viernes, 14 de marzo de 2014

A Casimira y a su marido Paulino


Durante breves días,  mi esposa Feli  y yo tuvimos la buena suerte de convivir en las Termas de Comarruga, con vosotros. Eráis ambos personas sencillas, pero amantes de la vida. Casimira tenía su corazón lleno de poesía,  si, de poesía que acompañada por la música, hizo brotar tu poema, que dice así:” La Música-las voces y el sonido-de los violines, clarinetes y trompetas- se oyen al galopar de los caballos blancos”. Y ¡cómo describe el paso por  la vida de aquellas campesinas, ”¡que amasaban a las seis de la mañana”!.  Por la noche “se oye crujir el fuego mientras los hombres- se descalzaban sus abarcas llenas de tierra dorada-. Pero esas mujeres ya –se fueron al despertar el alba-…para estar cerca de Ti, Virgen Santa”.-Y es que tú, Casimira “necesitas la auténtica belleza-incluso más que el pan”. ¡Casimira!, tu sabes amar, como escribes en el poema, de la siguiente forma vital: ”El amor hay que amarlo, pero no estrujarlo… como el pájaro que anida para incubar sus huevos y saldrá volando”.
Pero tu marido Paulino, te ama y lo comprobé en el comedor de las Termas, en que estaba pendiente de Casimira. Eres, Paulino, un castellano llano y recto, que estás  pendiente de tus deberes y en este caso de tus deberes amorosos, pues no consientes que Casimira se canse ni que haga esfuerzos, sino que sientes el amor que ella expresa en sus poesías. Eres un hombre de un gran sentido común, cuyos relatos me encantaron,  pero no puedo editarlos, porque te los di  escritos con tu bolígrafo rojo y que tú te los guardaste. Pude escribir un hermoso relato tuyo,  cuando te dirigías a un novillo bravo y él te miraba, mientras escarbaba el suelo con una de sus patas delanteras. Tú  te quedaste aterrorizado y te atacó. En estos momentos en que se quieren prohibir las corridas de toros, tu relato hace dudar, sobre si esa belleza debe ser consentida por la humanidad. Tu relato, por un lado justifica esa lucha artística entre el hombre y el toro. Durante siglos han sido atacados multitudes de muchachos por los toros bravos. Ante esos ataques de los toros, algunos jóvenes  han tratado de evitar ser heridos por ellos, manejando con arte las capas, que ellos se habían procurado. Otras veces se vivió la tristeza de las heridas o la muerte de aquellos muchacho, que  buscaban los sacos, o las chaquetillas, para torear a los toros.
¡Oh , los toros por un lado con el arte y por otros con la muerte!.

Recibid un cariñoso recuerdo de Felisa  y mío.

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