Durante breves días, mi esposa Feli y yo tuvimos la buena suerte de convivir en
las Termas de Comarruga, con vosotros. Eráis ambos personas sencillas, pero
amantes de la vida. Casimira tenía su corazón lleno de poesía, si, de poesía que acompañada por la música, hizo
brotar tu poema, que dice así:” La Música-las voces y el sonido-de los
violines, clarinetes y trompetas- se oyen al galopar de los caballos blancos”.
Y ¡cómo describe el paso por la vida de
aquellas campesinas, ”¡que amasaban a las seis de la mañana”!. Por la noche “se oye crujir el fuego mientras los
hombres- se descalzaban sus abarcas llenas de tierra dorada-. Pero esas mujeres
ya –se fueron al despertar el alba-…para estar cerca de Ti, Virgen Santa”.-Y es
que tú, Casimira “necesitas la auténtica belleza-incluso más que el pan”.
¡Casimira!, tu sabes amar, como escribes en el poema, de la siguiente forma
vital: ”El amor hay que amarlo, pero no estrujarlo… como
el pájaro que anida para incubar sus huevos y saldrá volando”.
Pero tu marido Paulino, te ama y
lo comprobé en el comedor de las Termas, en que estaba pendiente de Casimira.
Eres, Paulino, un castellano llano y recto, que estás pendiente de tus deberes y en este caso de tus
deberes amorosos, pues no consientes que Casimira se canse ni que haga
esfuerzos, sino que sientes el amor que ella expresa en sus poesías. Eres un
hombre de un gran sentido común, cuyos relatos me encantaron, pero no puedo editarlos, porque te los di escritos con tu bolígrafo rojo y que tú te los
guardaste. Pude escribir un hermoso relato tuyo, cuando te dirigías a un novillo bravo y él te
miraba, mientras escarbaba el suelo con una de sus patas delanteras. Tú te quedaste aterrorizado y te atacó. En estos
momentos en que se quieren prohibir las corridas de toros, tu relato hace dudar,
sobre si esa belleza debe ser consentida por la humanidad. Tu relato, por un
lado justifica esa lucha artística entre el hombre y el toro. Durante siglos han
sido atacados multitudes de muchachos por los toros bravos. Ante esos ataques
de los toros, algunos jóvenes han
tratado de evitar ser heridos por ellos, manejando con arte las capas, que
ellos se habían procurado. Otras veces se vivió la tristeza de las heridas o la
muerte de aquellos muchacho, que buscaban
los sacos, o las chaquetillas, para torear a los toros.
¡Oh , los toros por un lado con
el arte y por otros con la muerte!.
Recibid un cariñoso recuerdo de
Felisa y mío.
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