sábado, 24 de mayo de 2014

Curro Jiménez, Diego Corrientes y el Cucaracha

El bandido "El cucaracha".


Todos hemos visto en la televisión la vida de Curro Jiménez. Fue éste uno de tantos bandidos, llamados por el pueblo, generosos, porque decían que robaban al rico y socorrían al pobre. Algunos de ellos, como Diego Corrientes, no cometieron delitos de sangre, pero cuando cayeron en manos de la justicia, murieron descuartizados. Los bandidos que  más fama alcanzaron en España fueron andaluces, pero en el Alto Aragón tuvimos al Cucaracha, cuyo recuerdo permanece en la memoria de las gentes de nuestros pueblos.
Los aragoneses no somos dados a airear nuestros propios asuntos y, sin embargo, con la vida de nuestro bandolero,  el Cucaracha, se podría filmar una película que no le tendría envidia a la de Curro Jiménez. Casi hemos destruido la jota y la fabla, hemos olvidado a nuestros hombres famosos por sus valores intelectuales, literarios  o por su mito. Bien se vale que mosen  Rafael Andolz,   publicó su libro sobre la vida de nuestro personaje.
El Cucaracha tenía sus escondrijos en la Sierra que va de Tardienta  a Alcubierre y otras veces se ocultaba en las cuevas de la Serreta que va desde Piracés hasta Alberuela, pasando por Tramaced, Fraella y Marcén. Grañén en el llano, quedaba casi en el centro geográfico del mapa de sus correrías. Alguna vez se alejaba de esta comarca, llegando hasta Colungo, donde con su cuadrilla asaltó una casa muy rica. Dicen que todavía alguien de la “redolada” conserva una clueca de oro con sus “polletes”. Si es verdad, yo creo que ya habrá prescrito el delito, porque estas fechorías tuvieron lugar a fines del siglo pasado.
En Senés, la víspera de San Bartolomé, se puso un bandolero en cada boca de calle y el Cucaracha se llevó lo que quiso sin ninguna violencia.
En Torralba los pinos bajaban de la Sierra hasta el  Pilar y escondiéndose entre ellos, llegó un secuaz hasta una casa, en que llamó, miraron desde una ventana y viendo de quien se trataba, le tiraron una gruesa piedra, le dieron en la cabeza y lo dejaron muerto. En Callén dicen que el Cucaracha mató al amo de casa Bercero, pero el pueblo dice que fue un criado infiel, buscando descargar su crimen en el bandido.
En toda película tiene que salir una bella mujer amada por el protagonista y el que nos ocupa dicen que tenía una amante en Torres de Barbués. También los bandidos tienen su corazoncito. Si, el Cucaracha tenía buen corazón y a los labradores pobres les daba dinero para comprar dos, tres o cuatro cahices de trigo para sembrar. También demostró su generosidad con “Siña Olaria”.
“Cuatro titinas  teneba a viella Olaria n’o  corral. Una con a gorguera pelata, sin plumas, con a pelleta muy roya, muy roya y cotaza de tanto aparar a frigor d’a nuey al raso, penchada en una figuera. ”Otra tenía la cresta granada como una granada; otra era negra como la toca, la toquilla, las sayas y las alpargatas de su dueña y la más pequeña era enana, pero la que más gozo le proporcionaba. Se le ponía en los hombros cuando se acomodaba en la silleta de ir a misa y le picaba en las cabecicas negras y redondas que le sujetaban el moño. Estaba viuda  y como no tenía dinero, no podía pagar la contribución. El recaudador, que tenía la conciencia más negra que la gallina del mismo color de la señora Olaria, se le llevó la negra, la pelada, la de la cresta granada y la enanica.
El Cucaraca que se enteró, le regaló ocho gallinas y dos sacos de trigo para que les diese de comer.
Pero el bandido generoso estaba condenado a muerte y estando asando un cordero en una paridera, mandó al “repatán” a buscar vino. Cogieron al muchacho y en su bota le pusieron un soporífero, para que se durmiera el Cucaracha. Estando durmiendo llegó la justicia y le dispararon.  Aún tuvo tiempo de incorporarse y de disparar un trabuco de boca de campana, antes de caer muerto. Sus enemigos muy contentos, cantaban: “La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar”.

“Siña Olaria”, a pesar de sus escasas posibilidades, le mandó decir una misa y le rezaba por las noches el rosario y lloraba, lloraba.

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