He ido, como tantas veces, a la
Panadería de Alcalá del Obispo, donde fabrican o más bien elaboran unas
magdalenas exquisitas.
Allí suelo encontrarme, porque voy con frecuencia
a tal lugar, con un señor que se encuentra muy próximo a cumplir los noventa y
siete años de edad. Yo varias veces me he dirigido a él para conocer su
historia, que es, aunque cada uno vive sus aventuras particulares, la de tantos
somontaneses, pero como casi no oye, fracasé en mi propósito. Pero hoy me he
encontrado en el mismo horno a otro somontanés, nacido en Alcalá del Obispo en
mil novecientos ocho, y que se llama Santiago Ortas Abad.
Al decirle si era más mayor que
el padre del panadero, respondió que sí, ya que tenía unos tres meses más que
él. Yo me dije :¡qué vida tan regalada se habrán dado estos señores, para
conseguir acercarse a los cien años!.Pero estaba equivocado porque Santiago me
contó que el año mil novecientos treinta y seis estaba sirviendo en Tabernas de
Isuela. Se enteró de que los sublevados iban a ir a buscarlo a Tabernas,
diciéndome que para fusilarlo y huyó a Sangarrén y se ofreció como voluntario.
Inmediatamente lo aceptaron y formando parte de un batallón, lo mandaron al
frente de Huesca.
Hablando de sus primeros años, me
contó que entonces le contaban hechos de unas guerras pasadas, como las
carlistas, en que en la Ermita próxima de Bureta, fue utilizada como hospital
de sangre. Pero no sólo se derramó sangre en tal guerra, sino que él mismo tuvo
que vivir la Guerra Civil española de mil novecientos treinta y seis y vio como
en aquella, ya antigua España, corría la sangre de los hombres, de las mujeres
y de los niños.
Si alguno de los que en esa lucha
comprometieron su vida quedó vivo, como Santiago, cuando acabó la lucha estuvo
prisionero en tres campos de concentración; el primero el de Alicante, el otro
en Portceli en la parte de Valencia y por fin en Albaterra.
Pero no fueron estos campos de
concentración los únicos en los que tuvo que trabajar y sufrir, pues me dijo
que había trabajado en la construcción de la Cárcel de Huesca, de la que ahora
se dice que la van a derribar.
El gran escritor Georges Orwell,
también estuvo voluntario en nuestra horrible guerra y escribió:”Mi herida no
fue gran cosa pero es un milagro que no me costara la vida...Me alegro bastante
pues creo que esto nos pasará a todos en un futuro próximo de que una bala me
haya herido”.Pero a pesar de la profecía de Orwell, Santiago quedó vivo, pero
tuvo que sufrir en los campos de concentración, en las obras en las que tuvo
que trabajar como la cárcel de Huesca.
Parece imposible que Santiago quedara y siguiera vivo a pesar de ser condenado
a varias penas de muerte. Al llegar la Democracia solicitó las compensaciones
que recibieron en Cataluña muchos de los que como él fueron explotados en la
Guerra Civil, pero todavía las está esperando.
Todo fueron para él disgustos, que no han conseguido
deshacer su nobleza, su simpatía y su sinceridad .Hubo escenas en su vida de
las que no puede olvidarse, como aquella en que unos hombres, que decían amar a
Dios, con unos camiones pasaron por encima de hombres mayores, mujeres y
niños.¿Cómo podían amar a Dios aquellos que parecían ignorar el primer
mandamiento de su Ley, que dice:”Amarás a Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo”?. Santiago sigue amando a su prójimo, a pesar
de las persecuciones que sufrió sin haber creado motivos para ello, pues él lo
único que sabía hacer, era trabajar.
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