A José Palacio
Alfaro, lo conocí, cuando estuvo de Concejal en el Ayuntamiento de Siétamo.
Ahora no lo veo, porque casi como yo, se ha hecho mayor y no es fácil verlo en
Arbaniés, porque, a veces, vive fuera de tal pueblo. La última vez que lo vi,
fue en Huesca, ocasión que tuvimos de tomarnos un café, frente a las Oficinas
del Diario del Alto Aragón. Ya nos conocíamos cuando yo había acabado la misión
de ejercer de Alcalde en el Ayuntamiento de Siétamo y había José Alfaro,
entrado de Concejal en dicho Ayuntamiento. Ahora ha pasado alguna visita por
los Hospitales, pero entonces era un hombre sano y con ganas de recordar
tiempos pasados, unos gobernados por hombres de derechas mezclados con otros de
izquierdas y otros por izquierdistas mezclados también por políticos de
derechas. Si eran de una de las dos formas políticas, unos asistían a dicha
Política para salvar sus propios intereses, con algunos miembros preocupados
por mejorar el nivel de vida de todo el pueblo.
JOSÉ PALACIO
ALFARO, era un hombre que había sufrido la
citada lucha política, lleno de buena fe y sufriendo, lo que escasamente podía
darle esa lucha, en pueblos tan pequeños. Juan Antonio Palacio Maestre, casado
con Ana Alfaro, fue el padre de José Palacio Alfaro, habiendo nacido en Siétamo y muerto en Zaragoza en 1979. Fue un
muchacho, que muy joven, pero lleno de entusiasmo para aprender trabajo
especializado y con dieciséis años de edad, en 1917, marchó a París, capital de
Francia con sus hermanos José y Perico,
y también quiso marchar con ellos, Julián Piedrafita, vecino de su casa. Eran
unos hijos muy inquietos por el trabajo y por prosperar, tanto que en Francia
se hizo “Maestro de obras”.
En estas
circunstancias, empieza en España la Guerra Civil el día 18 de Julio de 1936,
que no acabó hasta el uno de Abril de 1939. Mi amigo José Palacio Alfaro, que
todavía vive, era hijo de Juan Antonio Palacio Mestre. Escribe José Palacio
:“Cuando estalló en 1936, la Guerra Civil, se vino a España para luchar con los
Rojos como voluntario. Estaba en Intendencia, encargado de suministrar los
víveres a la Tropa”. Se dieron cuenta de que perdían la Guerra y por tal
circunstancia: ”en 1939 se acogió en un
barco para marchar a Méjico (a un pueblo llamado Aguas Calientes); junto con
otros republicanos, estaba SALVADOR DALÍ. No llegaron a zarpar, pues en el Puerto de Valencia, salían los
barcos con destino a Méjico con los últimos combatientes republicanos. El
primer barco consiguió salir pero el segundo, donde iba mi padre con SALVADOR
DALÍ, entre otros, no pudo salir, pues las tropas nacionales, rodearon el
Puerto ”. Continúa el escrito del hijo de Juan Antonio Palacio Maestre, escribiendo
lo siguiente:”Los trasladaron a la Plaza de Toros de Valencia, me decía mi
padre. Cuando llegaron a dicha Plaza, había una yerba, que les llegaba a la cintura, y a la
semana de estar ahí, era como la de un Campo de Fútbol”.
“SALVADOR DALÍ,
que por aquel entonces no lo conocía nadie, pintaba en las paredes de la Plaza
de Toros, con los carbones de las hogueras que encendían para calentarse por
las noches, unos dibujos maravillosos”.
José Palacio
Alfaro, que estaba impresionado por el dolor y las muestras de odio entre los
enemigos de la Guerra, se sentía feliz al ver el arte y el amor a la belleza de
DALÍ, porque decía: “SALVADOR DALÍ, que por aquel entonces no lo conocía nadie,
pintaba en las paredes de la Plaza de Toros, con los carbones de las hogueras
que encendían para calentarse por las noches, hacía unos dibujos maravillosos.
