Cuando subo desde Fañanás a Siétamo y paso por Abrisén, que para algunos significa “bosque de encinas”, me encuentro solitario ante un magnífico paisaje, que lo fue mucho más en antiguos tiempos. Aquella zona está atravesada por el río Guatizalema, que con la presa o azud de Abrisén, riega la llanura aluvial, que sube de Fañanás hacia Siétamo, convirtiéndose en saso, que posee una tierra roya, llena de guijarros y casi en lo más alto de la cuesta, se ven los restos de la antigua iglesia de la población de Abrisén. Dicha torre era de planta cuadrada, de buen sillar, bien labrada, lo que indica que sus gentes vivían cierto estado de riqueza o con bastante holgura.
Abrisén es una palabra
prerromana, que parece ser una combinación del vasco- ibérico con algún término
celta; la letra A del celta, quiere decir altura y la sílaba ar o ara, en vasco
significa río. En nuestra provincia tenemos el río Ara y el río Aragón, entre
otros. El nombre de Abrisén coincide con la altura en que se encuentra y con la
palabra río, en este caso el río Guatizalema, del que se suministraba de agua.
Lo de brisén tal vez tenga algo que ver con la palabra celta briga, que
significa cerro, monte o acrópolis.
Queda debajo del saso la terraza aluvial,
donde se podían ver enterramientos de tébula o losa de los antiguos pobladores
romano tardíos y los primeros cristianos
visigóticos.
Al contemplar aquel paisaje tan hermoso y tan
abandonado que se ha quedado prácticamente vacío, uno piensa en aquellos que en
sucesivos tiempos lo poblaron.
Pienso a quien podía preguntarle
por aquella tierra y por quienes la poblaron y por los conejos, los jabalís,
las liebres, las perdices y las codornices, además de por los ánades que
todavía yo he visto que criaban en las orillas del río Guatizalema. ¡Qué fácil
me resultaría la solución si creyera en los gnomos, como un gran amigo mío que
me dice que los ha visto y ha hablado con ellos en las cercanías de la Ermita
de San Cosme y San Damián!.Yo le pregunto que es lo que comen y me dice que se
alimentan con yerbas silvestres; afirma que tienen una vida, que se prolonga
durante unos setecientos años. Otro amigo me mostró una fotografía de un paraje
de la misma Sierra y en ella se adivinan numerosos rostros de esos seres tan
simpáticos y uno no sabe si son espíritus o cuerpos materiales, pero no pueden
ser cuerpos, pues no se ven por ninguna parte, ningún resto de sus ropas ni de
sus cuerpos.
El gnomo es como un espíritu
bromista, del que dicen que daba sustos y chanzas a los hombres o les sustraía
pequeñas pertenencias a los transeúntes que pasaban por los bosques donde ellos
habitaban. Al transitar por el término de un antiguo pueblo desaparecido, pensé
que su actual belleza fue superior en tiempos pasados, pues los encinares
ancestrales, actualmente espesos y
lúgubres, lo serían más; lo serían tanto que transitar por ellos, durante las
horas posteriores al crepúsculo, donde el miedo y la superstición de los
primitivos habitantes hispanos, los hacían creer en espíritus, hadas, gnomos, meigas
y súcubos o demonios. A tales seres creían verlos u oírlos en los diferentes
movimientos que se producían como efectos de los diferentes accidentes
atmosféricos y naturales, que se siguen dando, aún hoy en día y producen en
toda la zona poblada por un denso y primigenio bosque.
Desde la altura de Abrisén,
mirando al río, se ven en sus orillas unas escaleras picadas en la piedra de
sus orillas y cerca de ellas hay como una balsa
picada también en la piedra, en la que echaban el agua del río para beber
los hombres y los animales. Parece ser que la subían usando el procedimiento
que se usa todavía, para sacar agua de las balsas de los hortales: sobre dos o
tres pies de ramas de árbol se coloca una pértiga larga en su parte central y
en un extremo se instala un contrapeso y en el otro un cubo, que se hunde en el
agua y ayudados por ese contrapeso, los hombres sacaban el agua del río y la
echaban en la balsa. Los gnomos prefieren estos sistemas energéticos que no
envenenan el aire con óxido de carbono. Yo no sé si son ellos los que hacen
propaganda de la energía eólica, en estos tiempos modernos.
