martes, 19 de septiembre de 2017

José Palacio Alfaro, que vive en Arbaniés




A José Palacio Alfaro, lo conocí, cuando estuvo de Concejal en el Ayuntamiento de Siétamo. Ahora no lo veo, porque casi como yo, se ha hecho mayor y no es fácil verlo en Arbaniés, porque, a veces, vive fuera de tal pueblo. La última vez que lo vi, fue en Huesca, ocasión que tuvimos de tomarnos un café, frente a las Oficinas del Diario del Alto Aragón. Ya nos conocíamos cuando yo había acabado la misión de ejercer de Alcalde en el Ayuntamiento de Siétamo y había José Alfaro, entrado de Concejal en dicho Ayuntamiento. Ahora ha pasado alguna visita por los Hospitales, pero entonces era un hombre sano y con ganas de recordar tiempos pasados, unos gobernados por hombres de derechas mezclados con otros de izquierdas y otros por izquierdistas mezclados también por políticos de derechas. Si eran de una de las dos formas políticas, unos asistían a dicha Política para salvar sus propios intereses, con algunos miembros preocupados por mejorar el nivel de vida de todo el pueblo.

JOSÉ PALACIO ALFARO, era un  hombre que había sufrido la citada lucha política, lleno de buena fe y sufriendo, lo que escasamente podía darle esa lucha, en pueblos tan pequeños. Juan Antonio Palacio Maestre, casado con Ana Alfaro, fue el padre de José Palacio Alfaro, habiendo nacido en  Siétamo y muerto en Zaragoza en 1979. Fue un muchacho, que muy joven, pero lleno de entusiasmo para aprender trabajo especializado y con dieciséis años de edad, en 1917, marchó a París, capital de Francia con sus hermanos  José y Perico, y también quiso marchar con ellos, Julián Piedrafita, vecino de su casa. Eran unos hijos muy inquietos por el trabajo y por prosperar, tanto que en Francia se hizo “Maestro de obras”.

En estas circunstancias, empieza en España la Guerra Civil el día 18 de Julio de 1936, que no acabó hasta el uno de Abril de 1939. Mi amigo José Palacio Alfaro, que todavía vive, era hijo de Juan Antonio Palacio Mestre. Escribe José Palacio :“Cuando estalló en 1936, la Guerra Civil, se vino a España para luchar con los Rojos como voluntario. Estaba en Intendencia, encargado de suministrar los víveres a la Tropa”. Se dieron cuenta de que perdían la Guerra y por tal circunstancia:  ”en 1939 se acogió en un barco para marchar a Méjico (a un pueblo llamado Aguas Calientes); junto con otros republicanos, estaba SALVADOR DALÍ. No llegaron a zarpar,  pues en el Puerto de Valencia, salían los barcos con destino a Méjico con los últimos combatientes republicanos. El primer barco consiguió salir pero el segundo, donde iba mi padre con SALVADOR DALÍ, entre otros, no pudo salir, pues las tropas nacionales, rodearon el Puerto ”. Continúa el escrito del hijo de Juan Antonio Palacio Maestre, escribiendo lo siguiente:”Los trasladaron a la Plaza de Toros de Valencia, me decía mi padre. Cuando llegaron a dicha Plaza, había una  yerba, que les llegaba a la cintura, y a la semana de estar ahí, era como la de un Campo de Fútbol”.

“SALVADOR DALÍ, que por aquel entonces no lo conocía nadie, pintaba en las paredes de la Plaza de Toros, con los carbones de las hogueras que encendían para calentarse por las noches, unos dibujos maravillosos”.

