Cuando hace unos años se
celebró en la Parroquia de Epila, un Funeral por el
Conde Don Pedro Abarca de Bolea, último
Conde de Aranda, que nació en SIETAMO, Villa, en cuyo Castillo- Palacio, nació
el Barón de Siétamo, poseyendo este título con el de Marqués de Torres de
Montes y una honrosa lista de Títulos de Nobleza. Este Barón de Siétamo y
Marqués de Torres de Montes que en su vida heredó el Título de Conde de Aranda
en EPILA, fue Don Pedro Pablo Abarca de
Bolea Nació en SIETAMO, el uno de Agosto de 1719.Murió desterrado en su Señorío
de Epila (Zaragoza) el 9 de Enero de 1798. Fue Conde de Aranda y Marqués de
Torres de Aragón (hoy Torres de Montes).
El Castillo- Palacio de los
Barones de Siétamo y también Marqueses de Torres de Montes, lo poseyeron seis
generaciones de los Barones de Siétamo, que en la sexta, Don Pedro Pablo Abarca
de Bolea, adquirió el título de Conde de Aranda. Ahora todo el mundo llama
siempre a las ruinas de dicho Palacio, Castillo del Conde de Aranda. Los Abarca
de Bolea, tomaron posesión del citado Castillo-Palacio, por la boda de Don
Bernardo Abarca de Bolea y Portugal, con una de las hijas del Señor de CASTRO, llamada
Jerónima de CASTRO Y PINÓS, SEÑORA DE SIETAMO y dueña del Castillo-Palacio.
Todavía se conservan los documentos de propiedad.
Hemos visto como los Abarca de
Bolea,recorrían toda Europa, al tiempo que lucían los nombres de Torres de
Montes y de Siétamo,unidos por un camino entre ellos. Se bajaba por el Molino
Viejo de Siétamo y cruzaba el río Guatizalema, se subía al Monte de Cavero, tío
mío y que murió sin hijos. Por fin se llegaba al frondoso monte de Torres de
Monte. Y fue el IX Barón y el Marqués de
Torres de Montes y Duque de Almazán y Conde de Las Almunias, Don Pedro Ventura
de Alcántara, el padre del Gran Conde de Aranda Pedro Pablo Abarca de Bolea
(X),décimo de los que tuvieron su principal residencia en Siétamo, y pasaron a
vivir ÉPILA, nacido el año de 1719,de su madre doña MARÍA JOSEFA LÓPEZ DE
MENDOZA; PONS Y BOURNONVILLE, natural de
Barcelona e hija legítima de los Condes de Robres y Marqueses de
Vilanant,
El Marqués de
Torres y Duque de Almazán, obtuvo a partir de MAYO DE 1723, el TÍTULO DE IX
CONDE DE ARANDA. Su hijo don Pedro
Abarca de Bolea ,siempre quiso dar impulso al Partido Aragonés y luchó por la desembocadura del río
Ebro.El Conde de Aranda,estaba sometido y vigilado prisionero en la Alhambra de
Granada, cuando ya se sintió enfermo y fue trasladado a su Palacio de Epila.
Murió en 1798. Don Pedro Pablo Abarca de Bolea era como el cerebro del Antiguo
Reino de Aragón, pero en Granada, lejos de Aragón no pudo impedir que se
adjudicara a Aragón,la Desembocadura del
río Ebro.Era un hombre que se sentía nacido en Siétamo, donde tenía parientes
como los Azara, que con una de ellas se casó Joséf Almudévar de Barluenga.
La muerte de Don Pedro Abarca de Bolea, trajo
consigo la herencia del Patrimonio de Don Pedro Abarca de Bolea por el dueño
del Ducado de Epila.
