jueves, 13 de diciembre de 2018

“El Ayuntamiento de Siétamo escribe ”Al Señor Don Pedro Bezares”.





Cuando hace unos años se celebró  en  la Parroquia de Epila, un Funeral por el Conde  Don Pedro Abarca de Bolea, último Conde de Aranda, que nació en SIETAMO, Villa, en cuyo Castillo- Palacio, nació el Barón de Siétamo, poseyendo este título con el de Marqués de Torres de Montes y una honrosa lista de Títulos de Nobleza. Este Barón de Siétamo y Marqués de Torres de Montes que en su vida heredó el Título de Conde de Aranda en EPILA, fue  Don Pedro Pablo Abarca de Bolea Nació en SIETAMO, el uno de Agosto de 1719.Murió desterrado en su Señorío de Epila (Zaragoza) el 9 de Enero de 1798. Fue Conde de Aranda y Marqués de Torres de Aragón (hoy Torres de Montes).
El Castillo- Palacio de los Barones de Siétamo y también Marqueses de Torres de Montes, lo poseyeron seis generaciones de los Barones de Siétamo, que en la sexta, Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, adquirió el título de Conde de Aranda. Ahora todo el mundo llama siempre a las ruinas de dicho Palacio, Castillo del Conde de Aranda. Los Abarca de Bolea, tomaron posesión del citado Castillo-Palacio, por la boda de Don Bernardo Abarca de Bolea y Portugal, con una de las hijas del Señor de CASTRO, llamada Jerónima de CASTRO Y PINÓS, SEÑORA DE SIETAMO y dueña del Castillo-Palacio. Todavía se conservan los documentos de propiedad.
Hemos visto como los Abarca de Bolea,recorrían toda Europa, al tiempo que lucían los nombres de Torres de Montes y de Siétamo,unidos por un camino entre ellos. Se bajaba por el Molino Viejo de Siétamo y cruzaba el río Guatizalema, se subía al Monte de Cavero, tío mío y que murió sin hijos. Por fin se llegaba al frondoso monte de Torres de Monte. Y fue el IX  Barón y el Marqués de Torres de Montes y Duque de Almazán y Conde de Las Almunias, Don Pedro Ventura de Alcántara, el padre del Gran Conde de Aranda Pedro Pablo Abarca de Bolea (X),décimo de los que tuvieron su principal residencia en Siétamo, y pasaron a vivir ÉPILA, nacido el año de 1719,de su madre doña MARÍA JOSEFA LÓPEZ DE MENDOZA; PONS Y BOURNONVILLE, natural de  Barcelona e hija legítima de los Condes de Robres y Marqueses de Vilanant,
El Marqués de Torres y Duque de Almazán, obtuvo a partir de MAYO DE 1723, el TÍTULO DE IX CONDE DE ARANDA.  Su hijo don Pedro Abarca de Bolea ,siempre quiso dar impulso al Partido  Aragonés y luchó por la desembocadura del río Ebro.El Conde de Aranda,estaba sometido y vigilado prisionero en la Alhambra de Granada, cuando ya se sintió enfermo y fue trasladado a su Palacio de Epila. Murió en 1798. Don Pedro Pablo Abarca de Bolea era como el cerebro del Antiguo Reino de Aragón, pero en Granada, lejos de Aragón no pudo impedir que se adjudicara a Aragón,la  Desembocadura del río Ebro.Era un hombre que se sentía nacido en Siétamo, donde tenía parientes como los Azara, que con una de ellas se casó Joséf Almudévar de Barluenga.
 La muerte de Don Pedro Abarca de Bolea, trajo consigo la herencia del Patrimonio de Don Pedro Abarca de Bolea por el dueño del Ducado de  Epila.



