sábado, 9 de febrero de 2013

Saturnino Lloro, natural de Lasaosa



Plano de la Guarguera


Saturnino Lloro nació en Lasaosa, pueblo donde ya no queda ningún habitante, agricultor ni ganadero. El monte lo corre el ganado de Francisco Santolaria de Villobas. Por allí habitan algunos zaragozanos, que han acudido a vivir a Lasaosa,  como enamorados de la Naturaleza. Se encuentra el pueblo construido, al lado de la Carretera del Guarga, a la que se llega desde Huesca, por la autovía en construcción de Arguis. Al llegar al primer túnel, a la derecha y sin entrar en él, antes de llegar a lo alto de Monrepós, se baja por un camino asfaltado hace poco tiempo, que conduce al Valle de Nocito; se pasa por el Pantano y el pueblo de Belsué, por cerca de ibirque y de su Dolmen, por la Pardina de Oblato y  después se llega a Nocito y a San Urbez y de allí se va a Bentué de Nocito,  con lo que se pasa del Valle de Nocito al Valle del Guarga. Entre Belsué y la pardina de Oblato, se contemplan las ruinas del abandonado pueblo de Lusera.  De este pueblo hace  ya muchos años,  habían decidido marcharse sus habitantes y para no tener que llorar tantas veces en esas despedidas,  decidieron marchar todos al mismo tiempo, formando una reata de mulas.

Otras veces se va a Lasaosa  por el Valle del Serrablo, a orillas del río Guarga, que nace muy cerca del  río Alcanadre. Limita al Norte este Valle por varias Sierras, como las de Portiello y la de Picardiello. Por el Sur, debajo de las sierras de Belarre y de Aineto, se sigue el camino, que como he escrito, pasa por Orlato, Nocito y siguiendo hasta el río Alcanadre,  por Used, por la desaparecida pardina de Zamora y se llega a Bara. Del desaparecido pueblo de Zamora proceden los numerosos apellidos Zamora y López de Zamora que conservaba mi abuelo materno. Desde Nocito se puede ir por un camino al Valle del Serrablo, donde se encuentra Lasaosa.

En Ola, destacaban el escudo de piedra de Casa López de Zamora y en su solar, se encuentra un huerto. Este López de Zamora  venía desde el pueblo de Bierge, del que era pariente mi abuelo materno Don Ignacio Zamora Blasco, como me ha informado el señor Cándido Rufas, nacido en Bierge. Frente, casi a la puerta falsa de casa López de Zamora,  se destaca el Pozo-Fuente, con un arco árabe en su interior y numerosos peldaños para bajar a ras del pozo. Estaba Ola poblado por once familias musulmanas, hasta 1610, en que se produjo la expulsión de ochenta y cinco moriscos. Entonces se repobló el pueblo con vecinos montañeses. Es curioso como acudió un importante Casal, de verdaderos hidalgos del Pueblo de Saturnino, es decir de Lasaosa, “siempre considerados como notables hidalgos”. También “se trasladó desde Lasaosa, Urbez Aquilué, para contraer matrimonio con Juana de Liena”, que fueron admitidos como Infanzones en 1626, es decir poco tiempo después de expulsados los moros de Ola. El Ayuntamiento de Yéspola, reconoció en 1788, a Antonio Aquilué.

Pero lo que destaca en este relato, es la estancia de San Urbez, de pastor en Ola. La Historia habla de las correrías del Santo, desde Francia hasta la Cueva de la Fueva, cerca de San Julián de Banzo, pero es en Ola donde se conocen los hechos de San Urbez, por las conversaciones de sus habitantes  En casa de Antonio Otal de Ola, se encuentra una losa de piedra, donde dicen que dormía el Santo, que era el pastor del ganado de Ola. Cuentan también como combatía la sequía, contra la cual lo han constituido en el Alto Aragón, como defensor durante muchos siglos, porque en Ola abrió una fuente, del que todavía mana agua, lanzando una vara con una punta,  que se clavó en la tierra.

¡Cómo aclara la Historia la repoblación por los habitantes de Lasaosa y de Yespola, del pueblo de Ola, al que es casi innegable, que quisieran bajar los de Lasaosa, para ser protegidos por San Urbez, a Ola, donde bajó, ya en el siglo VIII, a través del Salto de Roldán, por el río Guatizalema!.

En las dos orillas del río Guarga, con numerosos afluentes a sus dos lados, se asientan multitud de pueblos, muchos de ellos con nombres vasco-ibéricos. Empiezan a aparecer dichos pueblos, por Laguarta, por donde nace el río Guarga, muy cerca del río Alcanadre, en el Sobrarbe y acaban al lado de la Autopista, donde el Guarga,  la cruza. Al Norte del río Guarga aparecen pueblos como Orós, Ipiés,Ordovés,Artosilla, Bescós, Gillué y Laguarta, en tanto al Sur están Alavés, Bellarra, Yéspola,Arraso,Gésera, Lasaosa, Aineto y Sescún.

Había Señoríos nobles,  como el de Aineto, que formaban parte de la custodia  del cuerpo de San Urbez, pero que también tuvieron que emigrar a Huesca. En Laguarta vivían los Señores de Villacampa.

Había iglesias en que se veneraban Santos, como San Urbez en Nocito o a Santa María en Aineto,  o el   Dolmen de Ibirque, en este pueblo. Se elevan notablemente los Picos o  Cuellos de Bail,   el de Fablo, el de Serrablo y el de Monrepós.

Los vecinos de Nocito y del Serrablo vivían con modestia,  pero con una gran energía, pues además de cultivar la tierra en la medida de lo posible, cuidaban ganado vacuno y lanar. Pero lo que no les faltaban eran cabras, que además de impedir el progreso de yerbas y arbustos perjudiciales, que, ensuciaban el monte, suministraban a los habitantes  leche abundante,  con la que se alimentaban, criaban a los niños y a los lechones. Se había acabado la Guerra Civil y los gobernantes, soñaron con embellecer aquellos paisajes naturales y ordenaron hacer desaparecer las cabras. Esta orden produjo la desesperación de los habitantes de aquellos setenta y un pueblos, que se fueron marchando de los Valles de Nocito y del Serrablo. Por los años mil novecientos cincuenta a sesenta, muchos se fueron a Sabiñánido,  que se empezó a industrializar y otros a Huesca, a Barbastro  y a Zaragoza.

El padre de Saturnino Lloro, el señor Urbez nació en Bentué de Nocito y su madre Carmen en Lasaosa,  que está por la Ribera del Guarga, en la carretera de Boltaña y allí  vio la luz su hijo Saturnino. Se conocieron ambos en Lasaosa, donde vivieron muchos años y tuvieron siete hijos. Al fin se bajaron, como casi todos los habitantes de aquellos dos valles,  a Huesca. Le llama la atención a Saturnino, que todos los que emigraban de aquella Ribera y del Valle de Nocito, seguían trabajando a pesar de tener ya, muchos años. Saturnino bajó a Huesca antes que sus padres y en ella tuvo la suerte de trabajar en Casa Mairal, Carnicería de la Calle Villahermosa. En ella fue compañero de uno de los dueños de la Carnicería, a saber de David Mairal, veterinario y compañero mío. Era David un gran lector, pues tenía un piso,  destinado todo él  a biblioteca, lleno de obras literarias y científicas. Acabó su carrera cuando se jubiló de Veterinario Titular del Matadero de Huesca. Algunas veces llegaban por Siétamo a comprar corderos o novillos y allí creábamos una conversación sempiterna.

Saturnino tenía un temperamento muy noble y si lo encontraba en algún Bar de la Calle de Lizana o de Villahermosa, nos “echábamos algún  bocado”. Fui a su casa, en diversas ocasiones, que se encontraba  frente al convento de Santa Rosa, donde resultaba un placer, conversar con aquel suegro de Saturnino, hombre, que había vivido en aquel casi solitario  lugar de Artosilla.  No sólo era amena su conversación, sino que llamaba la atención la serie de botos, boticos, toneles, cucharas y tenedores, que constantemente fabricaba por procedimientos antiguos; sólo le hacía falta disponer de  madera.  Yo le compré un tonel, que conservo en la bodega de mi casa de Siétamo y cuando me echo un trago,  me acuerdo de él. En la cocina del piso tengo expuestas sobre una plancha de boj, una cuchara y un tenedor de un buen tamaño, acompañados por una paleta, para servir tal vez chuletas de carne o para sacar tortetas amasadas con sangre de cerdo y harina de trigo, de las calderas, que se calientan  al fuego.

Saturnino, nació, como he escrito, en Lasaosa, donde ya no queda ningún habitante agricultor o ganadero. Solamente aprovecha sus pastos Francisco Santolaria del pueblo de Villobas. Saturnino, que ama tanto a su pueblo, cuando lo tuvo que abandonar, ya no ha querido volver a recordar aquellas eras, que lo rodeaban, las bordas, el pozo ni a recorrer la única calle que unía unas casas con otras.  Este abandono parece imposible, porque Lasaosa se encuentra en el centro de la ruta, que marca la Comarca del  río Guarga del Alto Aragón. ¡Con lo que visitaba   la Comarca,  no puede aguantar su corazón, el recuerdo de aquella calle, de aquellas bordas ni entonar  los antiguos cantos, que cantaba en su iglesia!. Saturnino ha recorrido aquellos pueblos buscando corderos para el consumo de los hombres, pero no hubieran aguantado secos sus ojos, recordando las costumbres de su pueblo natal.  Otras personas, que huyen de las grandes ciudades,  como Zaragoza, habitan en aquellas tierras que a Saturnino le producen lágrimas, pero a ellos les hacen gozar del descanso,  que proporciona la Naturaleza. Por esa carretera que va desde la autopista, debajo de Monrepós, a Boltaña, no se ve a nadie, no sólo en Lasaosa, sino tampoco en Solanilla, Aineto y Secorún, por ejemplo. Por la orilla derecha del río Guarga, que baja hacia la autovía, se levantan los pueblos de Belarra, Yéspolas, Grasa, Gésera y San Esteban. He dicho que todavía se ve alzado algún edificio,  pero están debilitados casi todos ellos, mientras otros se van cayendo al suelo. Pero el corazón humano de los descendientes de los que habitaron esos edificios, ha hecho renacer  alguna casa montañesa.  Saturnino, en cambio, que vivió en Lasaosa, durante treinta años no tuvo la oportunidad de hacer tal reconquista de su pasado y el de su familia.

Cuando marchó Saturnino de su pueblo, todavía se quedaron sus padres, unos dos años más, acompañados por dos hijas y dos hijos. Luego acabaron todos en Huesca. Pero ahora se ven en Lasaosa los Cofrades de San Urbez, y se ponen de pie sobre las galochetas o calzados antiguos, que sobre una roca dejó el Santo a modo de huellas. En este artículo sale la fotografía del Prior de la Cofradía, Alvaro Lardiés, pisando con sus pies en las “galochetas” de San Urbez.  

¿ Por qué este pequeño País de abundantes nombres vasco-navarro-aragoneses, se quedó sin habitantes en los años de 1960 al 1977?. Fueron varias las circunstancias que lo causaron,  pero una de las principales causas fue la destrucción de la existencia en este pequeño País de un animal muy humilde. Con aquellas cabras mantenían a sus hijos, a sus corderos borreguines  y a sus lechones y ellos mismos tomaban sopas de leche abundantes. El gobierno les prohibió poseer esos animales y no pudieron apacentarlos en aquellos montes y con esta prohibición,  se tuvieron que ir marchando. El Guarda Forestal ya con noventa años, Alfonso Bescós Aniés, nacido en el Castillo de San Román de Morrano, combatió estas ideas, pero ahora lamenta esa despoblación de aquellas tierras, a las que él subía con su ganado, a lo alto de la Sierra de Guara, donde su padre, Jefe de los Frestales de Huesca, hacía en el siglo diecinueve,  parír dos corderos a las ovejas. En cuanto a las cabras, las repartía entre sus trabajadores y sus vecinos. Al llegar a Huesca y a Sabiñánigo, todos encontraban trabajo, primero porque había y los habitantes de la Ribera de la Guarguera eran trabajadores sempiternos. Saturnino cuando llegó a Huesca, empezó a trabajar de chófer en la Carnicería de Casa Mairal, cuyos dueños eran amigos míos y David, compañero de estudios veterinarios conmigo.   

Si se hubiera protegido por el Estado el Alto Aragón, hubiera crecido esta zona de hombres trabajadores y numerosos nombres vascos, que como en Navarra, se unieron con los celtas. ¡Qué bien trabajó Saturnino en esta Carnicería, porque ahora tiene ochenta y tres años y todas las mañanas, sigue subiendo desde el Café de los Porches a la Calle de Villahermosa, a conversar unos momentos con sus antiguos compañeros, que le ofrecen un trozo de jamón!. No son los mismos compañeros de siempre, porque ya se han ido jubilando, pero les queda el recuerdo de su trabajo en unión del noble Saturnino. Este, a pesar de vivir en Huesca, viajaba constantemente, o sólo o acompañado por el veterinario David Mairal y recorría la Montaña, el Somontano y la Tierra Baja, para comprar corderos y terneros.

Pero no sólo cargaban corderos, sino que bajaron hombres y mujeres de la Montaña a Huesca. Esto ocurrió cuando bajaron tres abuelas de Bentué de Nocito, una de las cuales era cuñada de su padre. Aquel viaje les produjo, como la pasión de Cristo, impresiones dolorosas, pues todo el camino lloraron las ancianas e incluso devolvieron sus estómagos, produciéndoles unos sufrimientos terribles, no sólo a ellas,  sino también a sus caritativos portadores.

Pero no sólo emigraron ciudadanos del Valle de Nocito y de la Ribera del río Guarga, pues Saturnino me dijo que en los principios del siglo XX, se habían marchado a la Argentina, tres hermanos de Lasaosa y tres hermanas. Se acuerda de que hizo su primera comunión con unas ropas, que les mandaron esos primos, ya establecidos en la Argentina, con los que se escribían con frecuencia, como lo hacía mi familia con los Almudévar, emigrados por esas mismas fechas, también a la Argentina.

Pero La Historia descubre muchos hechos, que narran la  de nuestros pueblos, pues cuenta  como los cristianos, expulsaron a los moriscos del pueblo de Ola, unos ochenta y cinco, aproximadamente, en 1607, que fueron rápidamente repoblados con montañeses, entre los que se nombra a parte de López de Zamora, mi pariente, del Valle de Nocito, por serlo de mi abuelo materno, López de Zamora, a Aysa y a Aquilué. Mi abuelo López de Zamora, era originario del pueblo, más tarde convertido en pardina y luego desaparecido, llamado Zamora (nombre vasco),  en el Valle de Nocito, entre Used y Bara. Entre otros  inmigrados en Ola, aparecieron vecinos de Lasaosa, considerados como verdaderos hidalgos. “Urbez Aquilué se trasladó para contraer matrimonio con Juana de Liena”. Fueron admitidos los Aquilué como infanzones en 1626, poco después de marchar los moriscos de Ola”. El Concejo de Yespola, pueblo del Guarga, también reconocía como infanzón en 1888 a Antonio Aquilué, que ya era titular del linaje  en Huesca, en 1772. Añade el autor historiador que “se supone que los allí residentes, cuya genealogía no nos consta, vinieron desde alguna de las localidades, citadas en este apartado”. Dice que se supone que algunos de los citados en ese artículo, vinieron de las localidades citadas en esta artículo, pero  no sólo se supone,  sino que se aclara, cuando dice que “Urbez Aquilué se trasladó desde Lasaosa para contraer matrimonio con Juana de Liena” y el pueblo de Yespola de la Ribera del Guarga, reconocía a Juan Aquilué como titular del linaje, que era en Huesca, en 1772. El nombre de Urbez Aquilué, entró en Ola desde la Ribera del Guarga, pero no sólo bajó el nombre del Santo, sino que ya había bajado él dicho Santo en persona, en el antiguo siglo VIII, después de Cristo, a pastorear a Ola. Los escritos, todos nos comunican las marchas que hizo el Santo desde Francia hasta le Cueva de la Val d´Onsera, pero  únicamente en el pueblo, se ve en casa Otal de Ola,  una piedra arenisca, en la que, San Urbez se acostaba para dormir. San Urbez es el santo con más confianza que los aragoneses de la Montaña, del Somontano e incluso de la Tierra Baja, le tienen contra la sequía. En Ola, a donde bajó por la ribera del Guatizalema, a Siétamo, en un espantoso tiempo sin lluvias, lanzó  una enorme  vara puntiaguda, contra la tierra y obtuvo una corriente de agua,  que todavía corre y ha suministrado agua al Campo de Aviación de Monflorite.

Prior de la Cofradia de San Urbez, de pie sobre las "galochetas".



Unos creen en San Urbez y otros lo odian, hasta el punto de prender fuego a su cuerpo, pero a pesar del abandono de la tierra de los Valles del Guarga y de Nocito, siempre se encuentran excursionistas o peregrinos que van a venerar sus restos y su espíritu, en tiempos de frío,  de lluvia y de calor. Hay  quien no tiene fe en Dios, pero es maravilloso contemplar cómo ésta mueve las montañas y los corazones de los hombres y mujeres, que confían en ser escuchados por El.  Y confían en el Santo de la Montaña,  San Urbez, porque siempre le han visto traer el agua, que tantas veces ha traído, en medio de multitudes de montañeses, somontaneses  e incluso peregrinos de la Tierra Baja.

San Urbez, que desde Burdeos recorrió la Montaña del Alto Aragón, hasta el Somontano de Ola, ha protegido siempre con agua de lluvia nuestras tierras y gran número de sus hijos, han sido bautizados con el nombre de Urbez. Siendo San Urbez, un gran amante de los Pirineos, hay que empezarle a rogar para que España abra una Tercera Vía Ferroviaria, que comunique ambas vertientes pirenaicas, por las que tantas veces cruzó el santo. Los hombres debemos aportar nuestros méritos y debemos abrir una carretera con Nocito, que pase por el Pantano de Vadiello.

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