Contemplando
la Sierra, que nos guarda del frío que viene del Norte, me doy cuenta de todas
las cimas, que en ella se suceden y que nos indican a los hombres que tenemos,
no sólo la materia, sino el espíritu, que, muchas veces, desconocemos y
despreciamos. Pero la noche del día dieciséis del mes de Enero del año pasado,
en este Restaurante “El Faro de Sepes, se celebró la “Fiesta del tocino
solidario”, conjuntamente, por los Hermanos de la Cruz Blanca, representando al
espíritu y por el “Faro de Sepes”, haciendo gozar al pueblo de la materia de un
tocino, cerdo, cochino y marrano. En aquel salón-comedor se unieron la materia
y el espíritu, recordándonos a los allí presentes que hay que trabajar para la
renovación de la Tierra. Sí, porque allí dominaba el espíritu del amor entre
los hombres y mujeres de este mundo, porque se repartían entre los comensales y
entre los miembros de la familia que crearon aquellos sabrosísimos platos, no
sólo sonrisas, sino deseos de ayuda mutua. Los “camareros” no vacilaban en servir
a los que pedían “pan, vino o tocino”, igual que los que gozaban del paté, de
los “calamares” de cerdo o del jamón o de las migas, plato humilde y con sabor
divino. Les ayudaban a alcanzar los platos, las fuentes y los vasos, a través
de aquellas mesas, en que se habían unido los colaboradores de los Hermanos de
la Cruz Blanca, como Jesús reunió a los apóstoles en la mesa de la Sagrada
Cena. Después de la cena, sorteaban regalos de distintos orígenes y todos se
alegraban y reían ante los premios que se iban concediendo por sorteo a los
asistentes y muchas veces, éstos demostrando una gran solidaridad, entregaban
su premio a la “Hucha” de los Hermanos de la Cruz Blanca. Entre los premios
figuraba un magnífico pavo, que había regalado uno de los que trabajan en el
“Faro de Sepes”, de los que cría en Monflorite y el comensal premiado, lo
regaló a los administradores de la “Hucha”, para ayudarles a repartir el “pan
con el sudor de su frente”. Se veía ese amor al trabajo, pues un hermano de la
Cruz Blanca, cuando había que entregar un saco de pienso compuesto a uno de los
premiados, lo levantaba con sus fuertes brazos, se lo cargaba sobre sus hombros
y lo llevaba a la entrada del comedor, para que el premiado no tuviera que
esforzarse. Hace ya bastante tiempo, mi amigo Sergio trajo de Madrid una
hucha-cerdo de hierro. Representaba un cerdo, pero con alas, pues el autor
quería hacer ver la virtud espiritual del ahorro, unida a la realidad material
del cerdo. Estaban representados en la figura de esta hucha, el espíritu de los
Hermanos de la Cruz Blanca de recoger la materia suficiente para dar de comer y
proporcionar una vida agradable a todas las personas, despreciadas por la
sociedad y esa materia estaba representada por el cerdo. Todavía quedan hombres
y mujeres que en los pueblos, poseen una hucha para pasar el invierno, que es
el cerdo, al que sacrifican en el Otoño y consumen durante el Invierno, con su
carne, sus jamones, las tortetas y las morcillas. En esta Fiesta del Tocino
Solidario, el cocinero del Faro de Sepes, nos ha hecho experimentar el paso de
la materia al espíritu, por medio de las tostadas de paté casero, las de
tocinico salado, el lomo de cerdo con salsa de manzanas y mostaza y jamón
fresco asado al horno. Al consumir las migas me acordé de pedir: “El pan
nuestro de cada día, dánosle hoy”. Esta oración evangélica, hace ver al Hermano
Javier, subdirector de la casa de los Hermanos de la Cruz Blanca, pensando que
todos los hombres y mujeres formamos parte de una enorme familia, porque en el
periódico “Huesca y la Hoya”, dijo: ”somos una familia numerosa”. El jueves por
la tarde entré con un amigo, en la Residencia y allí acudían muchas personas a
saludarnos y a vernos. Uno se emocionaba ante ese recibimiento y pensaba como
en el Padre Nuestro, pedíamos el pan de cada día, pero uno piensa que no se
debe pedir para nosotros mismos, sino para todos los seres humanos. Cuando veo
al Hermano Javier me doy cuenta de cuánto ha luchado él con los otros Hermanos
de la Cruz Blanca, para levantar ese auténtico Hotel para los pobres. Y pienso
también en la caridad de tantos cristianos que han aportado aquello qué han
podido, para lograr esa feliz estancia de los necesitados, en la Residencia,
donde algunos pintan o fabrican velas y hacen gimnasia, alimentándose como
dignos hijos del Señor.
Por
eso, por el amor a nuestros prójimos y nuestro respeto a los Hermanos de la
Cruz Blanca, hemos acudido a esta cena en que han colaborado los dueños y
personas de este Restaurante, para mostrarnos solidarios con ellos, para que no
se cansen de su esfuerzo y nosotros mismos nos animemos a luchar por los
necesitados, y más en esta época de crisis que estamos sufriendo.
Todo
es necesario, la materia del tocino, con el que nos alimentamos y el espíritu
de los hermanos de la Cruz Blanca junto al de los asistentes a esta cena,
impulsados por la caridad y la justicia.
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