“El Ayuntamiento de Siétamo escribe al
Sr.   Don Pedro Bezares
Señor: habemos retardado la contestación a la de Vuestra Merced, fecha el 27 de Enero próximo pasado, entre otras causas porque ni nos ha dejado lugar, consejo, ni deliberación la universal consternación y trastorno que nos causó la severa, y en algún modo intempestiva providencia de hallarnos preocupados  por un Reutor y ( Jarileros) de orden de la sala, sin tener ni aun motivos para sospechar de  alguno determinadamente. Pero esto nada hace al caso en que estamos. El contenido de la (carta) de Vm. nos llenó desde luego de no menos contento que edificación pero no pudimos al mismo tiempo menos que compadecer a Vm. y quantos no pueden hablar  más  que  por fe librada con el dicho de una de las partes cuyos testimonios en juicio, son de ningún valor. Esto sin duda ha  dejado causa a que Vm., diese por hechos muchas cosas, que no son  más que voluntariedades mal fundadas de parte de quien haya informado a Vm. Esperamos hacer ver esto con la coincidencia que basta a que el acreditado juicio de Vm. mude de concepto; pero confesamos ante todas cosas, estamos muy agradecidos a los favores que Vm., nos dispensó las dos veces que tuvimos el honor de verle en, este nuestro pueblo, aunque nunca nos ocurrió había de llegar caso con el que pagásemos aquellas  gracias con el triste recuerdo de nuestra necesidad, porque la humanidad misma exime a los individuos de una sociedad de pagar con la reconvención unos favores que solicito con la voz de la necesidad y la miseria.
Pero vamos al caso. En primer lugar se  quexa  Vm. que el Ayuntamiento de este pueblo apenase a Irigoyen, su Administrador, por el corte de  carrascas. Decimos que aun cuando así fuese no hubiera hecho más que cumplir con su obligación, porque nadie duda que si Irigoyen tenía licencia para el corte, la debía presentar, supuesto que a la jurisdicción real, quando nadie es Dueño de hacer un corte considerable aun en sus propios campos, Irigoyen no presentó tal licencia. Por otra parte no hay quien no le hubiese oído que el primero que hubiese cogido sería hecho responsable de cuantos daños se hallasen en el carrascal, el que el Señor  por medio de Jorge  Ramiz, causaba como más que grave, fue intimado no Irigoyen, si dicho Ramiz, sea Vm., si halla ley que culpe este procedimiento que Ramiz, después de intimado dijera no ser más que un instrumento  de Irigoyen no podía refundir en injuria de ésta, lo que fue justicia en aquel; luego quien diga que el Ayuntamiento le injurió, miente.
El Rey y el Excelentísimo Duque nuestros Señores pudieran quejarse de que el ayuntamiento permitiese a Irigoyen contar muchas carretadas de carrasca o encina  y que  Ramiz llevase una no pequeña porción a Huesca, lo que disimuló el Ayuntamiento porque no queriendo usar de todo su derecho con orden a la exibición de licencias, se contentó con suponer que la tenía. No podemos persuadirnos haya juicio tan poco fundido, que de unos tales antecedentes saque por consecuencia:                                                                                                                          luego el Ayuntamiento de Siétamo ha vejado y provocado al Administrador.
 Vuestra Merced se confiesa amante de la paz y lo creemos, pero al mismo tiempo confesamos de buena fe, que mientras no tenga otros informes, que los que  manifiesta la que motiva esta contestación o será más  seguible  o muy difícil que Don Josef Almudevar, pidiese permiso para que sus cabras paciesen el carrascal, ni hace al caso, porque cualquiera tiene derecho para pedir a quien en su juicio puede conceder. Que la primera vez ya le intimaron por causas, razones, litigios y averiguaciones, ofreciese a los Monteros veinte pesetas, que nunca hubiera dado, si ellos cumpliendo con su obligación se hubieran negado a admitirlas, no es tampoco de la inspección presente. Si entonces el Señor Irigoyen hubiera obrado con arreglo a leyes y ordenanzas,  Almudevar hubiera pagado su pena y hubiera callado. Lo que no admite disimulo y parece fuera de toda razón es, que habiendo el mismo Almudevar, legado sus cabras al Ayuntamiento de Ola, o habiendo comprado para ellas el pasto, estando con ellas las de Ola y otras forasteras en un mismo día, hora y lugar. Y a esto dice Vm., que si por cumplir el Sr. Administrador con su obligación, ha de haber resentimientos. Nosotros no alcanzamos a entender estas obligaciones, que no presentan otras pruebas de su cumplimiento, que una pasión dominante, un encono manifiesto y un odio declarado, porque siga Vm. si aquí hubiera obrado la justicia no eran igualmente dignas de pena las demás cabras, y si las de Almudebar por forasteras estaban sujetas a la intima no había otras igualmente forasteras. Y  si es que paciar (o pastar) un puesto prohibido no era puesto  con razón que respondiesen los que habían reunido su contingente por pastarlas, y no el que ya había pagado el pasto. Nosotros Señor no habemos estudiado de propósito las leyes, pero solo la luz de la razón nos presenta estas cosas como evidentes.
No es menos injusta la tercera pena con la que solo fue castigado el ganado de Almudevar, estando junto y en el mismo puesto con otros, pero respecto a esto solo tenemos que decir que precitado el Montano a señalar el punto donde le había intimado, juró que tal punta la que no estaba vedada, pero que lo apenó porque no sabía por  donde  iba la mojonación ó muega  de la dehesa. Esta  sí que era obligación de Irigoyen, informarse si los Monteros saben los términos de su jurisdicción, y los lugares que saben cuidar. Esta especie de encono se mostró mejor cuando Irigoyen, informase si los Monteros saben los términos de  su  guarnición,  y los lugares que saben cuidar. Esta especie de encono se mostró mejor cuando Irigoyen hizo juntar al pueblo algunas reses de Almudevar, las que a instancias de la Sra. Administradora dejó libres después de haber recibido por la pena  cuarenta reales vellones. Vm. nos hace muy poco favor y hablando más propiamente mucho disfavor, en pensar que nos agraviamos porque  Irigoyen cumpla con su obligación. Sabemos muy bien que con esto no debe agraviar a nadie pero no alcanzamos y aun negamos que el que tiene obligación de cumplir con la justicia satisfaga su deber obrando contra ella. Dice Vm. que la calumnia se ha de descubrir, nosotros no deseamos otra cosa que el Señor Duque tiene sus archivos, esto ya lo sabemos, pero creemos que los tiene para dar la razón a quien la tenga, y contamos con el brazo de su clemencia para que nos mire como los a los hijos y con el de su justicia para que nos castigue si lo merecemos y para usarla con quien abusando de su nombre y autoridad nos oprime.
Nuestra mayor satisfacción será que su Excelencia pueda llegar a informarse del enredo y de la (molanga) y juntamente de sus autores. Dice Vm. es increíble que el Administrador haya dicho lo que referimos y nosotros a no decirlo. Nos, no entendíamos que podía Vm. persuadirse que mentíamos cuando tenemos tanto horror al enredo, al embuste y a la impostura, que solamente por desvanecerlas damos los pasos que somos y que son bien contra el amor que tenemos a la verdadera paz y tranquilidad. Por fin  Señor  si a Vm. no se oculta lo ocurrido con los Administradores antecesores a Irigoyen, acaso se le ocultarán los motivos que para ello hubiera y esto no es del caso presente. Vino Irigoyen, era, como Vm. dice, hombre cabal, le recibió el Ayuntamiento con música y se le hacía por las noches en su Palacio. Así es y ya es tan malo como los otros dice Vm., Pero quien le tiene la culpa, si nada más fuera que tan malo no pasarían  tantas trapisondas. Nos pregunta Vm. que quien nos acomodará. Respondemos que un hombre cabal, íntegro, justo, imparcial, fiel observador de los derechos de su Amo y de los del pueblo. Y si un tal, dice Vm., que no hallará en todo el género humano, decimos que se hace Vm.  poco favor a sí mismo y a sus semejantes.
Si algún exceso se ha cometido contra Irigoyen, como fueron las piedras que retiraron, lo primero que  en algún modo pudo dar causa para ésta( que según los efectos no fue más que chanza) la misma familiaridad suya con gente no del juicio más sentado, lo segundo no se sabe quien fueron, lo tercero el no requirió a la Justicia para que averiguara, lo quarto nunca pudo ser motivo para que saliese por el Pueblo con los monteros animados, mandándoles que si alguno sabía, dispararan, lo quinto que la justicia salió y en todo el Pueblo no halló otra puerta abierta que la de Irigoyen, a las siete se oyeron cerca del Palacio algunas escopetadas, y no podremos sospechar (si)fueren los mismos Monteros  que dispararon para abultar más la cosa. Y caso que así hubiese sucedido (que es lo más probable o creíble) tampoco extrañaríamos hubiesen sido los mismos, los conductores del escaño, pero todo esto, ya conocemos, no es más que adivinar y conjeturar, pero nadie ignora que no se permiten otras pruebas, mientras ignorándoselos  líos, pero por esto mismo suplicamos que Vm. eche mano de los medios que le parezcan más oportunos para ahogar unas disensiones tan perjudiciales al bienestar de Vm., de nosotros y de nuestro Señor temporal que nada desea con más ansia que en paz interior y el mejor estar de estos sus fieles vasallos. Si a Vm. parece se presenten ahí las personas de quienes haya  mayor satisfacción o venir Vm. a informarse boca a boca de la verdad, nosotros nos alegraremos lo haga. Y en fin, por el incomparable bien de la paz estamos prestos a someternos a cualquiera providencia que indudablemente  haya de contribuir a la tranquilidad pública. Esto es lo que con mayor encarecimiento pide todo este pueblo al Señor que guarde la vida de Vm. Tantos años como desea este
Ayuntamiento y justicia de Sietamo.
Pero esto aunque pruebe la atención de los Señores del Ayuntamiento que entonces era, nunca sería una prueba de la bondad de su conducta sabiendo que este año también nos presentamos el día de Reyes, habiendo primero enviado al Escribano, y no se dignó este Señor  de acompañarnos y respondernos con la política que esperábamos, pero queremos conceder (pues no tenemos testimonio en contrario, ni queremos juzgar temerariamente) que fuera entonces buena y ahora ya es tan malo.
Al Señor Don Pedro Bezares, Administrador General del Señor duque,  nuestro Señor. “
¡Qué diferencia existió entre los guardianes del Señor, ya difunto, Don Pedro Pablo Abarca, de
 Bolea y Ximénez de Urrea y el señor Irigoyen, administrador del “Señor Duque, nuestro Señor!.
El Señor Don Pedro Pablo de Bolea, estando peleando en Portugal para conquistar la ciudad de Olivenza, y escribía a sus súbditos para procurar por sus necesidades, a pesar que se decía que era muy autoritario. En cambio el Señor Duque que substituyó a Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, dejó su aministración en mano de Irigoyen, que llegó a provocar la sublevación del pueblo de SiÉTAMO.
“Pero esto, aunque pruebe la atención de los Señores del Ayuntamiento que entonces era, nunca sería una prueba de la bondad de su conducta, sabiendo que este año, también nos presentamos el día de Reyes, habiendo primero enviado al Escribano y no se dignó este Señor acompañarnos y respondernos con la política que esperábamos, pero queremos conceder (pues no tenemos testimonio en contrario, ni queremos juzgar temerariamente) que entonces fuera buena y ahora ya es tan malo.”. Este escrito va dirigido “al Señor Don Pedro Bezares, Administrador General del Señor Duque, nuestro Señor”.
En aquellos viejos periodos, unas veces eran tratados los aragoneses con respeto y ayuda a su vida, como hizo Don Pedro Abarca de Bolea y otras, por intervención de algún intermediario, como parece deducirse del comportamiento de Irigoyen con deseos de explotar a los ciudadanos.

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