sábado, 23 de septiembre de 2017

Danzas populares en Méjico




Tiene Méjico una música sentimental, que muchas veces acompañada con unas bellas letras,  al escucharlas, te enamora este pueblo de América Central. Estas gentes,  contemplaron y escucharon, durante la lucha entre el Emperador Moctezuma y el español Hernán Cortés, el color de la sangre y el sonido de las  armas.  Pero ese pueblo, sentimental, con cantores como Jorge Negrete, cantaron: “Ayyyy,ayyyy,ayyy-canta y no llores,-porque cantando se alegran-cielito lindo, los corazones”. Este pueblo ha sufrido con las eternas luchas y sigue sufriendo por no vivir libremente, en parajes de su antiguo País, como California, Nevada, Texas, etc. pero ha intentado consolarse con sus canciones y danzas, ”que alegran,  ¡cielito lindo!, los corazones”.

Para la Guerra Civil de 1936, Méjico acogió a muchos españoles, como al altoaragonés, Ramón J. Sender,  siendo generoso y amable con el emigrante y cómo dice en una novela: “a muchos se les da, se les viene dando desde hace muchos años más de lo que se merecen”. Escribió Sender la novela “Epitalamio del prieto Trinidad” que “es una novela mejicana pura, donde lo  bronco, lo esperpéntico, se  combina   con lo grotesco y cómico, en un lenguaje apropiado para tales  extremos expresivos”. ¡Cómo se aprecia el dolor que Sender  pasó al emigrar a Méjico, pero allí, parece ser que conoció su ambiente,  porque: ”Nuestra alegría es un alegría de dioses, nuestro dolor un dolor de dioses,  nuestro sueños son los sueños mismos de Dios!,  y sin embargo, estamos condenados a vivir como cerdos”.  Sender se queda admirado de “cómo la América y sus hombres han sido generosos y amables con el emigrante”. Y sigue  diciendo:  “Aquí se nos da todo. A algunos se les da, se les viene dando desde hace muchos años más de lo que merecen. En España se morirían de hambre.  En América, que  tienen esta milagrosa vitalidad, esta abundancia de tierra virgen, abierta para todas las semillas, pronta a entregarse, a dar sin tasa sabiéndose inagotable, medran y se enriquecen. O les dejan pasar por buena la moneda falsa de su talento o de capacidad profesional”.

 A mí personalmente, un médico mejicano, emparentado con Avelino Zamora, de mi pueblo, Siétamo,  cuando venía de Méjico  a ver a sus parientes, me regaló un libro con mil historias de dioses  y de luchas. Ese libro me enseñó que Méjico fue y todavía lo es,  un pueblo de Centro América, que conserva una compleja y riquísima traición religiosa, política, astronómica,  guerrera,  envuelta con una filosofía y un arte especiales.

Se han preocupado, desde hace miles de años del Sol y de la Luna. Se ven estos dioses en unas placas circulares que recuerdan la forma del tambor, que llevan para los danzantes, que en el Parque de Huesca, danzan y alegran los corazones. En todo Méjico se danzan bailes de este estilo, acompañados por un una flauta. Los mayores y más numerosos son los aztecas y los mayas en el Yucatán. Desde el siglo V, han usado los historiadores de fuera de Méjico, la denominación de  aztecas,  para referirse a los mejicanos.

La religión de los mismos, trataba de sacrificarse a los dioses  con sacrificios humanos, y en la Gran Pirámide del dios  Huitzilo, sacrificaron más de veinte mil víctimas, a las que arrancaron el corazón.  Con sacrificios humanos,  estaban siempre adorando a los dioses y haciendo la guerra, como se ve en el año de 1486, en que como dice la Historia, más de  veinte mil prisioneros fueron sacrificados a los dioses. A veces se ha hecho propaganda contra un pueblo que llegó a tales extremos, pero  no se han acordado de que en 1936, en España se sacrificaron millones de seres humanos en la Guerra Civil. ¡Bien se acordaron los mejicanos de las víctimas españolas!.  Sender, al ver estos sacrificios, pensaba: ”nuestra alegría es una alegría de dioses… y sin embargo, estamos condenados a morir como cerdos”.

La religión Mexica, enseñaba  que era necesario apaciguar a los dioses con sacrificios humanos, y por tanto la guerra era muchas veces derivada de su religión. No es extraño que quisieran conservar el poder  unos dioses, que según cuentan las leyendas, se reunieron, para crear el Sol, la Luna y tantos aspectos de la vida como las Tormentas. Así creyeron los habitantes de Méjico, que empezó su vida, siempre luchando y siendo conquistado por españoles y americanos. No es extraño que  Méjico, haya sido víctima del poder de hombres de lejanas tierras, porque  la misma España, fue conquistada por íberos, celtas  y árabes. La Guerra no ha sido realizada  sólo por los  mejicanos,  sino por todo el Mundo y no sólo de unas razas humanas contra otras,  sino que abundan las luchas civiles, entre compatriotas.

