Han pasado ya más de los
doscientos años del aniversario de la muerte de Don Pedro Abarca de Bolea y
Ximénez de Urrea, conocido por el Conde de Aranda, pero su segundo apellido era
Pons de Mendoza, apellido de su madre Doña Josefa, y que él mismo cambió por
Ximénez de Urrea, que era el apellido que le ligaba a su título de Conde de
Aranda y que le hizo heredero de un enorme patrimonio en Epila. Éste se regaba
por el río Jalón. El casi gigantesco Palacio, está unido al convento cercano,
con el que todavía está comunicado por un pasaje elevado sobre la calle, por el
que pasaban con su esposa a oír misa. A estas ventajas se unió la proximidad a
Zaragoza y a Madrid, teniendo en cuenta que Epila, es un punto desde el que
podría, en caso de necesidad, acudir a la defensa de España. Hay quien dice que
vivió sus últimos años en Siétamo, pero no fue así, sino que se quedó en Epila
con sus caballos, sobre los que iba a darse vuelta por sus huertas y a estudiar
el cultivo de semillas de cáñamo nuevas en nuestra tierra; cáñamo del que tanto
se cultivaba en aquellos tiempos, como sabemos que en Siétamo, su pueblo natal,
había varias balsas para ponerlo a remojo, para convertido en tejido, en la
Paul Saltadera, al lado del río Guatizalema. Hay que tener en cuenta, que él, perteneciente
a una familia ilustre del Alto Aragón, que era antes de la boda de su padre, conocida
por el título que poseía de Marqués de Torres y antes entre otros títulos, por
Barón de Clamosa y de Barón de Siétamo, recibió el título de Conde de Aranda
por ser hijo de Don Pedro Alcántara
Buenaventura Abarca de Bolea, nacido en 1699 y de Doña Josefa Ponz de Mendoza,
que era de Épila, siendo su padre el que había heredado el título de Conde de
Aranda. Y fue en Siétamo, donde nació el año 1719 el citado Conde, a saber Don
Pedro Pablo Abarca de Bolea y en su Parroquia bautizado, donde todavía se conserva
un pequeño mantón de Bautismo, que muy probablemente se le pondría para recibir
el dicho bautismo. Ferrer dice que es
del siglo XIX, y por lo tanto se usaría dicho mantón para los bautismos de la
Familia Aranda.
Fachada Principal Palacio de Epila |
Fachada posterior Palacio de Epila |
Cuando en el mes de Febrero del
año de 1998,se celebró en Épila un funeral por su alma, los de Siétamo
asistimos y vimos el Palacio en sus exteriores, pues todavía su Ayuntamiento no
había recibido su entrega, y al contemplarlo y ver también el pueblo, nos dimos
cuenta de la pequeñez del nuestro, es decir de las ruinas que causó la Guerra
Civil en el Castillo y el poco progreso industrial que se ha dado en Huesca
capital y en consecuencia en los pueblos de sus alrededores, como Siétamo. Al
observar el desarrollo de Épila y ver sus obras antiguas que no habían padecido
las terribles consecuencias de la Guerra, nos dimos cuenta que ésta había
traído la ruina del Castillo-Palacio y la pobreza consecutiva del pueblo de
Siétamo.
El pueblo ha sacado sus
consecuencias, pero hace unos años, se empezaron a construir unos
setenta chalets nuevos, y empezaron a reconstruir la muralla y el torreón del
Palacio. Este Torreón no se ha reconstruido. Ahora, con la autovía, esperemos que venga un nuevo
desarrollo.
Hay que recordar la historia, ver
a los habitantes del castillo, que no sólo fueron los Abarca de Bolea, sino que
antes que ellos lo habitaron los Señores de Castro, que con su hija se casó un Abarca de Bolea. Este fue don
Bernardo que se unió en Siétamo con la hija del Señor de Castro, poseedor del
Castillo del mismo pueblo, a saber doña Jerónima de Castro y Pinós. Conservo
los papeles en que el Señor de Castro vende a su hija todos los bienes que
poseía, y que dice así: ”In Dei nomine amen. Sea a todos manifiesto que yo el
noble Don Pedro de Castro y Pinós, Señor de los Castillos y lugares de Siétamo,
Olivito, Loscertales, Clamosa, Puy de Cinca y Torres de Montes, con
otros lugares infrascritos de grado y muy cierta ciencia testificado bien y
plenariamente de mi derecho en todo y por todo…..cedo, transporto y desamparo a
vos la noble señora doña Isabel (Jerónima) de Castro y Pinós, “fiyya suya”, los
castillos y lugares y sus términos en el Reyno de Aragón”. Dicen que esta venta
la hizo para que se pudiera casar su hija con un Abarca de Bolea. No se si fue
este Castro o algún antepasado suyo el que fue excomulgado por el Abad de
Montearagón, por haberse llevado de
Huesca a Siétamo una mujer. No sé si él estaba viudo ni si la mujer estaba
casada o era soltera. Parece ser que los Barones de Castro poseyeron Siétamo
desde 1348, perteneciendo antes a Jerónimo de Sigena.
Hay que recordar a las personas y
a los hechos históricos que tuvieron algo que ver con el castillo-palacio de
Siétamo, porque tenemos que recordar la Historia de Aragón, la participación
que tuvo Siétamo en ella y tenemos que olvidar toda la negra historia que se
acumuló sobre personas como, Don Pedro Pablo ABARCA DE BOLEA, del que tengo un
retrato sacado de una revista, en la que dice: ”Don Pedro Abarca de Bolea
volteriano encubierto”. El Jesuita Ferrer lo niega.
Y tenemos que estudiar si hay
algún procedimiento para que Siétamo tenga vivo el recuerdo de sus antepasados
y viva la inquietud por la prosperidad, recordando a aquellos personajes que
hicieron labores militares, diplomáticas y literarias.
Yo, Ignacio Almudévar Zamora, nací el 16 de Noviembre del año 1930, cuando
el castillo- palacio todavía se conservaba y además bien, porque a mi padre, en
aquellos años le obligaba la Ley, a pagar jornales de paro, que él empleaba
para arreglar el castillo, donde además vivían varias familias; unos dicen que
era varias y mi padre me dijo que allí se habían acogido hasta catorce. Cardús
Llanas afirmaba que vivían dos. Un 18 de Noviembre me encontré en Huesca con la
sietamense Josefa Lasierra Javierre, prima del Cardenal
del mismo apellido Javierre y acordándome de que ella vivía en el Castillo, antes de la Guerra Civil, le
pregunté que cuantas familias vivían en él. Me contestó que a última hora sólo
vivía la suya, pero que habían llegado a vivir catorce. El año 1936 tuvo lugar
la explosión de la Guerra Civil y mis hermanos y yo, los que quedábamos en
Siétamo, porque mis hermanos mayores, a
saber Mariví y Manolo, estaban en Huesca en casa de mi abuela materna, para
hacer su primera comunión, fuimos sacados de la Iglesia, donde nos habíamos
acogido contra los tiros y cañonazos, a casa de Ribera, en la carretera y
subidos en un camión, llevados a Huesca a casa de mi abuela ,doña Agustina
Lafarga Mériz, viuda de don Ignacio
Zamora Blasco. Al llegar a Huesca, en la Plaza de Santo Domingo había, no sé si
esperando, mucha gente, entre los que se encontraba mi primo hermano José
Antonio Llanas Almudévar. Aquel día, por la mañana, salía yo de casa y al
llegar a la calle, mi padre me hizo volver a entrar rápidamente; entré y una
vez en el patio escuché un estallido, cuya causa siempre he desconocido, aunque
hasta hace poco me dijeron que una bala de cañón había caído por detrás de la
despensa. Ya no subí arriba sino, que otra vez nos sacaron de casa y fuimos
llevados a la bodega de la Iglesia, que se encuentra a la derecha del portal de nuestra casa… Se llenó la
bodega de gente y me acuerdo de mi tía
Luisa con su delantal con un gran bolsillo, que constantemente entraba y salía
de la bodega, porque iba a casa a buscar alimentos para los refugiados que allí
estábamos. Me acuerdo de ver a mi amigo, entonces Rafael Bruis, niño de mi
edad, que estaba allí con su madre, que le decía: no llores, “miate a Inacier”,
que no llora, y yo pensaba: yo no lloro pero tengo miedo, y lo tenía porque en
toda la mañana y parte de la tarde se escuchaba un continuo bombardeo, que
nunca había oído. Por la tarde, cuando se paró de oír el bombardeo, nos sacaron
con lo puesto y nos llevaron, como he dicho antes, al camión. Yo me he
preguntado muchas veces por qué no nos llevaron en el coche Ford con el que
tantas veces mi tío José María, nos llevaba a Huesca. Una vez se lo pregunté a
mi padre y me contestó que el automóvil estaba estropeado. Oyendo comentarios
después de la Guerra, me llamó la atención escuchar que los restos del
automóvil los encontraron en el Barranco. No recuerdo si andando o en coche
llegamos con nuestra madre a casa de nuestra abuela, que toda alarmada nos
acogió con todo su cariño.
