jueves, 19 de agosto de 2021

Basilio Santafé comerciante en Huesca.-

 


Su figura era de una forma estilizada y sonriente de su cabeza, que expedía sabores de carne animal entre los clientes de su establecimiento cárnico. Recuerdo verlo en su carnicería en la parte baja del Coso Bajo, a pocos pasos de los Porches de Huesca. Yo era todavía un niño que admiraba su figura, revestida de tela blanca, y a pesar de la figura enrojecida de la apetitosa carne que vendía, repartía alegría entre su clientela. Si, porque esa carne era atractiva para sus clientes, que se marchaban alegres de la sonrisa de don Basilio Santafé y agradecidos por la amabilidad de su persona.

Pero no tengo únicamente el recuerdo de su profesión comercial de carnicero, sino que hace ya muchos años, atraído por la belleza verde de la Paul de Siétamo, en su tramo en que corre el agua, por una corriente para darla a los vecinos de Siétamo en su hermosa Fuente Pública, que ya reparte ese fresco líquido, en el Lavadero y en los caños de la Fuente, ya muy próxima a la carretera general, que por el Este de dirige a Huesca y por el oeste hacia Barbastro.

En la Paul Saltadera, se encuentra uno con la alegría de la frescura  de los árboles, que se lanzan hacia el cielo, empujados por el agua que corre por la Paul. El cielo espera el crecimiento hacia arriba de aquellos árboles, que dan su sombra a dicha Paul. Por sus pies corre el agua hacia la Fuente y me acuerdo en mi niñez de unas pequeñísimas ostras o conchas, que vivían en la acequia por la que bajaba el agua.

Pero Basilio Santafe, que era de un espíritu poético, gozaba con la finca que compró, para edificar “chalets”. Parece que se fue vendiendo dicha tierra, que, con su humedad, fecundaba la vida vegetal.

Por fin se quedó para su hijo Alfonso un jardín sombreado por los árboles y regado por el nacimiento de aguas en su subsuelo. Dentro de su “chalet” se gozaba del agua pura de una pequeña balsa. Y este jardín natural lo hacía feliz, porque en su moto, traía con él a un amigo, llamado Joaquín, que con él estaba en Huesca en “La Cruz Blanca”. A Joaquín lo traía y lo llevaba a la capital, y gozaba con su compañía, conversando pocas palabras. Pero marchaban con su moto e incluso una vez viajaron a Francia. Tenía en su chalet un perro que lo esperaba cada día en los jardines de su “chalet” y con él y con su amigo, vivían felices. Hablaba poco, pero a mí me apreciaba y me saludaba cuando yo iba por la Paul y su conversación era interesante, porque sentíamos placer en nuestras cortas conversaciones. Además  yo le vacunaba su fiel perro y me dio la impresión de que éste le apreciaba, quizás por la vacuna que le inyectaba.



Vivía en la Calle Vicente Campo con su padre y con su hermana y yo veía a su padre cruzar el Parque para comprar alimentos en un Mercado y al volver, se sentaba en el buen tiempo, en algún banco del Parque, donde meditaba sobre su vida y llevaba a su familia productos alimenticios para su hija soltera y para su hijo, que no siempre estaba en la casa de sus padres.

Mas bien con su amigo, que le acompañaba montado en su moto, iba al Jardín con su balsa, y allí conversaba con él y ambos meditaban, bajo las ramas de árboles y de rosales.

Yo cuando pasaba por la Paul, muchas veces me ponía a conversar conmigo y en aquel paraíso verde y de agradable estancia, yo mismo meditaba por el comportamiento feliz de Alfonso con su amigo y marchaba a realizar mis faenas.

¡Cómo cambian los tiempos!, porque ahora no me encuentro en los bancos del Parque, la figura de Basilio Santafé ni en jardín de la Paul de Siétamo, encuentro la figura bondadosa de su hijo.

Estamos en el Mundo y ayer me hacían feliz Basilio Santafé y su hijo y hoy espero que algún día podamos encontrarnos en el Otro Mundo.

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