jueves, 28 de marzo de 2013

Los Hechos de los Apóstoles y el Pan Nuestro de cada día


El milagro de la multiplicación del pan y los peces.


El hombre está compuesto por cuerpo y alma. Su cuerpo es material y su alma es espiritual. Y cuando el hombre reza, empieza haciendo la señal de la Cruz, desde su frente hasta el pecho y desde el hombro izquierdo hasta el derecho, diciendo,  al mismo tiempo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.  

Hay que alimentar el cuerpo y el espíritu y algunas veces, los hombres han estado saturados de escuchar sermones, pero han tenido su estómago vacío. La primera Persona Divina, es decir el Padre, nos enseña a pedir el Pan nuestro de cada día. En la Oración del Padre Nuestro, decimos: ”El PAN nuestro de cada día, dánosle hoy y perdónanos nuestras deudas … y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos de todo mal”.

El Hijo, Dios y Hombre verdadero, también se acuerda de nuestras necesidades corporales, pero más  después de recordar el día de Pentecostés, en  “que todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse” (2:49). Pero Jesucristo el Hijo de Dios, había fundado por medio de sus apóstoles, la primera Lengua, que hasta entonces no  contaba con las mujeres y los niños en la comunidad, y “todos se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles y participar en la vida común,  en la fracción del PAN y en las oraciones”. “Todos los creyentes se mantenían unidos y ponían lo suyo en común (2:44): vendían sus propiedades y sus bienes, y distribuían el dinero entre ellos, según las necesidades de cada uno (2.45). Íntimamente  unidos, frecuentaban a diario el Templo, partían el pan en sus casas, y COMÍAN  juntos con alegría y sencillez de corazón”2:46). “Ellos alababan a Dios y eran queridos por todo el pueblo. Y cada día, el Señor acrecentaba la comunidad con aquellos que debían salvarse”. (2:47).

¡Cómo se acordó Jesús, de que los hijos del pueblo, pudieran comer y beber, alimentando sus cuerpos!. Por ejemplo en la Multiplicación de los panes y de los peces, a las orillas del lago, pues en esta ocasión “Al desembarcar vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer. Jesús les replicó no hace falta que vayan, denles ustedes de comer. Ellos le dijeron no tenemos más que cinco panes y dos peces. Les dijo: ¡Traigánmelos!.  Mandó a la gente que se recostara en la hierba, y tomando los cinco panes y los dos peces alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos, que se los repartieron…Comieron unos cinco mil hombres sin contar las mujeres y los niños”.( Mateo 14,14-21).

Cada vez que escucho esa frase de Jesús, cuando dijo, ”Denles ustedes de comer”, me acuerdo de aquellas palabras suyas, que están escritas en el ordenador y que se expresan así: ”Nuestra vida en el mundo es un compartir constante. Compartimos la tierra en que vivimos, el aire que respiramos, el cielo que nos cobija, el sol que nos ilumina, la noche que nos permita descansar, las plantas que nos alimentan, el agua que nos refresca, los animales que nos acompañan, el cariño de las personas que nos anima. Sólo en el compartir podemos experimentar lo que realmente  somos: hijos de un mismo Padre, que construyó un hogar hermoso para todos, y que nos quiere unidos como hermanos que se aman y se ayudan en todo”.

Si no existieran el mal, la vida de los hombres sería feliz, pero entre éstos se ha introducido el egoísmo y en lugar de repartir, muchos buscan acumular el dinero y ese dinero no conduce a nada, porque cierra nuestra vida y nuestro corazón a todos los bienes, que podríamos hacer a nuestros  prójimos. El egoísmo cierra nuestras almas, para que no comuniquemos nuestros bienes materiales y nuestra riqueza interior, que vale más que nuestros bienes materiales. Si fuéramos generosos, podríamos recibir nosotros, los bienes de todo el mundo. Los  bienes materiales son bienes, en la medida, que son útiles en la vida de los demás y en la nuestra. Son simplemente objetos que se van pasando, como objetos de la caducidad.

Compartir con los necesitados es necesario,  porque Dios nos  ha dado todas las cosas y nos produce una alegría inmensa el dar al que lo necesita.

La venida del Espíritu Santo, ocurrió “al llegar el día de Pentecostés, estando todos reunidos en el mismo lugar”, (2:1). Es que el Espíritu Santo  da aliento a la vida y sin  Él, los seres humanos, permanecerían con su espíritu inerte. Pero el hombre tiene cuerpo y alma y su cuerpo vive alimentándose y el alma recibe los dones del espíritu.  Por eso se, ve como los judíos el Pentecostés lo celebraban como algo relacionado con fenómenos naturales. Por el mes de Mayo alcanzaban su madurez en Palestina y los fieles, iban a Jerusalén a ofrecerle al Señor en el Templo,  las primicias de su cosecha y mostrar a Dios su alegría y gratitud.

Con el tiempo Pentecostés dejó de considerarse como un ceremonial pendiente de la Naturaleza y se descubre en dicho recuerdo como “un viento divino que el hombre no puede domesticar ni manipular”. (Jn.3,8)

Y hay hombres, movidos por esa luz del Espíritu Santo, como dice la oración: “Ven Espíritu Santo… llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor,  envía, Señor,  tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”. Esos hombres se dedican a dar al necesitado, lo que necesita y tratan así de renovar la faz de la Tierra. Y en tanto van haciendo el bien a sus prójimos, sus corazones se llenan de una alegría divina, esperando el día en que vivan sólo su vida espiritual,  porque los objetos temporales ya no tendrán objeto en las almas. Se dice en la oración  al Espíritu Santo: “Envía Señor tu Espíritu y todas las cosas serán creadas y renovarás la faz de la Tierra”.  

Parece que la obra de Dios va desde lo material a lo espiritual, y que nos conduce a través  de la misma realidad”. “No hay unión sin Espíritu, ni Espíritu sin unión”. El Espíritu es una especie de fuerza o energía, no material y se transmite en los actos de la creación.

Mi amigo, el Veterinario Ignacio Escalona, que fue hace unos años Alcalde de Grañén, es un sabio, que “me envió un  escrito que titula “Antigüedad y Cristianismo”, que movió a mi mente a pensar en la evolución. Siente Ignacio Escalona, igual que sentía Einstein que “la más bella y profunda emoción, que nos es dado sentir es la sensación de lo místico”. Lo mismo les pasa a los humildes y pobres que trabajan en una obra de Caridad, pues no cesan en su continua labor caritativa. En mi artículo “Síntesis del mundo material con el mental o espiritual” pongo “Los problemas de la materia son más fáciles de comprender que los del espíritu e incluso es difícil separarlos uno del otro, como cuando se medita sobre la fórmula de Einstein E=m.c2, en que parecen unirse la materia y la energía, que son de la misma naturaleza, de tal forma que algunos identifican el espíritu, con la síntesis de la materia y la energía”.   

Cuando veo a los humildes hombres trabajar caritativamente con los pobres, los identifico con el espíritu, cuando lo que hacen es trabajar con la pobre materia, por sus hermanos los humanos.

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