No es extraño que en Méjico se sacrificara a sus hijos, para apaciguar a los dioses, porque, en el Evangelio vemos como a Cristo, Dios y hombre verdadero, le fue sacrificada su vida, según dice el Evangelio, pidiéndole al Señor, en el “Pan Nuestro de cada día” :”perdónanos nuestras deudas,  así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Jorge Negrete, cantaba: ”Ayy, ayy, ayy –canta y no llores-porque cantando se alegran, ¡cielito lindo!, los corazones”.   

La influencia religiosa de la Iglesia Católica, se ha ido uniendo al amor de los aztecas con el Sol y con La Luna y se ha formado un ambiente religioso, que en el fondo es una devoción al Señor y a su maravillosa obra universal, empezando por el Sol. Al principio los sacerdotes católicos intentaron abolir lo que ellos consideraban como pagano. Pero luego se dieron cuenta, de que cantando con música de flauta de carrizo y con tambor, se mezclaban las canciones,  ahora, acompañadas por guitarras y por violines,  que como dice Jorge Negrete, alegraban “¡cielito lindo!, los corazones”.

En mi artículo de “Cante Hondo o Jondo, digo “que haca sonar la estética y los sentimientos del pueblo andaluz. Su composición se origina, de pueblos primitivos, de pueblos judíos, árabes y de los pueblos cristianos, y del gitano, que vienen unos detrás de otros, para formar, su composición originaria y peculiar de Andalucía”. Pero , en Méjico han ocurrido los mismos fenómenos que en Andalucía En 1520, murió el Emperador Moctezuma y las músicas primitivas de los aztecas, de los mayas de Yucatán y de todos los indios de Méjico, que no era solamente pentatónica, pues no existía escala musical, solamente tonalidades, que se escuchaban entre las melodías.

La música de las danzas generalizadas por todo Méjico, pero con sus variedades en cada comarca, la hacían sonar con sus flautas de carrizo y con un tambor en cada grupo de baile. Llevaban los danzantes unos colgajos de cascabeles, en sus muñecas y en sus pantorrillas, que entonces,  no serían de metales sus campanillas, sino formados por caracoles, que sonaban de acuerdo con los movimientos de los bailarines. La danza más frecuente en muchos estados mejicanos, era la del “Venado”, colocándose el director de la danza, unas astas de venado en su cabeza u otros objetos que inspirasen la veneración de aquellas buenas  gentes.

Los sacerdotes y frailes  españoles, creyeron que aquellas danzas eran producto de la fe pagana de los indios y se propusieron hacerlas desaparecer. Pero aquel pueblo que había creado sus dioses, como el Sol y la Luna, se resistió. Los misioneros se dieron cuenta de que aquellas danzas, tan relacionadas con los dioses, se bailarían en honor del Dios supremo de los Cielos y de la Tierra. Entonces prefirieron adaptarlas y cristianizarlas, tratando de identificar  su fe en los dioses con una fe  en un Dios Único y así,  encontraron en danzar en la Semana Santa, la Pasión de Cristo. Los mismos instrumentos musicales, fueron pasando de la flauta de carrizo y del tambor de agua, a la guitarra y al violín. Se fueron identificando como lo hicieron los cantantes del “Cante Jondo”, desde los primitivos españoles, pasando por los visigodos, los judíos y los árabes. Pero al llegar a Méjico se añadieron estas melodías españolas a las mejicanas. Antes eran otros los ideales de los cantantes del “cante jondo”, pero en Méjico se introdujeron el venado, el carrizo verde y la flor de capomo.  La flauta de carrizo no dejó de dejar brotar por sus cinco agujeros, el canto de las aves.

Jorge Negrete, parece que oye sonar los trinos de los pájaros que suenen en las flautas, e identifica esa flauta con “la voz de la guitarra mía,-al despertar la mañana-Quiere cantar su alegría –a mi tierra mexicana”.

Estos días del siglo XXI, me he encontrado en el Parque Municipal de la ciudad de Huesca, a un señor con vestido con ropas blancas, y con cascabeles en sus espinillas y en sus muñecas y hacía sonar una flauta, mientras una señora, también con cascabeles en sus espinillas y en sus  rodillas, marcaba el ritmo de la danza, que bailaban un círculo de hombres y mujeres de Huesca. Se tenía que marchar y me dijo que una señora mejicana, quería introducir en España, las danzas antiguas del pueblo de Centro América.

 He visto que para consolarse de las luchas de los pueblos, no hay más remedio, que hacerle caso a Jorge Negrete, cuando entona: ”Canta y no llores-porque cantando-se alegran, ¡cielito lindo!- los corazones.

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