¿Qué recuerdo tengo yo del
castillo antes de ocurrir estos hechos que nos sacaron de Siétamo?. Me acuerdo
de verlo como un enorme conjunto pétreo, que se asomaba por el Norte al pueblo
de Siétamo, con su gran torre, y en el
lado Sur, al cual pasábamos un rato después, que era más alegre porque
allá abajo brillaba el sol del mediodía, se contemplaba la bajada que conducía
a la huerta, que era en tiempos pasados, propiedad de los Condes, pero luego,
al desaparecer su familia, pasó a ser propiedad de mis antepasados. En dicha
huerta se entraba por el portal de piedra, que mandó construir mi bisabuelo
Manuel Almudévar Cavero. Desde esa torre del Castillo se veía, mirando hacia el
pueblo, a la derecha un edificio donde se guardaban los carros y galeras y
sobre todo me acuerdo de la puerta del castillo, donde uno se encontraba a la
gente que en él vivía y con la que conversaba mi tío José María, con el que yo
entraba en el patio, donde elevando su altura, se veía un vástago, que me
parecía ser de madera, que se alzaba verticalmente y que estaba sujeto a los
maderos con dos anillas. Decían que todo
aquel conjunto era una horca, que sin más explicaciones me traía unos recuerdos
tristes. Subíamos por las escaleras a un cuarto alto en el que se encontraba el
palomar y recuerdo como mi tío cogía los huevos de las palomas, ya que iba a
comenzar el Otoño y no habría exceso de
alimentos en el monte. Bajábamos luego y saliendo del Palacio, a la derecha, había
una pared que bajaba de Norte a Sur, hasta la muralla y se penetraba al otro
lado de la pared por una puerta que abría mi tío y dentro de ese espacio estaba
una especie de huerto, del que me acuerdo de ver en él un hermoso pozo con su
brocal de piedra y sobre él un arco de hierro en que había una carrucha para
por su medio, sacar el agua del fondo. Cada vez que veo la fotografía de mi
abuelo Manuel Almudévar Vallés, vigilando el horizonte, desde lo más alto del
Torreón del Castillo, me acuerdo del cariño que tenía a su tierra y que a mí me
ha transmitido, pues él murió después de nacer yo, en el año de 1930. Años
después llegó la Guerra Civil y ya no se pudo subir tan alto, sino que había
que mirarse a la parte baja del Castillo. Al lado de su entrada, se contemplaba
el pos de piedra, una piedra blanca, con un arco superior de hierro forjado,en
el que arriba tenía una carrucha, por la que se hacía correr una soga, para
subir agua para beber y para regar el huerto. En este pozo, parece que más
tarde los republicanos echaron cantidad de fusiles y de otras armas. Se pueden
ver todavía los restos del palacio, pues gracias a Dios, después de la Guerra,
pudimos volver a Siétamo, pero no a vivir porque la casa estaba medio destruida
y pasábamos alguna temporada allí, acogidos
en la Posada, pero el recuerdo del castillo
me impresionó, así como por el aspecto del
pozo, que lo han abierto. Tengo un recuerdo alegre y romántico de tal huerto
porque a su lado, se encontraba un manzano verde con numerosas manzanas, de las
que mi tío cogió alguna y me la dio para que la comiera. Arriba, desde los
balcones, algunas mujeres, entre las que unas pocas llevaban las sayas largas y
una toquilla en la cabeza, nos miraban y nos hablaban con cariño. Eran
habitantes del castillo.
Gracias a Dios, después de la
Guerra pudimos volver a Siétamo, acogidos en la Posada, pero el recuerdo del
castillo me impresionó por su aspecto de ruina y porque delante de él, me
acuerdo de ver y de recoger con otros niños del pueblo los balines de los
fusiles, del suelo, acumulándolos con las dos manos, tocando por su parte de abajo
la tierra y acercándolos, amontonando la metralla. Esta la llevábamos a guardar
en no me acuerdo que misteriosos escondites. Aquellos balines era de dos
clases: unos acababan en punta y otros terminados en redondo.
Los niños tendíamos a juntarnos y
a recoger las ruinas de las casas, acordándome de ver en un agujero de una
pared ruinosa, unas avispas, a las que nos pusimos a expulsar, tirando con
palos los bordes del agujero y cuando llegamos al fondo, encontramos una
pistola, que por cierto no perteneció a la Guerra Civil, sino que era más
antigua. Esta casa o más bien sus ruinas estaban en el hoy pequeño parque, que
se encuentra detrás del Ayuntamiento. No sé que se hizo con la famosa pistola. ¡Pobres
niños!, que sumidos en la pobreza tenían que andar por aquel paraje arruinado, lleno
de subidas por las paredes a medio caer y de bajadas, como las bodegas abiertas
a nivel del suelo por los cañonazos. Pepe Ferrando, que todavía vive, siendo todavía niño, se puso a jugar con una
bomba de mano, que le explotó y le cortó tres dedos de su mano derecha. En el
Castillo hay unos subterráneos que quedaron abiertos y por ellos bajaban los
niños para ver si había algún túnel que condujera a la huerta baja, que está al
otro lado de la carretera. Parece ser que el Doctor Cardús descubrió que algunos
antepasados bajaron a los árboles de la balsa de la huerta y desde allí
escaparon a un lugar seguro. A veces subíamos por el castillo, donde me llamó
la atención una enorme cuna, que no sé de que material estaría fabricada, pero
llamaba la atención la redondez de sus formas y estaba colgada a gran altura, por
lo que no podíamos alcanzarla. El suelo de la habitación en la que estaba
guardada, había desaparecido y la contemplábamos desde un suelo inferior.
Los niños vestían con un pantalón
rajado por su parte ínfero posterior, sostenido
por un tirante cruzado por un hombro y algunos llevaban camisa y otros, al parecer, no podían llevarla, como tampoco
podían llevar calzado bueno, ya que andaban con alpargatas viejas o con unas
sandalias hechas por sus padres con el material tirado de alguna rueda de coche
o de un camión. He dicho de las sandalias que estaban hechas por sus padres,
pero algunos ya no los tenían, por haberse muerto o por haber sido ejecutado ya
por unos, ya por otros. ¿Quien tuvo la culpa de esas muertes y quien la tuvo de
las ruinas que regían en todo el pueblo y en el castillo-palacio, que ahora nos
preocupa?. Entonces les preocupaba a los
niños el comer, pues si conseguían un trozo de pan, lo devoraban con avidez y
si podían untarlo con un poco de chocolate, lo mordían y lo echaban por la boca
por la superficie de la tajada de pan.
¡Pobres niños, que se tuvieron
que quedar allí donde la Guerra se desarrolló y vieron como se luchó en Siétamo
y como fue cayendo poco a poco!. Algunos no pudieron verlo porque la misma
Guerra los mató, como a uno de casa Sipán, que estando en el recreo, al escapar de un bombardeo, murió
en el campo bajo del Valdecán. Otros marchamos a diversos lugares, unos nacionales y otros a
republicanos, como Pepe de Lobateras, que estuvo en Bespén. Con mi familia nos
marchamos a Huesca, pero como esta ciudad, que sufrió el cerco militar más
largo de la Guerra, peligraba caer en manos de los sindicatos comunistas y
anarquistas, unidos a las tropas del
Gobierno, nos fuimos a Jaca, donde nuestro padre, como ya tenía la costumbre de
antes de la Guerra, de hacernos un cuento de Navidad, que he encontrado entre los
viejos papeles, que estaban en la Torre Casaus, que mi familia paterna, poseía
en Huesca.
