Ruben Dario. |
Rubén Darío, poeta conmovedor, parece que
veía venir un periodo triste para la juventud, como todos los que a lo largo de
la Historia, han ido pasando, pero ahora, aplicando ese pasar a la juventud
actual, se da uno cuenta que quizá ésta juventud, se convierta en una generación perdida.
Llorar por una generación perdida es lo mismo que llorar por la humanidad, pues
decía Rubén: ”Juventud, divino tesoro, ya te vas para no volver. Cuando quiero
llorar no lloro y a veces, lloro sin querer”. No sé si los jóvenes no querrían
llorar, cuando se vieron rodeados por una construcción de chalets y de viviendas,
que se expandía por toda España, pero ahora lloran sin querer. Mi amigo Alfonso
Buil, con sus noventa años, cuando todavía era un niño de unos trece, desde la
altura de la Sierra de Guara, se daba cuenta de los “filtros”, que se abrían en las rocas y por los que
desaparecían las aguas que enviaban las nubes, desde todavía más arriba.
Aquellas aguas llovedizas, se filtraban e iban a parar a la Cueva de Solencio, donde sólo servían para ahogar a algún
explorador o para enterrar, en este caso “desaguar” a alguien que quería
suicidarse. El miraba el horizonte y soñaba, al contemplar las tierras que se
habían de regar debajo de Santa Cilia de
Panzano y de San Román de Morrano, por Sieso , Casbas, Angüés y Siétamo y al
fondo se divisaba el fabuloso Moncayo, como si estuviera al alcance de la mano.
En el Monasterio de Casbas, su Abadesa doña Ana Francisca Abarca de Bolea, tía
del Conde de Aranda, Ministro de Carlos III, entre otras muchas ocupaciones
civiles y militares, describió una Romería que en una ermita del Moncayo, se
celebraba con actos religiosos seguidos de festejos, en los que las sanas y
humildes pastoras del Moncayo, bailaban con los nobles que acudían a dicha
Romería. Aquellas extensas tierras, había que regarlas, para que como le decía
Don Joaquín Costa a su padre: con los riegos, la provincia de Huesca será la
más rica en producción agrícola de toda España. Y él soñaba al ver las
experiencias de su padre, de obtener
partos dobles de las ovejas de su casa de San Román de Morrano, que con las
producciones vegetales de las huertas, los españoles se alimentaran con
abundancia. Llegó la cruel Guerra Civil de 1936 y llegó el hambre a los
españoles, tanto que Argentina, conmovida, nos envió toneladas y toneladas de
trigo y los americanos leche en polvo, para alimentar a los niños en las escuelas.
Allá arriba Alfonso no tenía motivos para llorar, sino para sonreír, pero al
llegar la Guerra tuvo que llorar por los difuntos que caían abundantes, cerca
de San Román, como el boticario de Casbas. Pero dominó el manantial de las
lágrimas de sus ojos, porque lo que hizo, fue sembrar el patrimonio de su padre
con sus jóvenes trece años, ya que éste padre estaba enfermo. Pasaron desde entonces, muchos años y como me
he expresado, los españoles se vieron rodeados por una construcción casi
infinita, olvidándose de los pantanos y canales, que había que hacer correr por
esas tierras. Y entre tanto la industria en Huesca aunque creció con muy poco
vigor y muchas veces desdeñada por los “señores” de la administración, ha ido
desapareciendo poco a poco y no quedó más que la construcción y a ella acudían
a trabajar y a ganar dinero.
Alfonso
Buil, recordando aquellos viejos años, se expresaba así, hace pocos días: me da la impresión de que la
juventud, va a ser parte de una generación perdida, porque se ha quedado sin
trabajo y sin estudios. Pero además muchos jóvenes quedaron endeudados para
unos treinta años, porque animados por
el dinero que ganaban, se lanzaron a comprar viviendas y coches. Me dice
Alfonso, que por lo menos una mitad de esa juventud, ha sido o puede verse
hipotecada y despojada de sus pisos y esa deuda no les afecta sólo a ellos,
sino también a sus familiares, ya mayores, que, muy optimistas no se negaron a
firmar los contratos bancarios, que concertaban los jóvenes. Cuando aquellos
jóvenes firmaban una hipoteca, se comprometían a devolver el dinero que les
había prestado el Banco. Pero cuando se quedaban sin trabajo y no podían
devolver los plazos del préstamo, el Banco no quería recibir ladrillos, sino dinero. Cuando no pagaban, el Banco
subastaba el piso y lo adjudicaban por un precio inferior a su valor real, pero
si no podía dicho Banco sacar todo el
dinero que el joven debía, éste se quedaba sin piso y debiendo una cantidad,
que cuando en ella pensaba, lloraba , no sé si queriendo o sin querer. Hay que
arreglar en la sociedad, el asunto de los préstamos, pues como me dice Alfonso Buil , hay personas
que por deudas de dos millones de pesetas han perdido su fábrica o su
maquinaria , que era más valiosa que su deuda. Aquí no hay cuidado por el
bienestar de los hombres, que se ven sin ayuda, como en cambio la reciben, los mismos Bancos del Estado. Aquí, ¿Quién
tiene que llorar?. Yo creo que el hombre,
unas veces sabiendo por qué y otras sin
saberlo. Se han perdido todos los valores del hombre, incluido el deseo de
estudiar, entre otras cosas porque en Huesca, si se necesitaban doscientas
pisos al año, se han construido, tal vez
dos mil. En España todo el mundo se ha
dedicado a ganar dinero, desde los jóvenes hasta los ayuntamientos.
Han
disminuido los estudiantes por ambición,
unas veces de ganar dinero y otras por la necesidad del mismo y dejaron los
estudios para ir a la construcción e igual ha pasado con los jóvenes
agricultores, que han dejado los pueblos abandonados, a sus padres solos y muchas de aquellas tierras
que Joaquín Costa amaba tanto, se han quedado de secano. Esas tierras, sin agua
no podrán llorar ni llorarán los hombres que por ellas caminen, porque casi
nadie las visita.
Hemos pasado
por una época en que la enseñanza ha perdido la disciplina, y se ha perdido respeto, porque se han perdido
todos los valores. Por la poca
preparación en algunos centros de enseñanza, en Alemania dicen que de cada diez
empleados, hay cuatro o cinco que no están bien preparados y cuando vieron
venir el fallo de la construcción, prepararon puestos de trabajo en otros
gremios. Aquí la política se olvidó de todos los problemas. En distintos
lugares de España, declararon construibles muchos campos, con lo que levantaron sus precios. Ahora sobran
solares y viviendas que unas se han ocupado durante un cierto tiempo, pero muchas no se han estrenado y otras ni siquiera
se han vendido. Aquel gobierno levantó los precios, ahora se los quieren cobrar, como si el
dinero lo fueran a fabricar los ciudadanos. Con esa actitud van a colaborar en
la ruina general, sin tener que llorar,
que ya llorarán los explotados por un gobierno y por el otro.
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