lunes, 30 de julio de 2018

El Pantano de Jánovas




En “otros tiempos” quisieron levantar el Pantano de Jánovas, pero pasaron aquellos tiempos y dicho embalse está,  ni siquiera, comenzado. ¿Devolverán las casas o más bien sus ruinas y las tierras que expropiaron a aquellas buenas gentes a las que  les pertenecían?. En sus mentes y en sus corazones todavía consideran como suyo aquello de que se les desprendió. Por eso la devolución de las casas, ya en ruinas y de sus tierras  las llenaría de ilusión,  como ha hecho felices a los hijos del pueblo de Lanuza, que no han perdido tiempo en restaurar sus casas y en convertir el lugar en un centro turístico.
Existen otros recuerdos que afectan a sus espíritus, como la iglesia parroquial de Jánovas, cuya torre se alza, como pidiendo justicia al de arriba. Pronto podríamos contemplarla restaurada y llena de fieles retornando a ella el día de su reinauguración. Así ocurrió con la parroquia de Lanuza.  A todos les llenaría de satisfacción, como a aquel que me ha explicado la expropiación, cuando todavía era un niño. Sentiría la impresión  de que le  pedían  perdón por los diversos actos injustos de humillación a sus paisanos antepasados y a él mismo.
En casos como el que nos ocupa, hay que pagar más cantidad de dinero de su precio, ordinario, para que aquellas pobres gentes, participen también en los beneficios que van a sacar los empresarios o del progreso que van a procurar  al pueblo en general. Pero les pagaron poco dinero por las viviendas y por las tierras y con “cuatro perras” tuvieron que marchar unos a Barcelona, donde alguno tuvo que coger el volante de un taxi y luchar por conseguir una licencia de taxista, en tanto que otros se fueron a Zaragoza y en ambas ciudades, con gran sacrificio,  sacaron sus hijos  adelante.
Pero, según me siguió contando el entonces niño, les hicieron una faena, que si hubiera sido preparada, hubiera merecido la sociedad privada que les expropió, una ruina, como la que causaron a los pobres más de doscientos habitantes de Jánovas, de Velilla y de Lascorz. Consistió la trampa en que en el Ayuntamiento les dijeron que la contribución que pagaban, era muy elevada y que se la iban a rebajar. Así lo hicieron y después de cierto tiempo, les anunciaron la expropiación y  les asignaron su precio  de acuerdo con el valor simbólico de la contribución que les habían rebajado. Algunos vecinos se fueron marchando, pero la despedida más triste sucedió un sábado, en que llegaron hombres armados con  metralletas y, acongojados, tuvieron que hacer lo mismo. Pero sin embargo quedó uno, el señor Garcés, que no quiso abandonar y hubiera resistido hasta que lo sacaran del pueblo a la fuerza. Por fin, trataron con él y marchó cuando le dieron una casa en Campodarbe.
Han publicado un libro titulado Jánovas en que se ven unas veinte hermosas mozas un día de la Fiesta y acompañadas por algunos mozos. Esas jóvenes conmueven los corazones del  que admira su belleza y su amor a los demás y recuerda como fueron premiadas esas cualidades. Con ellas, seis niños asistían a la escuela.   Juntos todos,  los  
 mayores con  los niños, niñas, mozos y mozas y asistidos por los ancianos, se resistían a marchar. Aquel pantano lo querían para producir energía eléctrica a costa de los esfuerzos, que durante siglos habían hecho los habitantes de los pueblos citados, pero sin compensarles para que pudieran pasar a un género de vida sin tantos sacrificios que tuvieron que hacer en las grandes ciudades, con el poco dinero que les abonaron por sus queridas casas y por sus benditas tierras.
Si “en otros tiempos” hubo quien abusó de los habitantes de Jánovas,  ahora lo que se debería hacer, es devolver su dignidad a los que todavía no han perdido sus vidas y que no harían más que recibir lo que les quitaron a la fuerza.

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