La Trinidad de Bolea (Huesca). |
Limita la parte Norte de la Hoya
de Huesca con la Comarca del Alto Gállego. Entre dicho Alto Gállego y la Sierra
de Guara hay un territorio, no exageradamente grande, pero elevado y no lejos
de su capital, es decir, Huesca. Está rodeado de montañas, que en casos como
Guara, mide 2078 metros de altura y el Pico del Aguila, alcanza los 1.629. Esta
zona está casi despoblada, con núcleos sin habitantes o con unos pocos, pero los hay en que viven bastantes habitantes, como
Arguis, Bolea, Aniés y otros como Nocito que con muy escasos pobladores, tiene una personalidad turística, que influye
hasta en la capital de Huesca, concretamente en la iglesia de San Pedro y
también en la historia de Huesca, a través
de San Urbez, al que siempre se le ha pedido que lloviera, para regar
los campos. Otros pueblos, como Lusera,
están despoblados y otros como Belsué, con muy pocos vecinos, que son unos seis
o siete. Hay un sendero turístico, que sirve para conocer el pasado de aquellos
pueblos y que está señalado por la parte
que va por la cara Norte de la Sierra de Guara. Arguis, con su pantano, la autovía que pasa
por él y con sus numerosos chalets, es el centro de esa zona. La autovía corre
desde Huesca a Canfranc, de abajo arriba, pero también se llega a él por el
sendero marcado, que comienza en Belsué, sigue por Lusera, Nocito, Bara para
entrar en Arguis. Turísticamente se va a Bolea, a Aniés, a Loarre e incluso
hasta la provincia de Navarra. Ahora además de sendas marcadas, para recorrer
aquel país, está la autopista, que no se sabe, cuando la van a acabar de construir y también se creó
una carretera entre Arguis y Belsué. Entonces, que yo era veterinario de Bolea,
no podía ir a Belsué, con mi moto, por una carretera, que no existía y tuve que buscar otro
procedimiento Cuando yo tuve que ir a
este pueblo, como he dicho, era veterinario titular de Bolea, y tuve que acudir
a la Ermita de Santa María de la Peña, entre Bolea y Aniés, a cuya pertenencia estaba adscrita.
La Ermita de Santa María de la
Peña, fue descubierta por un cazador en la Edad Media y desde entonces se
picaron unas escaleras en las rocas para subir arriba. En las alturas, con su
fuente, se encuentra la Ermita de Nuestra Señora de la Peña y son varias las
romerías que se celebran en honor de la Virgen. Los de Aniés acuden el día ocho
de Mayo, acudiendo también los vecinos de Rasal y de Bentué. Subimos a la
Ermita y el cura, dio a besar una cadena, de cuya historia no me acuerdo, pero
todos con gran respeto la veneramos. La visión desde la Peña es una vista pirenaica maravillosa y por Bolea, a escasos
kilómetros, se divisa la llanura de la Hoya de Huesca. El día nueve de Mayo se
reunían en la Ermita de Nuestra Señor de
la Peña, los romeros que acudían desde Arguis, Nueno, Santolarita y Belsué
Yo subí a la Ermita, porque había
quedado de acuerdo con los ganaderos de Belsué, y allí nos encontramos. Cuando
acabó el acto religioso, los ganaderos de Belsué, me acomodaron en los lomos de
una mula y comenzamos a bajar por esas laderas, hacia el pueblo. Había trechos
en que cabalgar por aquellas inclinaciones de la Sierra y los ganaderos, me
aconsejaban que me apeara, pero yo, con un enorme orgullo, que me proporcionaba, la visión de
la Sierra Caballera y aquel paisaje tan
bello, no les hice caso. Aquellas
bajadas eran enormes y todos los que bajaban, lo hacían andando. Yo no quise
apearme, a pesar de que los “lorros”, como se apodaban los hijos de Belsué, me
aconsejaban que me apeara de la mula, ya que corría el peligro de que cayese la
mula y yo detrás de ella, fuese rodando por aquellas bajadas enormes, dando
vueltas como un “zaborro”, que hubieran lanzado desde allá arriba.
Ese fue el camino que seguí para
ir a vacunar ovejas, al pueblo de Belsué, pero es que, como he dicho, no había
otro, ya que la carretera que, hoy, lo
comunica con Arguis, no existía. Entonces yo tenía veintiocho años de edad y
hoy tengo ochenta y tres. ¡Ya ha pasado tiempo desde entonces!. Pero, a pesar de haber pasado más de sesenta años,
todavía me acuerdo de los habitantes de Belsué, que eran unos seres nobles y
respetuosos con los hombres, y
cuidadosos con sus animales, fueran éstos cabras, ovejas o caballerías.
Al llegar a Belsué, con la ayuda
de sus vecinos, vacuné todas las reses contra la Basquilla. Estuvimos
alternando, haciendo comentarios de la calidad de las ovejas y del buen aspecto
que tenían, algunos corderos, que, como ternascos, tenían un sabor maravilloso.
Hablamos de la belleza y antigüedad de la iglesia, al tiempo que echábamos
algún trago de vino, contemplando aquellas ovejas. Era un pueblo que no estaba
apretando sus casas, unas contra otras, sino que estaba algo estendido, y
resultaba agradable contemplarlo. Me acuerdo de las cinco casas, que con sus
ovejas formaban el rebaño y lo que conversamos de los lejanos recuerdos de las
viviendas y de sus dueños. El dueño de la Casa Alta, lo encontré al lado del
Casino de Huesca, el día quince de Enero del
año 2014. Se llama José María Aquilué, otra casa era la de Ciprés, luego
la de Lorente, la de Mairal y la de Otín. ¡Pobre José María Aquilué, que hace
más de cincuenta años, conocía la “fabla” aragonesa, pero que hemos tardado en expresarnos en ella, cuando ya
casi no quedan habitantes en Belsué!.
Pero nos hemos comunicado en un Bar de la capital oscense, después de haber
callado durante cincuenta años.
Me quedé con ganas de esperar al
día siguiente para bajar a Bolea, pero como tenía otros rebaños esperando que
los vacunara, me prepararon, no recuerdo
si la misma mula, que me bajó de la Ermita de Santa María de la Peña, en Aniés,
y me bajaron a caballo, a la Ermita de
la Trinidad de Bolea. Me despedí, muy agradecido de los ganaderos de Belsué, en
la misma Ermita y me bajé andando a Bolea a casa de Gonzalo Palacín, donde
estaba acogido como Veterinario.
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