Siempre he tenido un respeto a
Don Cecilio y nos hemos tratado durante muchos años, primero con su padre,
luego con él, y con su hermano Ricardo,
que fue compañero profesional mío, pues estudiamos la Carrera de Veterinaria,
en Zaragoza. En cierta ocasión me llevó a una taberna monumental, cercana a la Seo de
Zaragoza, de la que me queda un recuerdo impresionante, pero no creo que esté abierta, para ir a verla
y recordar los ambientes pasados en ella, con mi amigo y compañero Ricardo
Serena. Tenía unos techos altísimos, como si se tratara de una catedral del
vino, y asentadas en el suelo subían unas cubas o enormes toneles hacia arriba,
tratando de alcanzar esos techos
altísimos, que acabo de nombrar. Nos
sentamos en unas mesas de madera y nos sirvieron un vaso de vino, para cada uno
de nosotros. Cuando estaba en el Cuartel, haciendo el Servicio Militar, cometí
una falta y me obligaron a no salir de dicho Cuartel, durante unos días. Allí
estaba Ricardo como Alférez de las
Milicias Universitarias, se dio cuenta
de lo que me pasaba y me acogió, dándome una litera en la que dormir. Total que
gracias a Ricardo lo pasé muy bien. Ricardo acabó la carrera, sacó las
oposiciones, se casó con Anita, mujer
simpática y buena, nacida en la parte oriental de la Provincia de Huesca y se
fueron a vivir a Murillo de Gallego, donde fui a visitarlos. Tuvieron una hija,
que imitando a su padre estudió Veterinaria. En la Plaza de Lizana, estaba el
Bar Caserío Aragonés, en el que alternaba Ricardo, con mi tío el soltero José
María, con el veterinario Gobantes, con
Farina, hijo del arquitecto que hizo el proyecto del edificio de Hacienda de
Huesca y con el fontanero Vallés. Allí alegraba la tertulia el vecino de la
calle de Pedro IV, al que llamaban, ”El Geta” de un gracioso humor, y yo
llegaba muchas veces a gozar de aquel ambiente. De todos los que acabo de
nombrar, sólo queda Farina y la hija de Ricardo Serena, que tanto amaba a su
padre y le recuerda con sumo cariño.
Yo vivía en el Coso Alto, al lado
del Colegio de Santa Ana y Ricardo, vivía en la parte de atrás. La casa de los
Serena, que estaba y todavía lo está al lado de la entonces, puerta falsa del
Teatro Principal, y en tal casa estuve en alguna ocasión con Ricardo Serena,
comentando los libros y los apuntes de la Carrera de Veterinaria, en la que ambos estábamos progresando. En alguna de
esas visitas, traté con el padre de los Serena, hombre grueso y simpático. Otras
veces era Ricardo, quien venía a mi casa, para consultar algún apunte tomado en
la Facultad de Zaragoza. Así, como yo,
tenía amistad con Ricardo, su hermano Don Cecilio Serena Belloso, al que lo
trato con este recuerdo de dignidad, al tiempo que familiar, de Don, por su
sencillez, ya que inspiraba un gran respeto, al mismo tiempo un gran cariño, a
todo el que lo trataba, estaba unido por
un largo período de sus vidas, con mi primo hermano José Antonio Llanas
Almudévar.
El año de 1926, los Clérigos de
San Viator, tuvieron dificultades y siguiendo el Camino de Santiago, vinieron a
Huesca, pasando los Pirineos, en el ferrocarril de Canfranc, que, en aquellos
tiempos ya unía a España y a Francia y que hoy es necesario volver a abrir. El
nueve de Julio de 1926, desde Rodez, llegó a Huesca, el Hermano Víctor Devals, al que yo, más tarde, llegué a conocer. Aquí,
en Huesca, fundaron el Colegio de San Viator, en el Palacio del Duque de
Villahermosa. En el artículo ”Los viatores siguen viandando por Huesca”, escribo:
“Algunos de sus primeros alumnos fueron parientes y amigos míos, como José
Antonio Llanas Almudévar y su hermano Feliciano, el primero farmacéutico, notable
escritor y alcalde de la ciudad de Huesca durante algunos años, en tanto que el
segundo, Don Ricardo Serena, fue, al mismo tiempo que un hombre pacífico y de buen humor, un notable
Jurista y Magistrado. Don Cecilio
Serena, hombre serio y justo, de virtudes antiguas y modernas, muchos años
después, Magistrado jubilado, fue toda su vida amigo íntimo de José Antonio Llanas. A estos
se unían entre otros Vicente Domingo, con su hermano Mariano, boticario el
primero, que ya no podían vivir más cerca del antiguo Palacio del Duque de
Villahermosa, convertido en Colegio de San Viator, porque estaban en la casa de
al lado, o casa de los Administradores de dicho Duque, y dentro de las bellas
y grandes rejas, instaladas sobre una
base de piedra en la Calle de Villahermosa, que sube de los Porches al Mercado. También
entraron en el Colegio, mi más tarde cuñado, Luis Tesa Ayala, buen escritor y
su hermano, también aficionado a la literatura, que según me contó Don Cecilio
Serena “intervenía en un entremés cómico, donde salía cargado de libros, quejándose
de su peso y lamentándolo, como ahora lo lamentan los actuales alumnos, que han
tenido el recurso de comprar esos pequeños y cómodos carros, con los que llenos
de cuadernos y de libros, van cómodamente al Colegio”. Recuerda otros
compañeros Don Cecilio y me dice “que Vicente Domingo tiene unas fotos de aquellos
alumnos con su correspondiente identificación, fotografía que alguno
tendrá que obtener, porque cada vez, van
quedando menos recuerdos de los alumnos, que acudían al Colegio”.
