lunes, 17 de marzo de 2014

Las colmenas y los hombres



Pertusa  

Los hombres, caminando, caminando recorrían los montes, y unas veces cazando y otras, al ver una colmena, se endulzaban sus cuerpos y sus almas, con la rica miel que habían obtenido las abejas de las flores, que adornaban el monte.
Estuve un día de estos, en un Bar, tomando un café, en compañía de Manolo Bibián  y de su cuñado Emiliano Díez. Escuchábamos ambos al  mosen, Manuel Bibián, que con sus palabras, nos parecía que aquel café estaba bendecido, en armonía el sabor y el aroma del café, con la rectitud de sus palabras. Ese café es el fruto de una planta que navegando,  navegando hacía el Nuevo Mundo y luego caminando, caminando por ese Continente, fue recogida por los españoles y con el aroma de ese fruto, que se obtiene  cociéndolo  y  que todavía estamos consumiendo, endulzándolo  a veces con azúcar y otras con la dulce miel de las abejas.
Manolo Bibián  es amante de todas las obras de la Naturaleza, como son los patos, los pavos, las perdices, los faisanes e incluso los cobayas, que alimenta  en un corral de Pertusa y admira y colabora en las obras del hombre, como las iglesias, por ejemplo la parroquia de tipo catedralicio de Pertusa o aquellas casas, como la suya, que hace más de un siglo alojó religiosas, que educaban a los niños del pueblo. Esa casa abandonada,  con su trabajo personal continuado durante muchos años, ha conservado, como   casa de Dios,  y de  su servidor,  el cura de Pertusa. Si, ama al pueblo de Pertusa de cuya población es el párroco, porque es admirable el terreno en que se asienta dicho pueblo, ya que se encuentra en una península, casi del todo rodeada del agua del río Alcanadre, menos su “istmo”;  y  por la profundidad por la que corre su cauce, hace sonar el agua rozando y besando las paredes que separan el río de la altura en que se asienta el pueblo de Pertusa. Pasaba por la Villa el Camino de Santiago,  que venía desde Levante y por tanto pasaron por ella, desde los íberos y los romanos,  y en la época de la arquitectura románica; aquella en que en 1575, se alzó la Torre Plateresca del arquitecto del Escorial, Juan de Herrera y últimamente  el monte lo han convertido en terreno de regadío, con aguas procedentes del pantano del  Grado, dejando a las del Alcanadre, que sigan el cauce de su profundo curso.
Manolo, de mi pueblo y querida familia con la mía, ha vivido la restauración de la iglesia, que es Monumento Nacional y ha luchado por los antiguos tubos del órgano del siglo XVI, y de reverente sonido, tubos que hacían vivir a los hombres actuales, hasta que los han renovado, el tiempo de la vida en que se colocaron los primitivos. Porque una vez en la iglesia, sus visitantes se recuerdan además de la Torre construida por Herrera en 1575, de la cripta con sus hermosos capiteles del siglo XIII, y  del claustro  gótico.
Frente a la Torre de Pertusa, en lo alto del paisaje se asoma la blanca ermita de la Virgen de la Victoria, con su espadaña, que parece lanzar saetas  al firmamento. En esta ermita estuvimos con mi mujer y con la hija mayor de Montori de Tierz, Mari Carmen y su marido Ignacio y con la ya difunta y muy recordada Maruja Palacio, y asistimos a la boda de su sobrino, bendecida por Mosen Manuel Bibián,  al que le pido me perdone, porque yo no puedo casi, llamarlo de otra forma que Manolo. En aquellas alturas,  alrededor de la ermita había jardines, que unidos  a la música y a los cantos que en la boda, se cantaron, daba la sensación de encontrarse cerca del cielo. Me dio la impresión, al salir del cementerio de Pertusa, en el que Mosen Manuel acompañó el cuerpo de Maruja Palacio, de que desde el lugar donde la enterraron, se veía la Ermita de la Victoria. Al volver del cementerio el ambiente sonreía, pero se veían lágrimas brotar de los ojos de muchos vecinos. Algunos conversaban y el Mosen,  dio orden al público de que  guardaran silencio. Es que este hombre es armónico con la Naturaleza, con la vida,  con la muerte y con el ruido que crea la corriente de agua en el río,  que circula alrededor de Pertusa y con el silencio con que está la ermita de la Victoria, allá arriba. He tenido la suerte de visitar en su casa a Manolo, pero cada vez que entraba en ella, me daba la impresión de que cada vez, aumentaban la belleza y el orden en su construcción. “El patio de su casa es particular” porque el suelo es de guijarros de piedras  gravillosas,  recogidas en el río Alcanadre. Estos pavimentos van desapareciendo de los patios de las antiguas casas del Alto Aragón, pero quedan algunos, como el de casa Almudévar  de Siétamo. Pero el suelo de casa de mosen Manuel, es totalmente perfecto, habiendo  él mismo, colocado los guijarros de piedra, uno a uno. Pero, pasando de la piedra a los papeles históricos, yo me quedé, en una de las visitas que le hice, admirado de la gran cantidad de papelas  antiguos  y modernos, en los que estudiaba la historia aquella Villa de Pertusa. En nuestro pueblo de Siétamo, en la Guerra Civil, quemaron todo lo que encontraron,  incluso los edificios y al dejar al pueblo sin datos de sus antiguos habitantes, Manolo creó un conjunto de pequeños discos, en los que podemos estudiar el pasado de nuestros abuelos, bisabuelos, etc. y a mí me regaló uno de ellos.
