¿Por qué no
arreglaron el castillo-palacio de Siétamo?.. El viernes pasado, pensé sobre el
castillo-palacio de Siétamo. Pero mis recuerdos sobre el castillo –palacio
íntegro, se desvanecieron cuando llegó la guerra civil que a unos nos hizo huir
y otros se tuvieron que quedar. Más tarde algunos pudimos volver, pero no a vivir, porque las casas estaban, unas medio
destruída, como la nuestra en tanto
otras quedaron deshechas totalmente, teniéndonos que acoger en la posada.
Y el castillo me impresionó por su aspecto de
ruina y porque me acuerdo de ver y de recoger con otros niños del pueblo, los
balines del suelo, poniendo las dos manos tocando por su parte inferior la
tierra y acercándolas, amontonando la metralla que llevábamos a guardar en no
me acuerdo que misteriosos escondites. No entendíamos de las técnicas de la
guerra, pero clasifícábamos los dichosos
balines en dos clases: unos eran de punta aguda y otros terminaban en redondo.
Los niños
tendíamos a juntarnos y a recorrer las ruinas de las casas, acordándome de ver
en un agujero de una pared ruinosa, unas abispas, a las que nos pusimos a
expulsar, tirando con palos los bordes del agujero en el que habían construido
su refugio y cuando llegamos al fondo encontramos una pistola, que por cierto
no perteneció a la guerra civil, sino que era más antigua. Esta casa o más bien
sus ruinas estaban en el hoy pequeño parque que se encuentra detrás del
Ayuntamiento. No sé que se hizo con la famosa pistola.
¡Pobres
niños!,que sumidos en la pobreza tenían que andar por aquel paisaje arruinado,
lleno de subidas por las paredes a medio caer y de bajadas, como las bodegas
abiertas a nivel del suelo por los cañonazos. En el castillo hay unos
subterráneos que quedaron abiertos y por ellos bajaban los niños, a los que el
Doctor Cardús hacía colaborar en sus investigaciones, para ver si había algún
túnel que condujera a la huerta baja, que está al otro lado de la
carretera y subíamos por el castillo, donde me llamó la atención una enorme cuna;
no sé de que material estaría fabricada, pero llamaba la atención la redondez
de sus formas y estaba colgada muy alta, por lo que no podíamos alcanzarla. El
suelo de la habitación en la que estaba guardada, había desaparecido y la
contémplábamos desde un piso inferior.
Los niños
vestían con un pantalón rajado por su parte infero-posterior, sostenido por un
tirante cruzado por un hombro y algunos llevaban camisa y otros, al parecer, no
podían llevarla, como tampoco podían llevar calzado bueno, ya que andaban con
alpargatas viejas o con unas sandalias, parecidas a abarcas, hechas por sus
padres con el material tirado de una rueda de coche o de camión. Abarcas
llevaban los pobres niños, como hacía siglos llevaron los nobles Abarcas de la
Montaña. He dicho de las sandalias que
estaban hechas por sus padres, pero algunos ya no lo tenían por haberse muerto
o por haber sido ejecutado ya por unos, ya por otros.¿Quien tuvo la culpa de
esas muertes y quien la tuvo de las ruinas que regían en todo el pueblo y en el
castillo-palacio, que ahora nos preocupa?.Entonces les preocupaba a los niños
el comer, pues si conseguían un trozo de pan se lo comían con avidez y si
podían untarlo con un poco de chocolate, lo mordían y lo echaban con la boca
por la superficie de la tajada de pan.
¡Pobres niños
que se tuvieron que quedar allí donde la guerra se desarrolló y vieron como se
luchó en Siétamo y como fue cayendo poco a poco!.Algunos no pudieron verlo
porque la misma guerra los mató.
Ahora algunos
preguntan que por qué no se arregló el castillo y yo me acuerdo de aquellos
cuadros de miseria que había en el pueblo y en la escasez de casas que se
construyeron a los vecinos de Siétamo.
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