlo porque la misma Guerra los mató, como a uno de casa Sipán, que estando en  el recreo, al escapar de un bombardeo, murió en el campo bajo del Valdecán. Otros marchamos a diversos  lugares, unos nacionales y otros a republicanos, como Pepe de Lobateras,  que estuvo en Bespén. Con mi familia nos marchamos a Huesca, pero como esta ciudad, que sufrió el cerco militar más largo de la Guerra, peligraba caer en manos de los sindicatos comunistas y anarquistas,  unidos a las tropas del Gobierno, nos fuimos a Jaca, donde nuestro padre, como ya tenía la costumbre de antes de la Guerra, de hacernos un cuento de Navidad, que he encontrado entre los viejos papeles, que estaban en la Torre Casaus, que mi familia paterna, poseía en Huesca.
Dice el cuento así: ”Es noche de Navidad, caminando un peregrino,  llega a una noble ciudad que es final de su camino, y vagando por buscar refugio y alojamiento, por fin lo logra encontrar, con un gran contentamiento, en un hogar,  que es modelo, bendecido por seis niños y en el que con santo anhelo, la abuela, con sus cariños, marca el cariño del cielo……Con curiosidad los niños rodean al peregrino y entre ruegos y cariños ¡cuéntanos de tu camino!, le dicen al buen viajero. Por la faz del caminante cruza sombra de un dolor, recuerda en aquel instante el hogar  que con horror, dejó en escombros y humeante y ofreciendo a Dios su pena, sin más hacerse rogar, su voz dulcemente suena y así comienza a contar, caminando,  caminando por la senda de la vida; girones me voy dejando del alma triste y dolida, cuesta abajo hacia la muerte me voy bajando y experiencia me van dando por pensar en lo lejano y remoto”…….Era el verano del año 1936,cuando de Siétamo fuimos a Huesca, pero en Huesca seguían cayendo bombas, ya que una de ellas entró por el balcón del piso de la casa número 61, del Coso Alto, perforó el suelo y fue a caer a dos o tres metros, separados por una puerta, en la bodega de la casa, donde se encontraban mi padre y mi hermano pequeño, Jesús. En este piso, estábamos con mi abuela y yo cogía ropas y se las llevaba a la misma para que las metiera en la maleta,  para obligarla a marchar a otro lugar donde no cayeran bombas. Fuimos por fin a Jaca, donde al llegar la Navidad, mi padre nos escribió el cuento, que ya he empezado a contar, en el que aparecen los seis niños, los seis hermanos que constituíamos su familia. Nombra también a mi abuela Agustina Lafarga Mériz, viuda de Don Ignacio Zamora y a su hermana soltera Rosa, eterna trabajadora, Recuerda su hogar y el nuestro ”que dejó deshecho y roto”.
Luego va pensando mi padre  “en la infancia que dichosa y feliz con mis hermanos, regía la santa esposa de sentimientos cristianos, del padre que por hidalgo era cristiano y austero y por austero e hidalgo , era también caballero”.
Dice mi padre de mi abuelo Manuel Almudévar Vallés, que era hidalgo, y Juan Ramón Sender dice en la página  64 de su libro Monte Odina.”Me habría gustado a mí ser un infanzón de solar aragonés conocido…” y en la página 66, dice: “Incluso en sitios tan tardíamente recuperados, como Siétamo cerca de Huesca, con los Bolea, Aranda, Abarca….y últimamente de amigos míos. Digo últimamente pensando en tiempos anteriores a la Guerra Civil”( cuando su padre dirigía el periódico La Tierra y él escribía en ella).

Ramón J. Sender
 
Está claro que Sender ya no podía saber si mi abuelo y mi padre de apellido Almudévar, estaban vivos o muertos y sólo podía recordarlos, pero mi padre, sabía que el suyo había muerto  el año de 1930, año en que yo nací y al acordarse de Siétamo se acordaba de su casa y del palacio  de los Aranda, que era también suyo, del que Sender, escribe: “Realmente es un enorme caserón con más de Palacio Señorial que de Castillo Guerrero, desde donde fue el Conde fundador de la fábrica de porcelana y cerámica de Alcora, convirtió en casa de labor”. “Con justicia o sin ella a mí ese castillo me ha parecido siempre una fortaleza árabe o berberisca. Quizá porque el Señor que la habitaba en 1920,  era un modelo y ejemplo estupendo de Caid o Sheik, con su pálida cara ovalada, su barba tuareg, su tez de camellero del desierto y sus anchos y hondos ojos sombríos, en cuya fijeza había sugestiones misteriosas y ancestrales”. Y seguía el palacio, como lo había transformado el Conde de Aranda, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, siendo casa de labor, pues como he dicho allí se guardaban los carros, palomas, se cultivaba el huerto, donde Benedé me dijo que se le comieron un melón a Ferrando, el Zurdo y encerraban la olorosa yerba para el invierno. Hoy día del Pilar, doce de Octubre, de 2012, han venido a Siétamo, el hijo y el nieto de José Ferrando , el Zurdo, y sus esposas a visitar a su hermano Pepe, al que una bomba de mano le arrancó tres dedos de su mano derecha, delante del Palacio. Han celebrado una comida en el Restaurante de Siétamo, porque a Pepe lo han traído de una Residencia de Ancianos en Chimillas y allí, después de setenta y seis años, están recordando lo pasado en la Guerra Civil,  el día del Pilar. Me han recordado las palabras de su primo y compañero de juegos conmigo, sobre la Guerra Civil. Dijo Silano Ferrando que durante dicha Guerra convivió con Carrillo y con la Pasionaria. Debieron estos revolucionarios pasar alguna temporada en Siétamo, pues decía Silano que convivía con ellos e incluso iba a bañarse con la Pasionaria al río Guatizalema. ¡ Qué recuerdos tan contradictorios a orillas del río Guatizalema entre el “Padre Jesús”, fusilado cerca de esas orillas y los baños de Silano con la Pasionaria en sus aguas!.
Basilio,  hijo de José Ferrando, el Zurdo, primo de Silano, me contaba la idea contraria que había sobre una apertura posterior de la fuente de Siétamo, de la que unos decían que era para limpiarla y otros que para extraer el agua, durante la Guerra. Porque cuando iban a buscar agua a los caños, les disparaban con fusiles desde los cercanos olivares y así, poniéndose detrás de la fuente, se libraban de la rotura de sus cántaros o de las heridas de sus cuerpos. ¡ No puedo menos que dedicar  un recuerdo para mi difunto amigo Silano!.
Mi abuelo y mi padre se acordaban de ver y de usar el palacio como casa de labor,  pero mi abuelo no vivía en él, donde lo llegaron a hacer hasta unas catorce familias. A nuestra casa llegan todavía personas a preguntar por el Palacio, diciendo si esta casa es el Palacio, porque no encuentran el castillo-palacio anunciado en los carteles.
Sender sigue escribiendo en Monte Odina: ”No sé lo que los cañones sacrílegos de Monte Aragón dejaron en pie en Siétamo. Si dejaron algo….Dos escritores amigos suyos, estuvieron allí durante los peores días de la Guerra: el alemán Gustavo Regier…y el inglés Ralph Bates…Los dos me dijeron que Siétamo quedó totalmente destruido. Arrasado”.
Inocencio Grasa Azón de Castejón de Arbaniés, oyó a su padre decir, que, cuando los nacionales estaban, al principio de la Guerra, dentro de Siétamo, les disparaba una batería desde los Trasmontes de Velillas, allá  donde se desvía el camino que va a Torres de Montes. Desde el puente de Arbaniés, por el Saso, bajaban agua con carros para la tropa republicana y llevaban los cañones, empujándolos la gente civil hacia el lugar, donde muchos años después de la Guerra, se construyó el chalet de Bergua. Benjamín Cativilla de Fañanás me dijo que los republicanos bombardeaban con cañones, desde el cementerio de Ola, que subieron con la Columna de Durruti, desde Bujaraloz. Esta llegada de cañones llegó cuando ya se habían escapado los nacionales, pero esos cañones dispararon hacia Huesca
En Montearagón se dice que había un cañón del siglo XIX y tal vez se instalaran algunos más,  que dicen disparaban a Fañanás y a Alcalá del Obispo, pero si esto ocurrió tuvo que ser durante muy escaso tiempo, pues Montearagón fue ocupado muy pronto  por  los “rojos” y las  tropas republicanas.
Castillo Montearagón