Para los celtas y los celtíberos
que vivían por los bosques españoles, las encinas eran sibilas sagradas, a las
cuales acudían los druidas a sus reuniones y a recoger la planta sagrada del
muérdago. Siempre que se iba a arrancar una encina, se realizaba una ceremonia
sagrada, en la que pedían perdón al árbol y a la Naturaleza, antes del
desarraigo de dicho árbol. Es que la encina proporcionaba a los habitantes de estos
bosques la alimentación, pues de las bellotas se extraía la harina, con la que
fabricaban el pan y con sus ramas se calentaban y en aquellos bosques se
mantenían sus ganados. Entonces las abejas no tenían problemas que les
dificultasen la vida y producían cantidad de miel, que aprovechaban aquellos
primitivos iberos y celtas para su alimentación, pues con la miel hacían
cantidad de platos y bebidas, algunas medicinales. Quedan en aquel saso unas
cuatro colmenas, que se encuentran medio ocultas entre las carrascas y lejos de
tierras de cultivo, donde se lanzan herbicidas y otros productos que las
aniquilarían.¡Cómo conserva el dueño de las colmenas las aficiones de aquellos
antiguos pobladores!. Igual que en Abrisén vivía un enorme bosque, en Blecua
existía otro mayor y en dicho pueblo están esperando la investigación de un
gran cementerio ilergete.
No les pregunté a aquellos seres
tan inteligentes y tan amigos de la Naturaleza, pero pensando en ellos, se me
abrieron varias respuestas a mis inquietos pensamientos. Yo lamentaba la
escasez de arbolado, de hombres y de animales que quedaban en aquellas terrazas
aluviales y en los sasos más elevados y resulta que aquellos gnomos, dicen que
estaban en aquellas zonas para evitar la desaparición del hombre y de los
animales y para ello intentaban introducir en las mentes de los humanos
explicaciones de la conservación de la Naturaleza y aquellos primeros
habitantes hacían caso a esas ideas que les comunicaban los gnomos, pero al
llegar la invasión árabe de España y su Reconquista, con la política de tierra
quemada, toda la riqueza arbórea se destruyó totalmente, tardando luego muchos
años en repararlos y todavía no se ha conseguido la recuperación de esos
numerosos bosques, como el que había en Abrisén.
En Huesca desde el año mil al mil
cien, desde una línea que iba desde Agüero, Murillo, Sarsa-Marcuello, Loarre,
con sus castillos, Aniés, Santolaria, Abizanda con sus torres de vigilancia,
Ainsa, etc., hacia el norte estaban los cristianos y hacia el sur los moros.
Y la política de tierra quemada
dio vida a la guerra, para llevar al
mundo a su destrucción, abriendo caminos
que llevan a la humanidad a su muerte. Llegaba la época de la siega y los
cristianos obsevaban los campos ya “segaderos” y se lanzaban sobre ellos para
segar la mies que necesitaban para comer el pan de cada día y tras de aquella
siega, encendían los campos y los bosques. A veces ocurría el hecho contrario,
cuando los moros estaban fuertes y acudían al norte a devolver la política de
la tierra quemada, siendo Almanzor un maestro en el ejercicio de tan guerrera
política.
Después de la Guerra Civil, han
ido desapareciendo los habitantes y la fauna de esos territorios. Sigue pasando
el río Guatizalema por el mismo cauce y mirando al sur y a la misma orilla del
río, se ve el tozal sobre el que reina la ermita de Bureta, con su Virgen, a la
que ya no puede saludar la Virgen que estaba en Abrisén, porque ha
desaparecido.¡Memos mal que aunque ya casi no queda gente por aquellos
términos, hay hombres y mujeres, que viven en Huesca y se acuerdan de ir a
visitar a la Virgen de Bureta!.
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