“El Ayuntamiento
de Siétamo escribe al
Sr. Don Pedro
Bezares
Señor: habemos retardado la
contestación a la de Vuestra Merced, fecha el 27 de Enero próximo pasado, entre
otras causas porque ni nos ha dejado lugar, consejo, ni deliberación la
universal consternación y trastorno que nos causó la severa, y en algún modo
intempestiva providencia de hallarnos preocupados por un Reutor y ( Jarileros) de orden de la
sala, sin tener ni aun motivos para sospechar de alguno determinadamente. Pero esto nada hace
al caso en que estamos. El contenido de la (carta) de Vm. nos llenó desde luego
de no menos contento que edificación pero no pudimos al mismo tiempo menos que
compadecer a Vm. y quantos no pueden hablar más que por fe librada con el dicho de una de las
partes cuyos testimonios en juicio, son de ningún valor. Esto sin duda ha dejado causa a que Vm., diese por hechos
muchas cosas, que no son más que
voluntariedades mal fundadas de parte de quien haya informado a Vm. Esperamos
hacer ver esto con la coincidencia que basta a que el acreditado juicio de Vm.
mude de concepto; pero confesamos ante todas cosas, estamos muy agradecidos a
los favores que Vm., nos dispensó las dos veces que tuvimos el honor de verle
en, este nuestro pueblo, aunque nunca nos ocurrió había de llegar caso con el
que pagásemos aquellas gracias con el
triste recuerdo de nuestra necesidad, porque la humanidad misma exime a los
individuos de una sociedad de pagar con la reconvención unos favores que solicito
con la voz de la necesidad y la miseria.
Pero vamos al caso. En primer
lugar se quexa Vm. que el Ayuntamiento de este pueblo apenase
a Irigoyen, su Administrador, por el corte de carrascas. Decimos que aun cuando así fuese no
hubiera hecho más que cumplir con su obligación, porque nadie duda que si
Irigoyen tenía licencia para el corte, la debía presentar, supuesto que a la
jurisdicción real, quando nadie es Dueño de hacer un corte considerable aun en
sus propios campos, Irigoyen no presentó tal licencia. Por otra parte no hay
quien no le hubiese oído que el primero que hubiese cogido sería hecho
responsable de cuantos daños se hallasen en el carrascal, el que el Señor por medio de Jorge Ramiz, causaba como más que grave, fue
intimado no Irigoyen, si dicho Ramiz, sea Vm., si halla ley que culpe este
procedimiento que Ramiz, después de intimado dijera no ser más que un
instrumento de Irigoyen no podía
refundir en injuria de ésta, lo que fue justicia en aquel; luego quien diga que
el Ayuntamiento le injurió, miente.
El Rey y el Excelentísimo Duque
nuestros Señores pudieran quejarse de que el ayuntamiento permitiese a Irigoyen
contar muchas carretadas de carrasca o encina
y que Ramiz llevase una no
pequeña porción a Huesca, lo que disimuló el Ayuntamiento porque no queriendo
usar de todo su derecho con orden a la exibición de licencias, se contentó con
suponer que la tenía. No podemos persuadirnos haya juicio tan poco fundido, que
de unos tales antecedentes saque por consecuencia:
luego el Ayuntamiento de Siétamo ha vejado y
provocado al Administrador.
Vuestra Merced se confiesa amante de la paz y
lo creemos, pero al mismo tiempo confesamos de buena fe, que mientras no tenga
otros informes, que los que manifiesta
la que motiva esta contestación o será más seguible o muy difícil que Don Josef Almudevar, pidiese
permiso para que sus cabras paciesen el carrascal, ni hace al caso, porque
cualquiera tiene derecho para pedir a quien en su juicio puede conceder. Que la
primera vez ya le intimaron por causas, razones, litigios y averiguaciones, ofreciese
a los Monteros veinte pesetas, que nunca hubiera dado, si ellos cumpliendo con
su obligación se hubieran negado a admitirlas, no es tampoco de la inspección
presente. Si entonces el Señor Irigoyen hubiera obrado con arreglo a leyes y
ordenanzas, Almudevar hubiera pagado su
pena y hubiera callado. Lo que no admite disimulo y parece fuera de toda razón
es, que habiendo el mismo Almudevar, legado sus cabras al Ayuntamiento de Ola,
o habiendo comprado para ellas el pasto, estando con ellas las de Ola y otras
forasteras en un mismo día, hora y lugar. Y a esto dice Vm., que si por cumplir
el Sr. Administrador con su obligación, ha de haber resentimientos. Nosotros no
alcanzamos a entender estas obligaciones, que no presentan otras pruebas de su
cumplimiento, que una pasión dominante, un encono manifiesto y un odio
declarado, porque siga Vm. si aquí hubiera obrado la justicia no eran
igualmente dignas de pena las demás cabras, y si las de Almudebar por
forasteras estaban sujetas a la intima no había otras igualmente forasteras. Y si es que paciar (o pastar) un puesto
prohibido no era puesto con razón que
respondiesen los que habían reunido su contingente por pastarlas, y no el que
ya había pagado el pasto. Nosotros Señor no habemos estudiado de propósito las
leyes, pero solo la luz de la razón nos presenta estas cosas como evidentes.
No es menos injusta la tercera
pena con la que solo fue castigado el ganado de Almudevar, estando junto y en
el mismo puesto con otros, pero respecto a esto solo tenemos que decir que
precitado el Montano a señalar el punto donde le había intimado, juró que tal
punta la que no estaba vedada, pero que lo apenó porque no sabía por donde iba la mojonación ó muega de la dehesa. Esta sí que era obligación de Irigoyen, informarse
si los Monteros saben los términos de su jurisdicción, y los lugares que saben
cuidar. Esta especie de encono se mostró mejor cuando Irigoyen, informase si
los Monteros saben los términos de su guarnición,
y los lugares que saben cuidar. Esta especie de encono se mostró mejor
cuando Irigoyen hizo juntar al pueblo algunas reses de Almudevar, las que a
instancias de la Sra. Administradora dejó libres después de haber recibido por
la pena cuarenta reales vellones. Vm.
nos hace muy poco favor y hablando más propiamente mucho disfavor, en pensar que
nos agraviamos porque Irigoyen cumpla
con su obligación. Sabemos muy bien que con esto no debe agraviar a nadie pero
no alcanzamos y aun negamos que el que tiene obligación de cumplir con la
justicia satisfaga su deber obrando contra ella. Dice Vm. que la calumnia se ha
de descubrir, nosotros no deseamos otra cosa que el Señor Duque tiene sus
archivos, esto ya lo sabemos, pero creemos que los tiene para dar la razón a
quien la tenga, y contamos con el brazo de su clemencia para que nos mire como
los a los hijos y con el de su justicia para que nos castigue si lo merecemos y
para usarla con quien abusando de su nombre y autoridad nos oprime.
Nuestra mayor satisfacción será
que su Excelencia pueda llegar a informarse del enredo y de la (molanga) y
juntamente de sus autores. Dice Vm. es increíble que el Administrador haya
dicho lo que referimos y nosotros a no decirlo. Nos, no entendíamos que podía
Vm. persuadirse que mentíamos cuando tenemos tanto horror al enredo, al embuste
y a la impostura, que solamente por desvanecerlas damos los pasos que somos y
que son bien contra el amor que tenemos a la verdadera paz y tranquilidad. Por
fin Señor si a Vm. no se oculta lo ocurrido con los
Administradores antecesores a Irigoyen, acaso se le ocultarán los motivos que
para ello hubiera y esto no es del caso presente. Vino Irigoyen, era, como Vm.
dice, hombre cabal, le recibió el Ayuntamiento con música y se le hacía por las
noches en su Palacio. Así es y ya es tan malo como los otros dice Vm., Pero
quien le tiene la culpa, si nada más fuera que tan malo no pasarían tantas trapisondas. Nos pregunta Vm. que
quien nos acomodará. Respondemos que un hombre cabal, íntegro, justo,
imparcial, fiel observador de los derechos de su Amo y de los del pueblo. Y si
un tal, dice Vm., que no hallará en todo el género humano, decimos que se hace
Vm. poco favor a sí mismo y a sus
semejantes.
