En “otros tiempos” quisieron
levantar el Pantano de Jánovas, pero pasaron aquellos tiempos y dicho embalse
está, ni siquiera, comenzado.
¿Devolverán las casas o más bien sus ruinas y las tierras que expropiaron a
aquellas buenas gentes a las que les
pertenecían?. En sus mentes y en sus corazones todavía consideran como suyo
aquello de que se les desprendió. Por eso la devolución de las casas, ya en
ruinas y de sus tierras las llenaría de
ilusión, como ha hecho felices a los
hijos del pueblo de Lanuza, que no han perdido tiempo en restaurar sus casas y
en convertir el lugar en un centro turístico.
Existen otros recuerdos que
afectan a sus espíritus, como la iglesia parroquial de Jánovas, cuya torre se
alza, como pidiendo justicia al de arriba. Pronto podríamos contemplarla
restaurada y llena de fieles retornando a ella el día de su reinauguración. Así
ocurrió con la parroquia de Lanuza. A todos
les llenaría de satisfacción, como a aquel que me ha explicado la expropiación,
cuando todavía era un niño. Sentiría la impresión de que le
pedían perdón por los diversos actos
injustos de humillación a sus paisanos antepasados y a él mismo.
En casos como el que nos ocupa,
hay que pagar más cantidad de dinero de su precio, ordinario, para que aquellas
pobres gentes, participen también en los beneficios que van a sacar los
empresarios o del progreso que van a procurar
al pueblo en general. Pero les pagaron poco dinero por las viviendas y por
las tierras y con “cuatro perras” tuvieron que marchar unos a Barcelona, donde
alguno tuvo que coger el volante de un taxi y luchar por conseguir una licencia
de taxista, en tanto que otros se fueron a Zaragoza y en ambas ciudades, con
gran sacrificio, sacaron sus hijos adelante.
Pero, según me siguió contando el
entonces niño, les hicieron una faena, que si hubiera sido preparada, hubiera
merecido la sociedad privada que les expropió, una ruina, como la que causaron
a los pobres más de doscientos habitantes de Jánovas, de Velilla y de Lascorz.
Consistió la trampa en que en el Ayuntamiento les dijeron que la contribución
que pagaban, era muy elevada y que se la iban a rebajar. Así lo hicieron y
después de cierto tiempo, les anunciaron la expropiación y les asignaron su precio de acuerdo con el valor simbólico de la
contribución que les habían rebajado. Algunos vecinos se fueron marchando, pero
la despedida más triste sucedió un sábado, en que llegaron hombres armados
con metralletas y, acongojados, tuvieron
que hacer lo mismo. Pero sin embargo quedó uno, el señor Garcés, que no quiso
abandonar y hubiera resistido hasta que lo sacaran del pueblo a la fuerza. Por
fin, trataron con él y marchó cuando le dieron una casa en Campodarbe.
Han publicado un libro titulado
Jánovas en que se ven unas veinte hermosas mozas un día de la Fiesta y
acompañadas por algunos mozos. Esas jóvenes conmueven los corazones del que admira su belleza y su amor a los demás y
recuerda como fueron premiadas esas cualidades. Con ellas, seis niños asistían
a la escuela. Juntos todos, los
mayores con
los niños, niñas, mozos y mozas y asistidos por los ancianos, se
resistían a marchar. Aquel pantano lo querían para producir energía eléctrica a
costa de los esfuerzos, que durante siglos habían hecho los habitantes de los
pueblos citados, pero sin compensarles para que pudieran pasar a un género de
vida sin tantos sacrificios que tuvieron que hacer en las grandes ciudades, con
el poco dinero que les abonaron por sus queridas casas y por sus benditas
tierras.
Si “en otros tiempos” hubo quien
abusó de los habitantes de Jánovas,
ahora lo que se debería hacer, es devolver su dignidad a los que todavía
no han perdido sus vidas y que no harían más que recibir lo que les quitaron a
la fuerza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario