Hace escasos días, vino a mi casa
de Siétamo, don Juan Atienza Fernández, con el fin de que le proporcionara
datos de su difunto padre, que en los años de la Guerra Civil, sirvió de Practicante
a los componentes del Ejército Republicano y a los de las Brigadas Internacionales. Venía de
Talavera de la Reina, allá en la provincia de Toledo, donde Juan Atienza se
acordaba de aquellos sangrientos años de la Guerra Civil. De tan lejanas
tierras, iba recorriendo aquellas por
las que su padre Giné Atienza Vázquez, Practicante, recorrió tratando de
curar las enfermedades y las heridas producidas por la Guerra Civil en aquellas
personas arrastradas por los idearios de los políticos. Unos, en los combates,
fueron heridos y otros muertos, sin posibilidad de ser curados, y otros hombres, mujeres jóvenes y mayores, que
plantados en el lugar donde habrían de ser enterrados, desde luego muy
superficialmente, fueron el objetivo de los tiros del fusil, que
contra ellos disparaban. La inyección de
las balas en sus cuerpos no eran las mismas que Juan Atienza, inoculaba en los
cuerpos, que eran destinados para seguir viviendo en la Sociedad. En la Guerra,
en Teruel murió objeto de la lucha, mi primo Narbona Almudévar, otros dos
primos míos de casa Vallés Almudévar de Fañanás, y su
madre Encarnación Almudévar, que ya
viuda, fue sacada a la carretera de Bespén junto con un hijo de unos dieciséis años, y
fusilados. En la parroquia de Siétamo,
están gravados los nombres de treinta y siete fusilados por los “rojos”, pues
es difícil creer que hombres republicanos y demócratas, quisieran hacerlo. Pero también es difícil olvidar el
recuerdo que los triunfantes de la Guerra, que cometieron con la vida de otros,
también treinta y tantos, a los que también fusilaron. En la Guerra dominaba el
odio, pero después de la Guerra, debió triunfar el amor.
Juan Atienza Fernández no podía
soportar estas situaciones crueles y salvajes y se consolaba, tratando de
devolver la salud a aquellos que le traían a su presencia. Juan pertenecía al
Ejército Republicano, del cual, una
compañía estaba acampada en la sombra de
los árboles del río Guatizalema, pero no
eran ellos solos los que tenían que combatir, sino que también debían hacerlo
los miembros de unos catorce Sindicatos Internacionales. Al frente del Ejército
estaba el Coronel Villalba, con sede en
Barbastro y al frente del Sindicato de la UGT, estaba Durruti, que por escaso
tiempo, puso su oficina en mi casa de Siétamo. Un comisario de los “rojos”,
como llamaban a los comunistas, anarquistas y demás sindicatos, fue a ver al capitán del Ejército Republicano, diciéndole
que porque no atacaban al pueblo de Siétamo, para conquistarlo y le contestó que tenían que
esperar a recibir órdenes de sus superiores. El comisario marchó indignado, por
la indisciplina de un militar, ante su Sindicato, cuando sus miembros no
admitían la disciplina militar y no querían que los oficiales fueran tratados
como jefes. ¿Quien gobernaría el País, cuando los sindicatos alcanzaran el
Poder?. Ya se planteaban problemas de este estilo, cuando a Orwell, que fue
herido en Monflorite, es para mí opinión seguro de que pasaría por las manos de
Juan Atienza Fernández. De Monflorite lo trajeron a unas naves de madera, que
habían levantado para acoger a los heridos en el frente. Orwell pasó por dicha
primitiva clínica, donde Juan era el
practicante de aquel frente. De Siétamo fue conducido a Barcelona. Hemos visto
la rivalidad que había entre los miembros del Ejército Republicano y los
milicianos de Durruti, pero no eran esas las únicas rivalidades entre unos y
otros, porque cuando salió del Hospital de Tarragona, se vio amenazado por los
comunistas por pertenecer a la UGT y tuvo que abandonar
España, para evitar su fusilamiento. Más tarde hemos visto como el Comunismo ha perdido el
Poder en la Unión Soviética, porque sus Jefes, se dieron cuenta de que no
podían someter al pueblo a la miseria, mientras ellos estaban cada vez más ricos.
Entonces, ¿por qué hicieron morir y sufrir al pueblo, durante tantos años, llevando
la lucha entre los miembros del pueblo,
a todos los países de la Humanidad?.
Giné Atienza, el padre de Juan, seguía las directrices
de su conciencia y sufría por ver como iban los sublevados ganando la Guerra
Civil , poco a poco, porque, ¿en qué
situación se encontraría, al acabar la lucha?. Juan se acordaba de su padre y
de los trabajos que realizó y de los apuros que tuvo que pasar y yo me acuerdo
siempre de las víctimas de la lucha, de la ruina que se apoderó de todo Siétamo
y de cuando con Rafael de Bruis y Antoñito del Herrero, recogíamos por el suelo
los abundantes balines de fusil, que se dispararon en aquellos días tan crueles.
Mi primo Jesús Vallés Almudévar, me regaló un libro escrito por él, en que
cuenta como, cuando tomaron mi pueblo los rojos, después de soportar el
fusilamiento de su madre y escuchar las explosiones de las bombas de artillería
y de la aviación, quería con sus casi
infantiles años, comprobar la destrucción que habían efectuado, dichos enormes
y destructores “zambombazos”. En el camino, se escapaban al verlo, a él y a sus
compañeros, los cuervos, que devoraban los cadáveres de los muertos en la lucha.
En España hablan de la Guerra
Civil entre los republicanos, que deseaban
gobernar democráticamente, pero que se lo impedían aquellos con los que estaban
unidos, más bien desunidos de los “rojos”, comunistas, a su vez desunidos de los anarquistas. ¿ Qué
unión mantenían los miembros de unos catorce sindicatos, como la CNT, la FAI,
la UGT,etc.,etc.?. ¿Qué unión existía entre el Coronel Villalba de Barbastro y
Durruti, que tuvo que luchar, para morir, en el frente de Madrid?.
En Alcalá del Obispo estuvo el
padre de Juan, es decir Giné Vázquez, Practicante, que ya había sido nombrado
teniente, acompañando a su capitán Médico y al Comisario Político, del que no
se sabe a que Sindicato pertenecía; éste les dijo a ambos que lo acompañaran
para inspeccionar una posición de guerra. Al doblar un recodo de la trinchera,
se oyeron dos disparos, que dejaron muerto al Médico. El Comisario al
encontrarse casi sólo, se dirigió a Giné Vazquez y le dijo:” a partir de este
momento, eres el Médico del Batallón”.
Me hubiera gustado que Juan me
narrara anécdotas de la vida de esta buena persona, Giné Vazquez, pero me dijo
que tenían prisa con sus acompañantes y se fueron. Yo le prometí que le
mandaría alguna fotografía de la Guerra Civil, pero a él, por lo visto, tampoco le quedó tiempo para
proporcionarme otras, que me dijo una camarera de la Posada, que había enseñado
a otras personas.
Pocos días después de esta
agradable visita, he recibido comentarios de Juan Atienza y yo le prometo leer
lo que contiene en el apartado que me comunica. ¡Gracias!.
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