Me dijo Don Cecilio Serena que un
hermano de San Viator francés, les enseñó a leer, durante el Curso de 1926-27. El
28 de Diciembre de 1932, cesó en San Viator la Segunda Enseñanza. El año de
1933, el periódico “La Tierra”, del que mi padre era copropietario, homenajeó a
los viatores, a los que se les había clausurado el Colegio.
Aquellas películas mudas del
Oeste, a veces las proyectaban los viatores, en el salón grande del colegio No
faltaba el sonido porque algún hermano, hacía sonar las teclas de un piano,
cuyas notas acompañaban a las balas que disparaban los héroes del Oeste
americano. Pero aquellos tiros “parecían ser un anuncio de los tiros reales que
causaron la catástrofe de la Guerra del año 1936”. El día 12 de Junio de 1937
“una bomba del 15 y medio cae en el dormitorio y otra del siete y medio
atraviesa el primer piso, deteniéndose en el colchón de un zapador”. El 20 de
Junio, un capitán de zapadores conduce a los tres religiosos hasta Ayerbe y de
allí pasan en tren a Vitoria”. El año 1939, reiniciaron el curso los viatores,
con tres años de bachillerato.
Don Cecilio Serena y mi primo José
Antonio, en aquellos tiempos de ¡maldita Guerra Civil!, estudiaban juntos en
casa de Llanas, en una habitación, en la que al salir, entraron balas de fusil
y no murieron porque Dios les concedió la vida. El padre de José Antonio, murió
muy poco tempo antes de estallar la Guerra. Una vez superada la Guerra,
siguieron estudiando. José Antonio se hizo farmacéutico y Cecilio estudió Derecho
y se hizo Juez, jubilándose de Magistrado. Ambos se casaron y asistieron a las
dos bodas. José Antonio se caso con María Antonia Vázquez en Puente Ceso, en la Coruña y Cecilio se casó con Angelita,
en la Catedral de Barbastro. María Antonia dio a luz a dos hijas y cuatro
chicos y Angelita a cinco hijos. De dos auténticas damas vinieron al mundo
todos esos hijos, pero la hija mayor de José Antonio Llanas, María Teresa, que
con su delicado cuerpo, piensa elevadas ideas, ha sido una preocupación para
ambos amigos, a saber para su padre José
Antonio y para su amigo Don Cecilio Serena, porque me dijo Teresa, que cuando
Cecilio fue destinado a Cervera, con su esposa Angelita, se la llevaron un mes
para que lo pasara con ellos, “a ver si se curaba”.
Parece mentira que un hombre que estuvo
trabajando en Cervera, en Ejea de los Caballeros, en Palma de Mallorca y en
Madrid, pudiera preocuparse tanto de los problemas de Huesca, como él hizo. En 1982, lo nombraron Presidente de la
Audiencia Provincial Unido con Federico Balaguer y luchó por la cesión del Palacio
de Villahermosa. Federico Balaguer fue Archivero Municipal y Cronista Oficial
de la Ciudad. La Duquesa Doña María del Pilar Azlor de Argón, cedió en
usufructo sine die, gracias a la gestión de Don Ceciio Serena, su Palacio de
Villahermosa.La prudencia y moderación de Don Ricardo, se tradujeron en dos
posturas: conciliación y continuismo.
Se jubiló, en Madrid de
Magistrado y volvió una vez jubilado, a Huesca.
El mes de Noviembre pasado de
este año de 2011, recibí la triste noticia que Cecilio Serena había muerto. Yo
no esperaba que muriese de una forma tan rápida, porque hacía tan sólo unos
ocho días, vino, acompañado de su hijo, a Siétamo, no sé si a verme a mí o a
recordar las veces que estuvo en Siétamo con José Antonio Llanas Almudévar,
antes de la Guerra Civil. Paró el coche en la puerta de mi casa y mientras su
hijo subía a ella, acompañado por mi esposa, estuvimos sentados tomando un sol
agradable. Tenía un buen aspecto y le temblaban ligeramente sus palabras. El
escaso tiempo que pasó conmigo, constituyó para él un gozo enorme, porque le
pregunté por Angelita por sus hijos y él me nombró a José Antonio Llanas y me habló de las numerosas ocasiones, que
hablaba conmigo, en aquellos largos paseos que, unas veces con Angelita y otras con un joven
amigo, de cuyo nombre no puedo
acordarme, se encontraba conmigo.
Me emocioné al enterarme de la
triste noticia de su muerte, pues hacía un tiempo escaso, que habíamos estado
sentados en la puerta de mi casa de Siétamo, recordando noventa años de la
Historia de Huesca, de la que fue un notable protagonista. Cuando marchó, nos
agitábamos mutuamente nuestras manos, como aludiendo a tiempos de guerra, de
paz y de grato retiro en Huesca capital. Debemos recordar tus dos posturas, que
en otros tiempos utilizaste, a saber: conciliación y continuismo, que ahora van
a hacer falta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario