martes, 13 de junio de 2023

Paja y pajuzo

 


Pantano de Calcón  (Huesca)


Asistieron algunos amigos de Siétamo a uno de los cuatro entierros que se celebraron en Angüés, durante el mes de Diciembre del pasado año de 2001. ¡ Dios mío, cómo mueren los habitantes de nuestro Somontano, con sus planas, laderas y honduras debajo de la Sierra de Guara!. Ahora a este Somontano lo llaman falseando su geografía, Hoya de Huesca. Son sus habitantes ya viejos y mayores y llevan en su cerebro una protección de paja, que les hace guardar sus usos y costumbres, para morir y acabar en ellos. ¡Qué bien le vienen a la auténtica Hoya de Huesca estas formas de pensar de los somontaneses, que no se acuerdan de regar, ni de hacer la Concentración Parcelaria!. A esa capa de paja , que les hace respetar sus tradiciones, les ha añadido la Hoya de Huesca otra capa, pero no de paja sino de pajuzo, es decir de paja no fresca, sino empezada a podrir. Cuando la Confederación Hidrogeográfica  del Ebro lanzó el anuncio de que se podían pedir las aguas del Pantano de Calcón, no las pidieron los somontaneses, sino que las solicitó Castellón de la Plana, situado todavía más lejos que la Hoya de Huesca menos mal que al darse cuenta de este abandono, las solicitó el Alcalde del Somontano de Loporzano.
Mis amigos de Siétamo, que asistían al citado entierro  observaron que  por allí también estaba presente un auténtico aragonés, un modelo antiguo, porque llevaba puestas sus abarcas,con peducos y rellenos de paja , para aislar sus pies del intenso frío reinante en aquellos momentos. Es un hombre mayor, que quiere conservar las costumbres antiguas y no hace caso a los que le dicen que arregle su casa, porque él lo que  quiere es tener leña para su hogar, sus sopas de ajo y sus judías con chorizo y con patatas. Además no tiene hijos. Es como un símbolo de los pocos habitantes que quedan en los pueblos del somontano, porque ellos , cada día que pasa, van quedando menos y más viejos y más solitarios, aislados del mundo oficial por una paja antigua, obtenida de la trilla en las viejas eras, donde sólo quedan unos pajares, ya con goteras.
Tienen en la zona de Angüés el pantano de Calcón y de la misma forma que un día no pidieron sus aguas, para regar, ahora tampoco piden las del caudaloso río Alcanadre, que deberían bajar desde allá arriba, desde Pedruel hasta Calcón, donde convertirían en huerta aquellos montes. ¡Qué desprecio le hicieron al gran Joaquín Costa, cuando a la carretera o calle Mayor de Angúés, la bautizaron con su nombre, pero sin agua!. En Siétamo y en Loporzano tenemos las aguas del pantano de Montearagón y las del río Guatizalema, de las cuales tenemos Escritura Pública de Comprar, que hicimos a Santa Eulalia la Mayor y al pueblo de Sipán. Y ahí estamos sin reclamarlas porque nos hacemos viejos y la paja nos aisla como al auténtico aragonés de Angüés de los peligros actuales, por una parte del frío del cuerpo y por otra del frío del alma, que evita el mojarse con las aguas, que en otros tiempos tantas veces nos negaron.

La paja es natural que cause perjuicios a los hombres del somontano, a los que tres veces nos quitaron el riego, pero el pajuzo es cruel, odioso, incomprensible, porque trata de mantener la ignorancia de estos pueblos, que tienen derecho al riego con sus propias aguas y no se les informa. Se quieren llevar el Ebro, pero nuestros ríos ya se los llevaron a los aragoneses hace muchos años. Hay un divorcio, como en Argentina, entre el pueblo soberano y el poder.

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