Algo especial tiene Aurora, pues
esta mañana, la he visto sacar de su casa, unas espigas de trigo, que ella ha
recogido por el monte de Siétamo. Estoy seguro de que dentro de su casa, y ella
me dice que sí, que tiene otro ramo de espigas, en la cocina. Es que ella, que
siente amor a su prójimo, no sólo se contenta, con gozar todo el año, que dura
desde la Noche de San Juan, meditando sobre aquel cereal, que es un producto de
la Naturaleza, acompañada por el trabajo de los sufridos labradores. Esa
meditación sobre el trigo, le dan salud y alegría, y más cuando le entrega otro
ramo de trigo a su vecina Vanesa, que también sonríe al recibir el regalo que
Aurora le proporciona, exento de ideas de beneficios por el dinero, sino
pensando en el pan nuestro de cada día. ¡Padre nuestro que estás en los
cielos…!
Aurora, la Noche de San Juan, se integra en la
Naturaleza y comulga con la idea de gozar de salud, de paz y de trabajo. Hay quien
conoce hierbas silvestres que ayudan a conservar la salud a las personas, pero
ella ve en el ramo de trigo señales de paz, de trabajo y de salud. Yo me
acuerdo de la Guerra Civil de 1936, en qué se perdieron las cosechas de trigo, fruto
del trabajo y del clima natural, de que gozaba ese trigo, desde la cima de la
sierra de Guara y se perdieron la paz, el trabajo y multitud de hombres y
mujeres murieron por obra de las balas de fusil, que se proporcionaban entre
sí, los enemigos de un lado y de otro.
Pero Aurora, no se acuerda ya,
porque entonces no vivía todavía, pero hace muy pocos días ha viajado a
Santiago de Compostela y escuchó las palabras de un peregrino, que decía: cuando chocan dos automóviles, se
oyen gruesas palabras entre ambos chóferes, cuando lo hacen dos bicicletas, los
ciclistas se aborrecen mutuamente, pero cuando, yendo a Santiago se encuentran dos peregrinos,
entran en conversación y favorecen la paz y la alegría.
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