 Todavía se puede ver en el Tozal de Montearagón, un nido entero de ametralladoras de los republicanos,  que está dirigido hacia Huesca. Esto hace ver el escasísimo tiempo que los nacionales pudieran bombardear a los soldados o milicianos de la República. Además al principio de la Guerra, el ejército de Huesca, padecía una gran escasez de armas. No debían disponer de bombas de aviación, pues al principio de la Guerra, los aviones que salían de Zaragoza, lanzaban al aire, periódicos y mensajes.
Un día de los últimos del mes de Agosto de 1936, estaba en Siétamo Benjamín Cativilla, que subió desde Fañanás con otros niños, entre los que  se encontraba mi primo Jesús Vallés Almudévar, pero más tarde el mismo Jesús me regaló un libro escrito por él a máquina, en el que relata, este vía crucis que hizo a Siétamo. Cuenta como los grupos de cuervos que devoraban los cadáveres de los muertos en el monte, echaban a volar cuando él con sus compañeros se les acercaban. Estos jóvenes, enterados por el ruido de los cañonazos, de los aviones y de los tiros de fusil, de los sufrimientos consecuencia de la guerra, que estaba pasando Siétamo, querían ver los efectos. Hay que leer el libro de Jesús Vallés para darse cuenta del dolor que él mismo tuvo que pasar en Fañanás, cuando los sindicales de este pueblo, dirigidos por un jefe analfabeto, fusilaron a su madre y a su hermano de unos dieciséis años. Les llamó la atención lo que yo he contado tantas veces, sobre la cantidad de balines, algunos remachados en las piedras del Castillo y una campana de la iglesia, que estaba agujereada por las balas, con una especie de ventanico cuadrado. En mi casa cayeron sesenta cañonazos, procedentes del Este, pero no de Huesca. Benjamín me dijo que hace unos veintitantos años estuvo en el Castillo de Monjuif, donde vio unos cañones, de los que le dijeron que habían estado en el frente de Siétamo.
El padre de Inocencio Grasa, de Castejón de Arbaniés, estuvo preso tan sólo durante una noche en casa de Almudévar de Siétamo. Lo apresaron en la despensa y lo amenazaron con ser electrocutado, tarea, para mí, difícil de realizar por la escasa fuerza de la corriente eléctrica. Al día siguiente lo soltaron y mataron a otros.
Y mi padre, después de recordar a los  que mataron, como por ejemplo a la madre de Jesús Vallés, a su tierno hijo y en el frente  a dos de sus hermanos, se preocupa por la crueldad que esa Guerra, ensañó sobre todos los ciudadanos, por ejemplo y sus hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas.  Y a su esposa Victoria, que le había traído al mundo a cuatro hijos y dos hijas, le dedica en su cuento navideño: ”¡Juventud , que presto pasas!, mientras tejía ilusiones, iba aprendiendo lecciones del gobierno de mi casa y cuando la misión tengo,  por deber y vocación de seguir la tradición y perpetuar mi abolengo, encuentro ayuda y consuelo en santa niña de ayer, que hoy es trasunto y modelo de la perfecta mujer. ¡Dios bendijo nuestra unión, regalando a nuestro hogar seis frutos de bendición, que si llegan a lograr con cariño y sumisión, seguir el recto camino de los que fueron y son, de este humilde peregrino, serán orgullo y blasón¡”.
¡Cómo se acuerda de mi pobre madre, que después de tanto sufrimiento murió el año 1943!. Se acuerda también mi padre del Conde de Aranda y de su castillo, pues he encontrado una nota en la que dice: ”Por línea femenina, heredó el título, Don Buenaventura Pedro Abarca de Bolea, noveno Conde, a quien sucedió su hijo D. Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, que fue el célebre Ministro de Carlos III y de otros Borbones, nacido en 1719,en el palacio de Siétamo.
Y sigue mi padre escribiendo: ”Palacio de los Condes de Aranda. Perteneció a la familia apellidada Abarca de Bolea, marqueses de Torres, Barones de Siétamo, de Clamosa, etc. Y Condes de Aranda. Allí nació en 1719 el célebre ministro de Carlos III, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea y  Ximénez de Urrea. El castillo está situado en el extremo meridional de la meseta, en que se asienta el pueblo de Siétamo, dominando una pequeña pero fértil y pintoresca vega, circundada por el río Guatizalema.
Ofrece el castillo un viejo portal de entrada; robusta torre que da al interior del pueblo, y dicha torre está muy bien conservada (hasta que en 1936 sufrió el acecho de las fuerzas marxistas, que le prendieron fuego y que atacaron este pueblo), destruyendo su cubierta y estructura interior, sufriendo también daño en el exterior. Tiene un tambor almenado que defiende un ángulo avanzado, la muralla (en la parte baja), por el pie de esta se entraba al pueblo, que estaba asimismo fortificado.


