Después de varios años, en qué
visité este Centro de seres humanos, con capacidad psíquica disminuida y que
Atades levantó al lado de la carretera de Jaca, junto al Santuario de Nuestra
Señora de Cillas, he vuelto al vivero de que disponen para buscar plantas de
pequeños cipreses para ponerlas en un jardín. El día veintidós de Noviembre de
este año de 2006, llegué a dicho vivero a las nueve de la mañana, pero no lo
abren hasta las diez. Entonces pasé a recordar aquella inauguración del
monumento, que se levanta cerca de la entrada del edificio redondo, que fue el
primero que se edificó en el Centro de Atades, pero ahora se alzan varios edificios, algunos también
redondos, separados por verdes prados y en ellos se alzan altivos pinos y
redondos olivos y todos ellos, a saber, los edificios , los prados y los
árboles, forman como un pueblo de esos que se representan en los cuentos de
enanos y en el que viven los disminuidos psíquicos, cuidados por Atades.
Parecen estos árboles criaturas
de Dios, como lo somos los hombres y mujeres, porque al mirar la afilada copa
de los pinos, éstos nos señalan del cielo; en cambio los olivos con sus
retorcidos troncos y el color verde-blanco de sus hojas, están coronados por
unas copas esféricas, que nos recuerdan los trabajos que realizan los hombres y
mujeres en el mundo y nos invitan a visitar los varios edificios, también
redondos muchos de ellos, que imitando al Doctor Don Manuel Artero, que tiene colgado
su retrato en el vestíbulo, otras personas, en escasos años han ampliado la
extensión del Centro, desde el día en que se levantó el monumento hasta el día
de hoy.
Es que esas personas se preocupan
de todas las necesidades de las otras personas
necesitadas, porque sus facultades han recibido algún recorte. Pasé por el
comedor, donde estaban los disminuidos desayunando con apetito y con comodidad
en un ambiente agradable, al que contribuía la calefacción. Estuve esperando
que abrieran el vivero, en el recibidor, por el que pasaban algunos mozos de
enorme volumen y también mozas diminutas de cuerpo, pero que creo que tenían un
alma gigantesca. Un grupo de mozos y de mozas estaban esperando que los
llevaran a la piscina municipal para bañarse, en este mes del Otoño, en tanto
que otros con sus bolsas esperaban la hora para empezar sus diarias prácticas
de trabajos manuales. Yo, como ellos, también estaba esperando que abriesen el
vivero a las diez de la mañana, para coger alguna planta, como algún muchacho esperaba para, en
el mismo vivero, prestar sus servicios a la belleza de sus jardines.
En resumen, todos estábamos allí
esperando, como están todos los hombres y mujeres en este mundo, pero los
inquilinos habitantes de este pueblo, no
de enanos sino de disminuidos psíquicos, que se creó en Huesca sólo para ellos,
también esperaban solamente pasar los ratos felices que se les iban a
proporcionar a lo largo del día. En tanto la gente de la calle espera también
pasar ratos de felicidad, pero tienen que aguantar desgracias, que surgen
espontáneamente a lo largo de la vida.
Hay que agradecer a las personas
que han creado este Centro y que trabajan por los disminuidos psíquicos, para
que sean felices, ya que si ellos faltaran seríamos enormemente desgraciados sin
su obra.
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