No sólo ha estudiado el templo, Monumento Nacional de Pertusa, sino que ha investigado la Calzada romana que venía de Levante, por el puente romano que cruza el  río Alcanadre. El me manifestó el bochorno que sintió, cuando encontró una sepultura de los romanos, que dejó abierta el agua de una tormenta, dio parte a quien correspondiese, pero ahí se quedó la tumba con sus difuntos romanos. Estos hacían periodos de descanso en Pertusa y esos romanos, en su tumba no se sabe si siguen descansando o se han caído sus huesos en el río. ¿Cómo no se acuerdan de al menos conservar la muralla romana,  que todavía muestra algún tramo?.
No sólo recuerda Manolo las obras de los hombres a lo largo de la historia, sino que cultiva y se recrea en la obra de la Naturaleza, que Dios creó y que los hombres tenemos que cultivar, para vivir y gozar del regalo divino. Y la defiende,  no sólo en la cuenca del río Alcanadre, sino en la Plaza de la Inmaculada de Huesca. Por ejemplo su cuñado Emilano  Diez,  sentado en el velador, en que nos sirvieron el café, estaba con los ojos abiertos, escuchando contar a su cuñado, la captura de una colmena de abejas. Apareció en el jardín de la Plaza de la Inmaculada un grupo de abejas, que buscaba un lugar para establecer su colmena. Avisaron a los bomberos,  que atacaron  a las humildes abejas, cuando llegó por ahí Manolo, les acercó una caja de zapatos  y en ella se introdujeron poco a poco. Quedó todo el mundo admirado al contemplar el arte y el cariño que sentía Manolo por esos animalitos, de los que dicen que van a desaparecer. Sería terrible su desaparición,  pues aparte de la desaparición de la miel, tan dulce, dejarían de polinizarse los árboles y los arbustos. No sólo desaparecerían los panales que destilan la dulce miel,  que da  sabiduría mental  a los hombres y fecundidad a los árboles frutales, en los que aparecen  los frutos, que reciben el polen, con que las abejas fecundan las flores, que cada primavera, se convierten en frutas. ¡Oh, abejas  mellíferas,  que sois los insectos más valiosos, que nos ha regalado el Señor, Dios del Universo!.  Sois las productoras de la miel, de la cera, con la que se ha alumbrado la humanidad durante muchos siglos. Produce además la polinización de los nogales, de las hortalizas y de los forrajes, ayudan a muchas plantas silvestres, que no tienen la misión de producir frutos, pero que impiden ser arrastradas a los cauces de los ríos. Están compuestas las colmenas por la Reina, a la que las obreras han alimentado con jalea real y los zánganos fecundan. Esas obreras recolectan el néctar de las flores y reparten el polen entre ellas. Han intervenido en la Historia de la humanidad, ya en los tiempos clásicos de Sofocles,  apareciendo en la obra titulada  Edipo Rey.
Son las abejas los seres más democráticos, pues las obreras eligen a sus compañeras como Reinas. A la abeja que  eligen  como reina, la van alimentando con jalea real.
Mariano no es el rey de las abejas, pero es un sabio conocedor de las mismas y por tanto un gran apicultor. Para ello tiene que conocer la vida de las plantas y por tanto en el huerto de las Monjas Teresianas de la Carretera de Zaragoza, cuida de varias colmenas,  a las que procura evitarles la muerte de los insectos, que produce la agricultura moderna, que usa fungicidas y pesticidas. Mariano ha vivido y vive el problema de la fe cristiana en el mundo y ahora se le plantea el envenenamiento no sólo de las almas, sino que pone en peligro la cadena alimentaria del mundo, como dijo Einstein.  Sólo hay que fijarse en los Estados Unidos de América, en que se han muerto en seis años cientos de miles  de colmenas.  
También Mariano es hombre que conoce la Teología y al mismo tiempo tiene unos conocimientos de apicultor. Él es un hombre vestido con sencillez y que viaja con su cuerpo por el mundo en automóvil, al mismo tiempo que piensa con su cerebro, siempre pidiéndole al Señor, hallar el bienestar espiritual y el natural de los hombre y de los animales. Así como yo, Veterinario he tenido que estudiar la patología de los animales, él conoce la patología de las abejas, como la varriosis  y otros enemigos,   como el abejaruco, que en estos  momentos le preocupan enormemente. La agricultura moderna suministra a las abejas  unos productos que serán la causa de su desaparición, es decir que dicha agricultura sería un callejón sin salida para la producción de la miel, que supone una gran importancia en la vida humana.
Los franceses en la Opera de París,  en su parte más alta, han instalado colmenas ,para alejarlas de los productos del cultivo de  las grandes fincas. En una región china, ya polinizan los perales, los mismos hombres, que tienen un rendimiento escaso y que cuesta mucho dinero. Un tercio de los alimentos que consume el hombre, nos los proporcionan las abejas.

Mariano está muy preocupado por la predicha desaparición de las abejas y lucha cada día por redimirlas de la muerte, en este caso,  acomodándolas en el idílico huerto de las Madres Teresianas de Huesca, como los franceses lo hacen en la Opera de París.

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