Antonio es un amigo mío, desde ya
hace muchos años. Es un caballero, porque desde el pueblo en que vive con su
esposa y con sus dos hijos, de vez en cuando, se monta en un caballo y unas
veces sólo y otras acompañado, cabalga por el Somontano de Huesca y llega, a
veces, a la antigua y reparada iglesia de Nasarre, en el Norte de la Sierra de
Guara. Pasa por terrenos maravillosos como los profundos caudales del río
Alcanadre. Un día durmió, acompañado por
un compañero en dicha iglesia y soñó cosas bellas, quizá para compensar la
ausencia de habitantes en Nasarre y su comarca. En otra excursión, subió,
acompañado por su esposa al Pantano de Belsué y allí pasaron, marido y mujer, un espacio de tiempo,
maravilloso. Gozaba aquella excursión de
la suerte de que el panorama era grandioso y bañado en una temperatura, que
hacía que sus cuerpos alcanzasen el equilibrio con sus espíritus, logrando una
paz, que los hacía felices. Se tumbaron en el césped primaveral y sacaron
fotografías de aquella tierra por la que se va a Nocito. Una de aquellas fotos,
me la enseñó y yo quedé admirado, porque en ella, no sé si se verían rostros de
gnomos y al mismo tiempo acudían a mis oídos, o a mí me lo parecía, dulces sonidos musicales, que
yo no conocía, pues endulzaban mi espíritu y me cegaban la razón. Le dije que
cuando pudiera me sacase una fotocopia de tal ambiente. Me dijo que sí, pero no
he vuelto a ver tal panorama.
Al encontrármelo hace escasos pocos días, lo vi,
con el cabellos ya canos, como si hubiesen pasado ya varios años desde aquella
promesa de que me prestaría su maravillosa fotografía. Nos alegramos
enormemente de nuestro encuentro y al preguntarle por aquel paisaje, que había retratado, me dijo, dolorido, que la
había perdido.
Yo, que estaba pensando en ver algún gnomo o enano
fantástico de los que dicen que cuidan la Tierra en sus adentros, en los que
viven, vigilando los tesoros subterráneos y los valiosos metales y piedras preciosas.
Dicen que igual ocupan lo alto de una montaña, que las orillas de los ríos. Paracelso los nombra en el año de 1566, pero
unos afirman que gnomo viene del latín gnomus y otros que del griego, con el
significado de “conocer”. Yo, ya los conocía, porque siempre me habían llamado
la atención los siete enanitos de Blanca Nieves, cuando como buenos gnomos
vivían en una casita pequeña y ecológica, siendo su conducta bondadosa y con
amor al trabajo. Pero el origen más válido es el que los atribuye a los cabalistas
hebreos, que los hicieron los reyes del interior de la Tierra y viviendo en
cada árbol, en cada planta y en cada flor. Cuando moría un árbol, una planta o una flor, el gnomo que las
habitaba, desaparecía y se iba a otro lugar
bello o esotérico. ¡Qué triste no poder contemplar a los gnomos, que además con instrumentos musicales,
fabricados por ellos mismos, recreaban no sólo la vista, sino también el sonido de los bosques. Porque
la Cabala es una descripción de la Naturaleza, que nos la hace ver como una
realidad espiritual y física. La cabala fue cultivada por los sefarditas,
judíos españoles.
Los gnomos masculinos llevan un sombrero
puntiagudo de color rojo, en tanto los gnomos femeninos lo llevan verde. Basta
con fijarse en los siete enanitos de Blanca Nieves, para darse cuenta del
aspecto de estos seres sobrenaturales. Esta categoría no se la da la mitología
sino la superstición de los pueblos de Norte, de los Cárpatos y de muchos otros
pueblos por lo que se extendido su simpatía.
Hay quien les da a los gnomos,
como he dicho, un origen en los
filósofos judíos, estudiando la Cábala. El Universo obedece a principios
poderosos, que hacen que la vida vaya
mejorando a través de los tiempos. Es como si la Naturaleza estuviera
entrelazada entre las leyes
fisicoquímicas y una realidad espiritual. Los gnomos serían unos
espíritus, parecidos al alma de los hombres y según dicen en algunas zonas, viviría
un gnomo en cada árbol, en cada planta, en cada mina de piedras preciosas. Unos
creen en un origen mitológico de los gnomos y otros en un desarrollo supersticioso.
Antonio y su mujer estaban tendidos ante aquel panorama de la Sierra y no veían
a los gnomos, pero algo les fascinaba, porque en cada árbol, se estaba
asomando, sin ser visto ninguno de ellos, que influía en su estado de optimismo, sin que ellos se
dieran cuenta.
Aquella fotografía que perdió
Antonio, parece ser que podía aclarar algo de los gnomos, pues se veían en
ella, alguno de sus gorros, de sus
barbas, de su bigote y de sus calzados también puntiagudos.
La Cábala con sus gnomos
investiga los sentidos misteriosos, relacionados unos con las Escrituras y otros
con lo que no comprendemos de la Naturaleza.
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