José Palacio Alfaro, que estaba impresionado por el dolor y las muestras de odio entre los enemigos de la Guerra, se sentía feliz al ver el arte y el amor a la belleza de DALÍ, porque decía: “SALVADOR DALÍ, que por aquel entonces no lo conocía nadie, pintaba en las paredes de la Plaza de Toros, con los carbones de las hogueras que encendían para calentarse por las noches, hacía unos dibujos maravillosos. De Valencia trasladaron los presos para Alicante y estuvo prisionero en el Castillo de Santa Bárbara”. No se sabe si de este Castillo lo llevaron al Castillo de Monzón, donde también estuvo prisionero y de ahí a la Cárcel de Huesca”. No se sabe si en Huesca estuvo cierto tiempo, pero da pena recordar si estuvo con Juan Palacio, Maestre en la cárcel oscense o si lo trasladarían a otro lugar.

En Huesca estuvo Juan Palacio Mestre cierto tiempo y su hermana Antonia Palacio, casada en Arbaniés con Lorenzo Carilla, cada dos días le llevaba la comida a la Cárcel, andando quince kilómetros para ir a Huesca y otros tantos para volver a Arbaniés.

Cuando salió de la Cárcel, estaba dolorido por el fracaso de su fuga a Méjico, por sus épocas de Cárcel, pasadas en diversos lugares y con un corazón aliviado por la compañía de un Artista como DALÍ, que ayudó a pasar los malos momentos vividos en la prisión. Pero lo peor para su sensibilidad, fue el asesinato de su abuelo José. Delante de la Casa Perico en Siétamo,  a la edad de 90 años, le dieron con una pistola, un tiro en la cabeza. La verdad es que recordar aquellos asesinatos, acongojan mi corazón y me hacen pensar en que como dice su nieto José Palacio Alfaro, “aquellos nacionales no sabían leer ni escribir”. ¡Cómo coincide la afirmación de José Palacio Alfaro,  que el asesino  de su abuelo, “tal vez pensó  en soñar con los asesinatos  del Alcalde rojo de Fañanás, que era también analfabeto y que, durante los mismos días, en que mataron al abuelo de José Palacio Alfaro, dicho Alcalde de Fañanás, también analfabeto, fusiló a mi tía Vallés Almudévar y a su jovencísimo hijo!. Estas Guerras Civiles, me recuerdan el horror causado por esa Guerra también llamada Civil.

Sigue manifestando José Palacio Alfaro que “Cuando mi padre salió de la Cárcel, se trasladó a Zaragoza, donde se encontró con mi madre Ana Alfaro, que también era de Siétamo y con catorce años más joven que mi padre”. Su padre se puso a trabajar en la Empresa de Construcción AGROMÁN, como encargado general y en 1945, se casaron y tuvieron dos hijos, el mayor José Orencio Palacio Alfaro y una hermana Aurora Palacio Alfaro, tres años más joven que José. En su vida, Antonio Palacio Mestre, creó grandes obras, como,  por ejemplo el Puente de Santiago de Zaragoza, las dos últimas Torres del Pilar, el Hotel Corona de Aragón, La Romareda, Campo de Fútbol, la Base Americana  y entre otras obras en Monzón, edificó la Monsanto. Juan Antonio Palacio Mestre, era un trabajador infatigable y tenía un gran sentido del Arte.

Cuando Juan Antonio Palacio Mestre, acabó su vida de lucha en la Guerra del año de 1936, y sus penas en la Carcel, marchó a Zaragoza, donde se encontró con Ana Alfaro, que también era de Siétamo; se casaron y tuvieron  dos hijos, uno José Palacio Alfaro y una hermana llamada Aurora Palacio Alfaro, tres años más joven que José.

