He encontrado a dos individuos
llenos de vida, pero sin duda con una vitalidad excesiva, fomentada por su vida,
carente de trabajo y viviendo, como
aquellos que huyen de ella. Sentados en un jardín, al que se asoma la Biblioteca
Municipal de Zizur Mayor, me acomodé en un banco próximo Les oí hablar de las
luchas, que en ocasiones, se introducen y en las que se amenazan y se pegan.
Pero en un momento de su charla, cambiaron el protagonismo peleón y se pusieron
a conversar de un libro, que según un asistente a la charla, estaba escrito por
un gran escritor en castellano, que se llama Pérez Reverte. Uno de ellos
transmitía al otro sus opiniones. Todos los presentes lo habían leído, pues me
lo enseñaron, sacándolo de dentro de un saquetillo, uno de los conversadores.
Lo que a mí me extrañó fue que Juan José, que me iba explicando los temas
tratados por los parados , no de lengua sino de trabajo, habiendo asistido de
niño a la Escuela, no había vuelto a leer o a considerar los temas de ningún
otro libro. Pero aquel libro tenía su origen
en el amor de una hermana suya, que se lo regaló y él, impulsado por ese
amor, con una gran fe, se leyó sus más de quinientas páginas, en dos semanas.
El mismo lector reciente declaró que había sido un potente “enganche” el que le
había obligado a leer con tanta prontitud, ese libro, tan atractivo. Así como la droga, se engancha deprisa en algunos niños
y jóvenes, mi nuevo amigo Juan José, fue hecho discípulo de la lectura por ocho
libros más, que también le divirtieron y los leyó con gran deseo de encontrar
la verdad, que quizá se encuentre en ellos. Tal vez fueran los libros, los
que pudiesen desplazaran la droga. Con
esas lecturas se dio cuenta de que los libros hacían falta para todo. Y ya no
los ha abandonado, porque, al darse
cuenta de la felicidad que la lectura le
producía, se apuntó después de aquellas lecturas, en una Academia de Iniciación
a la Lectura. Y no estaba arrepentido de haber leído tanto, pues se dio cuenta
de cómo le había además, crecido su amor al arte y a hacerse un gran
amante de los hombres y mujeres que andan por la vida y ven cómo va creciendo
su amor a la lectura y a la libertad de los hombres. Se había dado cuenta del
error cometido por la sociedad, que amaban la droga en lugar de amar a los
libros, que hablan de libertad de los espíritus, con la esperanza de hacer al
hombre libre,
Estaba Juan José, hablando con sus dos amigos, que unas veces
tenían como motivo las luchas entre
compañeros, tal vez no culpables, empujados por esos impulsos a la violencia, entre los
cuales se encuentra el alcohol. Se ve como la Sociedad no hace esfuerzos para
combatir los problemas que la vida les impone, sino que animan su agresividad y
le excitan todos los vicios, que llevan
consigo los placeres de la vida.
Juan José cuenta su vida, sus
paseos, sus consumos de droga, y los
libros le invitan a contemplar el verde de los árboles y la libertad que te da
facultades para ver todas las cosas puras. Pero el mal es duradero, porque, todavía joven,
ya ha sido jubilado. ¡Cuántos individuos malviven sin hacer nada para ellos y
para los demás!
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