Dice el cuento así: ”Es noche de
Navidad, caminando un peregrino, llega a
una noble ciudad que es final de su camino, y vagando por buscar refugio y
alojamiento, por fin lo logra encontrar, con un gran contentamiento, en un
hogar, que es modelo, bendecido por seis
niños y en el que con santo anhelo, la abuela, con sus cariños, marca el cariño
del cielo……Con curiosidad los niños rodean al peregrino y entre ruegos y
cariños ¡cuéntanos de tu camino!, le dicen al buen viajero. Por la faz del
caminante cruza sombra de un dolor, recuerda en aquel instante el hogar que con horror, dejó en escombros y humeante y
ofreciendo a Dios su pena, sin más hacerse rogar, su voz dulcemente suena y así
comienza a contar, caminando, caminando
por la senda de la vida; girones me voy dejando del alma triste y dolida,
cuesta abajo hacia la muerte me voy bajando y experiencia me van dando por
pensar en lo lejano y remoto”…….Era el verano del año 1936,cuando de Siétamo
fuimos a Huesca, pero en Huesca seguían cayendo bombas, ya que una de ellas
entró por el balcón del piso de la casa número 61, del Coso Alto, perforó el
suelo y fue a caer a dos o tres metros, separados por una puerta, en la bodega
de la casa, donde se encontraban mi padre y mi hermano pequeño, Jesús. En este
piso, estábamos con mi abuela y yo cogía ropas y se las llevaba a la misma para
que las metiera en la maleta, para
obligarla a marchar a otro lugar donde no cayeran bombas. Fuimos por fin a
Jaca, donde al llegar la Navidad, mi padre nos escribió el cuento, que ya he
empezado a contar, en el que aparecen los seis niños, los seis hermanos que
constituíamos su familia. Nombra también a mi abuela Agustina Lafarga Mériz,
viuda de Don Ignacio Zamora y a su hermana soltera Rosa, eterna trabajadora, Recuerda
su hogar y el nuestro ”que dejó deshecho y roto”.
Luego va pensando mi padre “en la infancia que dichosa y feliz con mis
hermanos, regía la santa esposa de sentimientos cristianos, del padre que por
hidalgo era cristiano y austero y por austero e hidalgo , era también
caballero”.
Dice mi padre de mi abuelo Manuel
Almudévar Vallés, que era hidalgo, y Juan Ramón Sender dice en la página 64 de su libro Monte Odina.”Me habría gustado
a mí ser un infanzón de solar aragonés conocido…” y en la página 66, dice:
“Incluso en sitios tan tardíamente recuperados, como Siétamo cerca de Huesca,
con los Bolea, Aranda, Abarca….y últimamente de amigos míos. Digo últimamente
pensando en tiempos anteriores a la Guerra Civil”( cuando su padre dirigía el
periódico La Tierra y él escribía en ella).
Ramón J. Sender |
Está claro que Sender ya no podía
saber si mi abuelo y mi padre de apellido Almudévar, estaban vivos o muertos y
sólo podía recordarlos, pero mi padre, sabía que el suyo había muerto el año de 1930, año en que yo nací y al
acordarse de Siétamo se acordaba de su casa y del palacio de los Aranda, que era también suyo, del que
Sender, escribe: “Realmente es un enorme caserón con más de Palacio Señorial
que de Castillo Guerrero, desde donde fue el Conde fundador de la fábrica de
porcelana y cerámica de Alcora, convirtió en casa de labor”. “Con justicia o
sin ella a mí ese castillo me ha parecido siempre una fortaleza árabe o
berberisca. Quizá porque el Señor que la habitaba en 1920, era un modelo y ejemplo estupendo de Caid o Sheik,
con su pálida cara ovalada, su barba tuareg, su tez de camellero del desierto y
sus anchos y hondos ojos sombríos, en cuya fijeza había sugestiones misteriosas
y ancestrales”. Y seguía el palacio, como lo había transformado el Conde de
Aranda, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, siendo casa de labor, pues como he
dicho allí se guardaban los carros, palomas, se cultivaba el huerto, donde
Benedé me dijo que se le comieron un melón a Ferrando, el Zurdo y encerraban la
olorosa yerba para el invierno. Hoy día del Pilar, doce de Octubre, de 2012,
han venido a Siétamo, el hijo y el nieto de José Ferrando , el Zurdo, y sus
esposas a visitar a su hermano Pepe, al que una bomba de mano le arrancó tres
dedos de su mano derecha, delante del Palacio. Han celebrado una comida en el
Restaurante de Siétamo, porque a Pepe lo han traído de una Residencia de
Ancianos en Chimillas y allí, después de setenta y seis años, están recordando
lo pasado en la Guerra Civil, el día del
Pilar. Me han recordado las palabras de su primo y compañero de juegos conmigo,
sobre la Guerra Civil. Dijo Silano Ferrando que durante dicha Guerra convivió
con Carrillo y con la Pasionaria. Debieron estos revolucionarios pasar alguna
temporada en Siétamo, pues decía Silano que convivía con ellos e incluso iba a
bañarse con la Pasionaria al río Guatizalema. ¡ Qué recuerdos tan
contradictorios a orillas del río Guatizalema entre el “Padre Jesús”, fusilado
cerca de esas orillas y los baños de Silano con la Pasionaria en sus aguas!.
Basilio, hijo de José Ferrando, el Zurdo, primo de
Silano, me contaba la idea contraria que había sobre una apertura posterior de
la fuente de Siétamo, de la que unos decían que era para limpiarla y otros que
para extraer el agua, durante la Guerra. Porque cuando iban a buscar agua a los
caños, les disparaban con fusiles desde los cercanos olivares y así, poniéndose
detrás de la fuente, se libraban de la rotura de sus cántaros o de las heridas
de sus cuerpos. ¡ No puedo menos que dedicar
un recuerdo para mi difunto amigo Silano!.
Mi abuelo y mi padre se acordaban
de ver y de usar el palacio como casa de labor,
pero mi abuelo no vivía en él, donde lo llegaron a hacer hasta unas catorce
familias. A nuestra casa llegan todavía personas a preguntar por el Palacio, diciendo
si esta casa es el Palacio, porque no encuentran el castillo-palacio anunciado
en los carteles.
Sender sigue escribiendo en Monte
Odina: ”No sé lo que los cañones sacrílegos de Monte Aragón dejaron en pie en
Siétamo. Si dejaron algo….Dos escritores amigos suyos, estuvieron allí durante
los peores días de la Guerra: el alemán Gustavo Regier…y el inglés Ralph
Bates…Los dos me dijeron que Siétamo quedó totalmente destruido. Arrasado”.
Inocencio Grasa Azón de Castejón
de Arbaniés, oyó a su padre decir, que, cuando los nacionales estaban, al
principio de la Guerra, dentro de Siétamo, les disparaba una batería desde los
Trasmontes de Velillas, allá donde se
desvía el camino que va a Torres de Montes. Desde el puente de Arbaniés, por el
Saso, bajaban agua con carros para la tropa republicana y llevaban los cañones,
empujándolos la gente civil hacia el lugar, donde muchos años después de la
Guerra, se construyó el chalet de Bergua. Benjamín Cativilla de Fañanás me dijo
que los republicanos bombardeaban con cañones, desde el cementerio de Ola, que
subieron con la Columna de Durruti, desde Bujaraloz. Esta llegada de cañones
llegó cuando ya se habían escapado los nacionales, pero esos cañones dispararon
hacia Huesca
En Montearagón se dice que había
un cañón del siglo XIX y tal vez se instalaran algunos más, que dicen disparaban a Fañanás y a Alcalá del
Obispo, pero si esto ocurrió tuvo que ser durante muy escaso tiempo, pues Montearagón
fue ocupado muy pronto por los “rojos” y las tropas republicanas.
