El
poeta, sin ser además profeta, era consciente, como lo somos muchos, de que el
tiempo pasa y lo notaba en los latidos de su corazón, que le recordaban el
tic-tac de aquel viejo reloj de péndulo que sus antepasados, a lomos de mula,
habían traído de Oloron.
Se
daba cuenta que de la misma forma que el reloj del abuelo, “de tan viejo se
paró”, su corazón empezaba a envejecer y a los pájaros del huerto , les
decía:”El corazón dice, dice, que se muere, que se muere y yo le digo, le digo
que s’aspere, que s’aspere”.
Su
corazón, ante tales requerimientos, se esperaba, se esperaba, pero el poeta,
agradeciendo esa demora, decía: ”y yo me iré y quedará el huerto con el pozo
blanco y en el árbol los pájaros cantando
”.
El
“siño” Feliciano era un poeta del pueblo; no sabía hacer poesías pero observaba allá en su huerto de la
Fondura, cómo para San José florecían
las plantas como su vara y escuchaba como “cantaba la calandria y le respondía
el ruiseñor”, y aquel despertar primaveral lo llevaba a cultivar
sus verduras con esmero; naturalmente, le sobraban para alcanzar su madurez, y
él repartía a otros ancianos y ancianas
que carecían de ellas .
Aquel
año, al llegar el Otoño a su huerto, notó que a él también le comenzaba un
declinar, un encontrarse solo, un
crujido interior como el que se produce al pisar las hojas muertas que en esta
estación caen de los árboles. Se dio cuenta de que no podía seguir solo y
acudió a la Residencia López Novoa de las hermanas de los Ancianos
Desamparados, para eso, para que lo amparasen. Y lo ampararon, para eso están,
y comenzó para Feliciano una nueva vida, ya que, al reponerse de su crisis de
soledad, se le ofreció el horizonte de un nuevo huerto en el que volvió a ser
feliz, donde los pájaros también cantaban y desde donde, después de muchos
años, pasó a mejor vida.
Hoy
se prolonga la vida de los hombres más que antes y el número de longevos que
están solos preocupa a las Naciones y a los sociólogos, que sin ser profetas,
ven simplemente, mirando las estadísticas, un futuro incierto para los
ancianos.
Los
relojes viejos de péndulo se han cambiado por electrónicos y el corazón del
hombre que latía al compás de la Naturaleza se ha despendolado en las ciudades
y muchos buscan un ritmo más humano y más calor en esas residencias que se
construyeron para ellos. Son profetisas las Hermanas que están ampliando en la
ciudad de Huesca, bajando a la Estación, y generosamente, ya que no se trata de
dinero para ellas sino para acoger ancianos, agradecen a las personas que
ayudan en tal obra, la aportación que hacen, que algún día revertirá en el
latir cansino de muchos corazones, tal vez del suyo … o tal vez del mío.
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