Si algún exceso
se ha cometido contra Irigoyen, como fueron las piedras que retiraron, lo
primero que en algún modo pudo dar causa
para ésta( que según los efectos no fue más que chanza) la misma familiaridad
suya con gente no del juicio más sentado, lo segundo no se sabe quien fueron, lo
tercero el no requirió a la Justicia para que averiguara, lo quarto nunca pudo
ser motivo para que saliese por el Pueblo con los monteros animados, mandándoles
que si alguno sabía, dispararan, lo quinto que la justicia salió y en todo el
Pueblo no halló otra puerta abierta que la de Irigoyen, a las siete se oyeron
cerca del Palacio algunas escopetadas, y no podremos sospechar (si)fueren los
mismos Monteros que dispararon para
abultar más la cosa. Y caso que así hubiese sucedido (que es lo más probable o
creíble) tampoco extrañaríamos hubiesen sido los mismos, los conductores del
escaño, pero todo esto, ya conocemos, no es más que adivinar y conjeturar, pero
nadie ignora que no se permiten otras pruebas, mientras ignorándoselos líos, pero por esto mismo suplicamos que Vm.
eche mano de los medios que le parezcan más oportunos para ahogar unas disensiones
tan perjudiciales al bienestar de Vm., de nosotros y de nuestro Señor temporal
que nada desea con más ansia que en paz interior y el mejor estar de estos sus
fieles vasallos. Si a Vm. parece se presenten ahí las personas de quienes
haya mayor satisfacción o venir Vm. a
informarse boca a boca de la verdad, nosotros nos alegraremos lo haga. Y en
fin, por el incomparable bien de la paz estamos prestos a someternos a
cualquiera providencia que indudablemente
haya de contribuir a la tranquilidad pública. Esto es lo que con mayor
encarecimiento pide todo este pueblo al Señor que guarde la vida de Vm. Tantos
años como desea este
Ayuntamiento y justicia de
Sietamo.
Pero esto aunque pruebe la
atención de los Señores del Ayuntamiento que entonces era, nunca sería una
prueba de la bondad de su conducta sabiendo que este año también nos
presentamos el día de Reyes, habiendo primero enviado al Escribano, y no se
dignó este Señor de acompañarnos y
respondernos con la política que esperábamos, pero queremos conceder (pues no
tenemos testimonio en contrario, ni queremos juzgar temerariamente) que fuera
entonces buena y ahora ya es tan malo.
Al Señor Don Pedro Bezares, Administrador
General del Señor duque, nuestro Señor. “
¡Qué diferencia existió entre los
guardianes del Señor, ya difunto, Don Pedro Pablo Abarca, de
Bolea y Ximénez de Urrea y el señor Irigoyen,
administrador del “Señor Duque, nuestro Señor!.
El Señor Don Pedro Pablo de
Bolea, estando peleando en Portugal para conquistar la ciudad de Olivenza, y
escribía a sus súbditos para procurar por sus necesidades, a pesar que se decía
que era muy autoritario. En cambio el Señor Duque que substituyó a Don Pedro
Pablo Abarca de Bolea, dejó su aministración en mano de Irigoyen, que llegó a
provocar la sublevación del pueblo de SiÉTAMO.
“Pero esto, aunque pruebe la
atención de los Señores del Ayuntamiento que entonces era, nunca sería una
prueba de la bondad de su conducta, sabiendo que este año, también nos presentamos
el día de Reyes, habiendo primero enviado al Escribano y no se dignó este Señor
acompañarnos y respondernos con la política que esperábamos, pero queremos
conceder (pues no tenemos testimonio en contrario, ni queremos juzgar temerariamente)
que entonces fuera buena y ahora ya es tan malo.”. Este escrito va dirigido “al
Señor Don Pedro Bezares, Administrador General del Señor Duque, nuestro Señor”.
En aquellos viejos periodos, unas
veces eran tratados los aragoneses con respeto y ayuda a su vida, como hizo Don
Pedro Abarca de Bolea y otras, por intervención de algún intermediario, como parece
deducirse del comportamiento de Irigoyen con deseos de explotar a los
ciudadanos.
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