Desde estos hechos generacionales, hasta que un día, después de muchísimos años, hará unos cuatro o cinco,  estando de conversación en Siétamo con mi convecino Soler y su esposa zaragozana, aparecieron por la Plaza Mayor, una señora que debía tener unos ochenta y nueve años de edad, acompañada por su única hija y por su nuera. No la conocíamos de nada, pero la zaragozana Virtudes de Soler, la conoció en alguna ocasión en Zaragoza y nos declaró su identidad. Virtudes nos presentó y enseguida  comunicó a los vecinos allí presentes, que se trataba de una conocida suya, que se había marchado del pueblo hacía muchos y largos años. Se trataba de Ana Palomar, pariente de otras hermanas Palomar, que tuvieron su casa en la Calle Alta. Entonces acompañamos a la anciana por el pueblo de Siétamo y acudimos a la calle Baja, entre el número cinco y el seis, pues esas casas habían sido derribadas para la Guerra Civil. Lloraba la anciana Ana Palomar y con lágrimas en los ojos contó, que  “A José Palacio, padre de su esposo, le pegaron un tiro de pistola en la cabeza, en la puerta de su casa en la Calle Baja, entre el número cinco y  el seis, que ya tenía noventa años de edad y no sabía leer ni escribir. Hacia esas casas nos dirigió, tocando ella, con sus  manos las paredes de las dos casas, donde en tiempos estuvo situada la suya, que como tantas otras, se destruyeron para la Guerra Civil. Esta muerte ocurrió el día 24 de Abril, de mil novecientos treinta y ocho”.

Ella misma nos encaminó hacia su antigua casa y no cesó de tocar con sus manos, las paredes de las dos casas, donde en tiempos estuvo situada la suya, que como tantas otras se destruyeron para la Guerra Civil. Tenía todo su cerebro lleno de los recuerdos de aquella salvaje Guerra, pues al marcharse miraba con un gran cariño, el llamado Huerto del Cura, que fue de su abuelo José. Desde la puerta de su casa, en aquel mes de Abril de 1938, en que mataron al anciano José Palacio, se veían las ruinas del Castillo-Palacio del Conde de Aranda, en el que, como dijo la anciana Ana, vivió su familia compuesta por su padre Orencio Alfaro y su madre Cristina Palomar y siete hermanos, nacidos todos en Siétamo y una de sus hermanas, a saber Dorita, había nacido en el Castillo-Palacio. “Desde el punto de la Calle Baja, se contemplaba el Castillo-Palacio y “Ana contaba que había una horca (de la que yo todavía me acuerdo) en el patio del Palacio y que utilizaron los moros, que después de la Reconquista, trabajaban para los dueños del mismo Palacio. También hablaba de las vajillas doradas y que las robaron y destrozaron todas”.

En mi artículo Ana Alfaro, dice esta protagonista: “De aquel lugar fueron a la Calle Alta y allí la anciana, se paró en Casa Alfaro, que fue la casa de su madre y se emocionó tanto que besó la puerta de dicha casa”.

Ana Alfaro Palomar, después de estar ausente durante muchos años de Siétamo, fue por un rato la Reina del Lugar, pues nos emocionó a todos con sus recuerdos de las casas y del Castillo-Palacio, donde vivió,besando y tocando las puertas y las paredes de esas casas. Se acordaba de los bailes que en aquellos viejos tiempos se echaba la gente y desde luego que también ella quiso entrar en la iglesia, para recordar el mundo pasado y el futuro eterno. Exclamaba: “Siétamo, Siétamo, que guapo que eres y qué lejos que tengo que estar lejos de Ti”.   

Juan Antonio Palacio Mestre, ya murió y fue amante del Arte y del Trabajo. Tuvo el consuelo de convivir con el Genial Artista SALVADOR DALÍ y acabó las Torres del Pilar de Zaragoza, fue patriota, pues volvió de Francia a España para defender la Democracia. En España se mezclaron múltiples ideas, que la condujeron a la Guerra. Pero Juan Antonio, cuando acabó su prisión, se dedicó al progreso de España y se casó con la buena mujer de Siétamo, doña Ana Alfaro Palomar.

Ya casi no quedan en Siétamo habitantes que recuerden estos hechos, como yo soy uno de ellos, pero escribo este artículo, para que haya en mi pueblo, un recuerdo eterno de este Matrimonio, que pasó del Castillo Medieval al progreso, que se veía venir. ¿Vendrá?.

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