 
Tiene vestigios de ventanales góticos, que adornaban sus muros.
La puerta del palacio está defendida por matacanes.
Es ejemplar notable de casa solar medieval.
Se aprecia bien la estructura y planta del antiguo castillo con su torre homenaje (almenada), ya mencionada y otras veces de otros tantos ángulos o torres truncadas y conservadas sólo en su base.
Pertenece al siglo XIV, si bien se supone con algún fundamento, que anteriormente fue punto avanzado en la línea de fortificaciones, que Sancho Ramírez mandó levantar desde Loarre a Monzón”.
Es fácil que Sender creyera que Manuel Almudevar Vallés, viviera en el castillo del Conde, porque escribe: ”Vivía yo entonces en el número 13 de la calle de Sancho Abarca (en Huesca), en un alto edificio mudéjar coronado de galería árabe, que había formado parte de los palacios,  de veras regios de Lastanosa.  (El Palacio de los Abarca de Serué no formó parte con el regio Palacio de Latanosas. Se encontraban ambos en el coso Alto, uno casi al lado de la Iglesia de la Compañía y el de Lastanosa, al otro lado del Coso). En la planta baja había un vasto salón donde en el siglo XVII, se reunía la Academia de la que formaban parte Lastanosa, Gracián, Salinas y otros ciudadanos no menos notables. Cuando yo vivía con mi familia en aquella casa, el salón lo ocupaba una sociedad juvenil de gente modesta que organizaba fiestas y daba bailes”.( Pero aquella sociedad juvenil no actuaba en Casa de Lastanosa, sino en casa de Abarca de Serué).
 “En el cuarto que hace esquina (piso principal) y que tiene un gran balcón al Norte, por el que se ve el Salto de Roldán y otro al oeste, allí murió mi madre el día de Viernes Santo de 1926……En fin, por una razón  u otra el castillo-mansión de Siétamo, en el que tantas veces estuve, es uno de los que me habría gustado habitar. Es fuerte, hosco, bronco y nada pretencioso. Tiene historia sin abrumarnos con alguna clase de grandiosidad”.
No era de Lastanosa la casa de la calle de Sancho Abarca, sino de los Abarca, Señores de Serué, que tenían por escudo “dos abarcas, típico calzado de la gente montañesa del Alto Aragón, o sea una tira de suela doblada en sus puntas…(Tesis Dostoral de Angelines Campo).Esta familia Abarca se unió con la de los Bolea que tenían por blasón “la puerta levadiza y torre de plata sobre fondo azul”. Esta fusión se produjo por el casamiento de Doña Juana Martínez de Bolea  (descendiente  única de la rama directa de “los Bolea”) con don Alonso Abarca, hijo de Don Sancho Abarca y de Doña Violante de Bergua, Señores de Gavín, de la Casa Real de Aragón”. De esta unión familiar proceden Doña Ana Francisca de Bolea, Abadesa de Casbas y escritora y el Conde de Aranda, Ministro de Carlos III.
Pero los Abarca siguieron llevando su vida y en el siglo XVII tenían una casa en la que más tarde viviría Ramón J. Sender. No es extraño que éste se equivocara del antiguo dueño de la casa, pues Don Ricardo del Arco también supuso que tal casa perteneció al Conde de Aranda. Don Federico Balaguer dice que conoció al heredero de los Abarca, pero que ya había perdido el apellido y añade que él u otro se  llevaron el escudo de sus antepasados.
El Altar de la Virgen de la Gloria, que se encuentra en la iglesia del Monasterio de Casbas, fue costeado por Doña Ana Francisca Abarca de Bolea y por su sobrina Doña Francisca Abarca Vilanova.  Esta sobrina salió de la Casa de los Abarca de Serué, en la que vivió y murió la madre de Sender.

Monasterio Casbas
 
Sobre dicho Altar, ”en las pinturas de la pared lindante con la bóveda, figura un medallón con la fecha de 1683,flanqueado por dos ángeles que sostienen sendas cintas con los nombres de las donadoras: en la inscripción de la derecha dice: Doña Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro y en la izquierda Doña Francisca Abarca Vilanova; debajo de cada una de estas inscripciones aparecen los respectivos escudos familiares sostenidos cada uno de ellos por un angelote”(Angelines Campo).El escudo que desapareció de casa  Abarca de Huesca está en los libros de la Heráldica, pero seguramente está incluido en el escudo del Altar de Casbas, pues en él, con cierta dificultad se ven unas abarcas y digo incluido porque el escudo de las monjas estaba compuesto por algún motivo del de su familia, pero añadían otros cuarteles. Parece ser que en dicho retablo están los retratos de ambas venerables monjas, pero no he podido todavía identificarlas. Es curioso como Doña Ana Francisca Abarca de Bolea  se pone además de sus inmediatos apellidos el de Castro, que era apellido del antecesor de los Abarca de Bolea, como Señor del Castillo de Siétamo.
La casa de los Abarca era vecina o estaba próxima a la de Lastanosa, según dice don Federico Balaguer. Y tenía razón, diciendo que la casa de los Abarca de Serué estaba en la parte alta, cuando el coso escala hacía San Pedro y hacia la Catedral. En la parte de arriba, según Sender parece ser que hubo una especie de Salón de baile o café-cantante, dato que también confirma Don Federico. También se acordaba de numerosas costureras (alrededor de ochenta) que entraban y salían de la parte de la Calle de Sancho Abarca. Pero estas ocupaciones de música y de costura, son posteriores al uso de la Casa de Abarca de Serué, como palacio de los nobles Abarca. Debajo del Coso, en donde el terreno es llano, dicen que Lastanosa  tenía un hermoso jardín, lleno de plantas ornamentales y animales exóticos, que ocupaba toda la parte posterior de la casa, siguiendo por el Parque hasta el viejo camino de Bandaliés.  También los Abarca tenían una huerta alabada en los escritos de la época; pero esa huerta-jardín no estaba en las inmediaciones de su casa, sino encima de la bifurcación del Coso Alto y detrás de los Salesianos.  Eliseo Carrera, me lo probó, mostrándome en su chalet, un escudo pétreo de los Abarca, que sacaron del jardín que se encontraba detrás del patio de recreo de los salesianos y encima de la unión de la carretera de Jaca, con la que sube al Puente de San Miguel y que comienza esa división, en el Coso Alto.
Don Federico Balaguer dice que por el Coso Alto, había un Casino Sertoriano, que recordaba al gran Lastanosa, del que Sender se declara vecino, cuando dice: ”En la planta baja había un vasto salón donde en el siglo XVII se reunía la Academia de la que formaban parte Lastanosa, Gracián, Salinas y otros ciudadanos, no menos notables. Cuando yo vivía con mi familia en aquella casa, el salón lo ocupaba una sociedad juvenil de gente modesta que organizaba fiestas y daba bailes”. Esta última aseveración parece coincidir con la afirmación de don Federico Balaguer de que en la casa donde vivió Ramón J. Sender, la ocupó una sociedad juvenil, que daba bailes, pero no coincide con la afirmación de Sender, de que en dicha casa radicase la Ilustre Academia de Lastanosa. Esta radicaba debajo del Coso hacia más allá del posterior Parque y la casa de los Abarca de Serué, donde vivió Sender y murió su madre, estaba encima del Coso Alto, ya en la ladera del monte, coronado por la Catedral. En ella hubo una sociedad juvenil,  que organizaba bailes y luego un taller de costureras, que entraban y salían por la Calle de Sancho Abarca.
No es de extrañar la confusión de Sender entre actividades en Casa de Lastanosa y en Casa Abarca de Serué y de Villabona, porque Ana Francisca Abarca de Bolea, asistió algunas veces a la Academia de Latanosa y en la casa Abarca de Serué, se crió su pariente Doña Francisca Abarca de Serué. Entre ambas, tía Ana Francisca y sobrina Francisca, en el Monasterio de Casbas, en el que ambas eran monjas, financiaron el altar de la Virgen de la Gloria. Angelines Campo, en su Tesis Doctoral, escribe: ”En Noviembre de este mismo año de 1679 hace testamento y muere en Huesca, a los sesenta años, Don Antonio Abarca, Señor de los lugares de Serué, Jánovas, San Vicente, Formigales y de los lugares de Pallaruelo y Rañín, hermano de Doña Francisca Bernarda; ésta juntamente con Ana Francisca, aparece entre los ejecutores testamentarios”. ”Quedan ya muy lejanos los tiempos en que Doña Ana en la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista, mostraba su entusiasmo por las maravillas que albergaba la mansión oscense de ese su sobrino Don Antonio (Abarca de Serué), que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y tutora de su hija pequeña, Doña María Victoria”.
¿Qué pasa, pues, con este edificio de los Abarca? (que todavía está levantado, aunque rejuvenecido y se conserva el balcón, por el que se asomaba la madre de Sender), ¿no estaba el Palacio de los Lastanosa al otro lado del Coso?, o tal vez allí no estaba el Coso, y  dividiría las casas en dos barrios, uno encima de la vieja muralla y otro debajo de la misma. Le pregunté a Don Fedrico Balaguer y me contestó que se trata de dos casas, una en la Pataquera, que es la calle de Sancho Abarca. Había unos árboles delante de la Muralla del Coso y su torre estaba habitada por gente que, se supone,  pagaría un alquiler al Ayuntaiento. La Casa de Lastanosa era vecina, pero al otro lado del Coso, poco más o menos situada donde hoy de encuentra la Farmacia Mingarro. Frente a ésta se  levanta la iglesia de la Compañía. El Casino Sertoriano estaba en la parte moderna de la Casa de los Abarca, que da al Coso Alto, y donde más tarde se establecieron los Almacenes de San Pedro y todavía más tarde los de Simeón. En el mismo lado de la Muralla en que se encuentra la casa de los Abarca, se encuentra la iglesia del oscense San Vicente el Real, convertido en el siglo XVIII en la iglesia de la Compañía de Jesús, donde vivió el escritor Baltasar Gracián.
Añade Sender:”En el cuarto que hace esquina (piso principal) y que tiene un gran balcón al Norte, por el que se ve el Salto de Roldán, allí murió mi madre el día de Viernes Santo de 1926”.
No es extraño que Sender creyera que mi abuelo vivía en el Castillo del Conde de Aranda de Siétamo, pues a él también le hubiera gustado vivir en dicho Palacio, como dice en la siguiente frase: “En fin, por una razón u otra el castillo-mansión de Siétamo, en el que tantas veces estuve, es uno de los que me habría gustado habitar. Es fuerte, hosco, bronco y nada pretencioso. Tiene historia sin abrumarnos con alguna clase de grandiosidad”.Sender vivió en la casa de los Abarca de Huesca y quiso vivir en el castillo de los Abarca de Bolea de Siétamo. No sé si sería por esta causa, que escribiera lo siguiente: ”Así cantan por las calles de SIETAMO, las noches de ronda: “Tengo en los picos de Aneto-la Luna y las Tres Sorores.-En Huesca las añoranzas…y en Siétamo los amores”. Los de este pueblo cantaban sus amores, pero al Conde de Aranda le habían hecho tan mala fama, que “especialmente agradable debía ser para los (rebeldes) ,dirigir los cañones sobre la residencia del antiguo Conde de Aranda, que en la mitad del siglo XVIII gobernó a España con Carlos III y ejecutó la orden de expulsión de los Jesuitas del Imperio Español, y aconsejó al Rey que obtuviera la disolución de la Compañía de Jesús, del Papa Clemente XIV, en la cual los acusó de ser perjudiciales para el Cristianismo y de ser enemigos de nuestra fe”. Los de Siétamo cantaban sus amores, pero al llegar la Guerra Civil de 1936, cantaron sus odios. Ya he expuesto desde donde tiraban los cañones y hacia donde y es el mismo Sender el que continúa diciendo: ”Entre la historia, la memoria de las cabalgadas y la sangre de los vencidos, se percibe en el aliento de las vacas, oloroso aroma a heno mascado”. Y heno era lo que llenaba el viejo Torreón del Castillo, e Isidro Artero, que era hijo del alcalde de izquierdas del pueblo, escribió:” Me acuerdo de ver como ardía el Torreón del Palacio; lo veía arder desde la Calle Alta, en que yo vivía. Yo tenía unos veinticuatro años; entonces nos marchamos a Huesca. Ardía el Torreón porque estaba lleno de hierba”.
Siétamo fue tomado por los gubernamentales, dos veces, siendo la primera ocupación muy breve y en esta tuvo lugar el incendio del Castillo, marchándose Artero a Huesca, cuando volvieron a entrar los nacionales y haciendo Artero en Huesca el Servicio Militar.
Ardía la yerba como en un enorme horno, pues las paredes eran muy gruesas y hacían de chimenea, saliendo el fuego y el humo por el tejado, después de ponerse la yerba en ignición. Añade Isidro Artero que lo debieron quemar por si había algún enemigo escondido entre el heno, del mismo modo que los nacionales quemaron un pajar de Antoñito el Herrero, con el fin de hacer salir de él a dos o tres individuos, que dentro se habían refugiado. Como no quisieron salir, prendieron fuego al pajar, muriendo dos o tres, uno de los cuales era el padre de Bergua, al que llamaron después de algunos años El Francés, por haber  estado voluntario en la Legión francesa. Cuando acabó esa vida de combate, se hizo un chalet en Siétamo y en él murió de accidente, después de pasar años en  la guerra de Argelia.

Estado actual del Castillo del Conde Aranda (Siétamo)
 
Hablando del odio, sigue escribiendo, Ramón J. Sender: “Yo sé que si hubiera estado en 1936 en Huesca, me habrían fusilado los fascistas, como fusilaron a mi hermano Manuel (que fue alcalde de Huesca)  y a casi todos mis amigos”. Si, ignominiosamente murió el hermano de Sender, como sus amigos, pero ignominiosamente murieron aquellos amigos que iban matando los gubernamentales, a medida que avanzaban hacia Huesca. En Fañanás, pueblo situado al lado de Siétamo, unos sindicales del mismo pueblo, cuyo jefe era analfabeto asesinaron a mi pariente Almudévar Vallés y a su hijo de trece o catorce años. En Siétamo los mismos “rojos”, por intereses materiales, que no por ideas políticas, le dieron un tiro en la cabeza, a  un buen hombre, que como el jefe sindical de Fañanás,  era  también analfabeto y de noventa años de edad.
La gente se marchaba de los lugares por donde pasaba la Guerra. ¿Por qué se marchaba esa gente?. El mismo Sender nos da la contestación, cuando escribe: “Tal vez si hubiera estado yo, y conociendo de antemano las intenciones y propósitos de los fascistas-clericales-militares, se habría podido organizar  alguna clase de resistencia y habríamos vencido  quizá a los liberales. Entonces nosotros habríamos fusilado probablemente a nuestros vecinos-contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que valían, y lo digo sin ironía alguna”.
Sender algo percibió en la Guerra, pues reflexiona y atribuye también a las fuerzas contrarias a las fascistas-clericales y militares, cuando dice: ”entonces nosotros habríamos fusilado probablemente a nuestros vecinos-contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que valían, y lo digo sin ironía alguna”. Como no se podía atribuir el triunfo sobre sus enemigos, los fascistas, pensó en marcharse de la Guerra a un país en el que pudiera gozar de la paz. Por sus simpatías, al principio comunistas y luego anarquistas,  parecía oportuno que se fuera a Rusia,  por ejemplo, pero marchó a Méjico,  para acomodarse al fin en los Estados Unidos. Se acordaba mucho de España y de las ardillas de San Cosme y San Damián, aunque de sus hijos, no se acordaba con tanto entusiasmo.
Ramón J. Sender no quería a los fascistas, clericales y militares y dice que si él hubiera logrado el triunfo en la Guerra:”entonces nosotros habríamos fusilado probablemente a nuestros vecinos contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que valían.” No se sabe si estaba de “cachondeo”, pues añadió: “lo digo sin ironía alaguna”.
Sender algo percibió en la Guerra y se fue, pero no se fue a un País marxista, sino a Méjico y a parar en los Estados Unidos de América”. Por lo visto, se acordaba de los curas asesinados “sin dejar de estimarlos en lo que valían”. No sé lo que valdrían los religiosos que fusilaron en Barbastro pues en la iglesia conventual se  pueden contemplar sus huesos, pero ¡cuánto lucharon sus compañeros antecesores en América, que además de levantar iglesias y catedrales, enseñaron la lengua española en casi todo el Continente. Sender también valía y llenó de libros todo el mundo, y él mismo se da cuenta de lo absurdo de las luchas violentas, que hacen imposible el estudio de los problemas humanos y la cooperación entre unas y otras ideas.
El cura de mi pueblo, Don Marcelino Playán, según un enviado especial del Gobierno era “ de raigambre caslista, su padre era el famoso Playán, que peleó durante el año 1874,en Navarra al lado de Santa Cruz y sabía lo que estaba pasando con los curas en las zonas que los marxistas iban ocupando. Treinta y cuatro sacerdotes asesinados en la diócesis de Huesca por los gubernamentales y uno Don Pascual Duaso, de 54 años de edad, Párroco de Loscorrales, fusilado por los nacionales. Habían matado, entre otros, al cura de Velillas, al de Antillón, al de Arcusa, al de Rodellar, al de Morrano, entre otros muchos. Pudo Don Marcelino marcharse de su tierra natal, como lo hizo Sender, pero no lo hizo, sino que “no estuvo remiso en empuñar las armas  y con otros usó “como reducto la torre de la Iglesia de Siétamo, haciendo jornadas de doce y catorce horas, todos los días, en el franco tiroteo, contra las fuerzas leales”. Desde luego que en aquella Guerra todos se hicieron legales a dar muerte a quienes no pensaban como ellos. El propio Don Marcelino afirmaba haber escuchado en Radio Barcelona, las palabras de su lucha en la iglesia de Siétamo y entonces pudo marcharse, ya que “la fobia antirreligiosa de las  hordas catalanas (cuando la mayor parte de dichas hordas estaba compuesta por inmigrantes del resto de España) y de los elementos extremistas de nuestra región, fue brutal: arremetieron ferozmente contra los sacerdotes por el simple hecho de ser sacerdotes, se ensañaron en las iglesias, destruyeron todo signo  religioso, sin detenerse siquiera ante su valor histórico o de arte…”. En mi casa destruyeron todo lo que pudieron, llevándose el león que coronaba los escudos de Almudévar y de Vallés y los dejaron, pero en éste de Vallés había una cruz y se entretuvieron en destrozarla, indudablemente por su sentido religioso”.
En unos días de asedio, Siétamo se convirtió en el primer muro de contención de la fuerte avalancha que Cataluña enviaba contra la capital del Alto Aragón”. (Don Damián Peñart Peñart).
El veintitrés de Agosto de 1936, Huesca sufrió un bombardeo espantoso, pero el comandante de la plaza, ”prometió que ninguno de los traidores dejaría de  encontrar el castigo que sus acciones merecen” (La Tierra,24-VIII-1936). “Ese mismo día, domingo, 24 de Agosto, fueron fusilados noventa u cuatro detenidos, en su mayoría vecinos de Huesca”. Eso de los fusilamientos era algo ordinario, porque, entre otros, Basilio Ferrando,el día 12 de Octubre de 2012, me contaba como veía extrañado y dolorido un grupo de acusados de fascistas, al lado de Siétamo , en el término del Valdecán. En la salida hacia Huesca, ha habido un cementerio, con una cruz,en el que asesinaron a multitud de ciudadanos, como por ejemplo al tío de Mariano Cabrero, Bergua y los suyos trajeron desde Fañanás a Siétamo, al cartero de este pueblo y con otros lo fusilaron en la pared de la huerta del Conde. Al padre de Avelino Zamora, lo fusilaron en Angüés, sin conocerse el lugar de su reposo. ¿Dónde están los restos de numerosos sietamenses, que no se sabe donde los mataron?. Después de la Guerra llegó a Siétamo una bella mujer acompañada de su nuevo amor, preguntando donde se encontraban los restos de su primer marido. Miguel de Cabalero, se acordó del lugar donde reposaba tal difunto, Fueron al lugar del monte donde se hallaban los restos. Con poco picar, lo hallaron y el segundo pretendiente de la dama, se lanzó sobre la cintura del difunto y sacó un reloj. En esos momentos se deshizo el esperado entierro en el cementerio y detrás de los nuevos novios o esposos, se marcharon Don Marcelino Playán el sacristán Trabuco y el desenterrador Miguel de Cabalero.Allí, la única que ganó algo , como un reloj,fue la que movió esa obra de teatro.
¿Qué hubiera hecho Sender, para detener estos hechos?, él mismo contesta cuando dice: “Tal vez si hubiera estado yo … se habría podido organizar alguna clase de resistencia y habríamos vencido quizá  los liberales. Entonces nosotros  habríamos fusilado probablemente a nuestros vecinos contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que valían, y lo digo sin ironía alguna”.
Parece ser que Sender se sentía liberal, pero ¡que difícil era coordinar con los comunistas y con los anarquistas!. Y su pregunta sobre las causas de la locura de la Guerra, parece contestarla con su frase: ”se habría podido organizar alguna clase de resistencia…”   pero ¡bien claro se veía la imposibilidad de la coordinación entre liberales y comunistas y anarquistas!. Porque si no, ¿como se marchó a los Estados Unidos y no a Rusia?.
Sender recordando el espectáculo del incendio del castillo-palacio del Conde de Aranda y de la muchedumbre de ellos, que se produjeron en la Guerra Civil, como por ejemplo, cuando se enteró de la “Pasión de Edelmiro” en el Casino de su pueblo y en el puente del río, “califica de una degeneración monstruosa, lo que escribió”, describiendo tantas salvajadas. En cierta ocasión, se dió cuenta de que aquellos escritos proporcionaban al lector un espectáculo que resultaba “ofensivo para mí, para el público y sencillamente para los campesinos de las aldeas”. Se acumulaban en sus cabeza los terribles recuerdos de aquella Guerra infernal, que le hicieron sentirse culpable de lo que estaba ocurrieno en un mundo injusto, que le llevaba a sentir el dolor de aquel muchacho de Odina, muerto por un rayo y que él lo recordaba volando en el  cometa Halley y había amado a los niños y a los campesinos de aquella España, que lo convertiría en un casi “eterno emigrante”. “El escritor describe todo lo que pasa en el mundo y al mismo tiempo parece sentirse culpable de lo que estaba ocurriendo en ese mundo injusto y se acuerda de los campesinos a los que tanto había amado en su niñez”. A los hombres nos faltan todavía muchos conocimientos de los bosones de Higgs  o partículas de Dios y Sender sentía los problemas de la humanidad y quería darles solución, pero no ha sido, como tampoco  han sido capaces los sabios, de darles solución y en esta lucha común entre sabios incompletos y analfabetos, han hecho que Sender escribiera situaciones y acciones que, como él escribe:  “Resultaban ofensivas para el público y especialmente para los campesinos de las  aldeas aragonesas”.
Sender estaba desorientado y al preguntarle a un liberal, como él mismo se define, parece contestar con esa frase que  dice : ”se habría podido organizar alguna clase de resistencia…”. La mente humana todavía carece de la sabiduría perfecta y ya se ven cada día los resultados de la “resistencia humana”.
Parece coincidir el criterio de Sender con una frase del libro sobre la Guerra Civil del sacerdote Don Daniel Pañart, que comienza así el capítulo segundo: ”La guerra de 1936 tuvo dos aspectos diferenciados, aunque unidos entre sí, la lucha armada entre dos grupos de españoles y la revolución”. ”Opinan algunos autores que la suerte final de la guerra se debió, en gran parte, al sesgo impreso por la revolución y a los atropellos cometidos por la misma”.
Parece que todos lamentan que la Guerra no estuviese organizada por un lado por los demócratas y por otro por los sublevados, pues dice Sender: ”Tal vez si hubiera estado yo, y conociendo de antemano las intenciones y propósitos de los fascistas-clericales-militares, se habría podido organizar alguna clase de resistencia y habríamos vencido , quizá, los liberales”. Pero “la suerte final de la Guerra se  debió … al sesgo impuesto por la revolución”.
Sender viene a decir que hay algo de locura en aquel comportamiento, con estas palabras:” el ego de los españoles es de veras satánico y para estudiarlo no valen los textos de psiquiatría, esquizofrenia y la paranoia españolas no son sólo la locura, sino que tratan de imponerse, y a veces lo consiguen, como una especie de razón superior, de consagración del super- ego”.


Guerra Civil Siétamo
 
Siétamo tuvo en la Guerra un comportamiento heroico, pero no ha sido compensado. Como no se ha compensado todavía el recuerdo del Conde de Aranda, al que todavía en el año de 1938, le atribuyen cualidades o más bien defectos de los que atacaron a Siétamo, porque el jesuita Padre Vicente Gracia, en aquella fecha, escribió:” Siétamo por su privilegiada situación en la carretera de Barbastro, que parte en dos a una montaña, dormía tranquilo recostado sobre una de ellas, a la sombra de su castillo, de sillares ocres y apariencia de fortaleza, como para albergar la altanería y orgullo de aquel funesto prócer Conde de Aranda, perseguidor de Cristo, testaferro de  las logias masónicas e ignominia de Aragón. Ya desapareció y gracias a Dios el homenaje rendido por Zaragoza en tiempos de liberalismo con una de las mejores calles, y quede su recuerdo enterrado como su nobleza, pues nada nos dignificó su valía política cuando lo empleó contra Dios y su hueste querida la Compañía de Jesús”. Algunos,  como vemos en este escrito de un jesuita, hablan mal del Conde de Aranda, pero el también jesuita Padre Ferrer, oscense, ha descrito como modelo de político al Cande de Aranda.
Pero la Guerra siguió y el Teniente Lahoz, de la Guardia Civil de Angüés, se dio cuenta de que en dicho pueblo no le seguían sus habitantes, lo que le hizo retirarse con sus guardias a Siétamo, donde muchos de sus habitantes arreglaron parapetos en las eras, y se pusieron a cavar trincheras sin descanso. Y llegó el día 18 de Julio de 1936 y sobre Siétamo aparece la aviación gubernamental, “acompañándole en seguida los broncos timbales de la artillería y las nubes de polvo y humo, levantadas por las granadas, que semejaban inmensos hornos para calcinar la tierra”. Venían contra Siétamo unos 3.000 hombres, acompañados de sus cañones y de sus carros  blindados, y allí sólo estaban 800 habitantes y aproximadamente unos cien defensores.
Aquellos voluntarios anarco-sindicalistas de Cataluña, no eran militares ni querían saber nada de la disciplina ni de la estrategia de los ejércitos y atacaron por la carretera, siendo a un momento dado objeto de los fusiles y ametralladoras, sufriendo un centenar de bajas. Aquellas “Milicias Populares”, estaban más preparadas para la lucha callejera que para sostener un frente de batalla en el campo. Aunque llevaban entre sus componentes algunos militares y fuerzas de los cuerpos de seguridad, rechazaban una organización militar. Y así el propio Durruti confesó al corresponsal de Pravda: ni yo ni los milicianos creemos que para cumplir una misión sea necesario dar taconazos al estilo prusiano”.( Jacques de Gaulle).
“Mosen Marcelino Playán, perseguido por el anticlericalismo de los anarcosindicalistas, recibió el apodo de Bonete y se le atribuyeron barbaridades sin cuento, pero él se dedicó a copiar escritos procedentes de Barbastro y mensajes enviados por Radio Barcelona y a la defensa de sus feligreses, a los que atendía espiritualmente e incluso arrastrando algún cañón del 7’5. Estuvo con don Rafael Febrer, cura de Ola, en la torre de la iglesia… junto a los guardias civiles, conteniendo la primera avalancha de milicianos rojos que venían a la conquista de Huesca. Día a día la metralla iba destruyendo, implacablemente el pueblo y la iglesia”. (Peñart).Dice  el mismo Mosen Playán en una copia del enviado especial rojo Antonio de la Villa: “La víspera del 13 de Septiembre , fecha en la que fue tomado Siétamo por las fuerzas de Milicias, con carabineros, Guardia Nacional, se le vio al cura “Bonete”, ir como un fantasma por todo el pueblo. Llevaba tres días sin dormir, nos dice un fascista, que espera su enjuiciamiento en Barbastro, pálido, casi cadavérico, con los ojos desorbitados y echando venablos por la boca, cosa que no le habíamos oído nunca, llegamos a temer que se volviese loco”. Aquella noche, víspera del 13 de Septiembre), dijo :”Pero Siétamo, que es nuestro y sirvió siempre la causa del orden y de la realeza, debe desaparecer incendiado”. ”Bonete cumplió el ofrecimiento. Siétamo fue quemado”. Pero Don Marcelino Playán acaba su copia, de la siguiente forma: ”Copia hecha el 15 de marzo de 1937 por don Marcelino Playán, que tanto nombran estos escritos y que según ellos fue muerto, primero con la toma de Siétamo. Así lo anunció la Radio Barcelona al servicio de la C.N. T. y la F.A.I. y después en la toma del Estrecho Quinto y en franca huida sorprendido por los milicianos, quienes le dieron muerte, después de cruzarse entre unos y otros, varios tiros. ¡Como ves, caro lector, resucité, cual otro Lázaro, no una sino dos veces, para hacer esta copia. Sin comenterios”. Como hemos podido comprobar, Mosen Marcelino tuvo muchas oportunidades de morir, por ejemplo, cuando estaba disparando en la torre de la iglesia, pero no murió, como murieron de un lado y de otro.
