domingo, 28 de julio de 2019

Abel Gaeguer, israelita ucraniano, pidiendo en el Coso Bajo




Abel Gaeguer, me dijo que se llamaba el pobre hombre que estaba pidiendo limosna, sentado en  el escalón de una tienda, próxima a la ya desaparecida de Tejidos Blecua y muchos años antes Banca de Casaus. Era un hombre recio, con barba y sombrero, pidiendo  limosna. Por fin, un día del mes de Diciembre de 2011, he pasado a su lado y le he preguntado que de donde procedía  y me contestó que de Ucrania, pero que era de nacionalidad israelita. Me ha hablado con gran amabilidad en una lengua de muy variadas palabras, de distinta procedencia lingüística, pues me dijo que allá,  en Ucrania, donde nació en  1950, hablaban además del ucraniano, ruso, inglés, alemán, así como el francés, hebreo y árabe. Conocía un poco el español sefardita, que hablaban los judíos expulsados de España, por los años de 1613, cuando marcharon por Europa, Africa y América. Dejándolo hablar, me di cuenta de que sabía poco el español, pero que su corazón sentía un gran afecto por España. En su vida había conocido sefarditas y se había dado cuenta de que entre la multitud de palabras que conocía, siempre le salía alguna de la España Sefardita. Era evidente que él, sentía el judaísmo, porque me dijo que había visto en Huesca, documentos hebreos, no sé si en el Museo provincial o en el Ayuntamiento. Intentó explicarme que cerca del Parque, había visto una sinagoga antigua.
¡Cuántos recuerdos le bullían en su mente!, porque no sólo se acordaba de la España pasada, sino de sus años de niño, vividos en Ucrania, en compañía de sus abuelos y de sus padres, que se dedicaban un poco al comercio y principalmente a la reparación de carros de mulas y de asnos. No debían poseer, en aquellos tiempos muchos caballos, los ucranianos. Nació aproximadamente el año de 1950 y ahora tiene unos sesenta y uno. Antes de nacer Abel, cerca de Kiev, los habitantes judíos, tuvieron que salir de sus hogares y caminar en fila hacia el Barranco de Bali Yar. Allí los agruparon en lotes de diez judíos y fueron obligados a desnudarse y a cavar las zanjas en las que iban a ser arrojados. Fueron los asesinos miembros ultranacionalistas de Ucrania,  en colaboración con las SS y los asesinados una gran parte de la población judía. Abel no había nacido todavía e ignoro si era ucraniano de la zona cercana a  Kiev  o de otra, a la que no llegarían esos asesinatos. Mal ambiente quedó en Ucrania para que los judíos pudieran vivir y a los seis años, Abel  marchó a Israel. ¡Qué soledad tuvo que pasar el niño, sin ninguna culpa!, porque él sabe que todavía tiene algún pariente por el mundo, pero no puede comunicarse con él. La historia de este hombre, me recuerda la de tantos españoles que en el año de 1936, tuvimos que huir de nuestras casas, para evitar las muertes de la Guerra Civil, mientras muchos murieron asesinados. ¡Qué tristes son las guerras entre los hombres y qué difícil es conseguir una Paz Universal ¡.
Supongo que en Israel se ocuparían de formarlo como ciudadano de esa nación nueva, formada en los terrenos de una de las naciones, la judía, más antiguas de la Tierra. En Israel tuvo que luchar como soldado y como policía israelí, durante catorce años. No se sintió feliz en aquella situación de continua guerra. Después de catorce años de ejercer de policía y de ver tantas situaciones que le recordaban las que pasaron en Ucrania, el año de 1999 partió para Francia, después a Inglaterra y luego a Irlanda,  donde durante tres años trabajó de pastor y como él dice con una gran tranquilidad. Después de ver tantas guerras y luchas por el mundo, allí le pareció ser uno de los pastores del Israel antiguo. En el Diario del Alto Aragón, sale un artículo de Antonio Martínez, sobre la vida del pastor de Selgua, Alberto Clarimón Sampériz. Dice que él conoce a sus ovejas y ellas le conocen a él. ”Sé cuando están tristes o alegres y puedes hablar con ellas, y te comprenden. Se ponen alegres cuando llega el momento de subirlas a la montaña para los pastos de primavera”. Añade que “es muy gratificante el estar y sentir en los valles del Pirineo: Ordesa,  Monte Perdido, Valle de Vio o entre las Tres Sorores. Ves la grandeza de la Naturaleza”.  
Abel se sentía feliz siendo pastor en Irlanda,  igual que Alberto Clarimón lo es entre las Tres Sorores,  pero, según me dice, el Espíritu Santo le inspiró que viniera a Huesca, pero no se casó, como tampoco lo hizo Alberto Clarimón. Y allí, en el Coso Bajo, sentado sobre un escalón, está en Huesca esperando que le va a dar el Espíritu Santo, porque él tiene una fe inmensa propia de los judíos, pero el Señor no le da lo que él espera. El me confiesa que espera que le den una casa, para vivir en ella. ¡Qué fe y qué ilusión tiene Abel en Dios, pero los judíos yo creo que no se enteran de lo que le pasa a Abel, porque no hay en Huesca ningún diplomático judío que le socorra. Hay que mirar por él, para que alguien lo recoja. A veces los necesitados no aceptan ser acogidos y siguen esperando en el Señor. El tiene fe en los oscenses,  pues dice que son muy buenos y cuando yo estaba acompañándolo, de vez en cuando algún hombre o mujer, le entregaban un donativo. ¡Cuántos hombres y mujeres van por el mundo, buscando la felicidad , que no han podido alcanzar nunca, unas veces por ellos mismos y otras por las difíciles circunstancias que les rodean!. La Caridad es la virtud que ahora es más necesaria que nunca.

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