lunes, 23 de junio de 2014

“Mataban a la gente igual que a las moscas”

Pantano de Arguis (Huesca)


Tomás Castán Malo, de apellidos altoaragoneses, nació hace ya unos noventa y tres años, en el pueblo de Arguis. ¡Arguis!, pueblo de la Montaña, a escasamente doce kilómetros de Nueno, ya en  la Tierra Baja. En este pueblo se acumulan las aguas en el Pantano más antiguo de la provincia de  Huesca. A Tomás le llamaba la atención ese pantano, levantado en el siglo XVII, del que bajaba agua a la Capital y hoy, gracias a Dios y al que lo planteó, el señor Artigas, catedrático de la Universidad  Sertoriana, sigue bajando. Así como el agua bajaba por la fuerza de la gravedad, a él, ya muy niño, le atraía la Tierra Baja. El agua que le llamaba la atención por sus deseos de bajar, se acumulaba al lado de su casa, que llamaban Mesón de Foz y que ahora ha ascendido a la categoría de Restaurante de Foz. Cerca está la Peña, al lado de una tremenda Foz, como si las rocas hubiesen sido cortadas con una enorme hoz, para dar paso a las aguas del río Isuela. De niño iba a la Escuela y vivió en Arguis unos treinta y pico de  años. Pero  esta vida feliz,  a pesar de la escasez de medios que en aquellos tiempos se daban en Arguis, como en cualquier otro pueblo de la provincia, la vio interrumpida por la Guerra Civil del año 1936. En el pueblo,  a pesar de que unos eran de derechas y otros de izquierdas, no querían la Guerra y además los alcaldes uno de derechas, llamado Matías y otro de izquierdas, llamado Miguel eran buenas personas y no querían la violencia. La prueba es como en Arguis no mataron a nadie, ni unos ni otros, pero en el frente murieron tres, que seguramente no irían gustosos a la Guerra. Cierto día llegaron al pueblo, algunos vecinos de Nueno y de Apiés y colocaron una bandera de color rojo en la Torre de la Iglesia, cambiándola más tarde por otra de color más obscuro,  de la C.N.T. Entonces llevaron a los jóvenes del pueblo para ingresarlos en el Ejército Republicano, a Barbastro. De allí los pasaron, parece ser que con poca preparación,  a enfrentarse con los nacionales al frente de Madrid, cerca de la Ciudad Universitaria. Allí, exclamó Tomás que “¡mataban a la gente como moscas!” y “no lo sabe usted bien, como era aquello”.En Alcalá de Henares había Campo de Concentración, Cárcel y Penal.

Por lo visto regresaron después de cierto tiempo a Barbastro y al poco tiempo, se oía por todas partes exclamar: ¡vienen los fascistas y nos van a matar a todos!.Unos se escaparon a Francia y los jóvenes como Tomás y Jesús Banzo de Banastas, se fueron por el monte. Tomás estuvo con otros compañeros en una caseta, pasando hambre y Jesús, en otra caseta en Lascuarre, donde le dio de comer una señora de ese pueblo. Tomás y compañía decidieron bajar a Basbastro y en el camino los pararon unos requetés, les pidieron declaración y los acompañaron al nombrado Barbastro, juntándose en la Plaza de Toros más de mil jóvenes milicianos. Los subieron en camiones a Huesca, al Cuartel de San Juan y allí les dijeron que el que tuviera alguna persona de prestigio conocida que lo llamaran para reconocerlos. Enseguida vinieron unos para unos y otros para otros, se abrazaron al encontrarse y soltaron a casi todos. Al poco tiempo de estar en su casa, los  volvieron a llamar,  para ir a cumplir el Servicio Militar, que a Tomás  le duró unos dieciocho meses, por ser hijo de viuda pero a Jesús lo retuvieron durante siete años. De Huesca, antes de ingresar en el Ejército, los llevaron al Campo de Concentración de Zamora, donde estuvieron, según Tomás dieciocho días y según Jesús un mes aproximadamente. Aquello era un “zuriburri”, lleno de moros, alemanes, rusos, etc. que dormían apretados unos con otros por falta de mantas y “con más piojos que lleva un perro de gallinero”. Así como de Argüís murieron  tres mozos en la Guerra, de Banastas de nueve fueron ocho y así como Tomás estuvo dieciocho meses en el Ejército, Jesús tuvo que estar siete años. Tomás y Jesús se encuentran en el Parque y a sus más de noventa años, recuerdan aquellas penalidades de la Guerra, aunque por sus alrededor no hay jóvenes que escuchen esas aventuras, que los escarmentarían para empezar otra guerra.  

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