De Valencia trasladaron los presos para Alicante y estuvo prisionero en el
Castillo de Santa Bárbara”. No se sabe si de este Castillo lo llevaron al
Castillo de Monzón, donde también estuvo prisionero y de ahí a la Cárcel de
Huesca”. No se sabe si en Huesca estuvo cierto tiempo, pero da pena recordar si
estuvo con Juan Palacio, Maestre en la cárcel oscense o si lo trasladarían a
otro lugar.
En Huesca
estuvo Juan Palacio Mestre cierto tiempo y su hermana Antonia Palacio, casada
en Arbaniés con Lorenzo Carilla, cada dos días le llevaba la comida a la Cárcel,
andando quince kilómetros para ir a Huesca y otros tantos para volver a
Arbaniés.
Cuando salió de
la Cárcel, estaba dolorido por el fracaso de su fuga a Méjico, por sus épocas
de Cárcel, pasadas en diversos lugares y con un corazón aliviado por la
compañía de un Artista como DALÍ, que ayudó a pasar los malos momentos vividos
en la prisión. Pero lo peor para su sensibilidad, fue el asesinato de su abuelo
José. Delante de la Casa Perico en Siétamo,
a la edad de 90 años, le dieron con una pistola, un tiro en la cabeza.
La verdad es que recordar aquellos asesinatos, acongojan mi corazón y me hacen
pensar en que como dice su nieto José Palacio Alfaro, “aquellos nacionales no
sabían leer ni escribir”. ¡Cómo coincide la afirmación de José Palacio Alfaro, que el asesino de su abuelo, “tal vez pensó en soñar con los asesinatos del Alcalde rojo de Fañanás, que era también
analfabeto y que, durante los mismos días, en que mataron al abuelo de José
Palacio Alfaro, dicho Alcalde de Fañanás, también analfabeto, fusiló a mi tía
Vallés Almudévar y a su jovencísimo hijo!. Estas Guerras Civiles, me recuerdan el
horror causado por esa Guerra también llamada Civil.
Sigue
manifestando José Palacio Alfaro que “Cuando mi padre salió de la Cárcel, se
trasladó a Zaragoza, donde se encontró con mi madre Ana Alfaro, que también era
de Siétamo y con catorce años más joven que mi padre”. Su padre se puso a
trabajar en la Empresa de Construcción AGROMÁN, como encargado general y en
1945, se casaron y tuvieron dos hijos, el mayor José Orencio Palacio Alfaro y
una hermana Aurora Palacio Alfaro, tres años más joven que José. En su vida,
Antonio Palacio Mestre, creó grandes obras, como, por ejemplo el Puente de Santiago de
Zaragoza, las dos últimas Torres del Pilar, el Hotel Corona de Aragón, La
Romareda, Campo de Fútbol, la Base Americana
y entre otras obras en Monzón, edificó la Monsanto. Juan Antonio Palacio
Mestre, era un trabajador infatigable y tenía un gran sentido del Arte.
Cuando Juan
Antonio Palacio Mestre, acabó su vida de lucha en la Guerra del año de 1936, y
sus penas en la Carcel, marchó a Zaragoza, donde se encontró con Ana Alfaro,
que también era de Siétamo; se casaron y tuvieron dos hijos, uno José Palacio Alfaro y una
hermana llamada Aurora Palacio Alfaro, tres años más joven que José.
