San Vicente es un santo “victorioso” y consiguió su
victoria por medio del martirio, logrando, ya en aquellos primeros tiempos del
cristianismo una victoria espiritual, que le
convirtió de ser un santo oscense, en un santo universal .Debió nacer aproximadamente cerca
de los años doscientos ochenta , pues
su sacrificio tuvo lugar siendo todavía muy joven, siendo martirizado en Valencia
el año trescientos cuatro. Fue muy importante su repercusión en la liturgia y
en la hagiografía hispana y universal, pues los historiadores eclesiásticos no cesan
de repetir que “España no pudo dar a la
Iglesia un mártir más célebre ni más universalmente reverenciado”. Y dentro de España fue la
ciudad de Huesca la que lo vio nacer,
siendo hijo de Eutiquio, que pertenecía
a la familia consular de Agreso y de la oscense Enola. Muchos han querido decir que nació fuera de Huesca,
por ejemplo en Valencia o en Zaragoza, pero no pueden demostrarlo. En cambio
nuestra ciudad lo prueba por medio
de Diego de Aisa, cuando dice que la
primera iglesia que se dedicó a nuestro santo estaba
”fundada en la casa de su nacimiento cabe la Puerta Nueva”, pero además
el pueblo sencillo de Huesca siempre ha contado
tradiciones que les han trasmitido sus padres, heredadas de sus abuelos,
de sus bisabuelos y así sucesivamente hasta llegar a la época romano-ilergete, en que San Vicente vivía.
Cada vez que sales por los pueblos, escuchas una historia que te relaciona a San
Vicente con tu propia Huesca. Por ejemplo, cuando fui a visitar la ermita de
San Valero, situada en Velilla de Cinca, descubrí que en su altar mayor estaban
presidiendo con el titular San Valero,
San Lorenzo y San Vicente. San
Valero era obispo de Zaragoza y San
Vicente que se estaba formando con él, le acompañaba y pronunciaba, como diácono, los sermones que
le indicaba su maestro, que era bastante torpe de palabra, debido a su vejez.
Iban visitando su Diócesis, más bien la
iban formando y en el citado pueblo de Velilla de Cinca, se encontraron con San
Lorenzo
Que venía de Roma, tal vez a consolidar la Iglesia
Oscense y de paso a visitar a sus padres, San Orencio y Santa Paciencia, ¡cómo
se juntan los paisanos!.
Esa unión entre oscenses quedó consagrada desde
entonces a lo largo de la Historia, porque es normal ver a los dos santos
juntos en las iglesias, por ejemplo en la de San Lorenzo y el Obispo San
Orencio, hermano suyo. Su distribución geográfica por el Mundo, no ha impedido
que San Lorenzo desde Roma, San Vicente desde Valencia y San Orencio desde el
Sur de Francia, hayan mantenido un lazo de comunión entre todos los oscenses, que
hicieron a San Lorenzo el Patrono Mayor de sus Fiestas de Verano y a San
Vicente su segundo patrón, para que les
protegiera en las Fiestas Invernales. En la Ermita de Santa María del Monte del
pueblo de Liesa, había una hermosa colección de retablos, que fueron
destrozados para la Guerra Civil, pero el amor de sus habitantes a San Vicente,
hizo que se conservara uno de ellos, que
representa con pinturas medievales su
vida y martirio. Se encuentra a la vista de todos los oscenses en el Vestíbulo
de la Diputación Provincial y se ve desde los Porches, a través de los
cristales. Allí lo depositaron los hijos de Liesa, para que estuviera en un lugar seguro, ya que pocos
días antes les habían robado la imagen de Santa María. Desde que bajo el
Imperio de Diocleciano, el gobernador Daciano
lleva a San Valero y a San Vicente a
Valencia. Los aragoneses nunca hemos
abandonado a nuestro santo, pues ya el Obispo aragonés San Valero, cuando en el
año trescientos cinco, cesó la persecución, le levantó un templo y en Huesca se
levantó otro, donde antes se asentó la
casa donde naciera. En Huesca los moros lo derribaron, pero en Valencia se vio
el templo rodeado de numerosos monjes, que atendían al culto de San Vicente y a
los peregrinos que acudían a su sepulcro a venerarlo. Los cristianos dominados
por el Islam no podían construir iglesias, por lo que se deduce que el monasterio y la
iglesia que acogía el sepulcro del Santo, habían sido edificados antes de la
llegada de los musulmanes a España.
Los oscenses nunca abandonaron a San Vicente, pues A.
Mundó afirma que el siglo VI, fueron
obispos-monjes los hermanos Justiniano de Valencia y Elpidio de Huesca, en el
monasterio de San Vicente de Valencia. Según escribe don Francisco Castillón
Cortada: “El año 975 se procedió a la consagración de la Catedral de San
Vicente Mártir de Roda de Isábena, actuando en la ceremonia
el metropolitano de Narbona, Aymerico”
Los Reyes de Aragón siempre trataron de salvaguardar
el lugar santo de San Vicente y Alfonso I el Batallador, enterrado en la
iglesia oscense de San Pedro el Viejo, hizo en el año de 1125, una expedición a
Valencia, donde se le unieron multitud de mozárabes. Alfonso II cercó a
Valencia el año de 1172, quedándose con la iglesia de San Vicente con sus
diezmos y primicias, todos los cuales cedió al Abad y monjes de San Juan de la
Peña en el año de 1177. Jaime I con el mismo amor que Alfonso el
Batallador en 1237, dio para cuando los
poseyese, la iglesia y el terreno de San Vicente al Monasterio aragonés de San
Victorián de Asán y con su generosidad hizo continuar el conjunto de la Roqueta
de San Vicente como centro de atracción a la devoción del Santo, conservada
durante los cinco siglos en que los
moros dominaran. Hemos visto cómo siempre los oscenses siempre han peleado para
que la influencia de sus santos se conservara y han luchado por la conservación
de sus templos.
Ahora podemos ver como se quiere restaurar la
Catedral de San Vicente mártir de Roda de Isábena y con qué entusiasmo se está
trabajando en renovar la Basílica de nuestro primer Patrono San Lorenzo. Hemos
visto como son inseparables San Lorenzo y nuestro segundo Patrono San Vicente, que
provocan una comunión (común unión) entre todos los oscenses, por lo que yo
creo que deben pensar en restaurar la iglesia de San Vicente, que no pertenece
a los Jesuitas, sino a la Diócesis de Huesca, ya que su fachada y su tejado
producen la sensación de dejadez y abandono.
La Historia de Aragón está unida a la de Valencia y
ahora que se está construyendo la autovía que nos unirá todavía mucho más, debemos
no sólo unirnos en el comercio y en el turismo, sino en lo espiritual, como es
el ejemplo de un Santo como Vicente, que nació aquí y fue allá martirizado.
Si renovamos la
iglesia de San Vicente, oscenses y valencianos, viviremos unidos, iremos a
recordar a la ciudad francesa de Narbona y aspiraremos a una vida mejor.
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