Aquellos primeros días de Agosto, se iba reduciendo el terreno de los que defendían Siétamo y los rojos se iban pasando a través de unos agujeros hechos en las paredes, de casa en casa, quemando casi todos los pajares. Entonces la gente que todavía permanecía en Siétamo, tuvo que marchar a Huesca, en su mayor parte. Y según don Vicente Gracia: “Es tal vez la primera caravana triste y abigarrada de mulos y borricos con míseros enseres, asustadas criaturas, débiles mujeres y ancianos huidizos de la barbarie marxista, como si quisieran conservar un resto de dignidad y pudor humano que les iban a ser arrebatados”.
Entonces, al quedar solos los guardias civiles y otros defensores paisanos, en lugar de huir, se metieron unos cuantos de ellos en la iglesia, como José María Calvo de Los Molinos de Sipán, al cual habían destruido toda su casa, su molino de aceite y tristemente les habían quitado la vida a los trabajadores del Molino. Estaba también Ciria de Aguas, el teniente Lahoz, herido y el Sargento Javierre, que durante tres días estuvieron disparando desde la torre de la iglesia, Al fin se les acabaron  los alimentos y estaban algunos heridos. De estos se tuvo que quedar el guardia Borruel herido, que pidió a sus compañeros que le disparasen, para no caer en la manos de los atacantes, pero se negaron a rematarar a su compañero y allí lo hicieron, cuando llegaron los rojos que le destruyeron el cuerpo, castrándolo todavía vivo. Marcharon los defensores de la iglesia,  cuando ya empezaban a oírse los hachazos en la puerta del templo.
No les quedaba otra solución que la de huir, pero ¿por donde?. José maría Calvo de los Molinos pensó que podrían salir por una pequeña ventana de la bodega,  que mira al Este. Con los disparos de sus fusiles quitaron la reja, quedando una abertura de 27`30 centímetros de anchura por 43’5 de altura. Todavía se puede ver lo que quedó de la reja vieja y la después se volvió a colocar. No sabían si alguien estaría por ahí, pero José María salió rápidamente  el primero, jugándose la vida una vez más, le siguieron los demás, hasta el último, que fue el sargento Javierre, que como era grueso ,se tuvo que quitar la ropa y sufrir estirones ajenos para poder salir. Todavía, después de tantos años, recuerdo a este sargento , padre de los hermanos Javierre y de su gruesa figura. Huyeron, bajando por la arboleda de la huerta del Conde y desaparecieron.  Pero Javierre, al día siguiente ya estaba colocando una ametralladora delante de Casa Narbona y una granada de mano, lanzada por sus propios compañeros lo mató. Pero todavía pudo despedirse de sus compañeros y tuvo tiempo para darle consejos a hijo, futuro Cardenal. Allí quedó la iglesia, cuya construcción fue realizada  por el Maestro  Martín de Zabala en 1572, con la colaboración de los antecesores del Conde de Aranda.
Cuando entraron los rojos, destruyeron todos los retablos, imágenes y silletas de esas propias de ancianas piadosas, sacándolas la  Plaza pública, donde les prendieron fuego. Quedó después de la Guerra que aparecieron cálices, relicarios, ornamentos sagrados y un pequeño mantón de los Condes para bautizar a algún niño, que naciera. Mosen Marcelino tuvo la prudencia de esconderlos e algún rincón de la bóveda. La iglesia la convirtieron en un garaje para vehículos y tanques.
Se acabó la Guerra Civil y ahora son muchos los españoles que no encuentran trabajo, muchos no encuentran vivienda y algunos ni alimentos. ¿Quién buscará un solución que evite las luchas y que no busque soluciones políticas, que en lugar de arreglar los problemas, los haga mucho mayores?.
Ahora, parece que en parte, se han calmado las luchas corporales, pero en el castillo, los nuevos luchadores por el dinero, siguen buscando intereses propios, como el del reloj de su difunto esposo.

1 comentario:

  1. Es de agradecer, que D. Ignacio Almudevar y a la edad que el tiene, nos ilustre con sus conocimientos de una parte de la historia que nuestros padres y nuestros abuelos vivieron en sus propias carnes. Y todo ello escrito con sus manos y su memoria. De unos años de los que en la postguerra nadie queria hablar ni comentar, de ambos bandos, en los que las represalias debieron ser atroces y estoy convencido de que en un bando, mas que en el otro. La cantidad de Iglesias y obras artisticas que se quemaron, debio ser enorme.La propia Catedral de Huesca fue bombardeada, con su tejado y cupula hundida y su torreon desmochado para siempre.
    Tambien yo me pregunto, si Sender lo habria evitado ??

    Responder

    ResponderEliminar

Plegaria por Lola Almudévar

Este título se lo puso el compositor Antonio Viñuales a su obra musical dedicada a Lola Almudévar y se hizo sonar en el acto inaugural de  l...