El bandido "El cucaracha". |
Todos hemos visto en la
televisión la vida de Curro Jiménez. Fue éste uno de tantos bandidos, llamados
por el pueblo, generosos, porque decían que robaban al rico y socorrían al pobre.
Algunos de ellos, como Diego Corrientes, no cometieron delitos de sangre, pero
cuando cayeron en manos de la justicia, murieron descuartizados. Los bandidos
que más fama alcanzaron en España fueron
andaluces, pero en el Alto Aragón tuvimos al Cucaracha, cuyo recuerdo permanece
en la memoria de las gentes de nuestros pueblos.
Los aragoneses no somos dados a
airear nuestros propios asuntos y, sin embargo, con la vida de nuestro
bandolero, el Cucaracha, se podría
filmar una película que no le tendría envidia a la de Curro Jiménez. Casi hemos
destruido la jota y la fabla, hemos olvidado a nuestros hombres famosos por sus
valores intelectuales, literarios o por
su mito. Bien se vale que mosen Rafael
Andolz, publicó su libro sobre la vida
de nuestro personaje.
El Cucaracha tenía sus
escondrijos en la Sierra que va de Tardienta a Alcubierre y otras veces se ocultaba en las
cuevas de la Serreta que va desde Piracés hasta Alberuela, pasando por
Tramaced, Fraella y Marcén. Grañén en el llano, quedaba casi en el centro
geográfico del mapa de sus correrías. Alguna vez se alejaba de esta comarca, llegando
hasta Colungo, donde con su cuadrilla asaltó una casa muy rica. Dicen que
todavía alguien de la “redolada” conserva una clueca de oro con sus “polletes”.
Si es verdad, yo creo que ya habrá prescrito el delito, porque estas fechorías
tuvieron lugar a fines del siglo pasado.
En Senés, la víspera de San
Bartolomé, se puso un bandolero en cada boca de calle y el Cucaracha se llevó
lo que quiso sin ninguna violencia.
En Torralba los pinos bajaban de
la Sierra hasta el Pilar y escondiéndose
entre ellos, llegó un secuaz hasta una casa, en que llamó, miraron desde una
ventana y viendo de quien se trataba, le tiraron una gruesa piedra, le dieron
en la cabeza y lo dejaron muerto. En Callén dicen que el Cucaracha mató al amo
de casa Bercero, pero el pueblo dice que fue un criado infiel, buscando descargar
su crimen en el bandido.
En toda película tiene que salir
una bella mujer amada por el protagonista y el que nos ocupa dicen que tenía
una amante en Torres de Barbués. También los bandidos tienen su corazoncito.
Si, el Cucaracha tenía buen corazón y a los labradores pobres les daba dinero
para comprar dos, tres o cuatro cahices de trigo para sembrar. También demostró
su generosidad con “Siña Olaria”.
“Cuatro titinas teneba a viella Olaria n’o corral. Una con a gorguera pelata, sin plumas,
con a pelleta muy roya, muy roya y cotaza de tanto aparar a frigor d’a nuey al
raso, penchada en una figuera. ”Otra tenía la cresta granada como una granada;
otra era negra como la toca, la toquilla, las sayas y las alpargatas de su
dueña y la más pequeña era enana, pero la que más gozo le proporcionaba. Se le
ponía en los hombros cuando se acomodaba en la silleta de ir a misa y le picaba
en las cabecicas negras y redondas que le sujetaban el moño. Estaba viuda y como no tenía dinero, no podía pagar la
contribución. El recaudador, que tenía la conciencia más negra que la gallina
del mismo color de la señora Olaria, se le llevó la negra, la pelada, la de la
cresta granada y la enanica.
El Cucaraca que se enteró, le
regaló ocho gallinas y dos sacos de trigo para que les diese de comer.
Pero el bandido generoso estaba
condenado a muerte y estando asando un cordero en una paridera, mandó al
“repatán” a buscar vino. Cogieron al muchacho y en su bota le pusieron un
soporífero, para que se durmiera el Cucaracha. Estando durmiendo llegó la
justicia y le dispararon. Aún tuvo
tiempo de incorporarse y de disparar un trabuco de boca de campana, antes de
caer muerto. Sus enemigos muy contentos, cantaban: “La cucaracha, la cucaracha,
ya no puede caminar”.
“Siña Olaria”, a pesar de sus escasas
posibilidades, le mandó decir una misa y le rezaba por las noches el rosario y
lloraba, lloraba.
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