Todavía se puede ver en el Tozal de Montearagón, un nido entero de ametralladoras de los republicanos, que está dirigido hacia Huesca. Esto hace ver el escasísimo tiempo que los nacionales pudieran bombardear a los soldados o milicianos de la República. Además al principio de la Guerra, el ejército de Huesca, padecía una gran escasez de armas. No debían disponer de bombas de aviación, pues al principio de la Guerra, los aviones que salían de Zaragoza, lanzaban al aire, periódicos y mensajes.
Castillo Montearagón |
Todavía se puede ver en el Tozal de Montearagón, un nido entero de ametralladoras de los republicanos, que está dirigido hacia Huesca. Esto hace ver el escasísimo tiempo que los nacionales pudieran bombardear a los soldados o milicianos de la República. Además al principio de la Guerra, el ejército de Huesca, padecía una gran escasez de armas. No debían disponer de bombas de aviación, pues al principio de la Guerra, los aviones que salían de Zaragoza, lanzaban al aire, periódicos y mensajes.
Un día de los últimos del mes de
Agosto de 1936, estaba en Siétamo Benjamín Cativilla, que subió desde Fañanás
con otros niños, entre los que se
encontraba mi primo Jesús Vallés Almudévar, pero más tarde el mismo Jesús me
regaló un libro escrito por él a máquina, en el que relata, este vía crucis que
hizo a Siétamo. Cuenta como los grupos de cuervos que devoraban los cadáveres
de los muertos en el monte, echaban a volar cuando él con sus compañeros se les
acercaban. Estos jóvenes, enterados por el ruido de los cañonazos, de los
aviones y de los tiros de fusil, de los sufrimientos consecuencia de la guerra,
que estaba pasando Siétamo, querían ver los efectos. Hay que leer el libro de
Jesús Vallés para darse cuenta del dolor que él mismo tuvo que pasar en Fañanás,
cuando los sindicales de este pueblo, dirigidos por un jefe analfabeto,
fusilaron a su madre y a su hermano de unos dieciséis años. Les llamó la
atención lo que yo he contado tantas veces, sobre la cantidad de balines, algunos
remachados en las piedras del Castillo y una campana de la iglesia, que estaba
agujereada por las balas, con una especie de ventanico cuadrado. En mi casa
cayeron sesenta cañonazos, procedentes del Este, pero no de Huesca. Benjamín me
dijo que hace unos veintitantos años estuvo en el Castillo de Monjuif, donde
vio unos cañones, de los que le dijeron que habían estado en el frente de
Siétamo.
El padre de Inocencio Grasa, de
Castejón de Arbaniés, estuvo preso tan sólo durante una noche en casa de
Almudévar de Siétamo. Lo apresaron en la despensa y lo amenazaron con ser
electrocutado, tarea, para mí, difícil de realizar por la escasa fuerza de la
corriente eléctrica. Al día siguiente lo soltaron y mataron a otros.
Y mi padre, después de recordar a
los que mataron, como por ejemplo a la
madre de Jesús Vallés, a su tierno hijo y en el frente a dos de sus hermanos, se preocupa por la
crueldad que esa Guerra, ensañó sobre todos los ciudadanos, por ejemplo y sus
hermanos, hermanas, sobrinos y sobrinas. Y a su esposa Victoria, que le había traído al
mundo a cuatro hijos y dos hijas, le dedica en su cuento navideño: ”¡Juventud ,
que presto pasas!, mientras tejía ilusiones, iba aprendiendo lecciones del
gobierno de mi casa y cuando la misión tengo,
por deber y vocación de seguir la tradición y perpetuar mi abolengo, encuentro
ayuda y consuelo en santa niña de ayer, que hoy es trasunto y modelo de la
perfecta mujer. ¡Dios bendijo nuestra unión, regalando a nuestro hogar seis
frutos de bendición, que si llegan a lograr con cariño y sumisión, seguir el
recto camino de los que fueron y son, de este humilde peregrino, serán orgullo
y blasón¡”.
¡Cómo se acuerda de mi pobre
madre, que después de tanto sufrimiento murió el año 1943!. Se acuerda también
mi padre del Conde de Aranda y de su castillo, pues he encontrado una nota en
la que dice: ”Por línea femenina, heredó el título, Don Buenaventura Pedro
Abarca de Bolea, noveno Conde, a quien sucedió su hijo D. Pedro Pablo Abarca de
Bolea y Ximénez de Urrea, que fue el célebre Ministro de Carlos III y de otros
Borbones, nacido en 1719,en el palacio de Siétamo.
Y sigue mi padre escribiendo:
”Palacio de los Condes de Aranda. Perteneció a la familia apellidada Abarca de
Bolea, marqueses de Torres, Barones de Siétamo, de Clamosa, etc. Y Condes de
Aranda. Allí nació en 1719 el célebre ministro de Carlos III, Don Pedro Pablo
Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea. El
castillo está situado en el extremo meridional de la meseta, en que se asienta
el pueblo de Siétamo, dominando una pequeña pero fértil y pintoresca vega, circundada
por el río Guatizalema.
Ofrece el castillo un viejo
portal de entrada; robusta torre que da al interior del pueblo, y dicha torre
está muy bien conservada (hasta que en 1936 sufrió el acecho de las fuerzas
marxistas, que le prendieron fuego y que atacaron este pueblo), destruyendo su
cubierta y estructura interior, sufriendo también daño en el exterior. Tiene un
tambor almenado que defiende un ángulo avanzado, la muralla (en la parte baja),
por el pie de esta se entraba al pueblo, que estaba asimismo fortificado.
Tiene vestigios de ventanales
góticos, que adornaban sus muros.
La puerta del palacio está
defendida por matacanes.
Es ejemplar notable de casa solar
medieval.
Se aprecia bien la estructura y
planta del antiguo castillo con su torre homenaje (almenada), ya mencionada y
otras veces de otros tantos ángulos o torres truncadas y conservadas sólo en su
base.
Pertenece al siglo XIV, si bien
se supone con algún fundamento, que anteriormente fue punto avanzado en la
línea de fortificaciones, que Sancho Ramírez mandó levantar desde Loarre a
Monzón”.
Es fácil que Sender creyera que
Manuel Almudevar Vallés, viviera en el castillo del Conde, porque escribe: ”Vivía
yo entonces en el número 13 de la calle de Sancho Abarca (en Huesca), en un
alto edificio mudéjar coronado de galería árabe, que había formado parte de los
palacios, de veras regios de Lastanosa. (El Palacio de los Abarca de Serué no formó
parte con el regio Palacio de Latanosas. Se encontraban ambos en el coso Alto,
uno casi al lado de la Iglesia de la Compañía y el de Lastanosa, al otro lado
del Coso). En la planta baja había un vasto salón donde en el siglo XVII, se
reunía la Academia de la que formaban parte Lastanosa, Gracián, Salinas y otros
ciudadanos no menos notables. Cuando yo vivía con mi familia en aquella casa, el
salón lo ocupaba una sociedad juvenil de gente modesta que organizaba fiestas y
daba bailes”.( Pero aquella sociedad juvenil no actuaba en Casa de Lastanosa,
sino en casa de Abarca de Serué).
“En el cuarto que hace esquina (piso
principal) y que tiene un gran balcón al Norte, por el que se ve el Salto de
Roldán y otro al oeste, allí murió mi madre el día de Viernes Santo de 1926……En
fin, por una razón u otra el
castillo-mansión de Siétamo, en el que tantas veces estuve, es uno de los que
me habría gustado habitar. Es fuerte, hosco, bronco y nada pretencioso. Tiene
historia sin abrumarnos con alguna clase de grandiosidad”.
No era de Lastanosa la casa de la
calle de Sancho Abarca, sino de los Abarca, Señores de Serué, que tenían por
escudo “dos abarcas, típico calzado de la gente montañesa del Alto Aragón, o sea
una tira de suela doblada en sus puntas…(Tesis Dostoral de Angelines
Campo).Esta familia Abarca se unió con la de los Bolea que tenían por blasón
“la puerta levadiza y torre de plata sobre fondo azul”. Esta fusión se produjo
por el casamiento de Doña Juana Martínez de Bolea (descendiente única de la rama directa de “los Bolea”) con
don Alonso Abarca, hijo de Don Sancho Abarca y de Doña Violante de Bergua, Señores
de Gavín, de la Casa Real de Aragón”. De esta unión familiar proceden Doña Ana
Francisca de Bolea, Abadesa de Casbas y escritora y el Conde de Aranda,
Ministro de Carlos III.