Desde estos
hechos generacionales, hasta que un día, después de muchísimos años, hará unos
cuatro o cinco, estando de conversación
en Siétamo con mi convecino Soler y su esposa zaragozana, aparecieron por la
Plaza Mayor, una señora que debía tener unos ochenta y nueve años de edad,
acompañada por su única hija y por su nuera. No la conocíamos de nada, pero la
zaragozana Virtudes de Soler, la conoció en alguna ocasión en Zaragoza y nos
declaró su identidad. Virtudes nos presentó y enseguida comunicó a los vecinos allí presentes, que se
trataba de una conocida suya, que se había marchado del pueblo hacía muchos y
largos años. Se trataba de Ana Palomar, pariente de otras hermanas Palomar, que
tuvieron su casa en la Calle Alta. Entonces acompañamos a la anciana por el
pueblo de Siétamo y acudimos a la calle Baja, entre el número cinco y el seis,
pues esas casas habían sido derribadas para la Guerra Civil. Lloraba la anciana
Ana Palomar y con lágrimas en los ojos contó, que “A José Palacio, padre de su esposo, le
pegaron un tiro de pistola en la cabeza, en la puerta de su casa en la Calle
Baja, entre el número cinco y el seis, que
ya tenía noventa años de edad y no sabía leer ni escribir. Hacia esas casas nos
dirigió, tocando ella, con sus manos las
paredes de las dos casas, donde en tiempos estuvo situada la suya, que como
tantas otras, se destruyeron para la Guerra Civil. Esta muerte ocurrió el día
24 de Abril, de mil novecientos treinta y ocho”.
Ella misma nos
encaminó hacia su antigua casa y no cesó de tocar con sus manos, las paredes de
las dos casas, donde en tiempos estuvo situada la suya, que como tantas otras
se destruyeron para la Guerra Civil. Tenía todo su cerebro lleno de los
recuerdos de aquella salvaje Guerra, pues al marcharse miraba con un gran
cariño, el llamado Huerto del Cura, que fue de su abuelo José. Desde la puerta
de su casa, en aquel mes de Abril de 1938, en que mataron al anciano José Palacio,
se veían las ruinas del Castillo-Palacio del Conde de Aranda, en el que, como
dijo la anciana Ana, vivió su familia compuesta por su padre Orencio Alfaro y
su madre Cristina Palomar y siete hermanos, nacidos todos en Siétamo y una de
sus hermanas, a saber Dorita, había nacido en el Castillo-Palacio. “Desde el
punto de la Calle Baja, se contemplaba el Castillo-Palacio y “Ana contaba que
había una horca (de la que yo todavía me acuerdo) en el patio del Palacio y que
utilizaron los moros, que después de la Reconquista, trabajaban para los dueños
del mismo Palacio. También hablaba de las vajillas doradas y que las robaron y
destrozaron todas”.
En mi artículo
Ana Alfaro, dice esta protagonista: “De aquel lugar fueron a la Calle Alta y
allí la anciana, se paró en Casa Alfaro, que fue la casa de su madre y se
emocionó tanto que besó la puerta de dicha casa”.
Ana Alfaro
Palomar, después de estar ausente durante muchos años de Siétamo, fue por un
rato la Reina del Lugar, pues nos emocionó a todos con sus recuerdos de las
casas y del Castillo-Palacio, donde vivió,besando y tocando las puertas y las
paredes de esas casas. Se acordaba de los bailes que en aquellos viejos tiempos
se echaba la gente y desde luego que también ella quiso entrar en la iglesia, para
recordar el mundo pasado y el futuro eterno. Exclamaba: “Siétamo, Siétamo, que
guapo que eres y qué lejos que tengo que estar lejos de Ti”.
Juan Antonio
Palacio Mestre, ya murió y fue amante del Arte y del Trabajo. Tuvo el consuelo
de convivir con el Genial Artista SALVADOR DALÍ y acabó las Torres del Pilar de
Zaragoza, fue patriota, pues volvió de Francia a España para defender la
Democracia. En España se mezclaron múltiples ideas, que la condujeron a la
Guerra. Pero Juan Antonio, cuando acabó su prisión, se dedicó al progreso de
España y se casó con la buena mujer de Siétamo, doña Ana Alfaro Palomar.
Ya casi no
quedan en Siétamo habitantes que recuerden estos hechos, como yo soy uno de
ellos, pero escribo este artículo, para que haya en mi pueblo, un recuerdo
eterno de este Matrimonio, que pasó del Castillo Medieval al progreso, que se
veía venir. ¿Vendrá?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario