Tiene Méjico una música sentimental,
que muchas veces acompañada con unas bellas letras, al escucharlas, te enamora este pueblo de
América Central. Estas gentes, contemplaron
y escucharon, durante la lucha entre el Emperador Moctezuma y el español Hernán
Cortés, el color de la sangre y el sonido de las armas. Pero ese pueblo, sentimental, con cantores
como Jorge Negrete, cantaron: “Ayyyy,ayyyy,ayyy-canta y no llores,-porque cantando
se alegran-cielito lindo, los corazones”. Este pueblo ha sufrido con las
eternas luchas y sigue sufriendo por no vivir libremente, en parajes de su
antiguo País, como California, Nevada, Texas, etc. pero ha intentado consolarse
con sus canciones y danzas, ”que alegran, ¡cielito lindo!, los corazones”.
Para la Guerra Civil de 1936, Méjico
acogió a muchos españoles, como al altoaragonés, Ramón J. Sender, siendo generoso y amable con el emigrante y
cómo dice en una novela: “a muchos se les da, se les viene dando desde hace
muchos años más de lo que se merecen”. Escribió Sender la novela “Epitalamio
del prieto Trinidad” que “es una novela mejicana pura, donde lo bronco, lo esperpéntico, se combina con lo
grotesco y cómico, en un lenguaje apropiado para tales extremos expresivos”. ¡Cómo se aprecia el
dolor que Sender pasó al emigrar a
Méjico, pero allí, parece ser que conoció su ambiente, porque: ”Nuestra alegría es un alegría de
dioses, nuestro dolor un dolor de dioses,
nuestro sueños son los sueños mismos de Dios!, y sin embargo, estamos condenados a vivir
como cerdos”. Sender se queda admirado
de “cómo la América y sus hombres han sido generosos y amables con el
emigrante”. Y sigue diciendo: “Aquí se nos da todo. A algunos se les da, se
les viene dando desde hace muchos años más de lo que merecen. En España se
morirían de hambre. En América, que tienen esta milagrosa vitalidad, esta
abundancia de tierra virgen, abierta para todas las semillas, pronta a
entregarse, a dar sin tasa sabiéndose inagotable, medran y se enriquecen. O les
dejan pasar por buena la moneda falsa de su talento o de capacidad profesional”.
A mí personalmente, un médico mejicano,
emparentado con Avelino Zamora, de mi pueblo, Siétamo, cuando venía de Méjico a ver a sus parientes, me regaló un libro con
mil historias de dioses y de luchas. Ese
libro me enseñó que Méjico fue y todavía lo es,
un pueblo de Centro América, que conserva una compleja y riquísima
traición religiosa, política, astronómica,
guerrera, envuelta con una
filosofía y un arte especiales.
Se han preocupado, desde hace
miles de años del Sol y de la Luna. Se ven estos dioses en unas placas
circulares que recuerdan la forma del tambor, que llevan para los danzantes, que
en el Parque de Huesca, danzan y alegran los corazones. En todo Méjico se
danzan bailes de este estilo, acompañados por un una flauta. Los mayores y más
numerosos son los aztecas y los mayas en el Yucatán. Desde el siglo V, han
usado los historiadores de fuera de Méjico, la denominación de aztecas,
para referirse a los mejicanos.
La religión de los mismos, trataba
de sacrificarse a los dioses con
sacrificios humanos, y en la Gran Pirámide del dios Huitzilo, sacrificaron más de veinte mil víctimas,
a las que arrancaron el corazón. Con sacrificios
humanos, estaban siempre adorando a los
dioses y haciendo la guerra, como se ve en el año de 1486, en que como dice la
Historia, más de veinte mil prisioneros
fueron sacrificados a los dioses. A veces se ha hecho propaganda contra un
pueblo que llegó a tales extremos, pero no se han acordado de que en 1936, en España
se sacrificaron millones de seres humanos en la Guerra Civil. ¡Bien se
acordaron los mejicanos de las víctimas españolas!. Sender, al ver estos sacrificios, pensaba:
”nuestra alegría es una alegría de dioses… y sin embargo, estamos condenados a
morir como cerdos”.
La religión Mexica, enseñaba que era necesario apaciguar a los dioses con
sacrificios humanos, y por tanto la guerra era muchas veces derivada de su religión.
No es extraño que quisieran conservar el poder unos dioses, que según cuentan las leyendas, se
reunieron, para crear el Sol, la Luna y tantos aspectos de la vida como las
Tormentas. Así creyeron los habitantes de Méjico, que empezó su vida, siempre
luchando y siendo conquistado por españoles y americanos. No es extraño
que Méjico, haya sido víctima del poder
de hombres de lejanas tierras, porque la
misma España, fue conquistada por íberos, celtas y árabes. La Guerra no ha sido realizada sólo por los
mejicanos, sino por todo el Mundo
y no sólo de unas razas humanas contra otras,
sino que abundan las luchas civiles, entre compatriotas.
No es extraño que en Méjico se
sacrificara a sus hijos, para apaciguar a los dioses, porque, en el Evangelio
vemos como a Cristo, Dios y hombre verdadero, le fue sacrificada su vida, según
dice el Evangelio, pidiéndole al Señor, en el “Pan Nuestro de cada día”
:”perdónanos nuestras deudas, así como
nosotros perdonamos a nuestros deudores”.
Jorge Negrete, cantaba: ”Ayy,
ayy, ayy –canta y no llores-porque cantando se alegran, ¡cielito lindo!, los
corazones”.
La influencia religiosa de la
Iglesia Católica, se ha ido uniendo al amor de los aztecas con el Sol y con La
Luna y se ha formado un ambiente religioso, que en el fondo es una devoción al
Señor y a su maravillosa obra universal, empezando por el Sol. Al principio los
sacerdotes católicos intentaron abolir lo que ellos consideraban como pagano.
Pero luego se dieron cuenta, de que cantando con música de flauta de carrizo y
con tambor, se mezclaban las canciones, ahora,
acompañadas por guitarras y por violines,
que como dice Jorge Negrete, alegraban “¡cielito lindo!, los corazones”.
En mi artículo de “Cante Hondo o
Jondo, digo “que haca sonar la estética y los sentimientos del pueblo andaluz.
Su composición se origina, de pueblos primitivos, de pueblos judíos, árabes y
de los pueblos cristianos, y del gitano, que vienen unos detrás de otros, para
formar, su composición originaria y peculiar de Andalucía”. Pero , en Méjico
han ocurrido los mismos fenómenos que en Andalucía En 1520, murió el Emperador
Moctezuma y las músicas primitivas de los aztecas, de los mayas de Yucatán y de
todos los indios de Méjico, que no era solamente pentatónica, pues no existía
escala musical, solamente tonalidades, que se escuchaban entre las melodías.
La música de las danzas
generalizadas por todo Méjico, pero con sus variedades en cada comarca, la
hacían sonar con sus flautas de carrizo y con un tambor en cada grupo de baile.
Llevaban los danzantes unos colgajos de cascabeles, en sus muñecas y en sus
pantorrillas, que entonces, no serían de
metales sus campanillas, sino formados por caracoles, que sonaban de acuerdo
con los movimientos de los bailarines. La danza más frecuente en muchos estados
mejicanos, era la del “Venado”, colocándose el director de la danza, unas astas
de venado en su cabeza u otros objetos que inspirasen la veneración de aquellas
buenas gentes.
Los sacerdotes y frailes españoles, creyeron que aquellas danzas eran
producto de la fe pagana de los indios y se propusieron hacerlas desaparecer.
Pero aquel pueblo que había creado sus dioses, como el Sol y la Luna, se resistió.
Los misioneros se dieron cuenta de que aquellas danzas, tan relacionadas con
los dioses, se bailarían en honor del Dios supremo de los Cielos y de la
Tierra. Entonces prefirieron adaptarlas y cristianizarlas, tratando de
identificar su fe en los dioses con una
fe en un Dios Único y así, encontraron en danzar en la Semana Santa, la
Pasión de Cristo. Los mismos instrumentos musicales, fueron pasando de la
flauta de carrizo y del tambor de agua, a la guitarra y al violín. Se fueron
identificando como lo hicieron los cantantes del “Cante Jondo”, desde los
primitivos españoles, pasando por los visigodos, los judíos y los árabes. Pero
al llegar a Méjico se añadieron estas melodías españolas a las mejicanas. Antes
eran otros los ideales de los cantantes del “cante jondo”, pero en Méjico se
introdujeron el venado, el carrizo verde y la flor de capomo. La flauta de carrizo no dejó de dejar brotar
por sus cinco agujeros, el canto de las aves.
Jorge Negrete, parece que oye
sonar los trinos de los pájaros que suenen en las flautas, e identifica esa
flauta con “la voz de la guitarra mía,-al despertar la mañana-Quiere cantar su
alegría –a mi tierra mexicana”.
Estos días del siglo XXI, me he
encontrado en el Parque Municipal de la ciudad de Huesca, a un señor con
vestido con ropas blancas, y con cascabeles en sus espinillas y en sus muñecas
y hacía sonar una flauta, mientras una señora, también con cascabeles en sus
espinillas y en sus rodillas, marcaba el
ritmo de la danza, que bailaban un círculo de hombres y mujeres de Huesca. Se
tenía que marchar y me dijo que una señora mejicana, quería introducir en
España, las danzas antiguas del pueblo de Centro América.
He visto que para consolarse de las luchas de
los pueblos, no hay más remedio, que hacerle caso a Jorge Negrete, cuando
entona: ”Canta y no llores-porque cantando-se alegran, ¡cielito lindo!- los
corazones.
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