Pero los Abarca siguieron llevando
su vida y en el siglo XVII tenían una casa en la que más tarde viviría Ramón J.
Sender. No es extraño que éste se equivocara del antiguo dueño de la casa, pues
Don Ricardo del Arco también supuso que tal casa perteneció al Conde de Aranda.
Don Federico Balaguer dice que conoció al heredero de los Abarca, pero que ya
había perdido el apellido y añade que él u otro se llevaron el escudo de sus antepasados.
El Altar de la Virgen de la
Gloria, que se encuentra en la iglesia del Monasterio de Casbas, fue costeado
por Doña Ana Francisca Abarca de Bolea y por su sobrina Doña Francisca Abarca
Vilanova. Esta sobrina salió de la Casa
de los Abarca de Serué, en la que vivió y murió la madre de Sender.
Monasterio Casbas |
Sobre dicho Altar, ”en las
pinturas de la pared lindante con la bóveda, figura un medallón con la fecha de
1683,flanqueado por dos ángeles que sostienen sendas cintas con los nombres de
las donadoras: en la inscripción de la derecha dice: Doña Ana Francisca Abarca
de Bolea Mur y Castro y en la izquierda Doña Francisca Abarca Vilanova; debajo
de cada una de estas inscripciones aparecen los respectivos escudos familiares
sostenidos cada uno de ellos por un angelote”(Angelines Campo).El escudo que
desapareció de casa Abarca de Huesca
está en los libros de la Heráldica, pero seguramente está incluido en el escudo
del Altar de Casbas, pues en él, con cierta dificultad se ven unas abarcas y
digo incluido porque el escudo de las monjas estaba compuesto por algún motivo
del de su familia, pero añadían otros cuarteles. Parece ser que en dicho
retablo están los retratos de ambas venerables monjas, pero no he podido
todavía identificarlas. Es curioso como Doña Ana Francisca Abarca de Bolea se pone además de sus inmediatos apellidos el
de Castro, que era apellido del antecesor de los Abarca de Bolea, como Señor
del Castillo de Siétamo.
La casa de los Abarca era vecina
o estaba próxima a la de Lastanosa, según dice don Federico Balaguer. Y tenía
razón, diciendo que la casa de los Abarca de Serué estaba en la parte alta,
cuando el coso escala hacía San Pedro y hacia la Catedral. En la parte de
arriba, según Sender parece ser que hubo una especie de Salón de baile o
café-cantante, dato que también confirma Don Federico. También se acordaba de
numerosas costureras (alrededor de ochenta) que entraban y salían de la parte
de la Calle de Sancho Abarca. Pero estas ocupaciones de música y de costura,
son posteriores al uso de la Casa de Abarca de Serué, como palacio de los
nobles Abarca. Debajo del Coso, en donde el terreno es llano, dicen que
Lastanosa tenía un hermoso jardín, lleno
de plantas ornamentales y animales exóticos, que ocupaba toda la parte
posterior de la casa, siguiendo por el Parque hasta el viejo camino de Bandaliés.
También los Abarca tenían una huerta
alabada en los escritos de la época; pero esa huerta-jardín no estaba en las
inmediaciones de su casa, sino encima de la bifurcación del Coso Alto y detrás
de los Salesianos. Eliseo Carrera, me lo
probó, mostrándome en su chalet, un escudo pétreo de los Abarca, que sacaron
del jardín que se encontraba detrás del patio de recreo de los salesianos y
encima de la unión de la carretera de Jaca, con la que sube al Puente de San
Miguel y que comienza esa división, en el Coso Alto.
Don Federico Balaguer dice que
por el Coso Alto, había un Casino Sertoriano, que recordaba al gran Lastanosa, del
que Sender se declara vecino, cuando dice: ”En la planta baja había un vasto
salón donde en el siglo XVII se reunía la Academia de la que formaban parte
Lastanosa, Gracián, Salinas y otros ciudadanos, no menos notables. Cuando yo
vivía con mi familia en aquella casa, el salón lo ocupaba una sociedad juvenil
de gente modesta que organizaba fiestas y daba bailes”. Esta última aseveración
parece coincidir con la afirmación de don Federico Balaguer de que en la casa
donde vivió Ramón J. Sender, la ocupó una sociedad juvenil, que daba bailes,
pero no coincide con la afirmación de Sender, de que en dicha casa radicase la
Ilustre Academia de Lastanosa. Esta radicaba debajo del Coso hacia más allá del
posterior Parque y la casa de los Abarca de Serué, donde vivió Sender y murió
su madre, estaba encima del Coso Alto, ya en la ladera del monte, coronado por
la Catedral. En ella hubo una sociedad juvenil, que organizaba bailes y luego un taller de
costureras, que entraban y salían por la Calle de Sancho Abarca.
No es de extrañar la confusión de
Sender entre actividades en Casa de Lastanosa y en Casa Abarca de Serué y de
Villabona, porque Ana Francisca Abarca de Bolea, asistió algunas veces a la
Academia de Latanosa y en la casa Abarca de Serué, se crió su pariente Doña
Francisca Abarca de Serué. Entre ambas, tía Ana Francisca y sobrina Francisca,
en el Monasterio de Casbas, en el que ambas eran monjas, financiaron el altar
de la Virgen de la Gloria. Angelines Campo, en su Tesis Doctoral, escribe: ”En
Noviembre de este mismo año de 1679 hace testamento y muere en Huesca, a los
sesenta años, Don Antonio Abarca, Señor de los lugares de Serué, Jánovas, San
Vicente, Formigales y de los lugares de Pallaruelo y Rañín, hermano de Doña
Francisca Bernarda; ésta juntamente con Ana Francisca, aparece entre los
ejecutores testamentarios”. ”Quedan ya muy lejanos los tiempos en que Doña Ana
en la Vigilia y Octavario de San Juan Bautista, mostraba su entusiasmo por las
maravillas que albergaba la mansión oscense de ese su sobrino Don Antonio (Abarca
de Serué), que en 1679 la ha nombrado ejecutora de su testamento y tutora de su
hija pequeña, Doña María Victoria”.
¿Qué pasa, pues, con este
edificio de los Abarca? (que todavía está levantado, aunque rejuvenecido y se
conserva el balcón, por el que se asomaba la madre de Sender), ¿no estaba el
Palacio de los Lastanosa al otro lado del Coso?, o tal vez allí no estaba el
Coso, y dividiría las casas en dos
barrios, uno encima de la vieja muralla y otro debajo de la misma. Le pregunté
a Don Fedrico Balaguer y me contestó que se trata de dos casas, una en la
Pataquera, que es la calle de Sancho Abarca. Había unos árboles delante de la
Muralla del Coso y su torre estaba habitada por gente que, se supone, pagaría un alquiler al Ayuntaiento. La Casa
de Lastanosa era vecina, pero al otro lado del Coso, poco más o menos situada
donde hoy de encuentra la Farmacia Mingarro. Frente a ésta se levanta la iglesia de la Compañía. El Casino
Sertoriano estaba en la parte moderna de la Casa de los Abarca, que da al Coso
Alto, y donde más tarde se establecieron los Almacenes de San Pedro y todavía
más tarde los de Simeón. En el mismo lado de la Muralla en que se encuentra la
casa de los Abarca, se encuentra la iglesia del oscense San Vicente el Real,
convertido en el siglo XVIII en la iglesia de la Compañía de Jesús, donde vivió
el escritor Baltasar Gracián.
Añade Sender:”En el cuarto que
hace esquina (piso principal) y que tiene un gran balcón al Norte, por el que
se ve el Salto de Roldán, allí murió mi madre el día de Viernes Santo de 1926”.
No es extraño que Sender creyera
que mi abuelo vivía en el Castillo del Conde de Aranda de Siétamo, pues a él
también le hubiera gustado vivir en dicho Palacio, como dice en la siguiente
frase: “En fin, por una razón u otra el castillo-mansión de Siétamo, en el que
tantas veces estuve, es uno de los que me habría gustado habitar. Es fuerte,
hosco, bronco y nada pretencioso. Tiene historia sin abrumarnos con alguna
clase de grandiosidad”.Sender vivió en la casa de los Abarca de Huesca y quiso
vivir en el castillo de los Abarca de Bolea de Siétamo. No sé si sería por esta
causa, que escribiera lo siguiente: ”Así cantan por las calles de SIETAMO, las
noches de ronda: “Tengo en los picos de Aneto-la Luna y las Tres Sorores.-En
Huesca las añoranzas…y en Siétamo los amores”. Los de este pueblo cantaban sus
amores, pero al Conde de Aranda le habían hecho tan mala fama, que
“especialmente agradable debía ser para los (rebeldes) ,dirigir los cañones
sobre la residencia del antiguo Conde de Aranda, que en la mitad del siglo
XVIII gobernó a España con Carlos III y ejecutó la orden de expulsión de los Jesuitas
del Imperio Español, y aconsejó al Rey que obtuviera la disolución de la
Compañía de Jesús, del Papa Clemente XIV, en la cual los acusó de ser
perjudiciales para el Cristianismo y de ser enemigos de nuestra fe”. Los de
Siétamo cantaban sus amores, pero al llegar la Guerra Civil de 1936, cantaron
sus odios. Ya he expuesto desde donde tiraban los cañones y hacia donde y es el
mismo Sender el que continúa diciendo: ”Entre la historia, la memoria de las
cabalgadas y la sangre de los vencidos, se percibe en el aliento de las vacas,
oloroso aroma a heno mascado”. Y heno era lo que llenaba el viejo Torreón del
Castillo, e Isidro Artero, que era hijo del alcalde de izquierdas del pueblo, escribió:”
Me acuerdo de ver como ardía el Torreón del Palacio; lo veía arder desde la
Calle Alta, en que yo vivía. Yo tenía unos veinticuatro años; entonces nos
marchamos a Huesca. Ardía el Torreón porque estaba lleno de hierba”.
Siétamo fue tomado por los
gubernamentales, dos veces, siendo la primera ocupación muy breve y en esta
tuvo lugar el incendio del Castillo, marchándose Artero a Huesca, cuando
volvieron a entrar los nacionales y haciendo Artero en Huesca el Servicio
Militar.
Ardía la yerba como en un enorme
horno, pues las paredes eran muy gruesas y hacían de chimenea, saliendo el
fuego y el humo por el tejado, después de ponerse la yerba en ignición. Añade
Isidro Artero que lo debieron quemar por si había algún enemigo escondido entre
el heno, del mismo modo que los nacionales quemaron un pajar de Antoñito el
Herrero, con el fin de hacer salir de él a dos o tres individuos, que dentro se
habían refugiado. Como no quisieron salir, prendieron fuego al pajar, muriendo
dos o tres, uno de los cuales era el padre de Bergua, al que llamaron después
de algunos años El Francés, por haber estado
voluntario en la Legión francesa. Cuando acabó esa vida de combate, se hizo un
chalet en Siétamo y en él murió de accidente, después de pasar años en la guerra de Argelia.
Estado actual del Castillo del Conde Aranda (Siétamo) |
Hablando del odio, sigue escribiendo,
Ramón J. Sender: “Yo sé que si hubiera estado en 1936 en Huesca, me habrían
fusilado los fascistas, como fusilaron a mi hermano Manuel (que fue alcalde de
Huesca) y a casi todos mis amigos”. Si,
ignominiosamente murió el hermano de Sender, como sus amigos, pero
ignominiosamente murieron aquellos amigos que iban matando los gubernamentales,
a medida que avanzaban hacia Huesca. En Fañanás, pueblo situado al lado de
Siétamo, unos sindicales del mismo pueblo, cuyo jefe era analfabeto asesinaron
a mi pariente Almudévar Vallés y a su hijo de trece o catorce años. En Siétamo
los mismos “rojos”, por intereses materiales, que no por ideas políticas, le
dieron un tiro en la cabeza, a un buen
hombre, que como el jefe sindical de Fañanás, era
también analfabeto y de noventa años de edad.
La gente se marchaba de los
lugares por donde pasaba la Guerra. ¿Por qué se marchaba esa gente?. El mismo Sender
nos da la contestación, cuando escribe: “Tal vez si hubiera estado yo, y
conociendo de antemano las intenciones y propósitos de los
fascistas-clericales-militares, se habría podido organizar alguna clase de resistencia y habríamos
vencido quizá a los liberales. Entonces
nosotros habríamos fusilado probablemente a nuestros vecinos-contrarios, sin
dejar de estimarlos en lo que valían, y lo digo sin ironía alguna”.
Sender algo percibió en la
Guerra, pues reflexiona y atribuye también a las fuerzas contrarias a las
fascistas-clericales y militares, cuando dice: ”entonces nosotros habríamos
fusilado probablemente a nuestros vecinos-contrarios, sin dejar de estimarlos
en lo que valían, y lo digo sin ironía alguna”. Como no se podía atribuir el
triunfo sobre sus enemigos, los fascistas, pensó en marcharse de la Guerra a un
país en el que pudiera gozar de la paz. Por sus simpatías, al principio
comunistas y luego anarquistas, parecía
oportuno que se fuera a Rusia, por
ejemplo, pero marchó a Méjico, para
acomodarse al fin en los Estados Unidos. Se acordaba mucho de España y de las
ardillas de San Cosme y San Damián, aunque de sus hijos, no se acordaba con
tanto entusiasmo.
Ramón J. Sender no quería a los
fascistas, clericales y militares y dice que si él hubiera logrado el triunfo
en la Guerra:”entonces nosotros habríamos fusilado probablemente a nuestros
vecinos contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que valían.” No se sabe si
estaba de “cachondeo”, pues añadió: “lo digo sin ironía alaguna”.
Sender algo percibió en la Guerra
y se fue, pero no se fue a un País marxista, sino a Méjico y a parar en los
Estados Unidos de América”. Por lo visto, se acordaba de los curas asesinados
“sin dejar de estimarlos en lo que valían”. No sé lo que valdrían los
religiosos que fusilaron en Barbastro pues en la iglesia conventual se pueden contemplar sus huesos, pero ¡cuánto lucharon
sus compañeros antecesores en América, que además de levantar iglesias y
catedrales, enseñaron la lengua española en casi todo el Continente. Sender
también valía y llenó de libros todo el mundo, y él mismo se da cuenta de lo
absurdo de las luchas violentas, que hacen imposible el estudio de los
problemas humanos y la cooperación entre unas y otras ideas.
El cura de mi pueblo, Don
Marcelino Playán, según un enviado especial del Gobierno era “ de raigambre
caslista, su padre era el famoso Playán, que peleó durante el año 1874,en
Navarra al lado de Santa Cruz y sabía lo que estaba pasando con los curas en
las zonas que los marxistas iban ocupando. Treinta y cuatro sacerdotes
asesinados en la diócesis de Huesca por los gubernamentales y uno Don Pascual
Duaso, de 54 años de edad, Párroco de Loscorrales, fusilado por los nacionales.
Habían matado, entre otros, al cura de Velillas, al de Antillón, al de Arcusa, al
de Rodellar, al de Morrano, entre otros muchos. Pudo Don Marcelino marcharse de
su tierra natal, como lo hizo Sender, pero no lo hizo, sino que “no estuvo
remiso en empuñar las armas y con otros
usó “como reducto la torre de la Iglesia de Siétamo, haciendo jornadas de doce
y catorce horas, todos los días, en el franco tiroteo, contra las fuerzas leales”.
Desde luego que en aquella Guerra todos se hicieron legales a dar muerte a
quienes no pensaban como ellos. El propio Don Marcelino afirmaba haber
escuchado en Radio Barcelona, las palabras de su lucha en la iglesia de Siétamo
y entonces pudo marcharse, ya que “la fobia antirreligiosa de las hordas catalanas (cuando la mayor parte de
dichas hordas estaba compuesta por inmigrantes del resto de España) y de los
elementos extremistas de nuestra región, fue brutal: arremetieron ferozmente
contra los sacerdotes por el simple hecho de ser sacerdotes, se ensañaron en
las iglesias, destruyeron todo signo religioso,
sin detenerse siquiera ante su valor histórico o de arte…”. En mi casa
destruyeron todo lo que pudieron, llevándose el león que coronaba los escudos
de Almudévar y de Vallés y los dejaron, pero en éste de Vallés había una cruz y
se entretuvieron en destrozarla, indudablemente por su sentido religioso”.
En unos días de asedio, Siétamo se
convirtió en el primer muro de contención de la fuerte avalancha que Cataluña
enviaba contra la capital del Alto Aragón”. (Don Damián Peñart Peñart).
El veintitrés de Agosto de 1936, Huesca
sufrió un bombardeo espantoso, pero el comandante de la plaza, ”prometió que
ninguno de los traidores dejaría de
encontrar el castigo que sus acciones merecen” (La Tierra,24-VIII-1936).
“Ese mismo día, domingo, 24 de Agosto, fueron fusilados noventa u cuatro
detenidos, en su mayoría vecinos de Huesca”. Eso de los fusilamientos era algo
ordinario, porque, entre otros, Basilio Ferrando,el día 12 de Octubre de 2012,
me contaba como veía extrañado y dolorido un grupo de acusados de fascistas, al
lado de Siétamo , en el término del Valdecán. En la salida hacia Huesca, ha
habido un cementerio, con una cruz,en el que asesinaron a multitud de
ciudadanos, como por ejemplo al tío de Mariano Cabrero, Bergua y los suyos
trajeron desde Fañanás a Siétamo, al cartero de este pueblo y con otros lo
fusilaron en la pared de la huerta del Conde. Al padre de Avelino Zamora, lo
fusilaron en Angüés, sin conocerse el lugar de su reposo. ¿Dónde están los
restos de numerosos sietamenses, que no se sabe donde los mataron?. Después de
la Guerra llegó a Siétamo una bella mujer acompañada de su nuevo amor,
preguntando donde se encontraban los restos de su primer marido. Miguel de
Cabalero, se acordó del lugar donde reposaba tal difunto, Fueron al lugar del
monte donde se hallaban los restos. Con poco picar, lo hallaron y el segundo
pretendiente de la dama, se lanzó sobre la cintura del difunto y sacó un reloj.
En esos momentos se deshizo el esperado entierro en el cementerio y detrás de
los nuevos novios o esposos, se marcharon Don Marcelino Playán el sacristán
Trabuco y el desenterrador Miguel de Cabalero.Allí, la única que ganó algo ,
como un reloj,fue la que movió esa obra de teatro.
¿Qué hubiera hecho Sender, para
detener estos hechos?, él mismo contesta cuando dice: “Tal vez si hubiera
estado yo … se habría podido organizar alguna clase de resistencia y habríamos
vencido quizá los liberales. Entonces
nosotros habríamos fusilado
probablemente a nuestros vecinos contrarios, sin dejar de estimarlos en lo que
valían, y lo digo sin ironía alguna”.
Parece ser que Sender se sentía
liberal, pero ¡que difícil era coordinar con los comunistas y con los
anarquistas!. Y su pregunta sobre las causas de la locura de la Guerra, parece
contestarla con su frase: ”se habría podido organizar alguna clase de
resistencia…” pero ¡bien claro se veía la imposibilidad de
la coordinación entre liberales y comunistas y anarquistas!. Porque si no,
¿como se marchó a los Estados Unidos y no a Rusia?.
Sender recordando el espectáculo
del incendio del castillo-palacio del Conde de Aranda y de la muchedumbre de
ellos, que se produjeron en la Guerra Civil, como por ejemplo, cuando se enteró
de la “Pasión de Edelmiro” en el Casino de su pueblo y en el puente del río,
“califica de una degeneración monstruosa, lo que escribió”, describiendo tantas
salvajadas. En cierta ocasión, se dió cuenta de que aquellos escritos proporcionaban
al lector un espectáculo que resultaba “ofensivo para mí, para el público y
sencillamente para los campesinos de las aldeas”. Se acumulaban en sus cabeza
los terribles recuerdos de aquella Guerra infernal, que le hicieron sentirse
culpable de lo que estaba ocurrieno en un mundo injusto, que le llevaba a
sentir el dolor de aquel muchacho de Odina, muerto por un rayo y que él lo
recordaba volando en el cometa Halley y
había amado a los niños y a los campesinos de aquella España, que lo
convertiría en un casi “eterno emigrante”. “El escritor describe todo lo que
pasa en el mundo y al mismo tiempo parece sentirse culpable de lo que estaba
ocurriendo en ese mundo injusto y se acuerda de los campesinos a los que tanto
había amado en su niñez”. A los hombres nos faltan todavía muchos conocimientos
de los bosones de Higgs o partículas de
Dios y Sender sentía los problemas de la humanidad y quería darles solución,
pero no ha sido, como tampoco han sido
capaces los sabios, de darles solución y en esta lucha común entre sabios
incompletos y analfabetos, han hecho que Sender escribiera situaciones y
acciones que, como él escribe: “Resultaban
ofensivas para el público y especialmente para los campesinos de las aldeas aragonesas”.
Sender estaba desorientado y al
preguntarle a un liberal, como él mismo se define, parece contestar con esa
frase que dice : ”se habría podido
organizar alguna clase de resistencia…”. La mente humana todavía carece de la
sabiduría perfecta y ya se ven cada día los resultados de la “resistencia
humana”.
Parece coincidir el criterio de
Sender con una frase del libro sobre la Guerra Civil del sacerdote Don Daniel
Pañart, que comienza así el capítulo segundo: ”La guerra de 1936 tuvo dos
aspectos diferenciados, aunque unidos entre sí, la lucha armada entre dos
grupos de españoles y la revolución”. ”Opinan algunos autores que la suerte
final de la guerra se debió, en gran parte, al sesgo impreso por la revolución
y a los atropellos cometidos por la misma”.
Parece que todos lamentan que la
Guerra no estuviese organizada por un lado por los demócratas y por otro por
los sublevados, pues dice Sender: ”Tal vez si hubiera estado yo, y conociendo
de antemano las intenciones y propósitos de los fascistas-clericales-militares,
se habría podido organizar alguna clase de resistencia y habríamos vencido ,
quizá, los liberales”. Pero “la suerte final de la Guerra se debió … al sesgo impuesto por la revolución”.
Sender viene a decir que hay algo
de locura en aquel comportamiento, con estas palabras:” el ego de los españoles
es de veras satánico y para estudiarlo no valen los textos de psiquiatría,
esquizofrenia y la paranoia españolas no son sólo la locura, sino que tratan de
imponerse, y a veces lo consiguen, como una especie de razón superior, de
consagración del super- ego”.
Guerra Civil Siétamo |
Siétamo tuvo en la Guerra un
comportamiento heroico, pero no ha sido compensado. Como no se ha compensado
todavía el recuerdo del Conde de Aranda, al que todavía en el año de 1938, le
atribuyen cualidades o más bien defectos de los que atacaron a Siétamo, porque
el jesuita Padre Vicente Gracia, en aquella fecha, escribió:” Siétamo por su
privilegiada situación en la carretera de Barbastro, que parte en dos a una
montaña, dormía tranquilo recostado sobre una de ellas, a la sombra de su
castillo, de sillares ocres y apariencia de fortaleza, como para albergar la
altanería y orgullo de aquel funesto prócer Conde de Aranda, perseguidor de
Cristo, testaferro de las logias
masónicas e ignominia de Aragón. Ya desapareció y gracias a Dios el homenaje
rendido por Zaragoza en tiempos de liberalismo con una de las mejores calles, y
quede su recuerdo enterrado como su nobleza, pues nada nos dignificó su valía
política cuando lo empleó contra Dios y su hueste querida la Compañía de
Jesús”. Algunos, como vemos en este
escrito de un jesuita, hablan mal del Conde de Aranda, pero el también jesuita
Padre Ferrer, oscense, ha descrito como modelo de político al Cande de Aranda.
Pero la Guerra siguió y el
Teniente Lahoz, de la Guardia Civil de Angüés, se dio cuenta de que en dicho
pueblo no le seguían sus habitantes, lo que le hizo retirarse con sus guardias
a Siétamo, donde muchos de sus habitantes arreglaron parapetos en las eras, y
se pusieron a cavar trincheras sin descanso. Y llegó el día 18 de Julio de 1936
y sobre Siétamo aparece la aviación gubernamental, “acompañándole en seguida
los broncos timbales de la artillería y las nubes de polvo y humo, levantadas
por las granadas, que semejaban inmensos hornos para calcinar la tierra”. Venían
contra Siétamo unos 3.000 hombres, acompañados de sus cañones y de sus
carros blindados, y allí sólo estaban
800 habitantes y aproximadamente unos cien defensores.
Aquellos voluntarios
anarco-sindicalistas de Cataluña, no eran militares ni querían saber nada de la
disciplina ni de la estrategia de los ejércitos y atacaron por la carretera,
siendo a un momento dado objeto de los fusiles y ametralladoras, sufriendo un
centenar de bajas. Aquellas “Milicias Populares”, estaban más preparadas para
la lucha callejera que para sostener un frente de batalla en el campo. Aunque
llevaban entre sus componentes algunos militares y fuerzas de los cuerpos de
seguridad, rechazaban una organización militar. Y así el propio Durruti confesó
al corresponsal de Pravda: ni yo ni los milicianos creemos que para cumplir una
misión sea necesario dar taconazos al estilo prusiano”.( Jacques de Gaulle).
“Mosen Marcelino Playán,
perseguido por el anticlericalismo de los anarcosindicalistas, recibió el apodo
de Bonete y se le atribuyeron barbaridades sin cuento, pero él se dedicó a
copiar escritos procedentes de Barbastro y mensajes enviados por Radio
Barcelona y a la defensa de sus feligreses, a los que atendía espiritualmente e
incluso arrastrando algún cañón del 7’5. Estuvo con don Rafael Febrer, cura de
Ola, en la torre de la iglesia… junto a los guardias civiles, conteniendo la
primera avalancha de milicianos rojos que venían a la conquista de Huesca. Día
a día la metralla iba destruyendo, implacablemente el pueblo y la iglesia”.
(Peñart).Dice el mismo Mosen Playán en
una copia del enviado especial rojo Antonio de la Villa: “La víspera del 13 de
Septiembre , fecha en la que fue tomado Siétamo por las fuerzas de Milicias, con
carabineros, Guardia Nacional, se le vio al cura “Bonete”, ir como un fantasma
por todo el pueblo. Llevaba tres días sin dormir, nos dice un fascista, que
espera su enjuiciamiento en Barbastro, pálido, casi cadavérico, con los ojos
desorbitados y echando venablos por la boca, cosa que no le habíamos oído
nunca, llegamos a temer que se volviese loco”. Aquella noche, víspera del 13 de
Septiembre), dijo :”Pero Siétamo, que es nuestro y sirvió siempre la causa del
orden y de la realeza, debe desaparecer incendiado”. ”Bonete cumplió el
ofrecimiento. Siétamo fue quemado”. Pero Don Marcelino Playán acaba su copia,
de la siguiente forma: ”Copia hecha el 15 de marzo de 1937 por don Marcelino
Playán, que tanto nombran estos escritos y que según ellos fue muerto, primero
con la toma de Siétamo. Así lo anunció la Radio Barcelona al servicio de la C.N.
T. y la F.A.I. y después en la toma del Estrecho Quinto y en franca huida
sorprendido por los milicianos, quienes le dieron muerte, después de cruzarse
entre unos y otros, varios tiros. ¡Como ves, caro lector, resucité, cual otro
Lázaro, no una sino dos veces, para hacer esta copia. Sin comenterios”. Como
hemos podido comprobar, Mosen Marcelino tuvo muchas oportunidades de morir, por
ejemplo, cuando estaba disparando en la torre de la iglesia, pero no murió, como
murieron de un lado y de otro.
Aquellos primeros días de Agosto,
se iba reduciendo el terreno de los que defendían Siétamo y los rojos se iban
pasando a través de unos agujeros hechos en las paredes, de casa en casa,
quemando casi todos los pajares. Entonces la gente que todavía permanecía en Siétamo,
tuvo que marchar a Huesca, en su mayor parte. Y según don Vicente Gracia: “Es
tal vez la primera caravana triste y abigarrada de mulos y borricos con míseros
enseres, asustadas criaturas, débiles mujeres y ancianos huidizos de la
barbarie marxista, como si quisieran conservar un resto de dignidad y pudor
humano que les iban a ser arrebatados”.
Entonces, al quedar solos los
guardias civiles y otros defensores paisanos, en lugar de huir, se metieron
unos cuantos de ellos en la iglesia, como José María Calvo de Los Molinos de
Sipán, al cual habían destruido toda su casa, su molino de aceite y tristemente
les habían quitado la vida a los trabajadores del Molino. Estaba también Ciria
de Aguas, el teniente Lahoz, herido y el Sargento Javierre, que durante tres
días estuvieron disparando desde la torre de la iglesia, Al fin se les acabaron
los alimentos y estaban algunos heridos.
De estos se tuvo que quedar el guardia Borruel herido, que pidió a sus
compañeros que le disparasen, para no caer en la manos de los atacantes, pero
se negaron a rematarar a su compañero y allí lo hicieron, cuando llegaron los
rojos que le destruyeron el cuerpo, castrándolo todavía vivo. Marcharon los
defensores de la iglesia, cuando ya
empezaban a oírse los hachazos en la puerta del templo.
No les quedaba otra solución que
la de huir, pero ¿por donde?. José maría Calvo de los Molinos pensó que podrían
salir por una pequeña ventana de la bodega, que mira al Este. Con los disparos de sus
fusiles quitaron la reja, quedando una abertura de 27`30 centímetros de anchura
por 43’5 de altura. Todavía se puede ver lo que quedó de la reja vieja y la
después se volvió a colocar. No sabían si alguien estaría por ahí, pero José
María salió rápidamente el primero, jugándose
la vida una vez más, le siguieron los demás, hasta el último, que fue el
sargento Javierre, que como era grueso ,se tuvo que quitar la ropa y sufrir
estirones ajenos para poder salir. Todavía, después de tantos años, recuerdo a
este sargento , padre de los hermanos Javierre y de su gruesa figura. Huyeron, bajando
por la arboleda de la huerta del Conde y desaparecieron. Pero Javierre, al día siguiente ya estaba
colocando una ametralladora delante de Casa Narbona y una granada de mano, lanzada
por sus propios compañeros lo mató. Pero todavía pudo despedirse de sus
compañeros y tuvo tiempo para darle consejos a hijo, futuro Cardenal. Allí quedó
la iglesia, cuya construcción fue realizada
por el Maestro Martín de Zabala
en 1572, con la colaboración de los antecesores del Conde de Aranda.
Cuando entraron los rojos,
destruyeron todos los retablos, imágenes y silletas de esas propias de ancianas
piadosas, sacándolas la Plaza pública,
donde les prendieron fuego. Quedó después de la Guerra que aparecieron cálices,
relicarios, ornamentos sagrados y un pequeño mantón de los Condes para bautizar
a algún niño, que naciera. Mosen Marcelino tuvo la prudencia de esconderlos e
algún rincón de la bóveda. La iglesia la convirtieron en un garaje para
vehículos y tanques.
Se acabó la Guerra Civil y ahora
son muchos los españoles que no encuentran trabajo, muchos no encuentran
vivienda y algunos ni alimentos. ¿Quién buscará un solución que evite las
luchas y que no busque soluciones políticas, que en lugar de arreglar los
problemas, los haga mucho mayores?.
Ahora, parece que en parte, se
han calmado las luchas corporales, pero en el castillo, los nuevos luchadores
por el dinero, siguen buscando intereses propios, como el del reloj de su
difunto esposo.
Es de agradecer, que D. Ignacio Almudevar y a la edad que el tiene, nos ilustre con sus conocimientos de una parte de la historia que nuestros padres y nuestros abuelos vivieron en sus propias carnes. Y todo ello escrito con sus manos y su memoria. De unos años de los que en la postguerra nadie queria hablar ni comentar, de ambos bandos, en los que las represalias debieron ser atroces y estoy convencido de que en un bando, mas que en el otro. La cantidad de Iglesias y obras artisticas que se quemaron, debio ser enorme.La propia Catedral de Huesca fue bombardeada, con su tejado y cupula hundida y su torreon desmochado para siempre.
ResponderEliminarTambien yo me pregunto, si Sender lo habria evitado ??
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