He escuchado contar los pensamientos de un muchacho que se llama Daniel, que tiene dieciocho años y a cuyos padres conozco e incluso a su abuelo conocí, ya hace muchos años. Lo he visto haciendo sus deberes escolares, a la buena sombra de su madre, que con sus conocimientos y su gran amor a los hijos, le ayudaba.
Daniel pensaba en los temas que
le proponían en el Colegio, pero además con su propio cerebro, se planteaba
problemas existenciales, religiosos y humanos. En su clase, ante la explicación
de un profesor y a sus preguntas, respondió que él no creía en nada, que por sí
mismo no pudiera comprobar con su visión. Por ejemplo no creía en la Creación
del hombre por el Señor, porque nació, como todos nacemos, sin una inteligencia
desarrollada, que tardó varios años en desarrollarse, hasta que entró en su
juventud, que le hacía pensar en los orígenes de la Tierra, de la Humanidad y
¿por qué no? en los animales, empezando por aquel perro tal vez lobo, que
acompañaba a sus abuelos en su casa de Banariés.
Sus pensamientos le dan vueltas
por la cabeza ante cualquier problema que se le presente en la vida, por
ejemplo cierto día le dieron un folleto de Alcer o Asociación de
Transplantes de órganos y él lo leyó y le dijo a su madre, me gusta esta forma
de ayudarse los hombres, pero si doy algún órgano, tal vez no sería admitido
allá arriba.
Hace tiempo que afirmó que no creía
en el Creador, como decían algunos de los sabios que están en los Alpes, vigilando
la aceleración de los protones, pero que al mirarlos, les recuerdan el Big-ban
y dicen que su lugar de pruebas es la “pista de Dios”. Igual le pasa a Daniel,
que le inquietan los problemas religiosos y está apuntado al Club del Tiempo
Libre, en la Parroquia de Santiago y en la Parroquia del Perpetuo Socorro, le
atraen los sonidos de las trompetas, como el año pasado le hacían gozar los
sonoros golpes de los tambores.
En su cerebro se dan las
reflexiones sobre Dios y los hombres, animados por el lenguaje musical de los
tambores, las trompetas y las cornetas.
¡ Este muchacho se queda admirado
al escuchar hablar de Dios y de los misterios de la vida, con el lenguaje
musical, todavía más misterioso, de las notas que hace sonar en los tambores,
en las trompetas y en las cornetas que hace sonar en las procesiones!.
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